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El Monte Horquera en la Antigüedad. Evolución del mundo ibérico y romano en la zona de contacto entre la Campiña de Córdoba y la Subbética

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Se conocen muchos asentamientos de época ibérica y romana en el Monte Horquera, e incluso esta región ha sido la precursora de la investigación arqueológica en algunos temas como el de los “recintos fortificados”. Sin embargo, los trabajos que se han realizado al respecto son demasiado antiguos, y en ningún caso han buscado ofrecer una perspectiva global de la Historia Antigua de la zona, sino que han consistido en estudios sobre yacimientos o elementos arqueológicos concretos. Nosotros pretendemos aquí sintetizar todo el conocimiento disponible sobre esta región de la campiña de Córdoba en época antigua.
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El Monte Horquera en la Antigüedad. Evolución del mundo ibérico y romano en la zona de contacto entre la Campiña de…
ANTIQVITAS - 2018 - N.º 30 (pp. 33-44) ISSN: 1133-6609 - M.H.M. Priego de Córdoba
El Monte Horquera en la Antigüedad.
Evolución del mundo ibérico y romano en la
zona de contacto entre la Campiña de Córdoba
y la Subbética
ANDRÉS ROLDÁN DÍAZ
Graduado en Historia
RESUMEN:
Se conocen muchos asentamientos de época ibérica y romana en el Monte Horquera, e incluso esta región ha sido
la precursora de la investigación arqueológica en algunos temas como el de los “recintos fortificados”. Sin embargo, los
trabajos que se han realizado al respecto son demasiado antiguos, y en ningún caso han buscado ofrecer una perspectiva
global de la Historia Antigua de la zona, sino que han consistido en estudios sobre yacimientos o elementos arqueológicos
concretos. Nosotros pretendemos aquí sintetizar todo el conocimiento disponible sobre esta región de la campiña de
Córdoba en época antigua.
PALABRAS CLAVE: Ibérico, romano, romanización, Campiña de Córdoba.
ABSTRACT
Many sites of Iberian and Roman times are known in Monte Horquera. This region has been one of the pioneers in the
archaeological research in some subjects such as the “recintos fortificados”. However, the papers published about ancient
Monte Horquera are old, and the authors haven’t tried to study these sites from a global perspective of ancient history of
the region. Until now, the works published have consisted in studies of particular sites or archaeological elements. For this
reason, we pretend to synthetized all the knowledge we have about this region in ancient times.
KEY WORDS: Iberian, Roman, romanization, Campiña of Córdoba.
INTRODUCCIÓN
Cuando hablamos del Monte Horquera nos estamos re-
firiendo a un macizo de colinas escarpadas que componen
la parte más elevada de la Campiña de Córdoba (oscilan
entre los 400 y los 800 m.s.n.m.), situada en la región de
contacto entre ésta y la Subbética, concretamente el Maci-
zo de Cabra.
La mayor parte de esta unidad geomorfológica confor-
mó durante la Edad Moderna, y hasta inicios del siglo XIX,
el bloque fundamental de las tierras del Común de Vecinos
de la Villa de Baena, estando pobladas por encinas y pastos
(HORCAS GÁLVEZ, 1990: 213). Esto ha provocado que con
posterioridad se entienda como Monte Horquera el espacio
que ocuparon dichas tierras comunales, abarcando desde
la cadena conocida como Las Cumbres, donde se sitúan
los picos de mayor altitud del macizo, hasta el valle del río
Guadalmoral.
No obstante, en el marco de este trabajo hemos enten-
dido el Monte Horquera como una unidad geomorfológica
completa, que se extiende por un espacio mayor que el
señalado anteriormente, siendo sus límites por el este (E)
el valle del río Marbella, al sur (S) el Macizo de Cabra, parte
de las Sierras Subbéticas, y al norte (N) y oeste (W); unos
límites menos precisos los cuales corresponden con el
fin de esas estribaciones de la Subbética que, en síntesis,
constituyen la unidad geomorfológica a la que nos referi-
mos. Así, la orografía de este piedemonte se diluye hasta
tener un paisaje llano, de lomas suaves, propio de la cam-
piña en sentido estricto, como el de los Llanos de Banda,
en el término municipal de Castro del Río, que suponen el
límite noroccidental de la región.
Esta conceptualización geográfica no es nueva. Val-
verde y Perales, a principios del siglo XX, representaba el
Monte Horquera como la unidad de mayor entidad de esta
región de la Campiña de Córdoba, ocupando aproximada-
mente el mismo espacio que hemos definido (v. fig. 2).
Administrativamente, esta área está actualmente ocu-
pada por parte de los términos municipales de Baena,
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Fig. 1: Localización y delimitación del Monte Horquera.
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Doña Mencía, Cabra, Castro del Río, y el de Nueva Carteya
prácticamente en su totalidad.
Desde un punto de vista geológico e hidrográfico, la
composición litológica de esta región es fundamentalmen-
te caliza y margosa (LÓPEZ ONTIVEROS, 2005: 56). Los
principales cursos fluviales que la atraviesan son los va-
lles de los ríos Marbella, que como vimos anteriormente
se trata del límite oriental, Guadalmoral y del Arroyo Car-
chena, que se componen de formaciones blandas del Mio-
ceno (margas calcáreas blancas, arenosas, intercalaciones
de calizas de algas, margo-calizas, calizas bioclásticas y
conglomerados. Concretamente en los tramos medios del
Guadalmoral y el Marbella hay sedimentos depositados
durante el Cretácico de margas y margo-calizas jurásicas
muy erosionables de 500 e incluso 1000 m. de potencia
(CUESTA AGUILAR, 2001: 43-44). Los suelos son más
sueltos y ligeros que en las zonas más bajas de la Campiña,
de menor potencialidad agrícola, y las fuertes pendientes
provocan una erosión mayor (LÓPEZ ONTIVEROS, 2005:
65).La protohistoria y la época romana son las etapas his-
tóricas mejor conocidas de estas tierras desde el punto de
vista arqueológico. Esto no solo se debe a la existencia de
una mayor densidad de población entonces que en otros
periodos, sino que también influye el hecho de que los in-
vestigadores se hayan centrado mayoritariamente en esos
momentos.
