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Sube el consumo y bajan las oportunidades: Cultivadores colombianos expulsados del auge del aguacate

Authors:

Abstract and Figures

El aumento de la demanda global de una mercancía puede, paradójicamente, reducir las oportunidades comerciales de productores orientados al mercado nacional. En Colombia, la creciente demanda de aguacates para exportación ha llevado a la expulsión de productores de otras variedades que durante décadas han abastecido el mercado nacional. Esto se debe a la entrada de inversionistas que han expandido la producción de aguacate tanto en los mercados nuevos como en los preexistentes. Al mismo tiempo, los productores preexistentes han rechazado las oportunidades creadas por el aumento de la demanda cuando estas van en contra de sus posibilidades de sustento. A través de entrevistas con actores de la cadena de valor del aguacate en Santander, Colombia, y un diálogo con las literaturas de cadenas de valor y sistemas agroalimentarios, esta investigación destaca la necesidad de estudiar los efectos sociales del comercio de mercancías más allá de las relaciones lineales.
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Recibido: 03 Noviembre 2022 | Aceptado: 03 Mayo 2023 | Publicado: 01 Julio 2023
Mundo Agrario, abril-julio 2023, vol. 24, núm. 55, e208. ISSN 1515-5994
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Historia Argentina y Americana
Cita sugerida: Serrano Zapata, A., Brooks, A. y Ramírez Ramón, D. E. (2023). Sube el consumo y bajan las oportunidades: Cultivadores
colombianos expulsados del auge del aguacate. Mundo Agrario, 24(55), e208. https://doi.org/10.24215/15155994e208
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
ARTÍCULO
Sube el consumo y bajan las oportunidades: Cultivadores
colombianos expulsados del auge del aguacate
Rising consumption and decreasing opportunities: small-scale farmers excluded from Colombia's avocado boom
Ángela Serrano Zapata
Universidad de los Andes, Colombia
a.serrano44@uniandes.edu.co
Andrew Brooks
King’s College London, Reino Unido
andrew.brooks@kcl.ac.uk
David Esteban Ramírez Ramón
Universidad de los Andes, Colombia
de.ramirez10@uniandes.edu.co
Resumen:
El aumento de la demanda global de una mercancía puede, paradójicamente, reducir las oportunidades comerciales de productores
orientados al mercado nacional. En Colombia, la creciente demanda de aguacates para exportación ha llevado a la expulsión de
productores de otras variedades que durante décadas han abastecido el mercado nacional. Esto se debe a la entrada de inversionistas que
han expandido la producción de aguacate tanto en los mercados nuevos como en los preexistentes. Al mismo tiempo, los productores
preexistentes han rechazado las oportunidades creadas por el aumento de la demanda cuando estas van en contra de sus posibilidades de
sustento. A través de entrevistas con actores de la cadena de valor del aguacate en Santander, Colombia, y un diálogo con las literaturas de
cadenas de valor y sistemas agroalimentarios, esta investigación destaca la necesidad de estudiar los efectos sociales del comercio de
mercancías más allá de las relaciones lineales.
Palabras clave:
Cadenas globales de valor, Sistemas agroalimentarios, Agricultura, Aguacate, Colombia.
Ab
stract:
This research finds that rising global demand for a specific commodity can, paradoxically, reduce commercial opportunities for
preexisting producers oriented towards domestic markets. In Colombia, increased commercial opportunities for export avocados have
excluded small-scale farmers from the domestic markets they have supplied for decades. This situation is the result of increased
par ticipation of investors in avocado production, as these investors have seized part of the opportunities in the domestic market.
Simultaneously, traditional farmers have consciously rejected apparent opportunities, created by rising global demand for avocados, that
put their long-term livelihoods at risk. This work is based on ethnographic research in Santander Colombia. Through a dialogue between
global value chain analysis and agrofood systems research, we highlight the need to explore the effects of changing market patterns
beyond linear relations
.
Keywords:
Global value chains, Agrofood systems, Agriculture, Avocado, Colombia.
https://orcid.org/0000-0002-2954-0962
https://orcid.org/0000-0001-6896-6635
https://orcid.org/0000-0002-2743-3469
Fuente: Elaboración propia con base en FAOSTAT (2022).
Esta investigación se erige en torno a la pregunta ¿de qué manera el aumento de consumo de aguacate a nivel
mundial afecta a las personas tradicionalmente productoras de este fruto? Para responder, nos basamos en el enfoque
de sistemas agroalimentarios y el análisis de Cadenas Globales de Valor (CGV). El enfoque de sistemas
agroalimentarios permite investigar tanto las relaciones presentes en la producción y el consumo, como el contexto
histórico, social y político en el que estas se inscriben (Bendini y Steimbreger, 2002; Friedland, 1984; Gorenstein y
Gutman, 2003). Por su parte, las CGV rastrean las conexiones entre diferentes actores involucrados en las relaciones
entre producción y consumo de una mercancía, con énfasis en el poder relativo de cada uno de ellos para definir las
condiciones de intercambio (Bair, 2009; Trevignani y Fernández, 2015). En conjunto, estos enfoques permiten
entender cómo las distantes relaciones entre lugares de producción y consumo, en interacción con las políticas y
desigualdades económicas locales, afectan las posibilidades de sustento de las personas productoras agrícolas.
La investigación se basa en este conjunto de trabajos, pero examina también aquello que han pasado por alto:
la manera en que los cambios en una cadena de valor afectan a personas no directamente conectadas a ella.
Paradójicamente, el aumento en la demanda de aguacates tipo Hass, que son altamente demandados en mercados
globales, ha tenido el efecto de expulsar a productores de otras variedades, incluso en mercados nacionales diferentes
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millones de toneladas
año
Consumo mundial de aguacate
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Introducción
El comercio mundial de aguacate ha tenido grandes transformaciones en los últimos años, pero las consecuencias no
han sido positivas para todas las personas que producen esta fruta. Su consumo ha aumentado significativamente a
nivel global, como muestra la Figura 1, lo que ha transformado importantes dinámicas sociales y políticas en los
países productores. A nivel global, el aguacate se ha convertido en un alimento de moda e, incluso, ha llegado a gozar
de una imagen en redes sociales como fruta saludable, cremosa, de buen sabor y estéticamente bella. Sin embargo, los
efectos de este incremento en su consumo han impacto de manera diferencial a quienes la producen en Colombia,
que es el segundo país productor a nivel mundial (FAOSTAT, 2022).
FIGURA 1
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al del Hass. La expulsión consiste en la construcción de barreras que dificultan, o imposibilitan, la participación de
personas agricultoras en los mercados que previamente surtían. En Colombia, esto ha ocurrido a través de una mayor
participación de inversionistas en la producción de aguacate, quienes han pasado a cubrir tanto los nuevos mercados
como los preexistentes. El enfoque en la expulsión tiene la posibilidad de evidenciar lo que las cifras agregadas no
muestran: el mismo proceso que está impulsando la expansión de la producción en Colombia está construyendo
limitaciones de comercialización y persistencia para quienes producen de manera diversificada para los mercados
nacionales. Al mismo tiempo, estas personas han rechazado conscientemente las aparentes oportunidades creadas
por el aumento de la demanda cuando estas oportunidades van en contravía de sus objetivos y posibilidades de
producción.
