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Autojustificaciones: La disonancia cognitiva en la manipulación de grupos

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Presentamos una introducción a la teoría psicológica de la disonancia cognitiva según la exposición de Cooper, Mirabile y Sher (2005), subrayando su potencial explicativo para comprender los mecanismos de la mala fe y la autojustificación en la dinámica de grupos, y enfatizando sus dimensiones retrospectivas y su relación con la distorsión cognitiva post facto. English abstract: This is an introduction to the psychological theory of cognitive dissonance as exposed by Cooper, Mirabile, and Sher (2005), underlining its potential to understand the mechanisms of bad faith and self-justification in group dynamics, and emphasizing its retrospective dimensions and its relationship to hindsight bias. Note: Downloadable document is in Spanish. Number of Pages in PDF File: 6 Keywords: Cognitive dissonance, Psychology, Group psychology, Conflicts, Subject, Self-justification, Bad faith, Retrospection
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Autojustificaciones:
La disonancia cognitiva en la manipulación de grupos
José Angel García Landa
Vanity Fea 7/01/2010
Un análisis interesante, para entender cómo puede inducirse a la gente a decir lo
que no piensa, o a actuar contra lo que en realidad piensa, lo proporciona la teoría
de la disonancia cognitiva. Los principios de este fenómeno los exponen Joel
Cooper, Robert Mirabile y Steven J. Sher en "Actions and Attitudes: The Theory of
Cognitive Dissonance", que han experimentado sobre el comportamiento de
sujetos expuestos a estas situaciones de disonancia. El estudio está recogido en el
libro Persuasion: Psychological Insights and Perspectives, editado por Timothy C.
Brock y Melanie C. Green (Sage, 2005). En lo que sigue expondremos algunas de
sus tesis y averiguaciones, arrimando el ascua a nuestra sardina.
La idea básica es que si bien las actitudes, valoraciones y creencias pueden llevar a
los sujetos a actuar en determinado sentido, también puede revertirse el sentido
del proceso—a saber, quienes actúan de una determinada manera modifican sus
actitudes, valoraciones y creencias para justificar su acción—y así mitigar la
sensación de disonancia cognitiva.
Presentan el ejemplo de Clyde Barrow (el de "Bonnie and Clyde")—cómo pasito a
pasito pasó de una adolescencia normal a una carrera criminal, por este proceso
de autojustificación, pasando de pequeñas fechorías apenas intencionadas, a
grandes fechorías a medida que iba afianzando su nuevo curso de acción y
reconociéndose en él: cambiando sus actitudes por la necesidad psicológica de
justificar las acciones que hasta allí le habían llevado. Y no sólo Clyde: "en las
circunstancias adecuadas, la mayoría de la gente cambia sus actitudes para
justificar su comportamiento" (65).
La teoría de la disonancia cognitiva la expuso L. Festinger en 1957: una tensión
entre creencias o actitudes incompatibles busca ser mitigada reduciendo la
inconsistencia—ya sea cambiando alguna cognición, añadiendo cogniciones, o
reduciendo la importancia de la cognición en su comportamiento. Y siguiendo la
ley de la mínima resistencia, las actitudes y valoraciones son más fáciles de
cambiar que los comportamientos (sobre todo si éstos se han producido ya…).
Festinger y Carlsmith hicieron un significativo experimento de comportamiento.
Daban a los sujetos una tarea deliberadamente aburrida y cargante. Y luego les
pagaban un dólar si le decían a otros sujetos (informantes colocados por los
experimentadores) que la tarea era en realidad gratificante y entretenida. Así se
creaba una disonancia cognitiva. A otro grupo no se le hacía mentir a nadie. Pues
bien, los mentirosos "inducidos", con mayor disonancia cognitiva, sostenían más
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tarde todavía, espontáneamente, que en realidad la tarea era entretenida. Los
otros, que no habían mentido a nadie, recordaban que era aburrida.
Una variante introdujeron los experimentadores: al grupo de los que recibían un
dólar le agregaron otro grupo que recibía veinte dólares por decir la misma
mentira—ya un sueldillo. Se había añadido una cognición consonante: Me dieron
20 dólares por mentir. Había menos disonancia cognitiva… con lo cual su
valoración de la tarea (o su reescritura del pasado) cambió menos. En efecto, en el
segundo control posterior, recordaban que la tarea era aburrida. (Con lo cual
parece ser que es ventajoso para el control persuasivo hacer que la gente se venda
barato… así se crea mayor disonancia cognitiva y los sujetos espontáneamente se
alinean con las acciones realizadas a bajo precio).
La aquiescencia inducida es un fenómeno bien conocido entre políticos o
abogados que muchas veces tienen que sostener públicamente cosas en las que
no creen. Tendemos a autojustificarnos, y pasamos a creer lo que mejor nos
autojustifica. Esta tendencia psicológica es una mina para quien la sepa explotar
(por ejemplo sobre las ventajas comparadas de los contratos basura frente a
contratos mejor pagados, se me ocurre…). Pero más allá de los maquiavelismos
estudiados y experimentos psicológicos, es obvio que algunos sujetos
manipuladores nacen enseñados, y saben sacar el mejor partido de esta tendencia
a la autojustificación.
