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Las políticas de investigación y publicación en Colombia: debates y propuestas

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enero-junio DEl 2018
Vol. 54, N .0 1 15
revista colombiana
de antropología Aprobado: 18 de octub re del 2017
RECIBIDO: 3 de octu bre del 2017
pp. 15 -27
Las políticas de investigación
y publicación en Colombia:
debates y propuestas
1Marta Zambrano*
Universidad Nacional de Colombia
En los últimos años, una combinación de eventos y decisiones de políti-
ca públ ica han provocado serias dudas acerca del futuro de la investi-
gación en Colombia, particularmente, para las ciencias sociales y las
humanidades. Por inclinación profesional, por pertenecer a una ins-
titución de educación superior y porque me afecta y confronta como
docente, editora e investigadora, he comenzado a pensar y a aprender acerca de
estos asuntos. Sin dejar de lado la importancia de los estudios sociales de la cien-
cia y de la medición bibl iográfica o de producción, que mucho enseñan y apor-
tan, quisiera proponer que no es requisito indispensable desempeñarse en esos
campos para contribuir a los debates acerca de las políticas de investigación.
Por el contrario, urge que les pongamos atención como docentes, investigadoras,
editores académicos, estudiantes y practicantes de otros campos de estudio, en
especial, de la antropología y las ciencias sociales y humanas.
Empecé a considerarlo casi a diario en el 2014, cuando por los ritmos y
azares de la vida académica acepté cumplir con las tareas de gestión de la inves-
tigación de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. Duran-
te dos años mis tareas como vicedecana me empujaron a conocer más sobre las
políticas de investigación de mi facultad, de la universidad y de Colciencias. So-
bre todo, me permitieron acompañar, apoyar y desarrollar iniciativas y propues-
tas encaminadas hacia la formulación pluralista y participativa de una nueva
* Profesora asociada del Departamento de Antropolog ía de la Universidad Nacional de Colom-
bia, cofundadora y docente de la Maestría de Estudios Culturales, integ rante de la Escuela
de Estudios de Género y directora de la revista Maguaré. Su publicación más reciente es: “El
efecto espejo: sexo, género y cuidado en las trayectorias profesionales y las jerarquías morales
y laborales de la antropolog ía en Colombia” (2017). lmzambranoe@unal.edu.co
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política de investigación. Estas surgieron como respuesta a un cúmulo de descon-
tentos e inq uietudes, tanto por el lugar subordinado de las ciencias humanas y
sociales en la producción global de conocimiento como por las políticas de inves-
tigación que las rigen. Se nutrieron de la constatación de su incómoda posición
en la Universidad Nacional y se avivaron con fuerza por la preocupación acerca
de la falta de reconocimiento de sus contribuciones en Colombia.
En lo que sigue, entretejeré una serie de fragmentos y paráfrasis de textos
que desde entonces he escrito y coescrito a una y a varias manos. Espero que este
tapiz verbal motive el dlogo, las reflexiones, la crítica y las contribuciones, oja-
lá a muchas manos y voces, de quienes hacemos investigación en Colombia. Ante
todo, aspiro a que sir va como un renovado l lamado a trenzar puntos de vista y
nuevas acciones, para entre todos proponer criterios y alternativas de política en
las cuales las ciencias sociales, las humanidades y las artes cuenten. Podremos
también anudar una red de estrategias para enfrentar y transformar las políti-
cas de ciencia, tecnología e investigación en nuestro país.
El lugar de las ciencias sociales y humanas
En primer lugar, quiero recordar algunos apartes de un texto que escri bí en el
2014, por solicitud del entonces decano de la facultad. Allí planteaba la necesidad
de reconocer la contribución histórica, social y epistemológica de las humani-
dades y la de las mujeres en las ciencias sociales producidas en la Universidad
Nacional, e inv itaba a abordar la relación y las tensiones entre las ciencias hu-
manas y las ciencias básicas y aplicadas. A notaba que durante varios años había-
mos presenciado, promovido por Colciencias y aceptado por las universidades, el
avance de una política de ciencia y tecnología que desde su nombre mismo ignora
y silencia el papel de las humanidades. Debíamos entonces reflexionar acerca de
las implicaciones y el significado de hacer ciencias sociales y humanas en Colom-
bia en la actualidad, en un contexto que favorece y privilegia las lógicas de in-
vestigación y la producción académica de las ciencias básicas y que no atiende a
la diversidad de lógicas que caracterizan la multiplicidad de perspectivas, inves-
tigación y publicación de las disciplinas sociales y humanas.