Desarrollamos nuestro trabajo en Santander, Colombia, una región en el nororiente del país que, a pesar de ser
tradicionalmente una de las mayores productoras de aguacate, en las últimas décadas ha perdido importancia
comparativa en la producción de este fruto (PTP y LKS, 2013). Hicimos 27 entrevistas semiestructuradas a
diferentes actores involucrados en el sistema agroalimentario del aguacate. La mayoría de las entrevistas fueron a
personas cultivadoras de aguacate, pero algunas incluyeron funcionarios de gobierno y comerciantes. Además,
hicimos una revisión secundaria de documentos y estadísticas oficiales sobre la producción y el comercio de aguacate
(por ejemplo, CBI Ministerio de Relaciones Exteriores, 2013; DANE, 2014; PTP y LKS, 2013). Estas fuentes nos
permitieron indagar sobre las maneras en que funcionarios públicos y profesionales agrarios configuran el sistema
agroalimentario del aguacate.
El artículo se divide en cuatro partes: (i) una revisión de literatura sobre oportunidades de sustento en las
cadenas agroalimentarias globales, (ii) una exposición del sistema agroalimentario del aguacate en Colombia, (iii)
una discusión de experiencias y respuestas de productores y (iv) un análisis de la expulsión de productores de
aguacate a pequeña escala de sus mercados tradicionales, en el contexto de la expansión del comercio de aguacate. En
su conjunto, estas discusiones hacen un llamado para que los estudios sobre mercancías globales presten mayor
atención a las formas de sustento desplazadas económicamente por la producción para mercados globales.
Oportunidades de sustento en las cadenas y sistemas agroalimentarios
globales
Rastrear las relaciones entre la producción y el consumo de una mercancía implica varias dificultades, ya que estas
relaciones se caracterizan por ser complejas, distantes, e involucrar a una gran cantidad de actores (Hinrichs, 2003). Con
el fin de abordar dicha complejidad, autores como William Friedland (1984), Mónica Bendini y Norma Steimbreger
(2002) y Silvia Gorenstein y Graciela Gutman (2003) han utilizado el concepto de sistemas agroalimentarios. Estos
adoptan una visión integral de la organización de la producción, distribución y consumo de alimentos, enfocada en las fases
de transformación de las mercancías agrícolas en productos industriales o de consumo. El concepto de sistemas
agroalimentarios resalta los numerosos factores y relaciones que configuran la agricultura en el contexto de unas relaciones
entre agricultura y alimentación cada vez más globalizadas. De esta manera, contribuye a pensar en las mercancías como
objetos con una presencia social además de física, es decir, inmersos en contextos culturales e históricos.
Desde la perspectiva de sistemas agroalimentarios, diferentes investigaciones han indagado acerca de las formas en
que el contexto social y político da forma a las posibilidades de trabajo y sustento en la agricultura. Friedland, por ejemplo,
se enfoca en la manera en que las transformaciones sociales en Estados Unidos a partir de la década de 1970 configuraron
la agricultura de ese país en términos de las prácticas de producción, las características del mercado laboral, las
organizaciones de personas productoras, la aplicación de la ciencia, el papel del Estado, la comercialización y la distribución
(1984 y 2001; Friedland y Barton, 1975; Friedland, Bartony Thomas, 1981). En América Latina, los trabajos de
Gorenstein y Gutman han mostrado que los paquetes tecnológicos y el auge de los estándares de calidad para los productos
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agrícolas han aumentado el poder de decisión de las empresas distribuidoras y comercializadoras sobre las personas
productoras agrícolas (2003; Gutman, 2002). Para el caso de Argentina, Bendini y Steimbreger (2002) muestran cómo, a
partir de la década de 1990, las empresas agrícolas transnacionales se han posicionado como actores dominantes en los
sistemas agroalimentarios. Esto ha restringido las posibilidades de comercialización de las personas productoras agrícolas,
quienes ven sus opciones limitadas a los canales establecidos por estas empresas (Bendini y Steimbreger, 2002).
La perspectiva de los sistemas agroalimentarios se enfoca en los contextos sociales en los que la producción y el
consumo de alimentos están inmersos, pero no proporciona las herramientas necesarias para analizar las relaciones que
conectan de manera concreta y sistemática la producción con el consumo de alimentos. Los estudios sobre CGV son una
alternativa que rastrea de manera concreta los diferentes nodos y actores involucrados en las distintas etapas de la
producción y consumo de alimentos. Esta perspectiva se enfoca en las relaciones entre la producción y el consumo de una
mercancía, los actores que componen estas relaciones y la distribución de trabajo y valor entre ellos (Bair, 2009; Collins,
2005; Gereffi, Humphrey y Sturgeon, 2005). Aunque tiene sus raíces teóricas en la teoría del sistema-mundo, la perspectiva
de CGV se centra en los niveles intermedio y micro de las relaciones de producción, intercambio y consumo, abordando
la visión global de los sistemas agroalimentarios a partir de las condiciones concretas de los actores involucrados (Bair,
2005; Trevignani y Fernández, 2015). De esta manera, el estudio de las CGV incluye una visión global de los sistemas
agroalimentarios, pero la aborda a partir de las condiciones concretas de los actores inmersos en estos sistemas.
En la investigación agrícola, el análisis CGV se ha utilizado para identificar las condiciones concretas que afectan las
posibilidades de sustento de las personas productoras. Por ejemplo, Niels Fold y Katherine Gough (2008) rastrean el
desplazamiento de la pequeña agricultura en Ghana, que se dio por las preferencias de consumo en Europa por una nueva
variedad de piña. Igualmente, Susanne Freidberg (2004) muestra cómo las demandas de alimentos homogéneos por parte
de consumidores de Gran Bretaña y Francia han creado nuevas formas de dominación por parte de supermercados de esos
países en las cadenas de comercio de hortalizas entre África y Europa, a través de nuevas y estrictas exigencias de calidad
que se imponen a la agricultura a pequeña escala en las antiguas colonias de Zambia y Burkina Faso. En Colombia, la
perspectiva de CGV ha revelado cómo la ausencia de herramientas para enfrentar los riesgos asociados a la crisis climática
y el gran poder de decisión de las personas distribuidoras de alimentos intensifican las pérdidas de personas productoras
de plátano (Baquero-Melo, 2017). El estudio de las CGV ha permitido identificar afectaciones concretas a personas
productoras agrícolas de acuerdo con sus relaciones con otros actores de la cadena. Sin embargo, esta perspectiva con
frecuencia ha ignorado los aspectos más estructurales de los sistemas agroalimentarios, como el papel del Estado y, en
general, de los actores por fuera de las relaciones lineales en una cadena de valor.
En este contexto, es importante considerar tanto actores concretos, como lo hace la perspectiva de CGV, como las
dinámicas sociales en las que están inmersos, como lo resalta la perspectiva de sistemas agroalimentarios. Distintas
aproximaciones han buscado abordar estos aspectos de manera integral, como las redes de producción global y los sistemas
de provisión. El enfoque de redes de producción ha servido para analizar cómo las políticas de gobierno y organizaciones
internacionales definen las posibilidades de cada actor dentro de una red de producción. Por ejemplo, Siobhán McGrath
(2013) muestra que el Estado brasileño ha reproducido deliberadamente las condiciones de explotación laboral en la
industria de la caña de azúcar, con el fin de satisfacer las demandas de compradores internacionales. Por su parte, el enfoque
de sistemas de provisión estudia simultáneamente las relaciones entre la producción y el consumo de una mercancía,
prestando especial atención a los factores contextuales ubicados por fuera del contexto inmediato de esa mercancía, como
la banca, las reglas de comercio y las preferencias de consumo (Fine, 1994). Estas aproximaciones permiten identificar la
manera en que condiciones como el entorno biofísico, las estructuras de gobernanza, las señales del mercado y las
regulaciones extraeconómicas en los mercados nacionales y de exportación determinan la reglamentación del uso de
plaguicidas y dan forma a la manera en que las empresas agroquímicas y los bancos pueden captar mayores cuotas de valor
de las actividades agrícolas, a expensas de la salud y las condiciones económicas de las personas agricultoras y, en general,
trabajadoras agrícolas (Galt, 2012 y 2014). Los enfoques de redes de producción y sistemas de provisión enfatizan la
importancia de estudiar no solo las relaciones entre los actores a lo largo de las cadenas de valor de alimentos, sino también
el entorno histórico y social en el que se sitúan esas relaciones. De esta manera identifican cómo las políticas y las
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certificaciones configuran no solo las condiciones de intercambio, sino también los riesgos medioambientales y sanitarios
y el poder de decisión de las personas trabajadoras agrícolas.