Todo esto tiene una dimensión retrospectiva-retroactiva, claro, que es por lo que
me interesa (y si le sumamos la dimensión egocéntrica del asunto, la combinación
ya es irresistible). La autojustificación reescribe el pasado. El sujeto borra sus
huellas, y arguye que en realidad siempre pensó como ahora piensa, siempre
habría elegido lo que ha elegido, pues las demás alternativas pierden (a toro
pasado) parte de lo que las hacía atractivas. Nuestras elecciones y nuestras
acciones construyen nuestras valoraciones posteriores: si la disonancia es muy
fuerte, y estamos atrapados o empeñados en una línea de acción determinada,
tendremos que corregir mucho de lo que pensábamos antes, para reducir esa
disonancia.* Lo que elegimos es siempre lo mejor y lo más acertado, si nos
preguntan a nosotros; según la teoría de la autoafirmación, la gente utilizará
cualquier medio para autoafirmarse. Así que si actuamos de modo inconsistente
con la verdad o con nuestras creencias, primero lo hacemos, luego lo justificamos,
y por último nos lo creemos.
De este modo la máscara provisional de la aquiescencia se convierte en la máscara
más cara: la cara. Y la cara dura.
Claro que, observan los autores, la disonancia cognitiva producida por acciones
incoherentes o inmorales es menor cuanta más baja sea, de partida, la autoestima
del individuo: "If dissonance is aroused by the violation of an expectancy of
themselves as competent and moral persons, those who feel that they are neither
very moral nor very competent should not experience much dissonance" (73).
Según la teoría de la autoafirmación, serán los sujetos que tengan bajo concepto
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de su persona quienes se verán más motivados para cambiar sus actitudes tras un
comportamiento inconsistente.
Por otra parte, en una situación similar de actuación inconsistente con las
creencias, experimentan más disonancia los sujetos que consideran que son
responsables de sus acciones: quienes sienten que están siguiendo instrucciones,
o las personas capaces de tratar con los elementos desagradables por la vía de
fingir que no existen, experimentan menos disonancia (75).
Las personas difieren en cuanto a su PFC: su preferencia por la consistencia, que
tiene las dimensiones de 1) deseo interno de consistencia consigo mismos, 2)
deseo de ser percibidos como consistentes consigo mismos, y 3) deseo de que
otros sean consistentes consigo mismos. Índices altos de estos deseos de
consistencia van correlacionados con altos índices de disonancia cognitiva ante la
actuación inconsistente con las propias creencias o valores. Pero hay personas con
bajo PFC—o que se acostumbran a desarrollarlo para no experimentar esa
disonancia. Orwell ya escribió bastante sobre esta educación en el doublethink.
Otra dimensión de la disonancia cognitiva es su distribución cultural. La cultura
occidental, con su alto valor concedido a la individualidad y la autonomía personal,
conduce a mayores niveles de disonancia cognitiva en caso de actuación
inconsistente. Se sugiere que cultura japonesa, más centrada en valores
comunitarios, no presupone tanto que los comportamientos de las personas son
un reflejo de sus verdaderos sentimientos. (¿Habrá que volverse quizá más
japonés, si vamos a actuar de modo inconsistente, para no vernos atormentados
por la disonancia cognitiva?). Los sentimientos de identificación con el grupo, por
supuesto, no se dan sólo en Japón. Otro experimento que relatan Cooper et al. se
refiere a la disonancia cognitiva experimentada en terceros—por vía de un
miembro del propo grupo. La gente con fuerte sentimiento de identificación al
grupo tiende a cambiar de ideas sobre una cuestión si se les informa de que un
miembro de su grupo la ha defendido en público. Podemos adelantar, sin
necesidad de acudir a experimentos, que la gente sin ideas formadas sobre una
cuestión también tenderá a asumir la línea defendida por su grupo sobre esas
ideas, y a formar así sus creencias al respecto, sin otra base que la solidaridad de
grupo. Así funcionan los partidos y partidillos, y así se impone por línea general la
línea del grupo por encima del (muchas veces inexistente) criterio personal. Aquí y
en Japón.
El corolario a extraer es que si vamos a actuar en grupo, y el grupo ha de ser
eficaz, será aconsejable que sus miembros no tengan muchas ideas propias, y que
si las tienen, no tengan mucho empacho en traicionar su propio criterio. Lo mejor
para el trabajo en equipo es esperar a recibir instrucciones sobre lo que hay que
pensar, para no tenernos que tragar nuestras propias opiniones, y sufrir
disonancia cognitiva—y emocional.
Totalitarismo, historia retroactiva y control interiorizado
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