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La robot sexual y la pornografía: La ilusión del poder masculino y la fantasía de cosificar a las mujeres

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Abstract

La tecnología ha irrumpido severamente en la sexualidad y lo ha hecho de distintas formas, utilizando, en gran medida, la fusión de la pornografía y del internet. En el momento actual, la sexualidad y la pornografía también se están viendo influenciadas por el desarrollo de los artefactos con inteligencia artificial, como las robots sexuales. En este artículo reflexiono sobre las relaciones entre la robot sexual y la pornografía. La ilusión de poder masculino y la fantasía de cosificar a las mujeres han configurado uno de los principales relatos de la pornografía y han sido estudiados por la teoría feminista. Efectúo mi reflexión realizando un recorrido por distintos espacios y expresiones culturales que contienen pornografía y robots sexuales. Realizo así, una observación no participante de los discursos que hay en el ciberespacio, en el cine y en la creación de robots. Concluyo exponiendo los elementos hallados que indican cómo la pornografía y la robot sexual enfatizan el efecto de subordinación femenina y dominación masculina en la sexualidad.
ATLÁNTICAS Revista Internacional de Estudios Feministas, 2021, 6, 1, 219-246
ISSN: 2530-2736 https://dx.doi.org/10.17979/arief.2021.6.1.7314
Lydia Delicado-Moratalla es Doctora en Estudios Interdisciplinares de Género y Geógrafa Feminista. Su
especialidad es la Política Sexual e investiga en la línea de Feminismo, Tecnología y Sociedad. Ha escrito
críticamente sobre prostitución, pornografía y gestación subrogada. Sus trabajos han sido publicados en
Gender, Place and Culture, a Journal of Feminist Geography; The Routledge International Handbook of Gender and
Feminist Geographies; Emotion, Space and Society; Oñati Socio Legal Series y en Géneros, Multidisciplinary Journal
of Gender Studies. En 2018 ganó el Premio Présen Sáez de Descatllar a la mejor tesis doctoral en Estudios
Feministas y el New and Emerging Scholar Award, otorgado por la revista Gender, Place and Culture. Correo
electrónico: lydia.delicado@gmail.com. ID: https://orcid.org/0000-0002-8545-4831
Cómo citar este artículo: Delicado-Moratalla, Lydia. (2021). La robot sexual y la pornografía: la ilusión del
poder masculino y la fantasía de cosificar a las mujeres. Atlánticas. Revista Internacional de Estudios Feministas,
6 (1), 219-246. doi: https://dx.doi.org/10.17979/arief.2021.6.1.7314
La robot sexual y la pornografía: la ilusión del
poder masculino y la fantasía de cosificar a las
mujeres
The female sex robot and pornography: the illusion of male power
and the fantasy of objectifying women
Lydia Delicado-Moratalla
Recibido: 22/12/2020
Aceptado: 15/09/2021
RESUMEN
La tecnología ha irrumpido severamente en la sexualidad y lo ha hecho de
distintas formas, utilizando, en gran medida, la fusión de la pornografía y del
internet. En el momento actual, la sexualidad y la pornografía también se están
viendo influenciadas por el desarrollo de los artefactos con inteligencia artificial,
como las robots sexuales. En este artículo reflexiono sobre las relaciones entre la
robot sexual y la pornografía. La ilusión de poder masculino y la fantasía de
cosificar a las mujeres han configurado uno de los principales relatos de la
pornografía y han sido estudiados por la teoría feminista. Efectúo mi reflexión
realizando un recorrido por distintos espacios y expresiones culturales que
contienen pornografía y robots sexuales. Realizo así, una observación no
participante de los discursos que hay en el ciberespacio, en el cine y en la creación
de robots. Concluyo exponiendo los elementos hallados que indican cómo la
pornografía y la robot sexual enfatizan el efecto de subordinación femenina y
dominación masculina en la sexualidad.
Palabras clave: pornografía, robot sexual, pornocultura, ciberespacio, teoría feminista
Delicado-Moratalla
ATLÁNTICAS-Rev. Int. Est. Fem. 2021, 6, 1, 219-246
ISSN: 2530-2736|| https://dx.doi.org/10.17979/arief.2021.6.1.7314
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ABSTRACT
Technology burst severely into sexuality in many different ways but, most of all,
by merging pornography and the Internet. At the current moment, sexuality and
pornography are being influenced by the development of artifacts with artificial
intelligence, like sex robots. The aim of the article is to present a critical reflection
on the relationships between sex robots and pornography. The illusion of male
power and the fantasy of objectifying women have shaped one of the main
narratives of pornography and have been studied by the feminist theory. I
undertake my reflection by traveling through different spaces and cultural
expressions that contain pornography and sex robots. To do that, I use a non-
participant observation of the discourses within the cyberspace, the cinema and
the creation of robots. The findings show that pornography and sex robots
emphasize the effect of female subordination and male domination in sexuality.
Keywords: pornography, sex robot, porn culture, cyberspace, feminist theory
RESUMO
A tecnoloxía irrompeu severamente na sexualidade e fíxoo de distintas formas,
utilizando, en gran medida, a fusión da pornografía e do internet. No momento
actual, a sexualidade e a pornografía tamén se están vendo influenciadas polo
desenvolvemento dos artefactos con intelixencia artificial, como as robots
sexuais. Neste artigo realizo unha reflexión crítica sobre a pornografía e a robot
sexual. Para iso, ofrezo un marco teórico feminista de referencia e analizo os
elementos da pornocultura, valéndome das evidencias achadas na observación e
estudo de material audiovisual, páxinas web e redes sociais. Examino os
discursos dos creadores das robots sexuais, tamén o imaxinario do proxenetismo
de bordel de bonecas sexuais híperrealistas, así como algúns comentarios de
opinión depositados en redes sociais sobre a temática abordada. Realizo un breve
percorrido por como se mostraron os roles de xénero estereotípicos no cinema
máis recente con personaxes robóticos e conclúo expoñendo os elementos de
dominación patriarcal atopados en toda a exploración crítica da pornografía e os
seus vínculos coa robot sexual.
Palabras chave: pornografía, robot sexual, pornocultura, ciberespazo, teoría feminista
La robot sexual y la pornografía: la ilusión del poder masculino y la fantasía de cosificar a
las mujeres
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1. INTRODUCCIÓN
El interés por los modelos sexuales y sociales que promueve la pornografía ha
sido especialmente relevante para la teoría feminista desde los años 60 y en
adelante. Según el análisis teórico feminista (ver Millett, 2017/1969; Jeffreys,
1993; Cobo, 2020), la pornografía está constituida por una considerable carga de
dominación masculina y de subordinación femenina. Es fácil constatarlo si
accedemos a cualquiera de las plataformas de pornografía online y gratuita
alojada en internet (Seida y Shor, 2019; Ballester et al., 2020). A rasgos generales,
sea en vídeos, en imágenes, en realidad virtual o en hologramas, los hombres son
representados como el sujeto central de la acción, que suele ser falocéntrica,
coitocéntrica y agresiva, mientras que las mujeres se encargan de actuar como
instrumentos para el placer de otros, ofreciendo carácteres de sumisión,
aceptación de la vejación y aparente placer frente al dolor (Bridges et al., 2010).
En ese modelo sexual que ha generado la pornografía y, como institución llena
de significados culturales, hemos podido presenciar su capacidad para
influenciar el diseño, el uso y la producción tecnológica.
Uno de los casos paradigmáticos en ese sentido, es la robot sexual, un producto
tecnológico originado a partir de las muñecas sexuales. Sabemos que la historia
de las muñecas sexuales, juguetes de tamaño humano con orificios penetrables
que replican el canon estético de las mujeres en la pornografía, es la de cómo los
hombres han imaginado la subordinación sexual de las mujeres y demuestra
cuán importante es la objetualización de éstas en la construcción de la
heterosexualidad masculina. Las robots son muñecas sexuales híper realistas con
inteligencia artificial, que se manejan desde un dispositivo con un software que
ofrece al consumidor la posibilidad de seleccionar todas las características de la
personalidad artificial de la robot.