Aventuraba que, precisamente, las perspectivas académicas de las cien-
cias sociales y humanas permiten entender que toda ciencia es social y humana.
Todas las ciencias, técnicas y tecnologías han sido y son producidas por seres
humanos que se desenvuelven en espacios históricos y sociales atravesados por
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cambiantes cruces de desigualdades entre naciones, clases sociales, grupos eta-
rios y racializados, y hombres y mujeres (Haraway 1998; Harding 2008). Esta mi-
rada brinda la posibil idad de situar y analizar no solo la asimétrica y desigual
provisión de becas, financiación y reconocimiento para los grupos de investiga-
ción social. También posibilita examinar la posición subordinada de las ciencias
básicas y aplicadas cultivadas en Colombia frente a las de países del norte global.
A la vez, nos urge repensar y debatir los fundamentos sociales y políticos de una
serie de iniciativas gubernamentales e intergubernamentales, como la vincu-
lación del desarrollo científico al desarrollo empresarial y minero del país, la
innovación, la ampliación de las TIC o la internacionalización, para abordarlas
desde los contornos mismos de la internacionalización en Colombia, en relación
con decisiones políticas y de política públ ica y con la manera como se valoran,
financian, difunden y publicitan.
Insistía en las maneras en que las aproximaciones críticas de la teoría so-
cial contemporánea y del feminismo han subrayado que los intereses y las repre-
sentaciones, discursos e ideologías modelan la definición y jerarquización de lo
que se define como los problemas que merecen ser investigados, financiados y
reconocidos, pero que no son los más relevantes teórica y socialmente (Harding
2004). Tendríamos que examinar si y, en tal caso, cómo tales asimetas normali-
zan lo que entendemos y practicamos como “ciencia” y si desalientan o impiden la
formulación de nuevas preguntas. Ponerse a la tarea de entender aquí y ahora el
devenir y las consecuencias de estos procesos es una clave que no solo atañe a las
ciencias humanas y sociales, sino a todas las ciencias. Pero las disciplinas socia-
les y humanas cuentan con una serie de herramientas y enfoques propicios para
cumplir esta tarea en cualquier lugar del mundo, y en particu lar aquí y ahora, en
un país cuya historia reciente ha estado marcada por el conflicto armado y que
vive en la actualidad la expectativa del posconflicto; un país que no ha logrado
reparar la tremenda inequidad en la distribución de tierras, recursos y oportuni-
dades. Proponía que, como académicos y ciudadanos, tenemos grandes retos, en-
tre el los, contribuir a la justicia social y económica, y acoger y aprender de otros
saberes, prácticas y relatos que han sido soslayados, subvalorados o suprimidos.
A finales del 2014, la Convocatoria 693 de clasificación de grupos de Col-
ciencias levantó la ampolla que rebozó la copa de tribulaciones comunes, pero
más bien fragmentadas, acumuladas por varios años debido a los bandazos del
sistema de investigación colombiano. En esta ocasión provocó una especie de
“pequeña primavera árabe” académica (“The Price of Information” 2012), expre-
sada en una serie de comunicaciones y ricos intercambios entre investigadores
y grupos de investigación que circu laron por las redes sociales y llamaron la
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atención de los medios (véase, por ejemplo, “Colciencias: de espaldas a las cien-
cias sociales” 2015; “Clasificación de investigadores en Colombia” 2015; Navarre-
te 2015; Parga 2015)1. Los onerosos requisitos, el reexamen de publ icaciones y
trabajos calificados en las convocatorias anteriores, la negación de la buena fe,
la carga del peso de la prueba sobre los grupos y las instituciones a cargo de la
investigación, la amenaza punitiva y la subvaloración de los libros y las com-
pilaciones —formatos centrales de comunicación y d iseminación de nuestras
disciplinas—, entre otras razones, salieron a la luz en estas comunicaciones y
provocaron el retiro de prestigiosos grupos de investigación, sobre todo, pero no
exclusivamente, de las ciencias sociales y las humanidades.