Esto se podría extrapolar a la Campiña de Córdoba en
general, donde se han realizado estudios centrados en las
fases ibérica y romana en asentamientos como Ategua
(MARTÍN BUENO, 1983; BLACO FREJEIRO 1983; FUERTES
SANTOS et alii, 2011), Iponoba (MUÑOZ AMILIBIA, 1977;
MORENA LÓPEZ, 2013), o los grandes proyectos llevados
a cabo en Torreparedones y que siguen su curso en la ac-
tualidad (FERNÁNDEZ CASTRO y CUN-
LIFFE, 2002; MORENA LÓPEZ, 2011).
Buena parte del interés que han te-
nido estos momentos históricos en la
región se ha derivado de la Arqueología
filológica que durante una parte amplia
del siglo XX, y ya incluso desde el XIX,
se dedicó a identificar los distintos to-
pónimos que aparecían en el Bellum
Hispaniense con asentamientos de la
Campiña cordobesa, siguiendo la hipó-
tesis que consideraba que la Batalla de
Munda debía haber tenido lugar en estas
tierras. Junto a este asunto, el tema de
los llamados “recintos fortificados” ha
sido la otra cuestión de máximo interés
por los investigadores que se han acer-
cado hasta el Monte Horquera tras la pu-
blicación del pionero trabajo al respecto
de Fortea y Bernier (1970). A pesar de
esto, hemos de decir que las investi-
gaciones arqueológicas en este sector
son escasas y muy prolongadas en el
tiempo, por lo que nos marcamos como
objetivo de este trabajo poner en orden
el conocimiento que tenemos sobre la
Antigüedad en la región y aproximarnos
a la evolución histórica de estas tierras
en este periodo histórico.
EL MUNDO IBÉRICO
Los asentamientos de mayor tamaño de la Campiña de
Córdoba en época ibérica se encuentran en la zona más
baja de ésta, normalmente ubicados sobre mesetas o ce-
rros amesetados con amplia visibilidad, como ocurre en
Ategua (Cortijo de Teba, Córdoba), Ulia (Montemayor),
Ucubi (Espejo), Cerro del Castillo (Aguilar de la Fronte-
ra), Izcar (Baena), Cerro del Minguillar (Baena), Cerro de
los Molinillos (Baena), Cerro Boyero (Valenzuela) o To-
rreparedones (Baena – Castro del Río) (VAQUERIZO GIL,
1991: 83-84. Por su parte, en la Campiña Alta, donde se
encuentra el área que estudiamos, los oppida tienen unas
dimensiones más reducidas, y siguen los mismos criterios
de localización, sirviéndonos como ejemplo Cuevas de Se-
queira, Plaza de Armas o El Laderón, lo que nos muestra
una densidad de población menor en la zona más elevada
de la campiña que en la baja (MURILLO REDONDO et alii,
1989: 156), donde el potencial agrícola es mayor.
Del urbanismo ibérico en la zona que estudiamos el
conocimiento es escaso, pues ninguno de los pequeños
oppida ha sido excavado en extensión, como sí ha ocurri-
do en la Subbética con el Cerro de la Cruz de Almedinilla
(VAQUERIZO GIL et alii, 2001).
Los principales asentamientos ibéricos localizados en
nuestra área de estudio son Cuevas de Sequeira (Nueva
Carteya – Castro del Río), ubicado justo en el límite oc-
cidental de nuestra delimitación espacial; Plaza de Armas
(Nueva Carteya – Cabra); El Laderón (Doña Mencía), que
aunque se encuentre fuera del área de trabajo objetivo,
debe tenerse en cuenta para comprender el espacio que
pretendemos analizar pues, a pesar de ubicarse en plena
Subbética, su territorio se proyectaría hacia el valle del río
Fig. 2: Croquis de la Batalla de Munda según Valverde y Perales (1903).
Se aprecia el papel destacado del Monte Horquera en el relieve de la
Campiña y su amplia extensión.
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Guadalmoral; y por último el Cerro del Minguillar (Baena),
antigua ciudad de Iponoba, que al igual que en el caso an-
terior queda fuera de nuestra región de estudio al situarse
en la margen oriental del río Marbella, que marca el límite
del Monte Horquera por el este (E), pero cuyo territorio
por su proximidad se extendería hacia la margen opuesta
del río.
El oppidum de Cuevas de Sequeira, también conocido
como Cerro de la Cueva, parece haber
estado habitado, al menos, desde el
siglo V a.C. hasta época bajoimperial
(MORENA LÓPEZ, 1998: 42). Ambos
topónimos provienen de la construcción
abovedada de mortero que hasta hace
pocas décadas afloraba a la superficie.
En este lugar autores como Valverde y
Perales (1903) o José Antonio Morena
(1998) sitúan la Soricaria del Bellum
Hispaniense, aunque como ocurre siem-
pre en cuestiones de este tipo es algo
controvertido, y no tiene cabida en este
trabajo profundizar al respecto. A pesar
de ello, retomaremos el tema de Sorica-
ria más tarde, cuando al tratar el proceso
de romanización de esta región dedique-
mos algunas líneas a los debates pro-
ducidos sobre la localización de varias
ciudades antiguas.
En el entorno de este yacimiento se
han producido varios hallazgos fortuitos
de interés, como un depósito de cerámi-
cas del Bronce Final – Orientalizante, definidas como “tar-
tésicas” (MORENA LÓPEZ, 2000), el famoso león ibérico
de Nueva Carteya, y unas lajas de piedra con “estraños
geroglíficos” que según describía Góngora y Martínez en
sus Antigüedades prehistóricas de Andalucía habían apa-
recido en 1848 en el interior de una tumba (GÓNGORA Y
MARTÍNEZ, 1868: 63).
A propósito del mencionado león ibérico hay que decir
que según algunos autores la zona de la campiña ocupada
por las actuales localidades de Baena y Nueva Carteya fue
un foco productivo que nos ha proporcionado numerosas
piezas de esculturas zoomorfas ibéricas. El animal más
representado es el león, aunque también se han documen-
tado restos de toro, jabalí, lobo y ciervo (MORENA LÓPEZ,
2006: 34). El conocido como taller escultórico “Baena
– Nueva Carteya” comenzaría su producción en el siglo
V a.C. y tiene una fuerte influencia orientalizante (LEIVA
BRIONES, 2006: 61-62).
