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HERBERT GEORGES WELLS Y LA CIENCIA DE SU TIEMPO EN LA GUERRA DE LOS MUNDOS

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Resumen.-En su novela La guerra de los mundos (1898), H. G. Wells empleó los entonces novísimos conceptos de inmunidad, selección natural de las especies y eugenesia para explicar los sucesos que ocurren durante una invasión marciana a la Tierra. Los conceptos de biología y física mostrados en la novela, aunque muy básicos, fueron suficientes para crear una buena historia ficticia. Palabras claves: Novela, ciencia ficción, inmunidad, selección natural, eugenesia. Abstract.-In The War of the Worlds (1898), H. G. Wells used the new concepts of immunity, natural selection of species and eugenics, by then, in order to explain the facts that happened during a martian invasion to Earth. The shown concepts of biology and physics in the novel, despite of being too basics, were enough to create a good fictitious story. n 1898, H. G. Wells publicó su novela La guerra de los mundos. En esta los marcianos invadían la Tierra y causaban muchos destrozos materiales en la ciudad de Londres, además de acabar con numerosas vidas humanas. La tecnología de los humanos no estaba preparada para frenar la invasión marciana, pero sucedió algo inesperado: los marcianos empezaron a morir al ser invadidos por las bacterias terrestres. Las especies vivientes terrestres, a lo largo de muchos años, habían desarrollado las defensas que las hacían inmunes a dichas bacterias, pero ello no sucedió con los marcianos que sucumbieron fácilmente. Este y otros conceptos novísimos de las ciencias biológicas de la época fueron usados por Wells en su novela cuando recién se daban a conocer y cuando el común de las personas se enteraba de los avances científicos y tecnológicos a través de las novelas del género que, posteriormente, fue llamado de ciencia ficción. Hacia fines del siglo XIX, este género aportó mucho más que los mismos científicos en la difusión de la ciencia entre el vulgo y, además, previó el desarrollo de diversos instrumentos u objetos que muchos años más tarde serían una realidad.
HERBERT GEORGES WELLS Y LA CIENCIA DE SU
TIEMPO EN LA GUERRA DE LOS MUNDOS
OSCAR PAMO REYNA
Resumen.- En su novela La guerra de los mundos (1898), H. G. Wells
empleó los entonces novísimos conceptos de inmunidad, selección
natural de las especies y eugenesia para explicar los sucesos que
ocurren durante una invasión marciana a la Tierra. Los conceptos de
biología y física mostrados en la novela, aunque muy básicos, fueron
suficientes para crear una buena historia ficticia.
Palabras claves: Novela, ciencia ficción, inmunidad, selección
natural, eugenesia.
Abstract.- In The War of the Worlds (1898), H. G. Wells used the new
concepts of immunity, natural selection of species and eugenics, by
then, in order to explain the facts that happened during a martian
invasion to Earth. The shown concepts of biology and physics in the
novel, despite of being too basics, were enough to create a good
fictitious story.
Key words: Novel, science fiction, immunity, natural selection,
eugenics.
n 1898, H. G. Wells publicó su novela La guerra de los mundos. En
esta los marcianos invadían la Tierra y causaban muchos destrozos
materiales en la ciudad de Londres, además de acabar con numerosas
vidas humanas. La tecnología de los humanos no estaba preparada para
frenar la invasión marciana, pero sucedió algo inesperado: los marcianos
empezaron a morir al ser invadidos por las bacterias terrestres.
Las especies vivientes terrestres, a lo largo de muchos años, habían
desarrollado las defensas que las hacían inmunes a dichas bacterias, pero ello
no sucedió con los marcianos que sucumbieron fácilmente. Este y otros
conceptos novísimos de las ciencias biológicas de la época fueron usados por
Wells en su novela cuando recién se daban a conocer y cuando el común de
las personas se enteraba de los avances científicos y tecnológicos a través de
las novelas del género que, posteriormente, fue llamado de ciencia ficción.