En este artículo veremos que la robot sexual no es sólo una réplica realista de una
mujer, es un juguete tecnológico que muestra con claridad cómo los varones han
adaptado su comportamiento social y sexual al modelo creado por la
pornografía.
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Efectúo mi reflexión desde diversos elementos clave para ofrecer una visión
amplia sobre la temática. Hablo sobre la invasión que la pornografía ha hecho en
la cultura y la relaciono con el auge de la tecnología. Describo qué es una robot
sexual y me aproximo a los roles de género que se han asignado a las robots
domésticas. Examino el culto a la violación que se percibe en la idea y en el uso
de la robot sexual. Navego por el ciberespacio para explorar los discursos de los
consumidores, de los creadores y de los proxenetas de las robots sexuales.
Realizo un breve recorrido por cómo se han mostrado los roles de género
estereotípicos en el cine más reciente con personajes robóticos y concluyo
exponiendo los elementos hallados sobre la cultura de la dominación sexual hacia
las mujeres. Así pues, observar este nuevo escenario desde el feminismo, me
llevará a encontrar conexiones entre la pornografía y la robot y a establecer, por
tanto, una posición crítica.
2. PORNOCULTURA CON CHIPS
Andrea Dworkin escribe Pornography: Men Possessing Women (2015/1981) con el
objetivo de cuestionar cómo el poder, el sadismo y la deshumanización tienen un
papel protagonista en la pornografía y cómo ésta establece la subordinación
social y sexual de las mujeres. Natasha Walter (2010: 138) opina que la
pornografía anima a los hombres “a ver a las mujeres como objetos, y a las
mujeres a concentrarse en su atractivo sexual y no en su imaginación o en su
placer”.
Decía Susan Sontag (1967: 16) que “la pornografía se convierte en una patología
de grupo, en la enfermedad de toda una cultura”. En los últimos años, hemos
asistido a una verdadera “invasión cultural de la pornografía” (Walter, 2010:
148). Tanto es así, que la pornificación de la sexualidad actualmente ha dejado su
huella en el tráfico que genera el consumo de pornografía en la red, al parecer en
torno a un 37% del total (Iglesias y Zein, 2018). De hecho, la tecnología y el
internet han sido los elementos protagonistas de la economía y de la cultura en
las dos últimas décadas. Según Eva Illouz (2020) la tecnología ya está definiendo
un modelo social de la sexualidad.
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La asimilación de la cultura pornográfica ha dado lugar a lo que Iglesias y Zein
(2018) denominan pornoconsecuencias, es decir, a cómo los varones, siguiendo el
modelo pornográfico, se expresan en el patriarcado capitalista mediante el
mandato viril y fálico, que logran desatar a través de la ejecución de prácticas
pornográficas, intrínsecamente violentas contra las mujeres. Dice Walter (2010:
145) que “gran parte de la pornografía sigue basándose en la promoción del
abuso y la explotación de las mujeres”, así como en “una vena de auténtico
desprecio a la mujer”. La violencia asociada al sexo se queda grabada en las
emociones, en los deseos y en la expresión de las sociedades.
Si la pornografía se ha encargado de cultivar violencia contra las mujeres
utilizando la sexualidad, la robótica sexual ha asumido el papel del pornógrafo,
ha pensado y creado un objeto sobre el cual puede realizarse la ficción
pornográfica en ‘carne’ siliconada y ‘huesos’ de inteligencia artificial. En Xvideos,
plataforma que aloja vídeos pornográficos en internet, hay más de 6.500 vídeos
con referencia a muñecas sexuales y más de 200 relacionados con robots sexuales,
en los que a veces se incluyen contenidos de animación. De todos ellos, el vídeo
más popular sobrepasa los 35 millones de visualizaciones
1
. Los contenidos sobre
sex dolls, sex robots
2
y su pornografía derivada, tienen una presencia considerable
en el ciberespacio, así como un volumen de seguidores, aficionados,
consumidores y pornógrafos nada desdeñable. The Doll Forum (dollforum.com)
consta de 50.000 miembros (Middleweek, 2020) y el blog Amor de Plástico
(amordeplastico.com) tiene más de 1.200 seguidores en Twitter.
La robot sexual consiste en una idea de sexualidad femenina al servicio del placer
masculino. En sí, el consumo de la muñeca y la robot sexual construye un relato
pornográfico en el que el varón moldea a la ‘pareja’ sexual a su gusto, tanto en
cómo escoge todos los atributos de la robot en el pedido a la fábrica como en la
escenografía. En el blog Amor de Plástico los seguidores comentan cómo prefieren
hacer las poses de las muñecas sexuales, la ropa con la que les gusta vestirlas,
1
Datos procedentes de elaboración propia a partir de navegación por la plataforma de Xvideos
en febrero de 2021.
2
Denominaciones de muñeca sexual y robot sexual respectivamente en inglés.
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cómo les agrada peinarlas y fotografiarlas. En las conversaciones de The Doll
Channel (thedollchannel.com), espacio virtual y tienda de muñecas, los
vendedores y los consumidores se recomiendan las mejores posturas para
disfrutar de la penetración, así como los planos que les parecen más excitantes de
sus muñecas. De hecho, según señalan Langcaster-James y Bentley (2018), una de
las actividades favoritas de los consumidores de muñecas y robots sexuales es
vestirlas, construir escenas, hacer fotografías y compartirlas con otros usuarios
en el ciberespacio, es decir, encuentran entretenimiento y satisfacción en la
pornografía propia y compartida realizada con réplicas de mujeres.
3. FABRICAR RÉPLICAS DE ESCLAVAS SEXUALES
La incorporación de inteligencia artificial a la muñeca sexual permite la opción
de entablar conversaciones. El movimiento autónomo, aunque limitado, es
también otra de las innovaciones. La robot se adapta a cada consumidor, de
acuerdo a sus preferencias. Tanto su ‘cuerpo’
3
como su ‘cerebro’ artificiales son
customizables.
Esta humanoide no se concibe ni comercializa bajo un imaginario de
masturbación, sino que persigue la idea de reemplazar a la mujer real, de ser una
compañera de vida, una pareja sentimental y un ‘cuerpo’ artificial con el cual
establecer una ‘relación’ sexual: “la novia perfecta, quien te conoce mejor”
anuncia la empresa Robot Companion en su web (www.robotcompanion.ai). Es
decir, existe cierta idea que inserta en la misma categoría y rol a las robots y a las
mujeres.
Una de las primeras robots sexuales fue Roxxxy fabricada por TrueCompanion
desde el año 2010, empresa localizada en New Jersey (Richardson, 2015b),
comúnmente citada en la literatura científica. Otro de los ejemplos más populares
3
Dado que estas humanoides son representaciones de las mujeres, utilizaré los nombres que
definen a las humanas para presentar las ideas con claridad. El uso de este lenguaje no significa
que me posicione a favor de denominar las partes artificiales de la humanoide con los mismos
sustantivos que empleamos para identificar los cuerpos de las mujeres.