Por su parte, Plaza de Armas es el asentamiento más
destacado del Monte Horquera, tanto por sus dimensiones
como por su localización, en uno de los picos más eleva-
dos de la región a 755 m.s.n.m. Desde este oppidum se
domina gran parte de la Campiña de Córdoba visualmente
y sus laderas escarpadas le hacen fácilmente defendible.
Según algunos autores, la ocupación de este lugar se
dilataría desde el Ibérico Pleno hasta época altoimperial
(MURILLO REDONDO et alii, 1989: 160), aunque es algo a
contrastar con nuevos trabajos, pues sabemos de la exis-
tencia de materiales que nos llevarían a considerar un arco
cronológico más amplio.
El Laderón, como dijimos anteriormente, queda fuera
de nuestra área de estudio por encontrarse en la cara norte
del Macizo de Cabra, en plena Subbética, pero sería uno de
los asentamientos a tener en cuenta para comprender el
espacio del Monte Horquera, ya que su territorio debería
proyectarse hacia la Campiña por el valle del río Guadal-
moral.
Sobre este yacimiento, desde su publicación en el ca-
tálogo de Fortea y Bernier (1970), solo tenemos un trabajo
de Manuel Moreno en el que se reivindicaba el potencial del
Fig. 3: Leones esculpidos en piedra caliza procedentes
de la zona de estudio. Arriba: León ibérico de Baena
(Museo Arqueológico Nacional). Abajo: León ibérico de
Nueva Carteya (Museo Arqueológico y Etnológico de
Córdoba).
Fig. 4: Poblamiento del Monte Horquera en época ibérica. 1: Cuevas de
Sequeira; 2: Plaza de Armas; 3: El Laderón; 4: Cerro del Minguillar; 5:
Vistillas; 6: Cornicabra; 7: Oreja de la Mula; 8: San Cristóbal; 9: Cerro del
Viento; 10: Castillejo Alto; 11: Alamillo; 12: Calderón; 13: Cerro Simón; 14:
El Higuerón; 15: Sastre (Elaboración propia).
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El Monte Horquera en la Antigüedad. Evolución del mundo ibérico y romano en la zona de contacto entre la Campiña de…
lugar y la necesidad de nuevas investigaciones, haciendo
un repaso a todos los hallazgos producidos en el asenta-
miento (MORENO ALCAIDE, 2016). Afortunadamente esta
investigación ha llegado y en los veranos de 2016 y 2017
se han desarrollado dos campañas de excavación dirigidas
por el propio M. Moreno, de las que esperamos vean pron-
to a la luz los resultados, ya que serán de mucho interés.
Al igual que ocurre con El Laderón, el Cerro del Mingui-
llar queda fuera del área de estudio por encontrarse en la
margen oriental del río Marbella, pero su territorio traspa-
saría dicho curso fluvial, por lo que creemos conveniente
considerarlo aquí. Este asentamiento, antigua Iponoba, se
encuentra a unos 3,5 km de la actual Baena. Su población
debió beneficiarse del caudal del Marbella, que tuvo que
ser más regular y ofrecer mayores posibilidades a la po-
blación en la Antigüedad, ya que hoy día la Fuente Marbella
se aprovecha para el abastecimiento de agua del municipio
(MORENA LÓPEZ, 2013: 29).
Junto a estos asentamientos debemos tener en cuenta
la existencia de poblados de menor entidad a juzgar por
sus dimensiones. Este sería el caso de Vistillas (Nueva Car-
teya), al que Fortea y Bernier le daban una ocupación des-
de el Bronce Final hasta al menos el siglo II d.C. (FORTEA
PÉREZ y BERNIER LUQUE, 1970: 44-46), y que se sitúa
a medio camino entre Plaza de Armas y El Laderón. Pro-
bablemente existiese una dependencia política entre este
asentamiento y uno de los dos mencionados de mayor
tamaño.
Entre los famosos “recintos fortificados” que fueron
publicados por estos dos autores hace varias décadas te-
nemos yacimientos que por sus características podríamos
interpretar como pequeños poblados similares a Vistillas.
Este sería el caso de Cornicabra (Nueva Carteya), donde
abunda material ibérico en superficie, y cuya complejidad
parece ser mayor a la que se le otorgó en un primer mo-
mento (ROLDÁN DÍAZ y RUIZ MONTES, 2017: 24-25).
El yacimiento paradigmático dentro de los llamados
“recintos fortificados” del Monte Horquera es El Higuerón
(Nueva Carteya). Aunque en un primer momento se con-
sideró una fortificación ocupada desde finales del siglo V
hasta época romana (FORTEA PÉREZ y
BERNIER LUQUE, 1970: 114), posterior-
mente se ha observado que las estructu-
ras se corresponden con distintas fases,
siendo la torre central del siglo I d.C., y
la muralla externa del IV a.C. Esto quizás
nos podría indicar la existencia de un pe-
queño poblado como los mencionados
anteriormente en este lugar para época
ibérica, aunque también podríamos es-
tar ante un fortín vinculado a la vía de
comunicación que pasa por los pies
del cerro, correspondiente con el actual
Camino de los Llanos (ROLDÁN DÍAZ y
RUIZ MONTES, 2017: 38).
La principal interpretación que se
ha dado tradicionalmente al conjunto
de yacimientos que conforman esta
categoría ha sido la de fortificaciones,
fundamentalmente torres, vinculadas al
control visual de las principales vías de
comunicación desde época ibérica, pero
también después de la conquista romana. Esto ha sido
algo muy discutido posteriormente, debido a propuestas
funcionales de carácter más económico que militar como
las de P. Moret (1999), y a que una mayoría de los asenta-
mientos parecen haberse construido ya en época romana
y no en fechas tan antiguas como se consideraba. Entre
los yacimientos que tienen ocupación ibérica, y que por
sus condiciones cabría interpretarlos como puestos de vi-
gilancia, estarían Cerro del Viento (Baena), Castillejo Alto
(Nueva Carteya), La Oreja de la Mula (Doña Mencía) o el
Cerro de San Cristóbal (Doña Mencía), estando estos dos
últimos en clara vinculación con el oppidum de El Lade-
rón. A estos habría que sumar otros que aunque tienen su
momento de máximo auge en época romana, disponen de
una ocupación ibérica anterior y que se corresponden con
asentamientos rurales cuya interpretación es difícil, pero
que difieren de una torre o pequeño fortín en su planta.
Este sería el caso de Calderón (Castro del Río, Cerro Simón
(Baena) o El Sastre (Nueva Carteya) (ROLDÁN DÍAZ y RUIZ
MONTES, 2017: 38).
