Tradicionalmente, la Psiquiatría ha estado sepa-rada de las demás especialidades médicas, no sólo por el objeto y el método de sus investigaciones, sino también por un distanciamiento físico. En el desarrollo histórico de la asistencia psi-quiátrica, la creación de servicios de psiquiatría en el seno del hospital general aparece como un nuevo signo de madurez y respetabilidad de nuestra profe-sión. Por una parte, la locación de estos nuevos de-partamentos de psiquiatría viene a tiempo para co-rroborar la idea, relativamente reciente, de que los trastornos mentales son enfermedades «como las de-más», y que, en consecuencia, los enfermos afligi-dos por estos trastornos deben ser atendidos en el mismo hospital que aquellos con enfermedades cla-ramente orgánicas. Por otra parte, el hospital general ofrece al públi-co y a la profesión médica una imagen menos te-mible que el clásico «manicomio», lo cual se tra-duce en un acceso más fácil y rápido al tratamiento psiquiátrico (Mann y Vacaflor, 1972) (1). Uno de los fenómenos resultantes de este acerca-miento físico, es el descubrimiento de la interfase entre la psiquiatría y las demás especialidades. En el desarrollo de su diferenciación interna, el depar-tamento de psiquiatría, felizmente implantado en el hospital general, acaba creando un Servicio de Con-sultas o de «liaison» psiquiátrica (o psicosomatica, como algunos prefieren llamarlo). En ocasiones, es-te Servicio es el núcleo inicial, a partir del cual po-drá llegar más tarde a formarse un verdadero De-partamento de Psiquiatría. Con frecuencia, del funcionamiento de este Ser-vicio depende el prestigio de todo el departamento de psiquiatría, y la calidad de sus relaciones con los departamentos vecinos. El Servicio de Consulta Psi-quiátrica es el nexo de unión entre los médicos que (*) Este trabajo está basado, en parte, en la tesis de licencia-tura del primer autor, realizada bajo la dirección del profesor doctor José (Canadá). se ocupan del cuerpo, y los que se ocupan de la mente, y su difícil misión es convencer a unos y a otros que el ser humano no puede dividirse, y que solamente una orientación holística puede ayudar al hombre total cuando enferma. La primera dificultad que el psiquiatra ha de ven-cer en su actividad de consultor, es la desconfianza que otros médicos puedan tener sobre su sentido práctico. Por eso, sus primeros esfuerzos deben ir encaminados a mostrar la valía de sus propios co-nocimientos, desarrollar una labor de utilidad in-mediata para el enfermo y hacerse aceptar como parte integrante del equipo terapéutico. Resolver el problema que el paciente y su actividad plantea al médico tratante, y que después de todo es el moti-vo de la consulta y de la existencia misma del Ser-vicio, es la primera función del psiquiatra consul-tor, pero no la única ni la más importante. Su misión fundamental es propagar la orienta-ción psicosomática, despertar el interés por el Hom-bre como ser social, espiritual y biológico, no me-diante vana palabrería, sino demostrando con su ac-tividad que una tal orientación constituye buena me-dicina. Un interesante ejemplo de la importancia de factores otros que los estrictamente biológicos en la enfermedad orgánica es presentado por Egbert (2), quien, en un estudio cuidadosamente controla-do de 97 pacientes quirúrgicos, demostró que un procedimiento tan simple como informar al pacien-te de la naturaleza de la operación y de sus conse-cuencias, de la posible severidad y duración del do-lor postoperatorio y de sus causas, etc., reduce sig-nificativamente la necesidad de analgésicos (es de-cir, experiencia subjetiva de dolor) y acelera el res-tablecimiento.