Hacia fines del siglo XIX, este género aportó mucho más que los mismos
científicos en la difusión de la ciencia entre el vulgo y, además, previó el
desarrollo de diversos instrumentos u objetos que muchos años más tarde
serían una realidad.
El escritor inglés Herbert George Wells nació el 21 de setiembre de 1866
en Bromley, Kent, Inglaterra y murió el 13 de agosto de 1946 en Londres.
Estudió becado en la Normal School of Science de South Kensington, en
E
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Oscar Pamo Reyna
Londres, bajo la tutela del naturalista Thomas H. Huxley. Obtuvo el grado de
Bachiller en Ciencias en 1890 y trabajó como asistente escolar, tutor y
periodista hasta 1893 cuando decidió dedicarse enteramente al oficio de
escritor.
1
Entre su variada bibliografía - escribió más de 80 libros- destacaron las
obras en las que empleó diversos conceptos de la ciencia de su tiempo.
Precisamente, en su primera novela La máquina del tiempo (1895) abordó
dichos conceptos y tuvo mucho éxito. Después publicó otras como La isla del
doctor Moreau (1896), El hombre invisible (1897), La guerra de los mundos
(1898) y Las cosas del futuro (1933). Por esto, se le considera uno de los
iniciadores del género de la novela de ciencia ficción.
En 1903, perteneció a la Sociedad Fabiana, de ideas pacifistas y
socialistas, a la que también perteneció George Bernard Shaw, entre otros, y
de la cual se distanció en 1908 al no conjugar sus ideas con las de los demás
miembros. Wells sostenía que en lugar de ser un pequeño grupo de
intelectuales que discutía sobre socialismo sería mejor constituirse en un
grupo numeroso de activistas que ejerzan presión para lograr un verdadero
cambio social.
La guerra de los mundos es una novela relatada en primera persona y
ambientada en Londres del año de 1892. En ella, describe una invasión de los
marcianos a nuestro planeta con una tecnología tal que causa numerosas
pérdidas humanas y materiales. Sin embargo, el personaje central de la
novela encuentra que algo inesperado ha paralizado el descomunal avance
extraterrestre:
Un momento más y había trepado a la muralla
de tierra. Ya tenía a mi vista el enorme reducto.
Era un espacio muy grande y había en él
máquinas gigantescas, altas pilas de materiales
y extraños refugios. Y diseminados por todas
partes: algunos en sus máquinas de guerra
derribadas; otros en las máquinas de trabajo,
ahora inmóviles, y una docena de ellos tendidos
en una hilera silenciosa, se hallaban los
marcianos..., ¡todos muertos! Destruidos por las
bacterias de la corrupción y de la enfermedad,
contra las cuales no tenían defensas; destruidos,
como le estaba ocurriendo a la hierba roja;
derrotadosdespués que fallaron todos los
inventos del hombrepor los seres más humildes
1
Beresford, JD. H. G. Wells.
79
Herbert Georges Wells y la ciencia de su tiempo en la guerra de los mundos
que Dios, en su sabiduría, ha puesto sobre la
Tierra.
Había sucedido lo que yo y muchos otros
podríamos haber previsto si no nos hubiera
cegado el terror. Los gérmenes de las
enfermedades han atacado a la humanidad desde
el comienzo del mundo, exterminaron a muchos
de nuestros antecesores prehumanos desde que
se inició la vida en la Tierra. Pero en virtud de
la selección natural de nuestra especie, la raza
humana desarrolló las defensas necesarias para
resistirlos. No sucumbimos sin lucha ante el
ataque de los microbios, y muchas de las
bacteriaslas que causan la putrefacción en la
materia muerta, por ejemplono logran arraigo
alguno en nuestros cuerpos vivientes.
Pero no existen las bacterias en Marte, y no bien
llegaron los invasores, no bien bebieron y se
alimentaron, nuestros aliados microscópicos
iniciaron su obra destructora. Ya cuando los
observé yo estaban irrevocablemente
condenados, muriendo y pudriéndose mientras
andaban de un lado para otro.