Sea cual sea la función de estos asentamientos, nos
están indicando la existencia de un poblamiento rural dis-
perso que conviviría con los oppida, en los que se aglome-
raba la mayoría de la población, así como un precedente
indígena en la configuración territorial que posteriormente
encontramos en época romana, aunque como veremos
más adelante las diferencias son notables. Este modelo
de poblamiento rural concuerda con el propuesto, déca-
das atrás, para la Campiña de Jaén (RUIZ RODRÍGUEZ y
MOLINOS MOLINOS, 1989), y en parte con el que algunos
autores publicaban para esta zona (MURILLO REDONDO
et alii, 1989), pero observando cómo muchos de los yaci-
mientos que se incluían no estaban operativos todavía en
época ibérica.
LA ROMANIZACIÓN DEL MONTE HORQUERA
La llegada de los romanos a la Península Ibérica trajo
consigo fuertes transformaciones en los modos de vida,
asentamiento y organización territorial de las poblaciones
de la campiña cordobesa.
Fig. 5: Inscripciones procedentes del Monte Horquera. Derecha: CIL II2/5,
361; Izquierda: CIL II2/5, 351.
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A. ROLDÁN DÍAZ
Este proceso de romanización será lento. Desde co-
mienzos del siglo II a.C. en nuestro sector se van produ-
ciendo cambios en las estructuras socioeconómicas, cul-
minando en época Flavia, cuando Vespasiano convierte en
municipios de derecho latino ciudades como Iponoba, o
en la próxima Subbética, Igabrum (Cabra) o Ipolcobulcola
(Carcabuey) (MORENO ROSA, 1999: 32).
Las Guerras Civiles que tuvieron lugar durante el siglo
I a.C., y principalmente la que enfrentó a los partidarios
de César y Pompeyo en los años centrales de la centuria,
influyeron enormemente en estas tierras, pues fueron es-
cenario principal del conflicto. Esto ha motivado que los
investigadores se hayan centrado en ese periodo de tiem-
po, lo que nos lleva a conocer en detalle muchos de los
cambios producidos durante este siglo como consecuen-
cia de los conflictos, y sobre todo, de su resultado final. Es
entonces cuando hay un cambio importante en los modos
en que se lleva a cabo la romanización de la zona, por lo
que la multitud de trabajos al respecto no están de más.
La fuente escrita fundamental para adentrarnos en ese
periodo histórico es el Bellum Hispaniense, obra en la que
un autor desconocido nos narra los sucesos bélicos que
tuvieron lugar en la Campiña de Córdoba. Posteriormente,
en la Historia Romana de Dion Casio se nos cuenta tam-
bién cómo se desarrolló esta guerra desde una perspectiva
más lejana, ya que mientras en el primer caso su autor
parece haber sido un contendiente del bando cesariano, la
segunda obra se escribió a principios del siglo III d.C.
Como ya hemos indicado anteriormente existe un
abundantísimo número de trabajos en los que se preten-
de identificar las ciudades mencionadas por estos autores
con asentamientos documentados arqueológicamente en
el territorio que analizamos. El caso de mayor interés para
el Monte Horquera sería el de la ciudad de Soricaria, que
ya desde mucho tiempo atrás se viene situando en estas
tierras, e incluso autores como Góngora y Martínez (1968:
62) o Valverde y Perales planteaban en el siglo XIX la posi-
bilidad de que el nombre de esta ciudad hubiera derivado
en el topónimo “Horquera”. Según este
último autor la ubicación de Soricaria
se correspondería con la de Cuevas de
Sequeira (VALVERDE y PERALES, 1903:
17), posición que, como habíamos men-
cionado con anterioridad, mantienen
autores actuales como José Antonio
Morena López (1998) o Enrique Melchor
Gil (2005: 370-372).
M. Ferreiro también considera que
el topónimo “Horquera” es una transfor-
mación lingüística del nombre de esta
ciudad romana pero, al contrario que los
anteriores, ubica Soricaria en Plaza de
Armas (FERREIRO LÓPEZ, 1988: 117-
118). Por otro lado, hay autores que han
querido identificar esta ciudad con el so-
lar de la actual Castro del Río, en plena
campiña junto al río Guadajoz (GONZA-
LEZ ROMÁN y MARÍN DÍAZ, 1981-1985:
22).
Vemos por lo tanto cómo la mayo-
ría de investigadores se han mostrado
de acuerdo a la hora de afirmar que la
antigua ciudad de Soricaria debió de existir en el Monte
Horquera, aunque no se conozca su ubicación exacta. Si
aceptamos que esta ciudad se corresponde con alguno
de los asentamientos que tenemos en nuestra región de
estudio, algo que parece bastante probable a juzgar por
las referencias que se dan en el Bellum Hispaniense con
respecto a lugares conocidos como Ulia o Ucubi, debemos
tener en cuenta el dato que nos da el autor de esta obra
cuando nos dice que en el entorno de Soricaria existían
olivares (ANÓNIMO: Bellum Hispaniense, 26), pues nos
habla sobre el tipo de cultivo que predominaba en la zona a
mediados del siglo I a.C., y por lo tanto sobre la economía
regional.
Otro asentamiento que algunos autores han situado en
el entorno del Monte Horquera es Aspavia. Según Ferreiro
López (1988: 118) y Melchor Gil (2005: 370-372) se co-
rrespondería con Calderón. Por otra parte, también se ha
considerado la posibilidad de que este lugar se ubicase al
norte, en el Castillo de Duemas, al sur de Castro del Río
(GONZÁLEZ ROMÁN y MARÍN DÍAZ, 1981-1985: 22-23).
Estos debates únicamente puede resolverlos la epigra-
fía, pero por el momento solo disponemos de dos inscrip-
ciones con referencias a topónimos antiguos halladas en
el Monte Horquera. En primer lugar, la lápida funeraria de
Maurus Crocini (CIL II2/5, 361), liberto procedente de Iga-
brum, población que se corresponde con la actual ciudad
de Cabra, ubicada a los pies de la Subbética. Por otro lado,
la de Quintus Iulius Rufus (CIL II2/5, 351), agrimensor
originario de Siccaenas, población desconocida y que no
tendría por qué situarse en el entorno del hallazgo pues el
individuo podría haber llegado en vida desde un lugar más
o menos alejado y venir a morir en alguna población de las
inmediaciones del Monte Horquera.