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es Harmony, desarrollada por Realbotix en California. Interesante es que la palabra
robot (derivada de la palabra checa robota, cuyo significado es trabajo forzado)
fue acuñada en 1922 por el dramaturgo Karel Capek, en cuya obra aparecían
como seres sintéticos esclavizados (Robertson, 2010). Kathleen Richardson (2016)
considera que el uso de una muñeca o robot sexual promueve una disrupción en
la empatía de los consumidores, quienes no se relacionan con esta imaginaria
pareja sexual artificial como un sujeto, sino como un objeto. Expone una crítica
feminista a la proliferación de muñecas y robots- moldeadas desde la
representación pornográfica de las mujeres- cuya finalidad es suplantar a las
mujeres reales, según indican sus creadores y sus consumidores, así como
equiparar las relaciones entre personas humanas con aquellas entre humanos y
robots en el plano sexual. Señala Richardson (2016), que la robótica sexual se
sostiene en la idea de las mujeres como propiedad, pero abre un nuevo
paradigma en el que la robot se construye en este caso como sustitución de una
persona, específicamente, de una mujer.
El documental Sex Robot (Sweeney, 2017) presenta a James, un ingeniero
estadounidense de 58 años, que convive con su esposa. Tiene tres muñecas
sexuales en su hogar y se siente entusiasmado con la inminente llegada de las
robots sexuales. Son los consumidores de muñecas sexuales el principal mercado
objetivo para la industria de las robots sexuales.
James, que habla en términos de amor y compañía en su ‘relación’ con estas
muñecas, obedece al perfil habitual de consumidor. Sobre el perfil de estos
consumidores, Langcaster-James y Bentley (2018) hallan que la mitad de los
participantes, miembros de foros virtuales, responden que tienen más de una
muñeca sexual y aunque la motivación principal es el sexo
4
, no es la única. Los
motivos para hacerse miembros de las comunidades virtuales son dos
principalmente: para informarse sobre el mantenimiento de las muñecas y para
compartir imágenes, muchas de ellas pornográficas. Escriben sus propios relatos
pornográficos, los comparten, los comentan. Destacan que la mayor ventaja que
4
Es importante destacar que la referencia de los consumidores hacia el uso que hacen de las
muñecas sexuales es identificada como ‘sexo’ y no como masturbación.
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encuentran en poseer una muñeca sexual es ‘tener a la mujer de sus sueños’ y
hablan de ellas como si fuesen parejas sexuales activas. Para estos consumidores
de muñecas sexuales, una razón de importancia es la ‘compañía’, fantasía que
construyen con sus muñecas, la creación de las escenas y los escenarios, así como
los monólogos que ellos convierten en conversaciones imaginarias. De hecho,
para referirse a ellas, los términos más empleados son lover (amante) y companion
(compañera).
El valor que ellos otorgan a la disponibilidad ilimitada e infinita de la muñeca es
uno de los motivos más mencionados en el ciberespacio relacionado con
consumidores de este tipo. Por ejemplo, en el blog Amor de Plástico o en los
diálogos en streaming de The Doll Channel en YouTube, una preferencia
frecuentemente mencionada es que ellos pueden ‘tener sexo’ cuando y siempre
que quieran. La idea de la muñeca o de la robot es muy similar a la de una esclava
sexual. Como se trata de un producto fabricado bajo demanda y con el gusto
personal del consumidor para su plena e infinita disposición, y, al mismo tiempo,
son réplicas realistas de mujeres, es pertinente decir que representan a esclavas
sexuales manufacturadas (comunicación personal con Morrigan, 2020).
El consenso y la reciprocidad no forman parte de la coyuntura que se plantea en
la sexualidad masculina que se construye con la robot sexual. Las conductas y el
ejercicio del poder en el espacio sexual siguen siendo los mismos que ya
criticaron las feministas radicales de la década de los ochenta (Dworkin,
2015/1981; Dworkin y Mackinnon, 1988) . Sheila Jeffreys (2009: 65) dice que “la
pornografía es una práctica política que subordina a las mujeres”. Son
representadas como objetos de juego y entretenimiento sexual. El imaginario
pornográfico de la robótica sexual estimula al extremo la idea de la servidumbre
sexual de las mujeres hacia los hombres y representa un papel decisivo en la
percepción deshumanizada de las mujeres en general, pero particularmente en el
contexto de la sexualidad. Este escenario robótico es pedagógico, pues educa a
las mujeres en la sumisión y a los hombres en el poder y en el placer no empático.
Como explica Rosa Cobo (2019: 9), la pornografía es un espacio simbólico y
material, “las mujeres articulan su identidad como seres sexuales subordinados
al deseo masculino”. En este sentido, esta es la identidad y la materialidad de las
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robots sexuales. Son mujeres simbólicas y a la vez materiales. En lo simbólico,
son ejemplificantes, ya que ofrecen un modelo de mujer y otro de hombre.
Producen una conducta específica e instruyen en la relación personal y social. En
lo material, son una creación palpable, un objeto sexual subordinado con forma
realista de mujer, cuya propaganda se centra en anunciar la mejor compañía para
un varón, el verdadero amor. En los textos de la página web de Robot Companion,
encontramos contenidos que así lo evidencian:
“nuestras acompañantes robóticas artificialmente inteligentes pueden conversar
todo el día o satisfacerte durante horas sin quejarse. La elección siempre es tuya
(…) están aquí para todos tus deseos. Responderán tus preguntas, aprenderán a
hacer tus cosas favoritas y siempre estarán contigo cuando las necesites”.
Los valores de disponibilidad, complacencia y abnegación femeninas subyacen
en la retórica empleada, es decir, se persigue ofrecer un modelo de sexualidad
masculina que encuentre excitación y agrado en el empleo de estos valores. El
varón es el sujeto en este escenario y la mujer, representada como robot, es el
objeto, simbólica y materialmente.
Robot Companion también dice: “tus deseos sensuales y sexuales todos los días sin
ninguna respuesta negativa. La verdadera humanoide nunca dirá no a tus
fantasías y nunca se atreverá a denunciarte por acoso sexual”. Esta propaganda
vende ficción, brinda la posibilidad de la creación pornográfica propia a cada
usuario y eximen a los varones de sus prácticas desiguales y violentas.
Representa la ilusión de poder y la fantasía de cosificar a las mujeres.
La robot, que se publicita como juguete y como esclava, tiene la obligación de
entregarse y de fingirse satisfecha. En el encuentro con la humanoide, como
representante y sustituta de la mujer, el papel que se le atribuye está totalmente
controlado por el consumidor, tanto en el discurso, pues la ‘personalidad’ se
programa, como en la práctica, dado que la robot se maneja, se moldea y se
penetra.
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Decía Kate Millett (2017/1969, p. 68) que “el sexo es una categoría social
impregnada de política” y establecía sus componentes fundamentales. En la
política sexual el varón ejerce el temperamento dominante, tiene la posición de
dominio, de sujeto y la mujer ocupa el papel de objeto, el temperamento de la
docilidad y de la obediencia. Son éstos los componentes de la creación de la robot
sexual. Millett (2017/1969, p. 64) lo explicó muy bien, en el significado de
‘comprar una puta’, que vendría siendo muy similar a comprar una humanoide
sexual, se “funden las instituciones sexuales, políticas y sociales”, en esta política
se identifica a lo masculino con la indiferencia, la egolatría y el dominio, a lo que
podríamos añadir la idea que defiende Rosa Cobo (2019) de que es una
sexualidad ensimismada. Se crea una sexualidad masculina no recíproca y con
carácter anti social, como la de la pornografía, la de la violación y la de la
esclavitud sexual.
4. EL CULTO A LA VIOLACIÓN
La violación ha sido erotizada dentro de la producción pornográfica. La
pornografía escenifica violaciones a mujeres, a chicas y a niñas. En algunos casos
es ficción, es decir, una producción (profesional) en un plató o en un apartamento
alquilado, y en otros, los violadores graban el acto para después distribuirlo en
plataformas pornográficas. La pornografía ha sido la responsable de erotizar la
violencia sexual contra las mujeres y de convertirla en algo estimulante y
despolitizado (Dworkin, 2015/1981; Cobo, 2020).