El Departamento de Literatura de la Universidad Nacional fue uno de los
primeros en enviar una carta a Colciencias en la cual disputaba los criterios de la
convocatoria. Fue también en el claustro de ese departamento que surgió la idea
de convocar un encuentro de programas de humanidades para discutir la po-
lítica de investigación en este campo. Con la integración de las ciencias sociales
en marzo del 2015 se celebró en la Universidad Nacional el encuentro “Cultura e
investigación: por qué y para qué medir”.
Este encuentro invitó a la discusión de las especificidades metodológicas
y las prácticas de investigación de las humanidades y las ciencias sociales, y con-
vocó a la reflexión acerca de la producción de saberes y cómo medirla. Fijó como
objetivo de mediano plazo la formulación de una política concer tada de investi-
gación y medición. Me sorprend ió la nutrida respuesta. Acudieron a nuestro lla-
mado muchas personas dedicadas a la investigación en diferentes disciplinas de
las humanidades y las ciencias sociales, de comunicación y derecho, estudiantes
de pregrado y posgrado, investigadores independientes, docentes ocasionales, in-
tegrantes de centros académicos y directivas dedicadas al apoyo y la promoción
de la investigación de veinticinco universidades públicas y privadas de Bogo-
tá, Bucaramanga, Tunja, Medeln, Manizales, Popayán, Ibagué y Cali, quienes
pagaron sus pasajes y alojamiento —muchas veces con fondos propios— para
asistir y, sobre todo, par ticipar activamente en el encuentro. Un arculo de El
Espectador captó el espíritu del momento y calificó el evento como “humanistas
unidos para proponer” (Navarrete 2015a).
Mediante la colaboración y el intercambio entre un grupo de docentes y
directivas de varias universidades, organizamos dos encuentros más. En septiem-
bre del 2015, nos reunimos en la Universidad del Tolima (Ibagué), para discutir
1 El grupo de investigación Prácticas Culturales, Imagina rios y Representaciones (2015) ha ela-
borado un l istado bastante comprehensivo de art ículos de prensa acerca de los debates en
torno a la Convocator ia 693 y a los criter ios de Colciencias.
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los procesos de medición de la producción de los campos de las ciencias sociales,
las humanidades y las artes, las diversidades metodológicas de los procesos inves-
tigativos, las dinámicas de circulación de las producciones académicas y las con-
tribuciones de estos campos de conocimiento a la comprensión de las dinámicas
sociales, culturales y políticas de la sociedad colombiana. El encuentro enfatizó
el papel de estas disciplinas en la construcción de la paz y de horizontes posibles
del posacuerdo. El tercero tuvo lugar en abril del 2016 en la Universidad del Valle
(Cali), y se dedicó a trazar los principios básicos para la elaboración de una polí-
tica de investigación y de reconocimiento. Propuso que la política vigente tenía
que ser sustituida por una “política plural, nacional de esmulo y reconocimiento
para la investigación y la creación en las ciencias, las humanidades, las tecnolo-
gías y las artes”. Este encuentro coincidió a la vez con la creación, por iniciativa de
los decanos de varias universidades, de la Asociación de Facultades de Humanida-
des y Ciencias Sociales. Recientemente ratificada, la asociación reúne a universi-
dades públicas y privadas y busca favorecer la autonomía académica, la creación
de espacios para el diálogo y el debate y articular la investigación con la forma-
ción. Después, se puso en marcha la organización del cuarto encuentro, “Cultura,
investigación y creación”, en la Universidad de los Andes, en septiembre del 2016.
A continuación, quisiera plantear algunas propuestas para reorientar las
políticas de investigación en Colombia. Además de mis palabras, citaré apartes
de las relatorías y las declaraciones de los primeros tres encuentros de cultura e
investigación que les invito a leer, difundir, ampliar y debatir (véanse los víncu-
los al final de las referencias).