Desde América Latina, el estudio de las cadenas globales de valor agrícola ha adoptado un enfoque estructuralista,
resaltando cómo las condiciones históricas y de economía política de esta región moldean las posibilidades de sustento de
las personas productoras. América Latina ha ocupado dos papeles claves en las CGV: por un lado, como región proveedora
de mano de obra barata, sobre todo en países pequeños ubicados en América Central y el Caribe, pero también en otros
más grandes como México; y, por otro, como productora de materias primas (Kosacoff y López, 2008; Svampa, 2013).
Manuel Facundo Trevignani y Víctor Ramiro Fernández (2015) observan algo similar con respecto a la importancia de las
condiciones históricas y de economía política para entender las CGV, pues afirman que el papel subordinado del Sur
Global frente al Norte Global en las CGV se puede explicar a través de, primero, el papel central de los estados del Norte
Global en la construcción de los procesos económicos globales y, segundo, de los procesos históricos regionales y nacionales
de los países involucrados en una CGV. En este contexto, los Estados de diferentes países latinoamericanos han adoptado
políticas públicas de promoción de las exportaciones y los monocultivos. Comparando este tipo de políticas en Argentina
y Costa Rica, Felicitas Silvetti y Daniel Mario Cáceres (2015) encuentran que, a pesar de tener enfoques muy distintos, las
políticas de promoción de exportaciones en ambos países han resultado en una creciente desigualdad entre grandes
empresas y productores a pequeña escala. En suma, las posibilidades de sustento de las personas agricultoras a pequeña
escala en los estados latinoamericanos se encuentran condicionadas por la posición ocupada por estas en la estructura
económica y política que da forma a la agricultura global.
Complementando el enfoque estructuralista, las investigaciones latinoamericanas sobre CGV en los sistemas
agroalimentarios han enfatizado los efectos de las instituciones sociales en los grupos de personas trabajadoras agrícolas y
campesinas. Han identificado, por ejemplo, cómo las crecientes exigencias de estándares de calidad sobre las mercancías
agrícolas destinadas a mercados globales han deteriorado en México las condiciones de trabajo de las personas que las
producen (Carton de Grammont y Lara Flores, 2010). Estas exigencias, además, son barreras de acceso a mercados para
los productores sin acceso al capital o conocimiento necesarios para cumplirlas (Cavalcanti, 2006). En Brasil, los procesos
de reorganización de la agricultura hacia la producción intensiva en capital han llevado a la destrucción de la agricultura a
pequeña escala y a la intensificación de la flexibilización laboral (Barbosa Cavalcanti, Bendini, da Mota y Steimberg, 2011).
Frente a estas dinámicas, si bien el campesinado se ha visto fuertemente afectado, también ha adoptado estrategias de
resistencia, incluyendo la visibilización de los efectos de la expansión de los monocultivos sobre sus formas de vida (Cáceres
y Silvetti, 2015). De esta manera, los estudios latinoamericanos sobre cadenas de valor agrícola han enfatizado la
intensificación de la precarización de los medios de vida de diferentes grupos en el campo a partir de la creciente
dominancia de las empresas transnacionales sobre la comercialización de mercancías agrícolas a nivel global.
En este texto estudiamos la cadena de valor del aguacate en Colombia, con especial atención al entorno social en el
que están inmersas las personas productoras y la manera en que este entorno configura posiciones de desigualdad para
productores con respecto a otros actores. Indagamos sobre las particularidades de la posición relativa que ocupan los
productores latinoamericanos frente actores de mercados globales y las desigualdades locales que enfrentan.
El sistema agroalimentario del aguacate en Colombia
América Latina ha desempeñado un papel crucial en la producción de mercancías agrícolas para mercados globales,
especialmente a través de productos tropicales con una historia colonial, como el caucho, el azúcar y el banano (Bucheli,
2005; Frank y Musacchio, 2006; Mintz, 1986). Más recientemente, esta región se ha convertido en una fuente importante
de productos perecederos de exportación. Dichos cambios se deben tanto a la creciente popularidad de estos productos,
“exóticos” en mercados internacionales, como a las mejoras en la infraestructura del sistema de transporte y las políticas
estatales en diferentes países de la región (Challies y Murray, 2011; Saulo, 2016). En las últimas décadas, varios gobiernos
latinoamericanos han fomentado la agricultura a gran escala orientada a la exportación a través de la incorporación de
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biotecnologías eficientes y la creación de cultivos de alta productividad. Estas políticas se centran en la promoción de
oportunidades para inversionistas, por encima de la creación de posibilidades de sustento para las personas agricultoras
(McGrath, 2013). El comercio de aguacates no ha sido la excepción, y diferentes gobiernos latinoamericanos han
promovido su cultivo a gran escala. De hecho, el comercio internacional de aguacates ha crecido significativamente en la
última década, triplicándose en regiones como Estados Unidos y Europa y multiplicándose por 20 en China (FAOSTAT,
2022).
La popularidad del aguacate se debe, en parte, a los esfuerzos del marketing internacional y a las tendencias dietéticas
que promueven su consumo. En particular, la variedad Hass ha sido objeto de una intensa campaña de promoción en
Estados Unidos y otros países (Hass Avocado Board, 2016a). Los beneficios para la salud que se atribuyen a su consumo
también han sido una importante fuerza impulsora detrás del creciente interés del público por este producto. Esto se refiere
a un estilo de vida cuyas promesas solo pueden cumplirse a través del consumo de los pequeños y duraderos aguacates Hass,
ya que la creciente demanda va acompañada de unos requisitos físicos muy específicos. Las personas compradoras en países
como Estados Unidos exigen aguacates Hass con un tamaño adecuado, una cáscara brillante y, en general, unas condiciones
físicas impecables. Además, los estudios médicos que financian los grupos comerciales han contribuido a aumentar la
percepción de los beneficios para la salud asociados con el consumo de aguacate (Hass Avocado Board, 2016a y 2016b;
Khazan, 2015; Wang, Bordi, Fleming, Hill y Kris-Etherton, 2015).
Las oportunidades para las personas productoras de aguacate se ven restringidas por múltiples factores, que se suman
al de la apariencia de la fruta. El consumo de aguacates, los requisitos comerciales y las condiciones de producción se han
configurado mutuamente, creando y transformando la economía política de las regiones productoras. Dentro del sistema
agroalimentario mundial del aguacate, diferentes actores se enfrentan a importantes barreras para realizar otras actividades
a lo largo de la cadena de valor (Henderson, Dicken, Hess, Coe y Wai-Cung Yeung, 2002). Para que los aguacates
colombianos puedan ser comercializados internacionalmente, por ejemplo, deben contar con la acreditación de buenas
prácticas agrícolas, la certificación fitosanitaria, la autorización de exportación y los resultados de las pruebas químicas,
todos ellos emitidos por las autoridades colombianas, así como con una certificación internacional de buenas prácticas
agrícolas del organismo de certificación Global G.A.P. (CBI Ministerio de Relaciones Exteriores, 2013; ICA, s.f.). Por lo
tanto, una persona agricultora a pequeña escala que vende en el mercado nacional usualmente no vende aguacates en el
extranjero.