En un trabajo que analizaba la estructura de poblamien-
to que se describe en el Bellum Hispaniense se planteaba la
posibilidad de que Spalis, a pesar de su similitud con His-
palis, antigua Sevilla, se tratase de un asentamiento menor
en el entorno de Nueva Carteya (GONZÁLEZ ROMÁN y MA-
Fig. 6: Poblamiento del Monte Horquera en época altoimperial. 1: Calderón;
2: Castillejo Bajo; 3: Casilla Juana; 4: Charconero; 5: Casarón del Portillo;
6: El Romeral; 7: Las Neverías; 8: El Sastre; 9: El Higuerón; 10: El Alamillo;
11: Cerro Simón; 12: Cerro de la Horquera; 13: Don Germán; 14: Cotillas;
15: Oreja de la Mula (Elaboración propia).
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RÍN DÍAZ, 1981-1985: 24). Concretamente para algunos
autores como Schulten se trataría de Cornicabra (FORTEA
PÉREZ y BERNIER LUQUE, 1970: 36), aunque otros lo han
desplazado al sur hasta la actual Monturque (MORENA LÓ-
PEZ, 2001: 122).
En esta obra se consideraba que el poblamiento refle-
jado en las fuentes clásicas se corresponde con el que la
Arqueología muestra para época prerromana, por lo que
sería un argumento a favor de la escasa romanización que
habría sufrido la Hispania Ulterior para mediados del siglo I
a.C., al que se sumaría el reducido número de ciudades con
estatuto de colonia para la época. Ese poblamiento que su-
puestamente se mantendría sería el compuesto por oppida
y turres (GONZÁLEZ ROMÁN y MARÍN DÍAZ, 1981-1985:
26-28), aunque muchas de las torres, al contrario de lo que
se había pensado tradicionalmente, habría que vincularlas
más con el propio proceso de romanización que con una
estructura territorial preexistente.
A pesar de dicha afirmación, estos autores se desmar-
can de las posiciones que defienden que el proceso de ro-
manización no empezaría hasta época de Augusto, ya que
creen que sí habría dado comienzo antes
como muestra la importancia de la urba-
nización en la Bética con ciudades como
Italica, Carteia, Corduba, Gades o Mun-
da (GONZÁLEZ ROMÁN y MARÍN DÍAZ,
1981-1985: 28).
Según Keay, es precisamente en
época de César y Augusto cuando cam-
bia el patrón de asentamiento en el valle
del Guadalquivir, coincidiendo con la
fundación de las principales colonias y
el otorgamiento a determinados núcleos
de población del estatus de municipio.
En este momento aparecen multitud de
pequeños establecimientos rurales re-
lacionados con la producción agrícola
(KEAY, 1992), a los que como veremos
posteriormente podríamos vincular tam-
bién las torres que mencionamos más
arriba. Vemos cómo ya en época roma-
na, a pesar del grado de urbanización, la
dispersión de la población en el campo
era bastante común en la Bética (BLÁZ-
QUEZ MARTÍNEZ, 1962: 89).
Esta zona había sido un fuerte bas-
tión pompeyano durante el conflicto en-
tre éste y César. De ahí que el segundo
llevase a cabo varias deducciones y fun-
daciones coloniales con el objetivo de
evitar un posible resurgimiento del par-
tido opuesto (MORENA LÓPEZ, 2011:
15). El procedimiento seguido por Roma
para aliviar la tensión social durante toda
la segunda mitad del siglo I a.C. fue la
colonización de tierras provinciales por
militares reclutados durante las Guerras
Civiles, o con población itálica que vi-
vía en malas condiciones económicas,
otorgando a estos grupos nuevas explo-
taciones agrícolas surgidas del reparto
geométrico de las propiedades de las
poblaciones locales, que ahora pasan a estar bajo control
directo de Roma. Para llevar a cabo esta política, en época
de César y Augusto se fundaron nuevas colonias de dere-
cho romano en la Bética (VENTURA VILLANUEVA, 2014:
32-33) que acogieran a los nuevos possesores de estas
tierras.
Estos nuevos ciudadanos se adscribieron a dos tribus,
en primer lugar a la Sergia, para las coloniae de época
republicana, que tradicionalmente se han vinculado a la
política de César, aunque no tiene que hacerse necesaria-
mente (AMELA VALVERDE, 2016: 88), y, en segundo lugar,
a la Galeria, propia de fundaciones augusteas (MORENA
LÓPEZ, 2011: 15). En el caso de Corduba sus primeros
colonos estaban adscritos a la tribu Sergia (RODRÍGUEZ-
NEILA, 2005: 311-312), mientras que en otra de las colo-
niae de la campiña cordobesa como Ituci la mayoría de la
población pertenecía a la Galeria (MORENA LÓPEZ, 2011:
15). En el Monte Horquera tenemos menciones epigráficas
a ambas tribus. En primer lugar, contamos con el epitafio
de C. Avillius (CIL II2/5, 352), de la tribu Sergia, que ha sido
fechado en la segunda mitad del siglo I a.C., probablemen-
Fig. 7: Acueducto romano de Ucubi a su paso por las tierras de Juan de
Frías (Nueva Carteya) (Foto: autor, junio de 2017).
40
A. ROLDÁN DÍAZ
te en época augustea, por A. Stylow, debido a la ausen-
cia de cognomen del individuo y su edad junto con otras
fórmulas funerarias. También sabemos para este caso que
el nombre de Avillius tiene una procedencia centroitálica
(STYLOW, 1983: 289 ss.). Por otro lado, para la tribu Gale-
ria disponemos de la ya citada lápida funeraria de Quintus
Iulius Rufus (CIL II2/5, 351), el agrimensor de Siccaenas.
Hay que decir que aunque en esta segunda mitad del
siglo I a.C. se llevasen a cabo las primeras colonizaciones
en la campiña cordobesa, antes de la Guerra Civil ya debió
existir una amplia presencia de ciudadanos romanos en el
sur de Hispania como demuestra la famosa legio vernácu-
la (GONZÁLEZ ROMÁN y MARÍN DÍAZ, 1981-1985: 32).