Repensemos el papel de la ciencia y la
producción de conocimiento en y desde
Colombia y en un contexto regional de
colaboración sur-sur
Qué, cómo y para quién producimos conocimiento, y con qué fondos, cobra espe-
cial relevancia frente al modelo actual, que define la internacionalización como
integración subordinada de los sistemas de producción del conocimiento de los
países del sur a los del norte global. Implica también entender el lugar que ocu-
pan Colombia y nuestros países en la economía mundial y en la economía mun-
dial del conocimiento. A la vez, requiere enfrentar la creciente hegemonía del
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inglés, la cual trasciende las relaciones asimétricas entre el centro y la periferia,
puesto que también nos somete a la producción científica de países no angloha-
blantes del Norte Global (Ortiz 2008). Como lo expresa la declaración del segundo
encuentro, en nuestro caso, supone poner en cuestión:
[...] la presunción de que las publicaciones internacionales y en inglés
per se son de mayor cal idad y t ienen mayor impacto que las publicacio-
nes nacionales. Postular que el lugar de publicación y el idioma deter-
minan la calidad de la publicación no solo deja de lado su contenido.
Resulta también en la inserción subordinada de la producción científi-
ca del país en los rankings internacionales; fortalece a grandes empre-
sas transnacionales q ue se lucran de la gestión de las bases de datos; y se
traduce en las dificultades de acceso a el la en el plano local.
Estos asuntos nos llaman y compelen, asimismo, a establecer otros tipos
de internacionalización, por ejemplo, a escala latinoamericana. La trayectoria
del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) no solo muestra que
es posible optar por otros modelos de internacionalización sino que es posible
hacerlo de una manera fructífera. Este consejo reúne a un poco más de seiscien-
tos centros de investigación y programas de posgrado en diferentes campos de
las ciencias sociales y humanas en la región y en el Caribe. Clacso no ha ignora-
do otros centros, en Estados Unidos y en cuatro países europeos, y dialoga con
ellos desde Latinoamérica. Al tiempo, promueve la formación y la i nvestigación,
vincula sus resultados con la formulación de políticas públicas sociales y de gé-
nero más equitativas y con contenido ambiental, y recurre a varias estrategias
de compilación y comunicación de acceso abierto de los trabajos académicos de
la región. Esta iniciativa no solo debiera servir como inspiración para que otros
campos del saber científico en el país y en la región la emularan. Nos alienta,
como practicantes de las ciencias sociales y humanas, a idear y poner en práctica
nuevas formas de colaboración sur-sur que descentren las políticas imperantes
en Colombia, en diferentes escalas y desde nuestras diversas capacidades.
Pienso, por ejemplo, en las estrategias transnacionales de la revista Mundo
Amazónico. Según relataron los integrantes del equipo ed itorial, que asistieron
en junio del 2017 a la reunión de revistas de antropología en Colombia convocada
por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) en el marco del
XVI Congreso de Antropología en Colombia, hace unos años Mundo Amazónico
tenía pocas respuestas a sus convocatorias y enfrentaba problemas con la pe-
riodicidad y la ind ización. Hoy, la revista tiene dos cabezas editoriales, una en
Colombia y otra en Brasil. Gracias a la alianza entre el Instituto Amazónico de
Investigaciones (Imani), centro fundador de la revista, con el Programa de Pos-
grado en A ntropología Social de la Universidade Federal do Amazonas, entidades
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académicas que tienen su sede en la A mazonia, la revista ha logrado ampliar su
impacto regional, ponerse al día y aumentar su convocatoria. Se ha acogido a los
criterios de indización del sistema brasilero y ha conseguido figurar en impor-
tantes índices internacionales, todo ello al margen de Colciencias y Publindex.
En estos empeños, los análisis de las humanidades y de las ciencias socia-
les son fundamentales porque no solo permiten cuestionar las políticas sino ir
más al lá. Como lo han propuesto los estudios feministas de la ciencia,
[...] las ciencias son una empresa integ ralmente humana marcada por
su contexto de origen y los intereses de sus practicantes, que paradójica-
mente nos capacitan para retar y transformar las mismas presunciones,
intereses y creencias que motivan la indagación científica. (Crasnow,
Wylie, Bauchspies y Potter 2015)
Es necesario, además, entender la diversidad y los alcances de las discipli-
nas sociales y poner en marcha nuevos criterios de evaluación de sus resultados
(Rodguez 2017). Por un lado, como lo anotó el segundo encuentro, es importan-
te “par tir del reconocimiento de la pluralidad y la especificidad de los objetos, los
métodos, los enfoques y los resultados de la investigación en las diversas disci-
plinas y las áreas inter y transdisciplinarias” de las humanidades y las ciencias
sociales. Y como lo declaró el tercero: “ningún problema, ninguna perspectiva
y ningún área del conocimiento es per se más impor tante que los demás, y nin-
guna de ellas puede determinar los objetos, los métodos y los productos de la
investigación de otras áreas”. Al tiempo, es importante recordar lo que planteó
ese encuentro:
Como lo ha señalado el Manifiesto de Leyden, en par ticular las ciencias
sociales y las humanidades se en focan en temas regionales y nacionales
pero también es el caso de otros campos del conocimiento; por ejemplo,
los estudios de la salud. Es precisamente en esos contextos q ue deben
circular sus productos y propuestas.