La mayoría de las exportaciones mundiales de aguacate proceden de México, Perú, Países Bajos, España y Chile, y los
principales importadores son Estados Unidos, Países Bajos, España, Francia y Alemania (FAOSTAT, 2022; PTP y LKS,
2013). Estados Unidos, el mayor importador, representa un mercado atractivo para las personas productoras de aguacate,
especialmente para los países latinoamericanos más cercanos (FAOSTAT, 2022; Vanguardia Liberal, 2015). A pesar de
esto, las regulaciones de importación son restrictivas, y los aguacates colombianos solo recientemente lograron acceder a
Estados Unidos. En el caso del Reino Unido, Francia y otros países europeos, las importaciones de aguacate provienen de
más de 40 países (International Trade Center, 2015). Sin embargo, las oportunidades de exportación siguen siendo muy
restringidas. En general, cualquier aguacate que se encuentre en los estantes de Europa no llegó allí por casualidad, sino que
seguramente fue plantado y cuidado desde el comienzo con ese objetivo.
La variedad Hass es la más popular en los mercados del Norte Global, porque pueden sobrevivir al envío a larga
distancia y cumplir con los requisitos de comerciantes, minoristas y consumidores (Restrepo, 2014). Estos aguacates se
cultivan a altitudes superiores a los 1.500 metros, lo que los distingue de otras variedades verdes que pueden crecer a
altitudes más bajas. Son ideales para la exportación porque tienen una cáscara gruesa que evita daños y pueden tardar más
de dos semanas en madurar, lo que permite transportarlos en camiones y barcos desde los cultivos en Colombia hasta
Europa (Bernal, Díaz, Tamayo, Córdoba, Londoó, Tamayo y Londoño, 2008; Restrepo, 2014). Estos atributos son
importantes, ya que vendedores minoristas exigen frutas en perfectas condiciones, idealmente del mismo tamaño y calidad.
Además, las personas compradoras internacionales suelen pagar después de haber recibido su pedido, así que las personas
productoras deben afrontar los costos de cultivo y entrega de los aguacates, mientras que su pago llega entre dos y seis
semanas después del envío (Restrepo, 2014). Por lo tanto, solo las personas productoras que tengan la capacidad de afrontar
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el gasto financiero, se ubiquen en zonas aptas para el aguacate Hass, produzcan suficientes rendimientos y cu mplan con las
prácticas de gestión requeridas podrán aprovechar las oportunidades que traen los mercados extranjeros como el europeo.
En los últimos años ha aumentado tanto la producción como la exportación de aguacate. En el 2020, en Colombia,
se produjeron 626.430 toneladas de aguacate. De estas, el 25% fue aguacate Hass. Ese mismo año, el país exportó 77.075
toneladas de aguacate, 88% de ellas de aguacate Hass. Hoy, la mayoría del aguacate, y en especial las variedades diferentes
al Hass, se consume en el mercado interno (Analdex, 2022; MinAgricultura, 2021). Así que las variedades verdes siguen
siendo las más populares en el país. Al mismo tiempo, la expansión del cultivo ha estado jalonada por la variedad Hass y
por las expectativas de aumento de las exportaciones de dicha variedad.
El aumento en la producción de aguacate se explica tanto por la expansión del cultivo, como por las mejoras en la
productividad. Para el 2020, la cantidad de toneladas de aguacate producidas en el país duplicó la cantidad producida cinco
años atrás. Adicionalmente, la productividad aumentó 20% en ese mismo periodo (MinAgricultura, 2021). Por su parte,
la cifra de personas productoras en el país pasó de 12.000 en el 2017 a 19.200 en el 2021 (MinAgricultura, 2017 y 2021).
La producción de aguacate ha tenido una importante expansión, en diferentes aspectos, en los últimos años.
Esta expansión está relacionada con el hecho de que los gobiernos y otros actores han creado en los últimos años
políticas e instituciones para promover la ampliación del cultivo de aguacate, especialmente con fines de exportación.
Según el expresidente Juan Manuel Santos, “logramos abrir el mercado [internacional] para los aguacates colombianos, lo
cual es una oportunidad de oro para miles y miles de agricultores y para el comercio en general” (Caracol Radio, 2017). El
siguiente gobierno mantuvo este objetivo y firmó un tratado con China en 2019 para proveerle aguacates Hass
(MinAgricultura, 2019). Una de las principales instituciones creadas para cumplir con dichos objetivos de exportación es
el Consejo Nacional del Aguacate, cuya labor es asesorar al gobierno y apoyar a los grupos de productores en la
implementación de las prácticas y técnicas necesarias para cumplir con los requisitos del comercio internacional. Este
enfoque se basa en la percepción de que la exportación de aguacates es una forma de aumentar su valor económico. De
hecho, el precio promedio por kilo de aguacate colombiano en el mercado de exportación es un 80% más alto que en el
mercado nacional (MinAgricultura, 2020). Aunque este promedio oculta importantes disparidades en los precios
nacionales,
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ilustra claramente las diferencias de oportunidades entre los mercados nacional e internacional.
En Colombia, las políticas gubernamentales y las instituciones públicas han enfatizado que las personas productoras
de aguacate en el país deben adoptar nuevas prácticas de producción para satisfacer los mercados internacionales. Una de
las principales políticas públicas ha sido el Programa de Transformación Productiva (PTP) del Ministerio de Comercio,
que "busca la internacionalización de la economía colombiana mediante la modernización y transformación del aparato
productivo" (PTP y LKS, 2013). Además, el aguacate es uno de los productos priorizados por Colombia Siembra, una
política blica diseñada para aumentar la oferta de productos agrícolas y promover las exportaciones mediante el
otorgamiento de subsidios crediticios para nuevos cultivos (MinAgricultura, 2015 y 2016). Por su parte, el Ministerio de
Agricultura y Desarrollo Rural y el gremio Asohofrucol, que administra el fondo nacional hortofrutícola asignado por este
ministerio, se han enfocado en la transformación del proceso de cultivo del aguacate. Estas entidades han priorizado, sobre
todo, "la estandarización de la calidad de la producción, la ampliación y consolidación del mercado, la transformación de
la fruta y la industrialización" (MinAgricultura, 2009, p. 7). Según Asohofrucol (2012), la organización ha brindado
asistencia técnica a más de 15.000 productores de frutas y hortalizas, enseñándoles técnicas de siembra, manejo de las plagas
y prácticas empresariales. Estas acciones han contribuido a la transformación del sistema agroalimentario del aguacate, que
se refleja en el crecimiento del área sembrada de 35.211 a 108.819 entre 2011 y 2019 y el aumento de las exportaciones.
Sin embargo, esta dinámica no afectó de manera significativa los precios internos (DANE, 2016; DANE, 2019). Las
preferencias de consumo, requisitos comerciales y políticas públicas dan forma a los aguacates. La producción de aguacates
Hass homogéneos, con superficies brillantes y peso estándar, requiere técnicas de producción altamente controladas y un
nuevo entorno rural. No obstante, estas tecnologías no están disponibles para todas las personas.
En Colombia, el mercado interno de aguacates es amplio y cuenta con una gran variedad de actores y tipos de frutas.