Gran parte de la pornografía es un culto hacia la violación, un pretexto para
legitimarla y convertirla en algo deseable, aceptable, tanto para los hombres
como para las mujeres. Por ejemplo, uno de los enlaces de la plataforma Pornhub
se llama Violación” y tiene un total de 10 vídeos, entre los que destacan aquellos
que indican «sexo brutal y violento latigazos y violación anal» que suman 43.800
visitas. En Xvideos es llamativo un vídeo con 10 millones de visualizaciones cuyo
título es «La adolescente desmayada se acostumbra como una muñeca sexual.
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cum dentro»
5
. No es extraño encontrar contenido pornográfico en el que las
chicas y las mujeres aparecen desmayadas, son penetradas por uno o más
hombres y no hay en ellas ningún tipo de reacción, permanecen inconscientes
(Alario Gavilán, 2018).
Tenemos noticias de que los hombres aprovechan o provocan el desvanecimiento
de las mujeres para violarlas. Por ejemplo, un caso reciente en España es el de
cinco varones que violaron a una menor de catorce años mientras estaba
inconsciente en Manresa (Pascual, 2021). Pues bien, la robot y la muñeca híper
realista es lo más parecido a una mujer desvanecida. Aunque la robot disponga
de cierta interacción verbal y algo de movimiento facial, es un objeto inactivo.
Sparrow (2017) dice que el llamado sexo con robots es la representación de la
violación de una mujer. Explica que la robot no está diseñada para consentir ni
tiene capacidades autónomas. En el acto de penetración del artefacto, se produce
la simulación de lo que se haría con una mujer real en estado de embriaguez o
drogada, en definitiva, no consciente.
Cuando los creadores y los consumidores hablan de mantener sexo con las
robots, expresan su entendimiento de aquello que es una relación sexual. Pero no
hay en realidad ningún tipo de relación en esta representación, sólo hay una
práctica ensimismada de masturbación. Lo problemático es que se infiere que
para ellos el sexo no está vinculado a la participación activa y recíproca entre
personas, sino a la penetración que ellos realizan en un objeto que escenifica ser
una mujer desmayada. Ellos actúan, la muñeca o la robot recibe la penetración
en silencio, inmóvil, pasiva. Es una práctica en la que la idea de la violación es
intrínseca.
Al mismo tiempo, se constata una personalidad sexual masculina a la que le
satisface penetrar un objeto sin vida que representa, de forma realista, a una
mujer. Se desprende, entonces, que la simulación de la violación a una mujer es
algo excitante para ellos. Si la violación a una mujer es deseable y es definida
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Datos de elaboración propia a partir de navegación por la plataforma Pornhub y Xvideos en
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como parte normalizada de la sexualidad, estamos en zona próxima a la
legitimación y a la justificación de la agresión sexual hacia las mujeres.
Analizar esta simulación de la violación no es referirse a que la masturbación con
un artefacto sea equivalente a una agresión sexual, sino que trato de hacer alusión
a cómo el consumidor de una robot disfruta escenificando una violación hacia
aquello que replica -y sustituye en intención- a una mujer.
5. LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO EN LAS ROBOTS ‘FEMENINAS’
En lo relativo a los roles de género en la producción de robots, Sinziana Gutiu
(2012) cree que la forma en la que la tecnología es diseñada produce un efecto
comunicativo que enseña ciertos valores a quienes la consumen. Adquirir y
utilizar una robot con un fin sexual es, sin duda, una manera de vivir que tiene
muchos significados, uno de ellos, el de crear dinámicas de relación no empáticas.
Gutiu (2012) estudia androides cuya asignación de género se realiza mediante la
adjudicación de una serie de estereotipos femeninos. La voz, la delgadez, los
gestos, la ropa y el discurso con los que se presentan estas androides
corresponderían con una representación del canon femenino sexista en la cultura
japonesa. Recoge las reacciones escritas online acerca de las robots Aiko, Actroid
DER and F y Repliee Q2 y descubre que es frecuente encontrar comentarios sobre
su atractivo físico o sobre tareas tradicionalmente atribuidas a las mujeres. Se
escriben órdenes para que la robot cocine, para que guarde silencio y se desnude
e incluso, se expresa que la golpearían. Sin embargo, no es habitual que existan
comentarios sobre su calidad tecnológica. En contraste, las reacciones sobre los
robots con estética masculina, como Geminoid HI-1 y Geminoid DK, reciben
comentarios referidos a aspectos tecnológicos, sus características realistas o los
miedos a que superen el poder de los humanos. Es decir, las visiones femeninas
y masculinas de estos robots guardan relación con los roles de género de las
culturas y sociedades patriarcales.
Por su parte, Robertson (2010), observa que las representaciones empleadas en
robótica constan de una diferenciación por género que es llamativa. Mientras que
los robots con apariencia masculina están diseñados para realizar tareas
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interesantes, las robots femeninas tienen una finalidad que se enmarca en la
servidumbre sexual o doméstica y de cuidados. Esta representación deja ver que
las creaciones suponen otra manera de fantasear con el control sobre las mujeres.
En sus estudios sobre la robótica para el ámbito del hogar en Japón, considera
que “los robots humanoides son la vanguardia de un sexismo posthumano”
(Robertson, 2010: 1). Detectó la existencia de un abanico de representaciones
femeninas pensadas para el cuidado de personas, la compañía y el trabajo
doméstico. Las robots destinadas al trabajo en el hogar, presentadas con vestido
de color rosa, cuidan de personas dependientes y son concebidas como ‘amas de
casa subrogadas’. De otro lado, en el informe Our Sexual Future with Robots de la
Foundation for Responsible Robotics (2017), hallan que las robots tienen aspecto
femenino cuando su finalidad se encuentra relacionada con la ayuda y los
cuidados a otras personas, por ejemplo, en roles de servicio o asistencia, como
recepcionistas o camareras.
6. RELATOS ROBÓTICOS GENERIZADOS EN EL CINE
Si echamos un vistazo al cine, en la película Her (Jonze, 2013), existe una intención
de sorprender a la persona espectadora mediante la evolución de la máquina
hacia parámetros de relación humana. La protagonista de la película, al tiempo
que sólo es una voz, adquiere caracteres y conductas correspondientes a
humanos, en lo tocante a sentimientos o a emociones, lo cual se tilda como una
excelencia lograda gracias a la inteligencia artificial. Aquí, el enamoramiento se
produce por la capacidad de mimetismo de la máquina con la feminidad,
reflejada en una relación en la que la mujer es devota de su enamoramiento,
inexistente, artificial, subordinada, secretaria y diseñada para satisfacer los
deseos de su comprador. Esta falta de trascendencia también la encontramos en
la película Zoe (Doremus, 2018), que presenta un mimetismo similar, pero
corporeizado en una robot. La vida y deseos de la robot aparecen concentrados
en la figura masculina, el hombre que ocupa la centralidad de su existencia y por
y para el cual, la máquina, va adquiriendo una evolución humana y femenina.
En esta historia, se representan los burdeles de robots sexuales en un escenario
futuro en el que se consideran oportunos con el argumento de que los cuerpos
explotados no corresponden a mujeres humanas, sino a máquinas. No parece que
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esa escena futura esté muy lejos de nuestro presente.