En este punto podamos volver sobre el papel de la educación superior,
en especial, la educación pública superior y su articulación con la investigación en
la era de la excelencia académica, como lo ha hecho, entre otros, un número de la
revista Literatura: Teoría, Historia, Crítica de la Universidad Nacional en el 2015.
Y, a la vez, meditar sobre el concepto y el papel de lo público para examinar otros
asuntos cruciales, mediante intercambios, debates, movilizaciones y comunica-
ciones, como los que generó la Convocatoria 693 de Colciencias. Un caso relevante
es la manera en que las lógicas empresariales han ido colonizando la educación
superior y la investigación en el país y en otras partes del mundo (Díaz 2017).
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A manera de i lustración de los alcances de estas cuestiones, quisiera traer
a colación a las grandes empresas privadas de publicación de revistas académi-
cas. Elsevier, por ejemplo, es una máquina gigante de publicaciones en el campo
científico, que tiene márgenes de ganancia del 36 % anual (“The Price of Infor-
mation” 2012) y que además es dueña de Scopus, una de las bases de datos bi-
bliográficas de trabajos académicos (principalmente artículos) más importantes
a escala global. En el 2013 esta empresa compró Mendeley, un programa para
manejar y compartir artículos y colaborar con colegas en la red.
Mediante el recurso a prácticas empresariales (scientific management, au-
ditoría, control de calidad, medición de impacto, economías de escala), Elsevier y
otras megamultinacionales de la publicación académica, como Springer, Wiley-
Blackwell, Taylor & Francis y Sage, han llegado a publicar un poco más del 50 %
de los artículos o papers académicos del mundo revisados por pares. Elsevier
tiene una significativa tajada del mercado de revistas en ciencia, tecnología y
medicina (alrededor del 16 %). En conjunto, estas empresas han logrado modelar
y controlar el lucrativo mercado de los artículos científicos o “productos acadé-
micos”, como los llamamos en Colombia. Por una parte, las elevadas tasas de ga-
nancia de Elsevier —mayores que las de empresas más conocidas como Google o
Apple— se nutren del trabajo gratuito de comités editoriales, pares académicos
y, ante todo, de las labores de quienes hacen las investigaciones y escriben los
artículos, que estas empresas no han financiado, pues los recursos para tales
investigaciones vienen de dineros públicos o de fundaciones sin ánimo de lucro
(Buranyi 2017; Larivière, Haustein y Mongeon 2015).
Esta megaempresa obtiene altos índices de rendimientos financieros, en
gran parte gracias a la expropiación del trabajo de quienes editan, promueven
y publican en su inmensa red de revistas académicas. Mientras tanto, para aca-
démicos e investigadoras publicar en las revistas bendecidas por las más altas
cifras del factor de impacto (número de citaciones), puestas en circulación por las
megaempresas editoriales, se ha vuelto requisito y garantía de puntos y bonifi-
caciones, mejores trabajos en las universidades y centros de investigación mejor
“ranqueados”. A la vez, es requisito y garantía para conseguir la financiación
estatal y pública de futuras investigaciones. El círculo de despojo y acumulación
se renueva cuando las instituciones universitarias, “atrapadas en una red intrin-
cada de targets de management que anudan el factor de impacto de las revistas
académicas, los rankings de las universidades y las normas estatales de exce-
lencia académica e investigativa” (Curr y 2015), tienen que volver a pagar cifras
astronómicas por consultar los resultados de las investigaciones que han pagado,
publicados por las megaempresas, en un contexto de crecientes tarifas de acceso
y decreciente apoyo financiero a las universidades.