Además de los aguacates nacionales, se venden frutos idénticos de Ecuador y Venezuela, especialmente de las populares
variedades verdes. Aunque las grandes cadenas de supermercados colombianas venden tanto aguacates Hass como
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La tecnificación entra a confrontar un poco con la cultura de producción (...) algunos productores no le ven el resultado a plantaciones mejoradas
genéticamente para trabajar en cultivos tecnificados, clones o variedades porque pretenden a la variedad hacerle el mismo manejo de una
plantación tradicional. (J.P. Salamanca 2015, Entrevista, 10 de junio)
Este agente de extensión considera que las dificultades que enfrentan las personas productoras con las políticas
de industrialización agrícola no se deben a las características de las prácticas que se promueven, sino a los rasgos
culturales de dichas personas productoras: "La gente de Santander tiene su carácter. Es difícil que cedan. La cultura
tiene mucho que ver. La cultura aquí es difícil” (D. Morales, 2015, Entrevista, 19 de junio). Los gobiernos y la
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variedades verdes, requieren un suministro constante y normas de calidad similares a las de los compradores
internacionales. Además, suelen retener el pago durante semanas y solo compran frutas estandarizadas a personas
productoras con altos niveles de capital. En otras palabras, estas relaciones comerciales están determinadas por el poder del
comprador, como se observa en el actuar de los vendedores mayoristas, quienes suelen pagar a sus proveedores después de
vender un pedido. Las transacciones en las plazas de venta al por mayor suelen ser informales y dependen de la confianza
entre personas que han establecido fuertes relaciones comerciales.
Los clientes mayoristas incluyen vendedores ambulantes, restaurantes, supermercados, otros mercados e incluso sus
propios proveedores, quienes pueden comprar otras frutas para venderlas en otros lugares. Las condiciones de pago varían
según cada cliente, pero es común que pidan un plazo de crédito para pagar. Para mantener su clientela, los vendedores
mayoristas necesitan ofrecer un suministro constante de productos que cumplan las condiciones exigidas por los grandes
clientes. La venta directa a mayoristas se limita principalmente a los grandes productores o a los comerciantes itinerantes.
Otros actores importantes de este sistema son los comerciantes itinerantes o “cacharreros”. Estas personas son el
principal medio de conexión entre los lugares de producción y de consumo en el mercado nacional, dado que recorren las
regiones agrícolas y compran productos para abastecer a los centros mayoristas. Las zonas de difícil acceso suelen estar
atendidas por un solo cacharrero, lo que limita el poder de negociación de las personas agricultoras que allí se ubican (Galt,
2012). Los cacharreros suelen comprar productos de calidades variadas y pagar en efectivo, pero pagan precios bajos y
variables. Dado que los cacharreros interactúan tanto con las personas productoras como con los mayoristas, es necesario
que tengan capacidad financiera para permitirse pagar a las personas productoras por adelantado y vender a los mayoristas
a crédito. Sin embargo, los cacharreros no son el único medio de conexión entre la agricultura y el comercio minorista.
Algunas personas agricultoras logran obtener mayores beneficios al evitar intermediarios. Por ejemplo, algunas personas
productoras venden directamente a tiendas, restaurantes o consumidores, y algunas personas agricultoras agrupadas en
asociaciones de productores establecen relaciones directas con clientes comerciales.
Experiencias y respuestas de productores
Los agentes de extensión agrícola de Asohofrucol son fundamentales en la promoción de la "tecnificación" necesaria para
producir frutos que cumplan con los requisitos de exportación. Dos de estos agentes que trabajan en Santander nos
explicaron que la tecnificación implica el uso de semillas certificadas, un plan de fertilización, la renovación de los árboles
y el cultivo en forma de monocultivo para los cultivos de cítricos y aguacates. Como comentó el coordinador regional de
Asohofrucol en Santander, "cítricos y aguacate son cultivos que se deben manejar solos. Esa idea de hacer esas mezclas de
tantos arboles no funciona” (J.P. Salamanca 2015, Entrevista, 10 de junio). Asohofrucol ofrece capacitaciones en campo a
las asociaciones de productores interesados en aprender estas prácticas. Durante estas capacitaciones, los agentes de
extensión enseñan prácticas comerciales y de cultivo, y realizan una prueba al final del día para seleccionar a los mejores
productores, quienes recibirán más apoyo en la producción, comercialización y administración de su cultivo.
Los parámetros sugeridos por Asohofrucol buscan aumentar la producción de fruta y minimizar las pérdidas, pero
algunos agentes de extensión tienen la percepción de que las personas agricultoras no logran ver los beneficios de adoptar
las técnicas propuestas:
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o minoristas. En estos cultivos, las tareas comerciales y agrícolas se reparten entre distintos empleados, se cultivan
aguacates en monocultivo y se utilizan procedimientos estandarizados para la fertilización, fumigación y riego. Este
modelo es considerado un éxito por los técnicos y diseñadores de políticas de fomento de la exportación de aguacates
y se espera que sea adoptado por todo tipo de productor. Los propietarios de estos cultivos comparten una
característica: no trabajan únicamente en su propia tierra, sino que tienen otras fuentes de ingresos que les permiten
invertir en sus cultivos y financiar la nómina requerida. En última instancia, son inversionistas y sus cultivos son
fuentes de utilidades. Todos han empezado a cultivar aguacates en los últimos 10 años y se benefician de un mercado
en expansión.
En contraste con estos grandes cultivos comerciales, hay personas agricultoras que cultivan aguacate como
principal medio de sustento. Andrés y su padre, Pablo, llevan mucho tiempo en el negocio. Ellos tienen una
aproximación menos industrial a la gestión de la tierra, lo que produce paisajes agrícolas distintos. Un árbol de
aguacate tarda aproximadamente tres años en producir su primera cosecha, por lo que Andrés sembró plátanos ‒que
son de más rápido crecimiento‒ entre los árboles de aguacate con el fin de generar ingresos y pagar los costos de la
plantación. Pablo, el padre de Andrés, posee un antiguo cultivo de aguacate que lleva décadas dando frutos. Entre
sus árboles de aguacate, tiene árboles de cacao y mango, así como plantas de yuca. A la distancia, la variedad de árboles
de la finca de Pablo parece una mezcla indistinguible, lo que contrasta con el paisaje homogéneo de la finca de
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industria agroquímica suelen relacionar los fracasos en la implementación de prácticas agrícolas intensivas en capital
con una deficiencia cultural de las personas agricultoras (Galt, 2012). En Santander, las y los agentes de extensión
agrícola minimizan las limitaciones materiales, como el acceso a mercados, capital y condiciones ambientales
estacionales. El énfasis gubernamental en la exportación del aguacate ha establecido estándares de calidad para la
exportación, y aquellas personas agricultoras que no los cumplen o simplemente no buscan alcanzarlos son
percibidas como fracasadas, a pesar de haber producido aguacates de manera sostenida para el consumo local durante
varias décadas.
El manejo convencional de los cultivos queda fuera de las definiciones de buena producción. Los adjetivos de
"técnico", "bien gestionado" y "racional" se limitan a quienes siguen un modelo específico de tecnología y unas
prácticas estandarizadas. En la finca La Bodega en San Vicente siguen este modelo. Alejandro, su propietario, es un
empresario con inversiones inmobiliarias y agroindustriales. Cultiva principalmente cítricos y aguacates, los cuales
están claramente separados y se manejan de forma diferenciada y especializada. Para aprender a sembrar y manejar
los cultivos de aguacate, Alejandro viajó a Chile, visitó varias fincas de monocultivos y contrató a un agrónomo.