Mientras que la devoción por la figura masculina es el centro para las robots
representadas en el cine, no ocurre igual para los robots. En el imaginario cultural
de la robot femenina hay siempre un subtexto prostitucional y de servidumbre
sexual o romántica, pero el robot masculino representa otros valores, los
asociados al privilegio y al poder. En la película Uncanny (Leutwyler, 2015) el
robot fabricado, protagoniza una evolución hacia una mayor inteligencia,
desarrolla habilidades para la competición intelectual, ejemplificada en la
victoria en el tablero de ajedrez frente a su creador. Al mismo tiempo, se le
representa con el rol del guerrero, rival de su creador en la conquista de la mujer
que co-protagoniza la historia. No es ésta la única película que representa la
cumbre del desarrollo intelectual en la figura masculina, también es una
narrativa sobre la que versa la película Trascendence (Pfister, 2014), en la que las
computadoras cuánticas dan soporte al mayor desarrollo de la inteligencia
artificial nunca visto, generado por un afamado científico, el cual es soporte y
modelo. De hecho, la máquina masculina persigue la conquista por el dominio
del mundo, es una figura colonizadora, devastadora, garante de los valores
masculinos tradicionales de la guerra y el poder imperial, violento.
Ex-Machina (Garland, 2015) podría ser la historia más paradigmática de todos los
ejemplos mencionados. Es además analizada en bastantes publicaciones
académicas (ver por ejemplo Urraco Solanilla y Martínez Mesa, 2019). Una robot
esclavizada sexualmente cuyo papel incluye el servicio doméstico y otra robot
encerrada, sobre la que su creador tecnológico realiza la experimentación
principal que muestra la película. El relato se vende como un enamoramiento de
un joven hacia ésta, pero, sin embargo, todo sucede en una situación de encierro,
de dominación, de falta de libertad de movimiento y de vigilancia permanente,
lo que vienen siendo características de la violencia de género. Los varones de la
historia son los ejecutores de la inteligencia, tienen además agencia personal,
proyectos propios, mientras que las figuras femeninas, son robots vinculadas a
la servidumbre y bajo control ajeno, su existencia está bajo la dependencia y el
control masculino.
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7. LOS COMENTARIOS MISÓGINOS EN YOUTUBE
Si atendemos a algunos comentarios vertidos en el canal de YouTube sobre el
documental Sex Robot (Sweeney, 2018), observamos un despliegue de
pensamientos influidos por la cultura cibermisógina y la normalización de las
visiones generizadas sobre las mujeres. TheFlak36 opina que las robots tienen
“incluso más personalidad que mi ex” o Jay, que escribe que “las mujeres
modernas son un dolor de cabeza y mucho más caras de lo que cualquier hombre
necesita. Son obsoletas. Traigan a las robots”. Otro ejemplo lo aporta Alberto Terry
Joachim “asegúrense de que en el futuro sean [las robots] capaces de mentir y
engañar, de ese modo, serán perfectas”. Las mujeres en estos comentarios se
valoran por debajo de la robot sexual y sobre ellas se ofrecen sentimientos de odio
y desprecio.
Más comentarios nos indican la asimilación de la cultura prostitucional en los
varones, especialmente en el sentido estereotipado de que ‘toda mujer tiene un
precio’ y de que el consumo de prostitución es considerado inevitable. Robert
Maki comenta “[la robot es] más barata que una mujer de verdad” y Keith Johnson
“es mejor con las muñecas, así no coge ninguna enfermedad de alguna mujer de
la calle. Además, a largo plazo, será mucho más barata y siempre estará
disponible para él”.
La reacción patriarcal hacia las posiciones feministas también se deja sentir en el
mismo hilo de comentarios. Se percibe a las feministas cuya posición es contraria
a la promoción y existencia de las robots sexuales como las responsables de haber
coartado las ‘libertades’, es decir, los privilegios, masculinos. Ernie Montego
comenta que “el feminismo ayudó a romper la relación entre el hombre y la
mujer…ahora esto [la robot sexual] ayudará a los hombres a ir a su aire” y 666
opina que “las feministas son tan tóxicas…quieren controlar el placer
masculino”. La posición feminista abolicionista hacia estas robots sexuales es
leída como una forma de control y al mismo tiempo se denigra y desautoriza a
las teóricas feministas que visiblemente se han posicionado en contra de este
mercado. Awesome escribe “el documental es muy interesante, con la excepción
de la presencia obligatoria de la feminista celosa con su mierda de carrera. La
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gente como la Doctora Kathleen Richardson no crean nada y entorpecen el
progreso”. De estas reacciones se desprende que existe un sentir sobre algún tipo
de amenaza ante la oposición feminista hacia todo el imaginario pornográfico y
prostitucional.
8. EL IMAGINARIO MAQUÍNICO Y ARTIFICIAL DEL SEXO
La inteligencia artificial persigue tanto la equiparación como la superación de las
capacidades humanas por parte de las máquinas. Marvin Minsky (2010), autor
del libro La máquina de las emociones, opina que hay una especie de creencia de
que la mente está hecha de componentes que solo pueden existir en los seres
vivos y apuesta por diseñar máquinas que sean capaces de sentir y pensar. Sin
duda, una de las características que definen el sexo de la pornografía es la
dimensión sobrenatural, más próxima a la idea de máquinas sexuales que de
seres humanos en situaciones sexuales. El relato pornográfico se narra
falocéntricamente con genitales que se anuncian siempre con proporciones
desorbitadas, coitos despiadados, múltiples, de larga duración. La dimensión del
dolor se normaliza en conjunto con la violencia física y verbal. Todo en el porno
es habitualmente desmesurado. Se proyecta un imaginario maquínico y artificial
del sexo, idea que no dista de la visión que exponen los proxenetas robóticos y
que podemos observar en la confusión que plantean con los proyectos y
artefactos que diseñan. Efectivamente, debemos seguir recordando que las
emociones son propias de los seres humanos y que la idea de que las máquinas
puedan ‘tener emociones’ nos crea confusión. Los discursos similares al expuesto
por Marvin Minsky (2010) resultan paradójicos si consideramos las emociones en
el contexto de la pornografía. La violencia, el dolor, las vejaciones a las mujeres y
esa sexualidad maquínica, desprovista de empatía y de reciprocidad, dista
mucho de la consideración del plano emocional del sexo entre personas. De
hecho, la narración pornográfica, cada vez, se ha ido alejando más de las
dimensiones de realidad de las personas (Iglesias y Zein, 2018). Y dentro de
nuestras sociedades hay sectores tecnológicos cuyo afán consiste en dotar de
emociones a las máquinas. Es decir, para las personas, desde la pornografía,
existe el deseo de maquinizar su expresión sexual y para las máquinas, el anhelo
de dar a luz emociones artificiales, pero lo más parecidas a las humanas. Es una
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llamativa paradoja que nos ha sobrevenido con el desarrollo de la tecnología y su
aceptación social.
Kathleen Richardson (2015a) observó las analogías que establecen los científicos
y científicas del MIT (Instituto de Tecnología de Massachussets) entre los seres
humanos y las máquinas. Apreció que en sus conversaciones con el personal
científico dedicado a la inteligencia artificial y a la robótica, existía una idea del
ser humano enraizada en lo mecánico. Les parecía muy posible crear la réplica
humana mediante robots, lo que llevó a Richardson (2015a) a concluir que los
humanos eran aquí considerados unas máquinas, aunque con algunas
diferencias a las que creaban en el laboratorio. Por consiguiente, según Rosi
Braidotti (2013), la diferenciación implantada por Simone de Beauvoir con su
célebre frase: no se nace mujer, se llega a serlo, establece una distinción entre lo dado
y lo construido, es decir, entre naturaleza y cultura, que en estos momentos
estaría siendo desdibujada por las transformaciones que ha traído la tecnología a
las sociedades: “los confines entre las categorías de lo natural y lo cultural han
sido desplazados y, en gran medida, esfumados por los efectos de los desarrollos
científicos y tecnológicos” (Braidotti, 2013: 13), lo que para la pensadora supone
un nuevo paradigma que ha transformado significados y conceptos de la teoría
social. Mientras el mundo posthumano se caracteriza por momentos inhumanos
trazados por las nuevas tecnologías de muerte (teletanatológicas) es
sorprendente el enorme desarrollo experimentado por las tecnologías para
reproducir aspectos vitales de forma artificial.