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En tales circunstancias, sería necesario sopesar las prioridades de inver-
sión y gasto de los menguantes presupuestos de nuestras instituciones educat ivas,
y al tiempo avanzar hacia el acceso libre y gratuito, como lo están persiguiendo
varios consorcios de universidades, centros de investigación y bibliotecas en
Holanda, Alemania, Finlandia y Taiwán, e incluso en la Unión Europea, cuya
Comisión de Competitividad anunció en mayo del 2016 que todos los artículos
científicos publicados en Europa que hayan sido financiados por fondos públicos
deberán estar disponibles en acceso abierto y gratuito en el 2020 (Consejo de la
Unión Europea 2016).
Contra lo que nos disgrega,
lo que nos agrega
Desde nuestra ori lla, es necesario examinar cómo las políticas de ciencia y tec-
nología son poderosas fuentes de fuerzas centrífugas q ue nos separan y disgre-
gan. Cuando se trata de nuevas reglas para grupos de investigación, se reúnen
los investigadores, pero no las revistas; cuando se trata de convocatorias que
cambian los criterios de Publindex, acuden los equipos editoriales, pero no los
grupos de investigación. Y esto sucede en parte porque quienes integran los gru-
pos de investigación tienen la presión de publicar en revistas internacionales
que Publindex no indexa, mientras que las revistas que sí están bajo su inf lujo
deben emular a las de alto impacto, siempre en condiciones desventajosas, con
un caudal menor de recursos materiales y simbólicos.
Estas fuerzas disgregadoras no operan en el vacío, son parte integral de
una lógica colonial en la cual se enseñorea la ignorancia asimétrica: mientras
que quienes escriben y publican en las revistas de alto impacto, en general, ig-
noran la bibliograa producida en el sur, aun si se refiere a su lugar de estudio
o residencia, quienes escriben en y desde el sur no se pueden permitir ignorar
la producción metropolitana (Chakrabarty 1999; Harding 2000). Incluso quienes
editan las revistas de centros metropolitanos muchas veces piden suprimir de
los textos referencias “locales” o que no estén en inglés (Pérez 2017).
Estos asuntos tienen ramificaciones bastante insidiosas. Por un lado, los
artículos de quienes desde Colombia y otros países del sur logran publicar en
revistas internacionales mejor posicionadas no son leídos ni citados. En cambio,
sirven para abultar el “efecto Mateo/Matilde”, que de manera tremendamen-
te ine quitativa otorga cada vez más créditos y reconocimientos académicos a
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quienes ya los tienen y les resta a quienes no pertenecen a las cúpulas de la in-
vestigación: a sus colaboradores y a las mujeres que hacen investigación (Rossi-
ter 1993). Por otro lado, la ignorancia asimétrica se explaya en nuestras costas,
gracias a nuestras propias acciones y omisiones (Gómez-Morales 2017). Mientras
citamos abundante bi bliografía foránea, no hacemos lo mismo con la que pro-
ducen nuestros pares (Lins y Escobar 2006; Marnez 2017). En consecuencia, es
tiempo de devolver la mirada crítica hacia nuestro papel en el sostenimiento de
tales circunstancias mediante una suerte de autoetnografía de descolonización
(Marín-Burgos y Enríquez 2015) que examine, si y cómo nos hemos ido acomo-
dando a las nuevas reglas, por ejemplo, priorizando los papers sobre otros forma-
tos como los libros, las compi laciones y los ensayos (Santos 2012, 2015).
En lugar de tratar de sobrevivir o descollar individualmente en la ruda
competencia académica, podríamos emprender un constante movimiento inte-
lectual de humanistas, analistas sociales y científicos en torno a ideas comunes
y a lo común, que busq uen la sustitución de las lógicas de supervivencia del más
fuerte y alternativas a las fuerzas que nos disgregan por lógicas y prácticas de
construcción para todos y, especialmente, entre todos2.
En vez de abrazar e ir a la zaga de la lógica productivista basada en la ex-
pansión de la propiedad intelectual, pregonada por organismos internacionales
como el Banco Mundial o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), que favorecen a las megaempresas del mercado de la cien-
cia, en la que siempre seremos la cola del león, entre todos podríamos estar a la
cabeza de nuevas alternativas y alianzas basadas en estrategias que partan del
análisis y la crítica del modo de producción de los saberes académicos. Es decir,
apostarle a situar las jerarquías y circunstancias locales, regionales y transna-
cionales de quiénes, cómo, dónde, para q uiénes, en qué idiomas, con qué recur-
sos, preparación y capitales culturales se produce conocimiento en Colombia;
qué tipo de conocimiento, quiénes deciden su pertinencia, cómo se presentan
sus resultados, de quién son esos resultados, cómo circulan, en qué medios, cómo
se accede a ellos, quiénes los leen, citan y usan, y quiénes se benefician de ello.