Era inevitable. Con un billón de muertes ha
adquirido el hombre su derecho a vivir en la
Tierra y nadie puede disputárselo; no lo habría
perdido aunque los marcianos hubieran sido diez
veces más poderosos de lo que eran, pues no en
vano viven y mueren los hombres.
Aquí y allá se encontraban diseminados cerca de
cincuenta, en total, en aquel último reducto,
sorprendidos por una muerte que debe haberles
parecido incomprensible.
Para también resultó incomprensible su
muerte. Todo lo que supe fue que esos seres, que
habían sido tan terribles para el hombre,
estaban ahora muertos. Por un momento creí
que la destrucción de Senaquerib se había
repetido, que Dios habíase arrepentido, que el
Ángel de la Muerte los había matado durante la
noche.
2
Líneas arriba, se menciona a los gérmenes y las bacterias de la
enfermedad y de la putrefacción, de la resistencia de los humanos a las
bacterias y de que no había bacterias en Marte. Como vemos, Wells había
2
Wells, H.G. La guerra de los mundos (1898). Libro 2, capítulo 8: Londres muerta.
80
Oscar Pamo Reyna
recogido los conceptos que Pasteur y Koch venían desarrollando, a partir de
1868, sobre las bacterias como causantes de las enfermedades. Se vivía una
época en que los investigadores científicos estaban abocados a descubrir un
germen o microorganismo como causante de las diversas enfermedades que
asoló a las especies animales y vegetales a través de los tiempos. Y,
específicamente, se refirió a las bacterias de la putrefacción que, en la novela,
no producían daño a los humanos, pero sí a los marcianos. Normalmente
dichas bacterias no son lesivas a los organismos vivos en la medida de que no
exista un ambiente de anaerobiosis. Esto sucede, por ejemplo, entre otras
condiciones, cuando cesan las funciones vitales de un organismo; es decir,
cuando el organismo muere. Esto lo desconocía Wells y para él las bacterias
de la putrefacción también atacaron, simplemente, a los marcianos y los
aniquilaron. Sin embargo, para efectos del concepto que Wells quiso expresar
en su novela es suficiente que esto se entienda solo como bacterias.
En la versión en inglés del respectivo párrafo arriba citado, Wells empleó
el sustantivo inmune, o immune en inglés del siguiente modo:
But by virtue of this natural selection of our kind
we have developed resisting power; to no germs
do we succumb without a struggle, and to many-
those that cause putrefaction in dead matter, for
instance -our living frames are altogether
immune.
Wells empleó el adjetivo immune en el sentido de estar protegido contra
las bacterias o contra las enfermedades causadas por gérmenes, que fue el
concepto primigenio aplicado en biología.
Inmunidad deriva del latín inmunis, formado por la partícula negativa in y
munis, realizar servicios. Por tanto, etimológicamente significa estar
exceptuado o libre de realizar servicios u obligaciones. Esta palabra deriva
de un concepto jurídico-político del Derecho Romano y que se refiere a la
resistencia o protección que tenían ciertos individuos para ser exceptuados de
la obligación de realizar ciertas acciones, deberes o pagos.
3
A partir de 1868, inmunidad fue empleada como metáfora para explicar el
efecto protector de las vacunaciones de Pasteur. Así, al estar vacunado se
está exceptuado o libre de ser afectado por la enfermedad. Y, también fue
aplicado cuando se hizo referencia a la resistencia natural o adquirida de un
organismo ante ciertos microorganismos. Esta fue la idea que Wells recogió y
plasmó en su novela.
La manera cómo se emplea actualmente la metáfora inmunidad en
biología ha excedido su significado inicial porque se le considera como una
3
Cohen, Ed. Metaphorical Immunity: A Case of Biomedical Fiction.
81
Herbert Georges Wells y la ciencia de su tiempo en la guerra de los mundos
función necesaria de un organismo para su supervivencia. Inmunidad viene a
ser la capacidad de un organismo de rechazar a sustancias y células extrañas.
Este rechazo puede ser inespecífico en un primer momento y altamente
especifico después al ser mediado por una respuesta humoral o de anticuerpos
(linfocitos B) o mediante células (linfocitos T).