Uno de los defensores de la robótica sexual más citados en la literatura científica
es David Levy. Leer su libro Amor y Sexo con Robots (2008) nos permite
comprender muy bien los elementos que componen el discurso cultural de la
robótica sexual y detenernos en los aspectos más representativos. El autor
mantiene una línea argumental constante en la que humaniza a las máquinas,
mediante el uso de un vocabulario que está intrínsecamente ligado a las
características humanas. Por ejemplo, afirma que las robots tendrán la capacidad
de la conciencia humana y las emociones o que es totalmente posible enamorarse
de ‘gente’ virtual. Establece paralelismos que igualan a las personas y a los
humanoides y emplea expresiones como ‘gente robot’. Es un uso del lenguaje que
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crea cierta confusión, desdibuja los límites entre lo humano y lo artificial. La
tecnofilia de David Levy, también está constituida por la idea de que la
sustitución de personas humanas por robots es positiva. En particular, su
discurso se centra en enviar un mensaje de promoción y aceptación para que los
hombres heterosexuales asimilen a las esclavas sexuales robotizadas como una
opción de sexualidad. En su narración, normaliza la idea de que las robots
puedan reemplazar a las humanas. Esta suplantación la lleva incluso al plano
terapéutico y emocional, proponiendo que una robot sexual pueda ocupar el
lugar de una pareja que se pierde, en un proceso de duelo.
Sin embargo, en una carta publicada en la revista BMJ un equipo de psicoterapia
y psicología (Facchin et al. 2017) explican que la idea de que la robot sexual puede
servir como terapia está basada en una concepción mecanicista del sexo, en la que
no se incluyen sus dimensiones afectivas y relacionales. Entienden que el uso de
una robot sexual es un acto de masturbación individual y que los problemas de
aislamiento se refuerzan, al crear el consumidor una fantasía relacional con la
robot y no entablar caminos para el contacto social. Explican que las disfunciones
sexuales que se abordan en las terapias están estrechamente vinculadas a las
sociales, por lo que dicha concepción mecanicista no aporta una solución.
Por otro lado, Levy (2008) cree que la mutualidad en las relaciones sexuales es un
mito y que por ello las robots sexuales son útiles, pues ofrecen una situación
sexual sin complicaciones ni limitaciones. En comparación con las mujeres, desde
su perspectiva, es infinitamente mejor comprar una robot o una muñeca sexual
híper realista que pagar por prostitución, pues a largo plazo, resultan de menor
coste y presentan un uso más fácil y más seguro. Opina que muchos hombres
están cansados de tener que dar explicaciones de porqué prostituyen a las
mujeres y que este reemplazo les facilita sus opciones.
9. EL PROXENETISMO TECNOLÓGICO Y SUS DISCURSOS
Además de los textos publicados, una fuente de estudio muy interesante sobre
los discursos que elaboran los creadores de robots sexuales son las redes sociales.
Si acudimos a las plataformas de vídeos de internet encontramos testimonios de
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los creadores, de los consumidores y también del público en general, tanto en los
vídeos promocionales de sus productos como en los reportajes que han realizado
distintos medios. Estas fuentes nos permiten examinar indirectamente la figura
de lo que podríamos denominar el proxeneta tecnológico.
El proxeneta tecnológico es un actor fundamental en el escenario de la robótica
sexual. Son los creadores que han diseñado el artefacto y que lo han
promocionado en multitud de entrevistas y ferias especializadas. Sus empresas
continúan sin descanso los avances en innovación y desarrollo para seguir
persiguiendo el perfeccionamiento de la humanoide sexual. Pero los creadores
no son sólo los protagonistas de este proxenetismo. También han emergido los
proxenetas de los burdeles de muñecas sexuales híper realistas que han tenido
igualmente sus apariciones en la red de internet y en la prensa. Para promocionar
y normalizar socialmente la robot sexual y sus burdeles, han necesitado dotarse
de todo un conjunto de argumentos, muy similares a los que emplea el
proxenetismo en el ámbito de la prostitución y de la industria del sexo.
Aproximándose a los potenciales clientes de robots sexuales mediante un
lenguaje que ya conocen los varones y que les ha distribuido la pornografía y la
prostitución, es más fácil hacer llegar el nuevo producto. Estos proxenetas
tecnológicos adquieren sus ingresos y beneficios mediante las mismas lógicas
que emplean los proxenetas que se dedican a la explotación sexual de mujeres y
niñas en organizaciones que forman parte del tejido de la industria del sexo
actual.
Ian Pearson, que se define como futurólogo, en el reportaje Sexe digital i amor
programat (Olucha, 2019) opina que la robótica ofrece una experiencia sexual
mucho mejor que el encuentro humano: Para el 2050 (…) además de hacerte el
amor físicamente, podrán estimularte el sistema nervioso directamente, de
manera que tengas la mejor experiencia sexual”. Su discurso también tiene cierta
carga confusa al atribuir una acción humana, hacer el amor”, a una máquina.
Pearson, al igual que Levy (2008), cree que el sexo robotizado es una experiencia
muy positiva por el valor de desapego emocional que impulsa, evitando las
complicaciones de las relaciones humanas. Para un futuro cercano, también
vislumbra la presencia de robots sexualizadas en strip clubs. Predice que el sexo
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con robots superará en número al sexo entre humanos y que cualquier forma de
sexo virtual, es decir, la creación de hologramas al gusto y la activación sensorial
mediante inteligencia artificial (entre otras), serán tan cotidianas como la
pornografía, en un contexto en el que la industria del sexo habrá visto
incrementar sus ganancias en siete veces en 2050. Confía en que la salud del
sistema prostitucional sea un motor para la expansión de la robótica sexual y
confirma los beneficios imparables que la industria del sexo obtiene en la
actualidad.
Es, evidentemente, un nicho de mercado de gran potencial y una de las mayores
fuentes de movilización de capitales ilícitos del mundo (Jeffreys, 2009; Cacho,
2010; Cobo, 2017). El proxenetismo, también tecnológico, sale muy rentable en la
visión de estos creadores, que confían en que el negocio de la explotación sexual
les dé la base sólida para hacer despegar sus innovaciones tecnológicas, al mismo
tiempo que establecen conexiones entre la pornografía y la robótica sexual.
De la empresa de las muñecas híper realistas Real Dolls, Abyss Creations, surge el
proyecto de robótica sexual RealBotix, en California, Estados Unidos. En el video
reportaje Rise of the Sex Robots (Silverstone, 2017) se muestra su laboratorio de
diseño, creación y fabricación de robots sexuales. La observación de la cadena de
montaje nos permite ver ‘cuerpos’ femeninos de silicona de tamaño humano real,
que atraviesan las fases de ensamblaje y de customización. Cada muñeca se
fabrica al detalle de la demanda. Las partes del ‘cuerpo’ son seleccionadas por
quienes las compran: se fabrican tamaños y tipos de distintas gamas de color,
formas. Las réplicas de pezones, pechos, vaginas, vulvas, cabello, color de piel,
labios, ojos, nariz se escogen en el momento de realizar el pedido. La muñeca y
la robot sexual aparece disgregada, al tiempo que es fabricada como una
representación de la mujer real.
En esta empresa, el precio habitual de una muñeca es de 6.000 dólares, mientras
que el de una robot es de 12.000. Venden aproximadamente unas 300 y 400 al año
y su meta para las robots sexuales en 2020 es una venta en torno a 100 (Olucha,
2019). Argumentan que su producto está pensado para crear un vínculo entre el
hombre y la robot: la idea de tener esta acompañante sintética en tu vida, se
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convierte en algo muy atractivo cuando tienes una vida solitaria en casa”
(Olucha, 2019). En su oferta, RealBotix incluye la realización de réplicas de
mujeres reales. También, la réplica pornográfica está muy presente en toda la
idea de negocio. Una visita a su página de Facebook nos permite un recorrido por
la mirada pornográfica que han empleado para sus robots sexuales. La portada
del perfil incluye una imagen animada que enfoca los ‘pechos’, el ‘trasero’, la
‘entrepierna’, la ‘boca’ y finalmente la ‘cara’ de Harmony, su robot estrella.