Podremos, así, formular nuevas respuestas, caminos para reconocer las diversi-
dades disciplinarias, transformar las desigualdades y reorientar las políticas de
estímulo, reconocimiento y valoración de la investigación.
2 Oí por primera vez la propuesta de construir lo común entre todos y para todos de labios de
Antonio Lafuente (2015), director del Laborator io del Procomún en el Media-Lab Prado.
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En este artículo de debate se examina el proceso de cambio cultural que está ocurriendo en las comunidades académicas y científicas colombianas, a partir del cual es posible entender las razones por las que, a pesar de lo desacertadas que puedan parecer las políticas de ciencia y tecnología (CyT), particularmente sus modelos de medición (accountability) y sus rituales de validación (convocatorias, escalafonamientos, rankings, reclasificaciones, etc.), son adoptadas, apropiadas y operacionalizadas como consecuencia de la nueva cultura de la auditoría que se ha instaurado en nuestras instituciones universitarias.
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La tesis central de este artículo es que los estudios feministas producidos desde América Latina son inaudibles para las feministas anglosajonas. En diálogo con voces de académicas en Argentina, México y Colombia, esta tesis es desplegada desde tres aristas en particular. En primer lugar, una geopolítica del conocimiento que construye formas singulares de ignorancia sistemática frente a lo que sucede en América Latina por parte de los estudiosos anglosajones. En segundo lugar, los mecanismos mediante los cuales esa ignorancia sistemática es confi gurada conjuntamente, por un lado, por la monetización de la academia en América Latina, en particular a través de la generación de sistemas de información integrados para medir y valorar la producción de conocimiento, y, por otro, por los puntos de vista adoptados por algunas estudiosas feministas en la región que buscan resistirse a esa relación de poder a la que se ven sometidas. En tercer lugar, una resistencia distinta frente a la no escucha de las académicas feministas anglosajonas, que se expresa en la voluntad de tejer diálogos cruzados, para negociar, y así reconfi gurar la exclusión del canon; una búsqueda que no está exenta de difi cultades y frustraciones
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This paper analyzes the emergence of the paper as a kind of writing in the area of the Humanities that, in recent times, and with institutional support, has been imposed as the nearly unique and acceptable kind of academic discourse. The aim of this paper is, first, to study the main characteristics of this kind of writing, based on information in the manuals and instructions for paper writing and, secondly, to signal its implications for the intellectual work in general and for the work in Latin America in particular.
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The consolidation of the scientific publishing industry has been the topic of much debate within and outside the scientific community, especially in relation to major publishers' high profit margins. However, the share of scientific output published in the journals of these major publishers, as well as its evolution over time and across various disciplines, has not yet been analyzed. This paper provides such analysis, based on 45 million documents indexed in the Web of Science over the period 1973-2013. It shows that in both natural and medical sciences (NMS) and social sciences and humanities (SSH), Reed-Elsevier, Wiley-Blackwell, Springer, and Taylor & Francis increased their share of the published output, especially since the advent of the digital era (mid-1990s). Combined, the top five most prolific publishers account for more than 50% of all papers published in 2013. Disciplines of the social sciences have the highest level of concentration (70% of papers from the top five publishers), while the humanities have remained relatively independent (20% from top five publishers). NMS disciplines are in between, mainly because of the strength of their scientific societies, such as the ACS in chemistry or APS in physics. The paper also examines the migration of journals between small and big publishing houses and explores the effect of publisher change on citation impact. It concludes with a discussion on the economics of scholarly publishing.
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Philosophies of international science have been challenged by some aspects of the emergence of various kinds of local knowledge movements and also by overt criticisms of the central concepts and principles of those philosophies. This essay looks at the strengths and limitations of three pro-democratic local knowledge movements and at the scientific and political dysfunctionality of the philosophic idea that modem sciences represent a unique unity of all legitimated scientific knowledge, and that such knowledge is thus uniquely universally valid. The projects of the local knowledge movements must be linked to the critiques of the philosophies of international science for each to make maximally useful contributions to pro-democratic social relations.