En La Bodega, los árboles de aguacate están perfectamente alineados en camellones, son tratados con pesticidas
cuando los trabajadores detectan hongos o ciertos insectos y tienen riego por goteo con fertilizante. Como resultado,
las cosechas son menos vulnerables a los cambios estacionales, como regímenes de lluvia, y ofrecen una producción
relativamente constante a lo largo del año, con dos ligeros picos de producción. Hay dos trabajadores cada ocho
hectáreas de cultivo de aguacate. Un camión de la finca entrega la fruta directamente a restaurantes en la cercana
ciudad de Bucaramanga ‒algunos de ellos propiedad de amigos personales de Alejandro‒. Un gestor comercial que
trabaja para Alejandro acuerda las condiciones de venta, las cuales formaliza con sus clientes en contratos anuales en
los que se definen condiciones como la calidad de la fruta, los precios y la forma de pago. Alejandro se concentra en
vender en el mercado nacional, ya que en el momento de la entrevista las variedades de aguacate verde que producía
no eran aptas para la exportación. Sin embargo, tiene interés en exportar, ya que ostenta la capacidad técnica para
producir frutos homogéneos, en volumen y calidad constantes durante todo el año. Las prácticas agrícolas en La
Bodega son posibles gracias a importantes inversiones, financiadas por capital procedente de otros negocios. Ahora
su cultivo es altamente productivo gracias a una gestión “técnica” y “racional”.
El proceso de cultivo de La Bodega es un modelo que se replica en otros cultivos de gran tamaño, como los que
poseen o gestionan Jorge, Julio, Gerardo y Néstor. Estos productores entrevistados venden directamente a
consumidores, tiendas o mayoristas, eliminando al menos un posible nivel de intermediación en la cadena de valor.
Muchos de ellos cuentan con vendedores y contactos personales que les permiten vender directamente a restaurantes
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Alejandro. Maximizar la productividad no es la prioridad de Pablo. En cambio, le preocupa tener ingresos
constantes, algo que considera prioritario dados los riesgos que enfrenta, como plagas, disminución de precios o
bajos rendimientos en cualquiera de sus cultivos.
Las razones de diferentes productores para sembrar un policultivo van desde la visión particular que tiene la
persona agricultora sobre el espacio hasta la reducción de riesgos. Pablo y Andrés, por ejemplo, deciden plantar cacao,
mango, yuca o plátano entre los árboles de aguacate que cultivan en monocultivo, ya que “sería una pena perder ese
espacio” (P. Mejía 2015, Entrevista, 11 de junio) entre árboles de aguacate sembrando en monocultivo. Aunque esta
práctica puede dificultar el manejo preciso de la cosecha, permite obtener una producción diversa en un área limitada
y crear un paisaje diferente. Además, Pablo, como muchas otras personas agricultoras, considera que intercalar
diferentes tipos de árboles contribuye a limitar la propagación de plagas y proporciona varias fuentes de ingresos,
especialmente útiles cuando uno de sus cultivos no produce lo esperado o su precio es demasiado bajo. Otras
personas agricultoras también destacan la importancia de mantener una gran variedad de plantas para evitar la
degradación de unos pocos nutrientes del suelo. Mientras que los agentes de extensión consideran que la
construcción de monocultivos hiperproductivos es la clave del éxito en la producción de aguacate, para Andrés y
Pablo el policultivo es el modelo ideal. Este enfoque les permite reducir los costos de plaguicidas y fertilizantes,
mantener el suelo en buen estado y obtener ingresos constantes, aunque menores que los del monocultivo. De hecho,
han elegido esta estrategia porque es la más adecuada para sus condiciones materiales de vida.
Cada año, Pablo obtiene dos cosechas de aguacate, una o dos de cacao y yuca, una de mango y algunas cosechas
esporádicas de otros cultivos. El ciclo de producción podría volverse más constante con la implementación de un
sistema de riego, pero Pablo ha decidido no incurrir en esta inversión. Para comprarlo, podría pedir un préstamo,
utilizando su tierra como garantía. Sin embargo, no está dispuesto a hacerlo, ya que el sustento de su familia estaría
en peligro en caso de no poder cumplir con los pagos. Sin sistema de riego, su cosecha depende de las condiciones
meteorológicas. Si las condiciones climáticas son desfavorables, la cosecha se verá perjudicada. Y si son favorables, la
producción en su región aumenta y la abundancia de aguacates en el mercado hace bajar los precios. Por lo tanto,
Pablo obtiene los precios más bajos por aguacate precisamente cuando tiene la mayor cantidad de producto.
Sumado a las limitaciones técnicas y meteorológicas, Andrés y Pablo tienen una reducida capacidad de
negociación. Generalmente, venden sus productos a cacharreros que pasan por sus fincas cada semana. Sin embargo,
en los últimos años, han buscado formas alternativas de comercializarlos, con poco éxito. Cuando intentaron
abastecer directamente a un mayorista, las ventas fueron difíciles, ya que no pudieron crear relaciones comerciales
regulares y las personas compradoras les ofrecieron precios bajos. Sus rendimientos eran demasiado bajos para
abastecer a los supermercados. De acuerdo con Pablo:
He intentado vender en todo el país. Salgo de la finca a las nueve de la noche para encontrarme a las dos de la
mañana con un tipo que ha monopolizado la plaza mayorista y que me dice que los aguacates hoy están a mil pesos.
Como campesino con un camión lleno, tengo que venderlos a mil [un precio muy bajo]". (P. Mejía 2015, Entrevista,
11 de junio)
En contraste con las personas agricultoras a pequeña escala, que solo tienen una opción de venta, un mayorista
tiene un amplio abanico de posibles proveedores. Según Carlos, un mayorista de larga trayectoria, hace 20 años solo
conocía a tres grandes productores industrializados: “Era otra cosa. Hoy hay más de mil productores” (C. Ruíz 2015,
Entrevista, 15 de junio). Así, mientras Alejandro y otros empresarios se sienten atraídos por las oportunidades que
ofrece el aumento del consumo de aguacates, los precios estables y las perspectivas de exportación, las oportunidades
comerciales son cada vez más inciertas para Pablo.
Para cambiar esta situación, “Lo que necesitamos es apoyo para vender. Producir... sabemos cómo producir.
Pero, ¿ve? Se lo terminan comiendo los faras [zarigüeyas]” (P. Mejía 2015, Entrevista, 11 de junio), dice Pablo
mientras señala unos mangos en descomposición en el suelo de su finca. Pablo lleva más de 30 años cultivando
aguacate y confía plenamente en sus técnicas agrícolas. Sin embargo, es reacio a adoptar prácticas s
industrializadas que requieren altas inversiones, ya que él y muchos otros recuerdan cómo las personas agricultoras
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a pequeña escala con monocultivos o deudas por la implementación de sistemas de riego han tenido que abandonar
la agricultura tras épocas de plagas o precios bajos. Y, de todas formas, estas prácticas no resolverían su principal
dificultad: acceder a mercados más estables y de mayor valor, a los que sí pueden acceder Alejandro y otros grandes
productores. Desde el punto de vista de las personas productoras a pequeña escala, el fracaso de las políticas públicas
del Estado que tienen como único y claro objetivo la producción orientada a la exportación se debe a la reducción
de oportunidades para comercializar sus productos, y no a sus métodos de producción. Como ya hemos mencionado,
sólo las personas agricultoras dispuestas a adoptar las prácticas prescritas por Asohofrucol reciben asistencia técnica,
que incluye asesoramiento comercial y empresarial. Bajo la óptica de las personas diseñadoras e implementadoras de
las políticas del Ministerio de Agricultura, las personas agricultoras comprometidas con prácticas agrícolas más
tradicionales, como Pablo, son culturalmente inadecuadas y, por tanto, son marginadas por las políticas de fomento
agrícola.