Compuesta por descendientes arraigados a Hispania de
los primeros colonos itálicos, y con fuertes intereses en
la agricultura latifundista; esta legio se organizó antes del
comienzo de la Guerra Civil para dar apoyo a las legiones
itálicas que componían el ejército pompeyano, siendo una
de sus fuerzas militares más fieles (RODRÍGUEZ-NEILA,
2005: 327).
Por lo tanto, la llegada de población procedente de Ita-
lia tras las Guerras Civiles fue sin duda un elemento dina-
mizador del proceso de romanización de la región, aunque
es difícil saber cómo afectó a la organización política de la
población local que seguía al margen de las grandes colo-
niae. Para conocer los sistemas de organización indígenas
tenemos el problema de la terminología utilizada por las
fuentes clásicas, que al usar términos latinos para desig-
nar instituciones locales nos pueden llevar a pensar en la
existencia de similitudes entre éstas y las romanas, cuando
no necesariamente tenía que ser así, puesto que simple-
mente podría estar usándose un concepto conocido para
describir un método organizativo diferente (PÉREZ ZURI-
TA, 2011: 208).
En los momentos finales de la República y comienzos
del Imperio se dan casos en los que la población local ha
latinizado el nombre de sus instituciones y cargos de res-
ponsabilidad, aunque no dispongan de un estatuto jurídico
romano aún, y por lo tanto sus instituciones y magistra-
turas no se correspondan con las romanas todavía. Esto
muestra un interés de las élites locales por los usos y for-
mas del poder romano (PÉREZ ZURITA, 2011: 209-210),
algo que se vería también durante la centuria siguiente en
el proceso de municipalización de las ciudades que reci-
bían el derecho latino. Además, tenemos ejemplos en la
Subbética como los togados aparecidos en Fuente Tójar y
El Laderón (Doña Mencía), fechados en el I d.C., que mues-
tra el interés de la aristocracia local por representarse con
los símbolos propios del ciudadano romano (MELCHOR
GIL, 2007: 47-49).
Las transformaciones, como vemos, siguen durante el
siglo I d.C. Un ejemplo de ello lo constituye el Municipium
Contributum Ipscense (Cortijo de Iscar, Baena), que nos
muestra la realización de una contributio, o unión de dos
o más núcleos de población autóctonos para conformar
un centro administrativo de mayor entidad. Esto nos está
indicando una fuerte reordenación del territorio en la cam-
piña cordobesa en el siglo I d.C. (CARRILLO DÍAZ-PINÉS,
1991: 102-103).
La Campiña de Córdoba sufrirá también a comienzos
de época altoimperial un gran desarrollo como consecuen-
cia del gran volumen de población que la habitaba y de
las posibilidades para la agricultura de sus tierras. Muestra
de ello serían grandes obras públicas como los almacenes
de grano de Carchena o el acueducto de Ucubi (ROLDÁN
GÓMEZ, 1992: 254).
Este acueducto atravesaba las tierras del Monte Hor-
quera al trasportar agua desde las inmediaciones de Pla-
za de Armas (Nueva Carteya) hasta la ciudad de Ucubi, la
actual Espejo. El recorrido de la esta construcción era de
unos 18 km., y según Pedro Lacort la obra se realizó para
abastecer la ciudad cuando consiguió su estatus de Co-
lonia Claritas Iulia Ucubi (LACORT NAVARRO, 1988: 63).
Posteriormente, Lourdes Roldán ha fechado la estructura
en base a sus características constructivas a comienzos de
la segunda mitad del siglo I d.C. (ROLDÁN GÓMEZ, 1992:
253).
En cuanto a los almacenes de grano de Carchena, que-
dan fuera del área de estudio que nos delimita el Monte
Horquera, aunque por su cercanía y entidad merecen la
pena ser mencionados, pues en caso de tratarse de un
gran almacén público que centralizase la producción del
entorno, tendría una fuerte vinculación con las tierras que
aquí estudiamos. Este yacimiento se encuentra a unos 200
metros a la derecha del cauce del arroyo Carchena, en las
tierras que llevan el nombre del Cortijo de Las Cuevas, en el
término municipal de Castro del Río. Allí encontramos una
serie de estructuras construidas en opus caementicium,
que como hemos dicho se han interpretado como alma-
cenes de grano públicos, edificados por el Estado romano
junto con un criptopórtico de función indeterminada, en la
primera mitad del siglo I d.C. (LACORT NAVARRO, 1982).
Junto a estas grandes estructuras hidráulicas y de
almacenamiento existieron otras muchas de menor enti-
dad vinculadas a explotaciones agrícolas. En el Caserío de
Gramalejo (Castro del Rio), en el límite septentrional de
nuestra región de estudio, situado en la margen izquierda
de la carretera que une Castro del Río con Doña Mencía a la
altura del km 2, se ha documentado un campo de silos que
parece haber estado en uso desde época ibérica hasta la
Edad Media (LACORT NAVARRO, 1985: 364-368). En Los
Molinillos (Nueva Carteya) encontramos una construcción
cuadrada, con unos 7 m. de lado, de opus caementicium,
con revestimiento interior de opus signinum, que estaría
vinculada al almacenamiento de agua para el regadío de las
tierras circundantes (LACORT NAVARRO, 1988: 55). En el
Cortijo de Morales (Castro del Río) existen dos construc-
Fig. 8: Restos de estructuras superciales visibles en
La Tejuela (Foto: autor, junio de 2017).
41
El Monte Horquera en la Antigüedad. Evolución del mundo ibérico y romano en la zona de contacto entre la Campiña de…
ciones de caementicium, interpretadas también con una
finalidad hidráulica, en las que aparecen tegulae y cerámi-
cas romanas (LACORT NAVARRO, 1988: 58). En una de las
vertientes del cerro donde se ubica el poblado de Cuevas
de Sequeira encontramos otra estructura hidráulica, la de
Los Corralillos, que según Lacort Navarro (1988: 61) de-
bió usarse para el regadío, aunque en nuestra opinión esta
obra formaría parte del propio poblado y vemos más lógico
asociarla al consumo doméstico de ámbito urbano. En El
Villar (Nueva Carteya) se encuentra también una estructura
hidráulica construida con opus caementicium y revestida
con signinum, de unos 11 x 13 m aproximadamente. Esta
construcción se ha vinculado con la presencia de alguna
villa, pues el material cerámico es abundante en el entorno,
y a escasos 200 m hay una pequeña necrópolis (LACORT
NAVARRO, 1988: 60).