Escenas de dos robots femeninas en actos sexuales anuncian la fantasía
androcentrada del lesbianismo pornográfico. En otra intervención, el creador
opina: “si puedes crear esa ilusión [al consumidor] de que la robot disfruta de tí,
que le gusta lo que le dices, lo que le haces, será una recompensa más
impresionante” (The New York Times, 2015). La robot sexual es pues creada para
generar una ilusión pornográfica en el consumidor.
En el reportaje The future of sex. Sex Robots and us (Eastman, 2018) se visita el
burdel de muñecas sexuales de Barcelona. Nos descubre que en unas
habitaciones hay mujeres en prostitución y en otras, muñecas sexuales. El
consumidor, puede escoger ambos servicios indistintamente. Quien guía al
reportero hace el papel de proxeneta. Presenta los atributos que él considera
atractivos en una de las muñecas, tratando de ofrecer todas las ventajas de su
producto. La equiparación con aquello que él considera una mujer de verdad es
constante en su relato, pero, enfatiza los valores que aporta la muñeca sexual:
este cuerpo no existe en la naturaleza, pero es muy humano. La muñeca tiene
tres agujeros, como una mujer, así que es fácil saber cómo usarla”. El testimonio
forma parte de la ficción pornográfica, de hecho, es la narración pornográfica en
su núcleo: la ficción supera a la realidad. El mensaje de la pornografía es que la
ficción sexual sea vanguardia en cuanto a la sexualidad en las personas, un
ejemplo a imitar y a seguir, una pedagogía sexual. Pero, pese a la hipérbole de la
ficción, persiste el deseo de poner en valor lo humano, recordándonos que
todavía los seres humanos son seres sociales y con necesidades afectivas, que
aprecian muy positivamente la dimensión humana en los encuentros sexuales.
La continuación de su frase expresa misoginia, proyectando la idea del vacío
femenino mediante el empleo del término ‘agujero’, un espacio de la nada que
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un varón usa o como dice Victoria Sendón (2019: 33) “el hombre, mirando a la
mujer en su supuesta inferioridad, se ve a sí mismo como superior, y a ella, como
lo contrario de su plenitud fálica, como un agujero, una falta, un vacío, una
nada”. El discurso es claro y conciso, aquello que debe conocer el prostituidor y
el varón de la ficción pornográfica son los lugares del vacío que ha de completar
con su falo. La boca, el ano y la vagina son entendidos y expresados en este
imaginario proxeneta y pornográfico como agujeros. Como indican Iglesias y
Zein (2018: 102) “en los códigos no escritos de nuestra cultura, el cuerpo de las
mujeres es una suma de agujeros penetrables”. Y para Germaine Greer (2000: 57)
“mientras que el hombre completo cree tener una prueba visible de su
masculinidad [su pene], a la mujer completa se le hace creer que tiene una
carencia, un agujero interior”. Lo paradójico es que, sin embargo, cuando
explican en los video reportajes las partes penetrables y extraíbles de la robot
sexual, se refieren a ellas como boca, ano y vagina. Esta inversión de
significados entre lo real y lo artificial es una práctica devaluadora, una
indefinición y una deshumanización para las mujeres. Es decir, elimina a la mujer
como sujeto pero la instrumentaliza, para la penetración y la eyaculación. La
muñeca y la robot se conciben con órganos vivos y la mujer se visualiza en el
vacío. La conceptualización pornográfica de la mujer se proyecta de forma
evidente, siendo ésta simplemente un espacio que un varón debe saber cómo usar
y en ese uso, debe encontrar un placer no recíproco. La manera en la que el
proxeneta anuncia el acto prostitucional con la muñeca sexual (que iguala y/o
supera a la mujer) no deja lugar a dudas de quién domina la escena, de quién es
el protagonista y de quién disfruta. Es un ejemplo de política sexual inequívoco
y, en síntesis, una conducta supremacista.
10. CONCLUSIONES
Con la robot sexual se crean relatos y escenarios en los que los hombres ejercen
prácticas simbólicas de dominación sobre las mujeres y se amplían, por medio de
la tecnología, las formas pornográficas que representan a las mujeres
subordinadas a los hombres. Se diseñan con estos artefactos nuevos cuerpos
artificiales para que la masculinidad pueda seguir desarrollándose como
agresiva, despiadada, violenta, no recíproca.
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La robot sexual es un instrumento para que los varones generen distancias con
las mujeres, para que no se relacionen con ellas como personas, sino como
objetos. La pornografía y la robot hacen entender a la sociedad que el sexo, para
ser placentero, ha de darse en el vacío, objetualizando a las personas,
distanciándolo necesariamente de los afectos y estableciéndose en situaciones
jerárquicas, mayormente asociadas a la dominación masculina y a la
subordinación femenina.
En este escenario, las mujeres aparecen representadas desde un imaginario de
servidumbre sexual, de sexualidad para otros, en pleno proceso de
deshumanización, de objetualización y por lo tanto, en una dirección opuesta a
la construcción de sujeto. Si las mujeres son objetos y no sujetos, significa que la
sociedad les impide avanzar hacia la plena ciudadanía. Es una construcción
explícitamente reaccionaria, que dificulta la articulación de la cultura de la
igualdad.
Se refuerza la sexualidad desigual entre hombres y mujeres y se reafirma una
vieja práctica patriarcal: el culto a la violación y el dominio falocéntrico sobre la
representación femenina y sobre las mujeres. El varón emplea su propia
pornografía y se acostumbra a un acto sexual desigual. Se estimulan, pues, las
personalidades sexuales de dominación masculina y de subordinación femenina.
Se constata que en el imaginario de los creadores de robots sexuales y en algunas
producciones culturales como el cine, se han asimilado los estereotipos de la
feminidad y la masculinidad patriarcales en los personajes creados con robots.
Al igual que se observan asimilaciones similares en las opiniones de usuarios de
internet, en las que se desprende un discurso misógino y sexista, tanto sobre las
robots sexuales como sobre las mujeres. Lo que puede entenderse como una
tendencia a estudiar en investigaciones futuras.
Para poder respetar el principio de igualdad del feminismo, hay que evaluar las
propuestas de la pornografía y también de la tecnología sexual. Los aparatos
tecnológicos no pueden pensarse al mismo nivel que el universo sexual de las
personas. Querer mejorar la sexualidad humana mediante la tecnología en el caso
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estudiado, representa un intento de huída de las limitaciones al poder y al
dominio que se alumbran cuando las mujeres no están dispuestas a asimilar las
prácticas pornográficas o cuando las mujeres quieren consensuar relaciones
sexuales empáticas y de placeres mutuos, no necesariamente coitocentradas y
falocéntricas.
Necesitamos reconceptualizar las relaciones sexuales para orientarlas lejos del
código pornográfico, porque éste no es emancipador. Como sociedad, tenemos
que hacer desaparecer las formas de dominación y las que suceden en el plano
sexual son de una envergadura tal, que es una cuestión vital ineludible. Es
preciso dotar de sentido humano a la sexualidad y sólo lo podemos hacer lejos
de todos los significados que aporta la pornografía y la robot sexual.
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Publicaciones.
