Vivimos dentro de un cada vez más renovado y amplio ecosistema digital, el cual representa un auténtico espacio computacional. Las teorías cibernéticas de mediados del siglo XX están siendo llevadas a la práctica a nivel mundial bajo un absoluto dominio de los sistemas de inteligencia artificial dotados de algoritmos capaces de inferir, predecir, tomar decisiones, manipular, y controlar, tanto a máquinas como a seres humanos. Los diferentes actores propios del capitalismo de la vigilancia y del poder instrumentario se han declarado dueños tanto del vasto territorio digital, como de las posibles conductas futuras de la humanidad. Y esto puede resultar muy peligroso para la democracia.
En sistemas computacionales, los algoritmos son estructuras de Inteligencia Artificial que pueden estar integrados tanto en lógicas de Aprendizaje Automático (machine learning), como en lógicas de Aprendizaje Profundo (deep learning). Si entendemos a los algoritmos como máquinas culturales, y los situamos en el centro de la intersección que se produce entre el espacio computacional, los sistemas culturales y el conocimiento humano, también resulta posible hablar de conocimiento algorítmico y, en última instancia, de sabiduría algorítmica, ensalzando así la complejidad del algoritmo y la propia ambigüedad de los seres humanos. ¿Qué es lo que saben los algoritmos? ¿A dónde nos lleva su sabiduría?
La común forma de clasificar el contenido de la mente humana de acuerdo con la denominada jerarquía del conocimiento supone tener en cuenta que partimos de datos que, debidamente procesados, se convierten en información. La información extraída de los datos sienta las bases del conocimiento que, aplicado según el propio sistema de valores, creencias, actitudes, normas, exigencias y expectativas, permiten alcanzar la sabiduría deseada. Los datos, la información y el conocimiento están orientados al pasado y al presente. La sabiduría se orienta al futuro y, así, se relaciona de manera directa con la modificación de conducta y de comportamientos sociales. Hay que distinguir entre los algoritmos y sus propias formas características de procesamiento y abstracción, por una parte, y los sistemas de extracción de datos que se utilizan para alimentar a los algoritmos, por la otra. Sin datos no hay input al sistema. El algoritmo depende de la extracción de datos para realizar su función. Además, los algoritmos deben efectuar de igual manera su función con diferentes conjuntos de datos. ¿Qué implicaciones supone esta realidad?
En esta ponencia se propone una reflexión fundamentada para realizar un viaje cibernético al interior del algoritmo, y descubrir la sabiduría digital que se esconde tras las enormes galaxias de datos, información, y conocimiento, a fin de afianzar algunas bases que permitan afrontar los nuevos desafíos relacionados con la propiedad de los datos, la manipulación de los datos, y la privacidad personal, bajo la influencia sombría del capitalismo de la vigilancia.