Donde sí parece constatada la presencia de una pe-
queña villa rústica de época altoimperial es en el Castillo
de Doña Mencía, donde las excavaciones realizadas han
documentado dos piletas de decantación de aceite, inter-
pretadas como parte de las estructuras productivas de ésta
(MUÑIZ JAÉN et alii, 2010: 216).
Vinculadas a la explotación de los recursos agrícolas
estarían también multitud de torres rurales que apare-
cen en torno al cambio de era en el Monte Horquera, y
que en un primer momento se habían considerado parte
de los “recintos fortificados” definidos por Fortea y Ber-
nier (1970). Parece que el siglo I d.C. fue el momento de
máximo auge de este tipo de construcciones, cuando se
construye la torre central de El Higuerón, y además surgen
otras como Casarón del Portillo, Neverías, Casilla Juana,
Cotillas o Charconero. Algunos lugares de los que habían
estado ocupados en época ibérica siguieron estándolo
ahora, como ocurre con Calderón, Alamillo, Cerro Simón o
el Sastre, e incluso, estando estas fases romanas mejor re-
presentadas que las anteriores en el registro superficial, lo
que nos podría indicar una ocupación más intensa en este
momento (ROLDÁN DÍAZ y RUIZ MONTES, 2017: 41). La
existencia en estos yacimientos de elementos relacionados
con la producción agrícola concuerda con las funciones de
los paralelos en otras zonas del Mediterráneo, y con las
teorías que planteaba P. Moret (1999) hace dos décadas.
Parece que estas torres van abandonándose en los últimos
momentos del siglo I d.C., lo que ha llevado a varios auto-
res a considerarlas un tipo de arquitectura rural precursor
de las villae por las que se vería sustituido en época Flavia
(CARRILLO DÍAZ-PINÉS, 1999).
ÉPOCA BAJOIMPERIAL
La red de poblamiento que desde época ibérica pervivía
en los primeros siglos del mundo romano parece desarti-
culada en el Bajo Imperio. Es cierto que este periodo se
conoce mucho peor que los precedentes, pero podemos
afirmar que hay un abandono de los principales asenta-
mientos de la región.
En primer lugar, en el caso de Plaza de Armas hemos
de apuntar que las cronologías que se barajan requieren
de un estudio más detallado para confirmarse, pero todo
indica que su ocupación no llegó a momentos tan tardíos.
La descripción de materiales superficiales que hacían For-
tea y Bernier era demasiado ambigua (FORTEA PÉREZ y
BERNIER LUQUE, 1970: 41), pero en un trabajo posterior
se anotaba que el yacimiento parecía abandonarse en épo-
ca altoimperial, concretamente en el siglo I d.C. (MURILLO
REDONDO et alii, 1989: 163).
La antigua Iponoba, que había llegado a ser munici-
pium en época Flavia, estuvo ocupada hasta el siglo III
d.C., cuando parece que dejó de existir. De esa cronología
se ha documentado incluso un nivel de destrucción cau-
sado por un incendio. Hay que decir que a pesar de dicho
abandono, habría algunas reocupaciones posteriores, o
quedaría alguna población residual en el lugar a partir de
entonces, ya que parece que existen algunos indicios de
una ocupación de época visigoda que llegaría hasta el siglo
VII (MORENA LÓPEZ, 2013)
Cuevas de Sequeira parece que sí perduró hasta los
últimos momentos del mundo romano, siendo uno de los
asentamientos con una ocupación más prolongada de la
zona, ya que debemos recordar que estaba habitado al me-
nos desde el siglo V a.C. (MORENA LÓPEZ, 1998: 42).
En la Tejuela (Nueva Carteya) existe un poblado que
parece tener su momento de mayor esplendor en época
bajoimperial y en la Antigüedad Tardía, aunque Fortea y
Bernier (1970: 42) indicaban que estaba ocupado desde
momentos anteriores. De hecho, estos autores hacían re-
ferencia a la existencia de una necrópolis visigoda en las
laderas del cerro donde se ubica el asentamiento.
En agosto de 1933 se llevó a cabo una excavación en
lo que se llamó Cortijo de los Llanos Altos, donde se loca-
lizaron restos funerarios tardoantiguos. Probablemente se
corresponda con la necrópolis que mencionaban Fortea y
Bernier. Por desgracia, de aquella excavación no se publi-
có ninguna documentación, aunque hay algunas imágenes
Fig. 9: Materiales hallados en la excavación de la
necrópolis de los Llanos Altos o la Tejuela (Portada del
Diario Republicano La Voz del 25 de agosto de 1933).
42
A. ROLDÁN DÍAZ
accesibles a través de la prensa del momento (DIARIO RE-
PUBLICANO LA VOZ, 25/08/1933). Hace una década se pu-
blicaron en una obra colectiva que dedicó la Real Academia
de Córdoba al municipio de Nueva Carteya algunos datos
de aquella excavación que se habían extraído de una me-
moria inédita que, según se dice en ese trabajo estaba, in-
conclusa. Entre los restos excavados parece que aparecie-
ron tumbas de los siglos VI y VII d.C. y lo que se interpretó
como una “casa rústica” con materiales de los siglos IV y
V d.C. (VICENT ZARAGOZA y MARCOS POUS, 2006: 30).
Esa “casa rústica” podría corresponderse con una villa.
Sería interesante poder comprobarlo ya que el hábitat ru-
ral en época bajoimperial es totalmente desconocido para
esta región, al contrario de lo que ocurre en momentos
anteriores, donde se constatan multitud de torres. De estas
como dijimos anteriormente la mayoría se abandonan a fi-
nales del siglo I d.C. Únicamente Casarón del Portillo, que
llegaría hasta la segunda mitad del siglo II, y Charconero,
donde sí encontramos incluso materiales del V d.C. esta-
rían ocupados más allá de época Flavia (ROLDÁN DÍAZ y
RUIZ MONTES, 2017: 41). El abandono de las torres debió
producirse en pos de otro modelo de arquitectura rural, y
el que se desarrolla precisamente a partir de ese momento
es el de las villae. Haría falta una investigación más activa
en la región que nos indique la presencia de este tipo de
edificios en la zona.
En ese sentido, sabemos de la existencia de una villa
en las inmediaciones del lugar en el que se produjeron las
excavaciones de los años 30. En el año 2002 se realizó una
intervención de urgencia en el paraje de los Ballesteros,
y según la prensa provincial de entonces aparecieron las
termas de una villa con una cronología de los siglos III y IV
d.C. (DIARIO CÓRDOBA, 10/11/2002), aunque no tenemos
noticias de que existan publicaciones al respecto.