Article
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El empleo de herramientas de inteligencia artificial aplicadas a diversos ámbitos constituye una realidad patente, conforme su uso crece exponencialmente con carácter general en múltiples ámbitos de la vida. Al respecto, se presenta aquí un análisis sobre aquellas cuestiones más alarmantes en materia preventiva e intervencionista, con especial vinculación al ámbito de la violencia de género. Entre otras, las que derivan de encontrarnos ante un sistema significativamente opaco, pero sobre el que se confía cierta neutralidad que puede convertirse en un instrumento capaz de obstaculizar la igualdad, a través de la proliferación de tradicionales discriminaciones enmascaradas en ilusorias neutralidades promovidas por herramientas generadas a partir de una base sesgada y excluyente. Con ello, lejos de combatir este fenómeno delictivo, estaremos fomentando sus bases patriarcales desigualitarias a través de la creación de herramientas tecnológicas teóricamente neutrales pero discriminatorias en la práctica. Al respecto, sin ánimo de desarrollar una postura negacionista ante la evolución tecnológica en este texto, lo que se realiza aquí es un estudio sobre aquellos aspectos que deben atenderse para que dicho avance evite el crecimiento de discriminaciones y violencias simbólicas, base de la violencia contra las mujeres, enmascaradas en una suerte de inteligencia artificial, neutral, que realmente esconda marcados sesgos de género
Book
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El presente libro explora el feminismo como fuerza motriz en la sociedad digital en la que actualmente vivimos. Se trata de una obra que se trata de dilucidar cuestiones relevantes en el mundo actual: ¿cómo impacta la tecnología digital sobre los derechos de las mujeres?, ¿permite la construcción de un mundo más libre para las mujeres u origina nuevas formas de violencia machista? El libro recorre temas de interés como los algoritmos, el teletrabajo, la brecha sexista en internet, el impacto cultural de la pornografía, la cosificación sexual en redes sociales y la violencia machista a través de las tecnologías digitales.
Article
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El marco interpretativo feminista será el enfoque teórico que utilizaré en este texto para analizar la pornografía. Desde este planteamiento argumentaré que el porno mainstream es una producción ideológica propia de los patriarcados más duros, pero su configuración material también es una producción económica del capitalismo neoliberal. La pornografía es un fenómeno social que muestra al mismo tiempo la peor cara de las sociedades patriarcales, pero también el rostro más brutal de las sociedades capitalistas. Desde este análisis, por tanto, el debate sobre la pornografía no es de naturaleza moral sino política. El objetivo último de este texto es explicar que la pornografía es un fenómeno funcionalmente vinculado a la prostitución hasta el extremo de convertirse en su auténtica pedagogía. This article uses the feminist interpretative framework as a theoretical approach to analyze pornography. From this approach, it is argued that mainstream porn is an ideological production typical of the hardest patriarchy, but its material configuration is also an economic production of neoliberal capitalism. Pornography is a social phenomenon that shows at the same time the worst face of patriarchal societies, but also the most brutal face of capitalist societies. Therefore, from this analysis, the debate about pornography is not a debate of a moral nature but of a political nature. The final objective of this article is to explain that pornography is a phenomenon functionally linked to prostitution to the point of becoming its authentic pedagogy.
Article
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The increasing market for realistic sex dolls has led to heated debate about future relationships with these entities and whether they could lead to an increasing objectification of women or possibly encourage abuse. However, limited academic research has been carried out on the topic, and little is known about the motivations and experiences of those who purchase and use sex dolls. Therefore, we conducted a mixed methods study of 83 participants, accessed through online doll forums, who completed a 22-item, semi-structured questionnaire. The majority were heterosexual, white, employed, middle-aged males; just over half were not in a current relationship, and approximately half lived alone. A thematic analysis revealed a high prevalence of non-sexual, post-human companionship dynamics between dolls and their owners, as well as reservations by doll owners about future robotic developments. In light of these findings, we suggest a new term, ‘allodoll’, which more accurately reflects the broader, non-sexual relationships of these doll owners, and could broaden the scope of future research. Although sex doll forums may be biased towards certain types of doll users, our findings may allay some of the fears of the more detrimental consequences of sex doll use.
Article
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Sex robots are likely to play an important role in shaping public understandings of sex and of relations between the sexes in the future. This paper contributes to the larger project of understanding how they will do so by examining the ethics of the “rape” of robots. I argue that the design of realistic female robots that could explicitly refuse consent to sex in order to facilitate rape fantasy would be unethical because sex with robots in these circumstances is a representation of the rape of a woman, which may increase the rate of rape, expresses disrespect for women, and demonstrates a significant character defect. Even when the intention is not to facilitate rape, the design of robots that can explicitly refuse consent is problematic due to the likelihood that some users will experiment with raping them. Designing robots that lack the capacity to explicitly refuse consent may be morally problematic depending on which of two accounts of the representational content of sex with realistic humanoid robots is correct.
Article
Analizo en este artículo el contenido de mi libro Labarbarie patriarcal. De «Mad Max» al neoliberalismo salvaje (2019), cómo, a partir de un imaginario atá-vico androcéntrico y de su repetición ad infinitum en todos los campos sociales, se va construyendo un modelo hegemónico patriarcal en cada momen-to histórico. El texto se enriquece con la crítica a las aportaciones de grandes autores situados entre la filosofía, la sociología y el psicoanálisis: Freud, Fou-cault, Irigaray, Lacan, Bourdieu y Butler, entre otros.
Article
Debates about human–machine relationships have intensified following the launch of the world’s first commercially available sex robot ‘Harmony’, a hyperrealistic sex doll with AI-capabilities. With the likely consumer market for these devices among white, male, heterosexual sex-doll owners, their views about sex robot technology and the niche online communities in which they discuss their doll relationships have received little scholarly attention. Through a qualitative analysis of the discursive practices of male users of a major sex doll forum, this study found complex and dynamic homosocial relations characterized men’s online interactions. In their discussion of a sex robot future, men negotiate competing structures of masculinity and sexuality and create a safe, online space for others to express their sexual desires and preferences. Using the concept of the ‘seam’ or join, the results reveal the way male users of sex dolls position themselves subjectively and are positioned by technology and the increasingly porous interface between human and machine.
Article
Existing research on aggression in online pornography is almost exclusively based on pornography featuring heterosexual sex. Pornography featuring sex between two men or between two women has received comparatively little scholarly attention, despite its growing industry presence and revenue. To our knowledge, no study has focused on comparing the aggressive content of different-sex and same-sex mainstream online pornography. To address this gap, we utilized a sample of 210 popular videos uploaded to Pornhub over the last decade. This sample consisted of three major categories: “gay” (male/male; n = 70), “lesbian” (female/female; n = 70), and “most-watched of all time” (male/female; n = 70). Our findings show that there are both more displays of aggression and more displays of affection and pleasure in same-sex online pornographic videos, relative to different-sex videos. We discuss the relevance and limits of dominant sexual and gender scripts when analyzing across subgenres of mainstream online pornography.
Article
Slavery is the coercive and controlled use of another human. Contrary to the belief that the practice ended in the 1800s, slavery still persists today. There are many different terms used to describe slavery including, debt bondage (a person's pledge of labor for a debt or obligation), sale and exploitation of children, and human trafficking (forced labor or commercial sexual exploitation). Sexual exploitation is the most commonly identified form of human trafficking (79%) followed by forced labor (18%) [52]. To be held in slavery is to be held in miserable conditions and have a form of power over you that denies you a life of freedom. For most people in Europe and North America slavery is not a visible problem, and one could think slavery is somehow less important, and less violent today than in the past. This is not the case. The United Nations estimates that almost 21 million people are currently victims of slaver y [25]. A staggering $150billion in profits is generated from forced labor and 168 million girls and boys are in child labor [25]. Central to our understanding of slavery and its related forms is that a person is recast, often without bodily integrity, as property that can be bought, sold, and accessed by others with more power, status, and money.