Otras personas productoras a pequeña escala, como Wilmer, Carmenza y José, describen prácticas de cultivo
similares a las de Pablo. Sin embargo, poseen fincas más pequeñas, que no les proporcionan ingresos suficientes para
su sustento. Como muchas otras personas agricultoras de la zona, tienen árboles altos y viejos de cerca de unos 10
metros de altura. A pesar de que saben que podrían aumentar su producción mediante la eliminación de estos árboles
y la siembra de nuevas plantas, no pueden permitirse hacerlo, ya que esto significaría esperar de uno a tres años para
la siguiente cosecha. Por tanto, se ven obligados a conservar las plantas menos productivas para sobrevivir.
Para complementar sus ingresos, estas personas trabajan en fincas de personas vecinas en trabajos informales
con salarios bajos y sin ninguna cobertura de seguridad social. Como en otras partes de Colombia, los contratos de
mano de obra agrícola en la zona suelen ser temporales, con un pago diario inferior al salario mínimo y sin cobertura
de seguridad social. Además, las personas agricultoras más empobrecidas están aún más limitadas por las condiciones
que ofrecen los cacharreros, quienes son conscientes de la situación y a veces les pagan incluso menos que a las
personas como Pablo, quien tiene la posibilidad de buscar clientes alternativos. Por lo tanto, las personas más
empobrecidas con fincas menos productivas son quienes reciben los precios más bajos por sus productos. La
distribución de la tierra en la región y las condiciones laborales en las zonas rurales de Colombia, entre otros muchos
factores históricos y sociales, moldean sus posibilidades de sustento, más allá de las relaciones lineares entre actores
que participan en la cadena de valor del aguacate.
Las experiencias de las personas productoras ilustran algo que las cifras agregadas no muestran: las nuevas
oportunidades de producción de aguacate no implican necesariamente una ampliación de oportunidades para los
productores preexistentes. Las cifras de productividad y cantidad de productores, mencionadas anteriormente,
sugieren un aumento de las oportunidades de ingresos. Sin embargo, estas experiencias revelan la presencia de
procesos que limitan las posibilidades de aquellos que suministraban los mercados de aguacate nacionales antes del
auge de las exportaciones en el país.
Expulsión de productores: entre marginación política y agencia agraria
La apertura de nuevos mercados para el aguacate colombiano ha expulsado a productores previos de los mercados que
tradicionalmente han surtido. La producción homogénea requerida para la exportación impone obstáculos insalvables para
los pequeños productores, quienes se orientan hacia el sustento en lugar de las ganancias. A pesar de que estas personas no
están conectadas materialmente a los mercados de exportación, son afectadas por las dinámicas de las crecientes cadenas
de exportación de aguacate colombiano. La implementación de una visión de producción agrícola centrada en la
exportación y la producción homogénea para todas las personas agricultoras conduce al fracaso de la comercialización de
los productos de las personas productoras a pequeña escala. La apertura de nuevos mercados de aguacate ha permitido que
grandes agricultores como Alejandro, Jorge, Julio, Gerardo y Néstor se beneficien de nuevas oportunidades de exportación,
precios estables en el mercado nacional y apoyo gubernamental. Pero esta misma situación ha disminuido las
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oportunidades de quienes se ven obligados a aceptar precios más bajos debido a su menor poder de negociación con
intermediarios y la falta de canales directos con consumidores y minoristas.
A pesar de contar con experiencia en el campo, las personas agricultoras a pequeña escala como Pablo, Andrés,
Wilmer, Carmenza y José se ven expulsados del mercado, ya que no tienen los recursos necesarios para producir
frutas homogéneas durante todo el año. En contraste, la producción diversificada en policultivos les permite
mantener un bajo riesgo de producción para mantenerse en el negocio y solventar sus gastos diarios. Sin embargo,
esta estrategia que busca una estabilidad económica en el corto y largo plazo es calificada por los agentes de extensión
agrícola como antitécnica y atribuida a "rasgos culturales" irracionales. Esta visión excluye a los productores que
buscan un sustento a largo plazo del acceso al asesoramiento empresarial y comercial disponible a través de
Asohofrucol para otros agricultores.
Es decir, las nuevas condiciones de la cadena de valor del aguacate imponen obstáculos insalvables para
continuar participando en los mercados que las personas productoras de aguacate a pequeña escala en Santander,
Colombia, han surtido por años e incluso décadas. Esto ha ocurrido a través de presiones para que adopten
estrategias de producción insostenibles y de la llegada inversionistas que ahora ocupan algunos de los mercados en
los que ellos tradicionalmente vendían su producción. A pesar de que muchas personas que tradicionalmente
vendían aguacate no están materialmente conectadas a los mercados de exportación, y sus frutos no llegan a nuevos
consumidores en Europa, Norteamérica o China, se ven afectadas por las dinámicas de las crecientes cadenas de
exportación de aguacate colombiano. En este sentido, nuestros datos aportan a la comprensión de los efectos de los
cambios en los patrones de consumo sobre las posibilidades de sustento de las personas productoras (Baquero-Melo,
2017; Fold y Gough, 2008; Freidberg, 2004), ya que indican que estas los experimentan diferencialmente según sus
capacidades económicas y su posibilidad de no someterse a las condiciones impuestas por los comercializadores, es
decir, de entablar relaciones más igualitarias con estos.
Frente a las políticas de promoción de la agricultura industrializada para la exportación, las personas que
tradicionalmente han producido aguacate rechazan conscientemente las aparentes oportunidades creadas. Los
estudios sobre CGV (Bair, 2005 y 2009; Collins, 2005; Gereffi et al., 2005; Trevignani y Fernández, 2015) han
analizado cómo las condiciones concretas de las cadenas, al igual que los contextos sociales y políticos en que estas se
inscriben, afectan a las personas productoras, pero tienden a pasar por alto la agencia de las mismas dentro de estas
condiciones estructurales. Lejos de ser consecuencia de unos “rasgos culturales” irracionales, como afirman los
agentes de extensión agrícola, la práctica de policultivo es una forma de resistencia que protege su sustento. Esta
responde a una concepción del paisaje distinta a la de la agricultura industrial y una aversión al riesgo consecuente
con sus posibilidades de sustento.
La expulsión de las personas productoras a pequeña escala de los mercados nacionales de aguacate ha sido una
decisión política, no un simple resultado de las fuerzas del mercado. La adopción masiva de nuevos estándares de
calidad y técnicas de cultivo es una estrategia promovida por el gobierno colombiano, que ha llevado a una mayor
participación en la producción agrícola por parte de inversionistas. En Colombia, los aguacates Hass estandarizados
y producidos en cultivos intensivos en capital no son los únicos aguacates consumidos, y los aguacates verdes
importados están llegando a los mismos centros de venta al por mayor que los aguacates producidos por las personas
agricultoras más pobres. Esto demuestra que hay demanda y un mercado comercialmente atractivo para el aguacate
verde que se ha consumido por décadas en el mercado nacional. Sin embargo, la promoción de exportaciones y el
fomento de técnicas de cultivo intensivas en capital han reducido las oportunidades para las personas productoras a
pequeña escala.