De estos datos podemos concluir
que frente al abandono de los enclaves
que habían aglomerado a la mayoría de
la población del Monte Horquera en épo-
cas anteriores, normalmente situados
en lugares elevados con un buen control
visual del entorno, a partir del Bajo Im-
perio, la zona ubicada en torno a la vía
de comunicación que fosiliza el antiguo
camino de Nueva Carteya a Doña Men-
cía, entre los valles del arroyo Carchena
y el Guadalmoral, con un gran potencial
agrícola, se convierte en el sector más
poblado del Monte Horquera, con la pre-
sencia del poblado de La Tejuela y diver-
sas villae en sus alrededores.
LAS VÍAS DE COMUNICACIÓN
Por último, debemos hacer referen-
cia a las principales vías de comunica-
ción que atravesaban o unían el Monte
Horquera con otras regiones en la An-
tigüedad. Para ello, es necesario citar
la labor de Enrique Melchor, quien en
abundantes trabajos se ha dedicado
a investigar la red viaria romana en la
provincia de Córdoba (MELCHOR GIL,
1995).
Siguiendo a este autor vemos cómo las principales vías
discurren aproximadamente por los límites que hemos de-
finido anteriormente para el Monte Horquera. Al norte, en
plena campiña. la vía de importancia más cercana la encon-
tramos en la Astigi-Obulco a su paso por Ucubi. Ya en los
límites de nuestra región de estudio, concretamente en el
oriental, una de las principales vías de comunicación dis-
curría por el valle del río Marbella hasta su desembocadura
en el Guadajoz, antiguo Salsum flumen. En algunos tramos
se correspondería con la tradicional vereda de Córdoba a
Granada fosilizada en la carretera N-432.
Esta vía estaría unida a la Corduba-Malaca por el cono-
cido como Camino de Metedores que discurriría a los pies
de la Subbética aproximadamente siguiendo el trayecto de
la actual A-318. Esta vía situada en el límite suroriental del
Monte Horquera está constatada en época romana gracias
a la aparición de restos de pavimento en un tramo a la altu-
ra de Zuheros y de una inscripción vinculada al transcurso
de una calzada, en la que se indica al viajero el camino
que debe seguir, hallada en el término municipal de Doña
Mencía (FERNÁNDEZ NIETO et alii, 1968-1969; PASTOR
MUÑOZ, 2012). Según M. Pastor esta “señal de tráfico” es-
taría fechada a finales del siglo I o principios del II, siendo
la más antigua conocida en la historia de Roma (PASTOR
MUÑOZ, 2012: 110).
En las inmediaciones de Monturque, se uniría al cami-
no de Metedores una vía procedente de Ategua que tras
pasar por Ucubi atravesaría las Cumbres del Monte Hor-
quera haciendo escala en asentamientos de importancia
local como Cuevas de Sequeira.
Junto a éstas habría unas vías de comunicación de ám-
bito local dentro del propio Monte Horquera como el valle
del Arroyo Carchena, que comunica la vía Ategua-Montur-
que con el Camino de Metedores, el valle del Guadalmoral,
Fig. 10: Vías romanas de la Campiña de Córdoba (MELCHOR GIL, 2005:
map. 1).
43
El Monte Horquera en la Antigüedad. Evolución del mundo ibérico y romano en la zona de contacto entre la Campiña de…
la antigua cañada que unía Nueva Carteya con Baena, es
decir los valles del Carchena y el río Marbella, siguiendo el
Camino de los Juncos y posteriormente la actual carrete-
ra CO-283, o el antiguo camino de Nueva Carteya a Doña
Mencía, que pasa a los pies de varios yacimientos con ocu-
pación antigua como El Higuerón, La Tejuela o El Alamillo.
CONCLUSIONES
En estas líneas hemos tratado de sintetizar el conoci-
miento disponible acerca de estas tierras en época antigua,
pero si algo queda patente es la necesidad de nuevas in-
vestigaciones que actualicen los datos de que disponemos
ya que en la mayoría de los casos hay que recurrir a publi-
caciones demasiado antiguas.
Los principales asentamientos que aglomeran la ma-
yoría de la población del Monte Horquera en época antigua
surgen en el Bronce Final y, con el desarrollo de la cultura
ibérica, durante el primer milenio a.C. En época ibérica se
complementan con establecimientos rurales de pequeñas
dimensiones, que en algunos casos tendrían funciones
agrícolas, y en otros se trataría de fortines y atalayas dedi-
cados al control de las vías de comunicación y el territorio
en general. Este modelo de poblamiento pervive tras la
conquista romana al menos hasta finales del siglo I d.C.,
cuando se dan grandes transformaciones en la estructura
socioeconómica de la Bética, al igual que ocurre en otras
provincias del Imperio, en época Flavia.
Tras la conquista romana, concretamente en torno al
cambio de era, el volumen de torres rurales se multiplica,
ocupando ahora todo el territorio agrícola de la región. Las
nuevas torres siguen modelos arquitectónicos difundidos
en todo el Mediterráneo y parecen tener funciones produc-
tivas. Estas se abandonan en época Flavia, con las grandes
reestructuraciones que mencionábamos anteriormente. En
este momento el poblamiento rural comienza a organizarse
en villae de las que tenemos pocas noticias en el Monte
Horquera. Durante los siglos II y III d.C. los grandes oppida
que habían aglomerado la población hasta entonces van
perdiendo importancia hasta desaparecer por completo.
Es entonces cuando La Tejuela y su entorno se convier-
ten en el principal núcleo de población de la zona, mante-
niéndose durante toda la época bajoimperial y continuando
varios siglos después, cuando se constata un asentamien-
to visigodo. Junto a este asentamiento tenemos referen-
cias de la existencia de una necrópolis y varias villae, lo que
nos indica que la población del Monte Horquera en los úl-
timos momentos del mundo romano pasó de los poblados
en altura a las zonas de valle como esta. Pero este periodo
tardío aun es un gran desconocido de la historia local, por
lo que aprovechamos este trabajo para reivindicar el inte-
rés de nuevos estudios al respecto.
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Recibido: 8/1/2018
Aceptado: 29/5/2018
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