El enfoque de sistemas agroalimentarios nos permitió expandir nuestro análisis más allá de la clásica explicación
de las perspectivas de CGV sobre las relaciones entre actores conectados por una cadena de valor (Fine, 2002;
Friedland, 1984). Al poner en diálogo estos dos enfoques, observamos cómo las dinámicas sociales y políticas de una
CGV afectan a los actores dentro de la misma (Fine, 1994; McGrath, 2013) y, aún más, a un actor concreto no
directamente conectado a esta: las personas productoras a pequeña escala. El caso de las políticas de promoción de
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exportaciones de aguacate en Colombia sugiere que lo que está ocurriendo en este país no es una simple conversión
de la agricultura de sustento a la agricultura intensiva y tecnológica a lo largo de una cadena. En el marco de un
aumento en el número de personas productoras de aguacate en el país, esta situación sugiere que además está
ocurriendo un reemplazo de las personas productoras a pequeña escala por inversionistas, incluso en mercados
nacionales.
Para identificar estas dinámicas, es crucial entender las estructuras políticas en las que están inmersas diferentes
personas productoras, como resaltan las perspectivas latinoamericanas sobre sistemas agroalimentarios. La economía
colombiana se ha inscrito históricamente en el comercio internacional como proveedora de recursos naturales y
mano de obra barata. Adicionalmente, su inserción ha reproducido fuertes desigualdades económicas al interior del
país. Por lo tanto, las nuevas oportunidades económicas, como el aumento del comercio internacional de aguacate,
se enfrentan a barreras estructurales para que las personas productoras a pequeña escala realmente se beneficien de
dicha inserción (Kosacoff y López, 2008). Así mismo, la exigencia de estándares de calidad de exportación y la
implementación de técnicas de cultivo intensivas en capital ha profundizado la relación de desigualdad entre las
empresas comercializadoras y las personas productoras a pequeña escala (Baquero-Melo, 2017; Gorenstein y
Gutman, 2003). Al igual que en diferentes estados latinoamericanos, como Argentina y Costa Rica, nuestra
investigación muestra que el crecimiento de dicha desigualdad en Colombia se debe a un aspecto estructural, a saber:
el diseño de las políticas de exportación de aguacate que benefician a empresas capitalizadas en detrimento de las
personas habitantes del campo (Bendini y Steimbreger, 2002; Cáceres y Silvetti, 2015; Gorenstein y Gutman, 2003).
Las decisiones de los responsables políticos en materia de agricultura frente a la posición de América Latina en
mercados globales reproducen las desigualdades estructurales de la región a nivel regional, nacional y local.
A partir de estos análisis a múltiples escalas, la presente investigación amplía las perspectivas sobre CGV al
identificar cómo, paradójicamente, el aumento en la demanda de una mercancía puede desplazar a las personas
productoras previas. En la producción de aguacate en Colombia, esto ha ocurrido a través de la inserción de
inversionistas que cubren tanto los nuevos mercados como los preexistentes. Este proceso, sin embargo, no implica
que las personas productoras preexistentes sean agentes pasivos. Muchas de ellas han rechazado conscientemente las
aparentes oportunidades creadas por el aumento de la demanda cuando estas oportunidades van en contravía de sus
objetivos y posibilidades de producción agraria.
Agradecimientos y reconocimiento
Agradecemos la generosa participación de cada una de las personas que nos concedió una entrevista, particularmente
de aquellas que nos permitieron visitar sus cultivos y conocer su historia de vida. También agradecemos las
sugerencias de las personas revisoras anónimas de este artículo, las cuales nos sirvieron para fortalecerlo.
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Notas
1
Algunas personas entrevistadas afirmaron recibir 0,33 dólares por kilo, mientras otras reportaron precios en torno a 1,85
dólares por kilo.
Mundo Agrario, abril-julio 2023, vol. 24, núm. 55, e208. ISSN 1515-5994
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Este artículo analiza la articulación entre cadenas globales de valor, desigualdades sociales y vulnerabilidad. Se propone una perspectiva analítica y metodológica sobre vulnerabilidad socioecológica y socioeconómica en cadenas de valor agrícola; se analiza el caso de la cadena de valor del plátano en Colombia, que ha ganado importancia económica global, enfatizando en los impactos de los vendavales que en 2014 afectaron las plantaciones de plátano en la región de Urabá y la crisis económica del sector de ese mismo año. Los impactos de los vendavales, tomados como un acontecimiento socio-ecológico, muestran que la vulnerabilidad a factores ambientales se agrava debido a la profundización de la globalización económica en la región. La estructura de la economía de libre mercado hace que los intermediarios obtengan mayores beneficios económicos y trasladen los costos de las crisis económicas a los campesinos productores, los cuales sufren directamente los estragos del clima. Las estructuras institucionales de gobernanza se caracterizan por la respuesta coyuntural a las crisis económicas y climáticas. Paradójicamente, el desastre ambiental abre una coyuntura en la cual los campesinos aprovechan la crisis ocasionada por los vendavales para demandar políticas estructurales, pidiendo insumos y asistencia técnica para mejorar su producción y poder conseguir un upgrading en la cadena. Sin embargo, los intermediarios bloquean el acceso de los campesinos a los canales comerciales globales pues no quieren más competencia. Se profundizan así las desigualdades sociales en esta cadena.
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This article carries out a theoretical critique of the global value chains, understood as a relevant tool in the analysis of the processes of globalization, not only at the academic level but at the institutional level aswell, based on the formulation of development strategies promoted by governments and international organizations in the Global South. Taking into account the evolution of the concept from a compared perspective in relation to the world-system theory from which it stemmed, the shortcomings based either on a distancing from said theory or as a result of the limitations that are a product of the theoretical platform they share. The restrictions to understand the reproduction of the hierarchical and unequal structure of capitalism and the diverging scenarios within the Global South emerge as the main theoretical-empirical obstacles. In this sense, the article concludes underlining some challenges that must be overcome. © 2015, Instituto de Estudos Sociais e Politicos (IESP), UERJ. All rights reserved.
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The paper analyzes the expansion of agricultural extractivism in Costa Rica and Argentina and its negative impacts on the natural capital and peasant communities. The methodology included interviews conducted in both countries, grey literature, press and bibliographic sources. It concludes that socio-environmental conflicts in both countries are caused by the lack of territorial planning, scant State control on environmental issues and the alliance between governments and concentrated capital. In this context, peasants are developing a series of strategies aiming at resisting capitalist expansion and fighting for environmental justice and the realization of an environmental institutionality more suitable to their interests.
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From mad cows to McDonaldization to genetically modified maize, European food scares and controversies at the turn of the millennium provoked anxieties about the perils hidden in an increasingly industrialized, internationalized food supply. These food fears have cast a shadow as long as Africa, where farmers struggle to meet European demand for the certifiably clean green bean. But the trade in fresh foods between Africa and Europe is hardly uniform. Britain and France still do business mostly with their former colonies, in ways that differ as dramatically as their national cuisines. The British buy their "baby veg" from industrial-scale farms, pre-packaged and pre-trimmed; the French, meanwhile, prefer their green beans naked, and produced by peasants. Managers and technologists coordinate the baby veg trade between Anglophone Africa and Britain, whereas an assortment of commercants and self-styled agro-entrepreneurs run the French bean trade. Globalization, then, has not erased cultural difference in the world of food and trade, but instead has stretched it to a transnational scale. French Beans and Food Scares explores the cultural economies of two "non-traditional" commodity trades between Africa and Europe--one anglophone, the other francophone--in order to show not only why they differ but also how both have felt the fall-out of the wealthy world's food scares. In a voyage that begins in the mid-19th century and ends in the early 21st, passing by way of Paris, London, Burkina Faso and Zambia, French Beans and Food Scares illuminates the daily work of exporters, importers and other invisible intermediaries in the global fresh food economy. These intermediaries' accounts provide a unique perspective on the practical and ethical challenges of globalized food trading in an anxious age. They also show how postcolonial ties shape not only different societies' geographies of food supply, but also their very ideas about what makes food good.