En 1898, cuando Wells escribió La guerra de los mundos solo se conocía
el efecto benéfico de la vacunación, pero no se comprendían sus mecanismos
íntimos. En 1882, el ruso Elie Metchnikoff (1845-1910) había presentado sus
observaciones sobre la fagocitosis, pero apareció la teoría humoral como
principal mecanismo de defensa de los organismos vivientes. El germano
Emil von Behring y el japonés Shibasaburo Kitasato experimentaron con
caballos inyectándoles toxoides diftérico y tetánico. Semanas más tarde, se
recuperaba el suero del caballo rico en antitoxinas y de esta manera se
transfería la inmunidad a los recipientes de dicho suero. Así, desarrollaron el
concepto de antitoxina y, posteriormente, otros investigadores contribuyeron
con lo que se conoció como aglutininas, precipitinas, hemolisinas, opsoninas,
y complemento. En 1891, Paul Ehlich acuñó el término de antikörper y,
precisamente, fue él un gran defensor de la teoría humoral especialmente con
el concepto de las cadenas laterales que desarrolló a partir de 1897.
4
Muerto Metchnikoff, en 1916, su teoría fagocítica cedió posiciones ante
la abrumadora teoría humoral. Por supuesto que hubo investigadores que
defendieron ambas teorías como mecanismos de defensa ante los
microoganismos invasores. La conciliación de las dos teorías (fagocítica y
humoral) se inició con los trabajos de Almroth Wrigtht y Stewart R. Douglas,
quienes en 1904 descubrieron las opsoninas, que son anticuerpos presentes en
los sueros de animales inmunizados y que se unen a la superficie bacteriana
favoreciendo la fagocitosis por los leucocitos.
5
Recién partir de 1959, se
desentrañó la estructura de gammaglobulina de los anticuerpos y en esa
década se reconoció que los linfocitos B eran las células responsables de la
respuesta inmune específica humoral y que los linfocitos T lo eran de la
respuesta inmune tardía o celular, quedando la fagocitosis como una
respuesta primaria e inespecífica.
Wells desconocía los detalles de los nuevos conceptos científicos de la
época y, muy probablemente, no distinguió las teorías fagocítica y humoral y
solo se limitó a hablar de una resistencia o inmunidad contra las bacterias de
manera indeterminada. También mencionó en su novela que la inmunidad
ante las bacterias desarrollada por los humanos se debía a la selección natural
y que esto no solo ocurrió con los humanos, sino también con las especies
vegetales. Así, en la novela, el personaje principal se dio cuenta de que la
hierba roja marciana, que también crecía desmesuradamente, empezó a morir
4
Ramos-Bello, Dolores y Llorente, Luis. Cincuentenario del descubrimiento de la estructura
química de los anticuerpos.
5
Bibel, Debra Jan (Ed.). Milestones in immunology.
82
Oscar Pamo Reyna
por la acción de las bacterias, antes de que ejercieran su acción deletérea
sobre los marcianos:
Ahora me encontré con un montón de escombros,
sobre el cual se extendía una multitud de plantas
rojas que parecían cactos y llegaban hasta la
altura de la rodilla. La vegetación terrestre no le
disputaba la posesión del terreno. Los árboles
próximos estaban muertos; en los más lejanos
que una serie de tallos rojos cubrían los troncos
y ramas.
6
Al encontrar agua, esta extraordinaria
vegetación se tornaba gigantesca y adquiría una
fecundidad notable. Sus semillas llegaron hasta
el Wey y el Támesis, y la titánica planta, que
crecía con tanta rapidez, ahogó de inmediato a
ambos ríos.
En Putney, como lo comprobé después, el puente
estaba cubierto por completo por esa hierba, y
también en Richmond se vertían las aguas del
Támesis en un amplio lago, que cubría las
campiñas de Hampton y Twickenham. Al
extenderse las aguas, la hierba las seguía, hasta
que las villas en ruinas del valle del Támesis
estuvieron por un tiempo perdidas en medio de
un pantano rojo cuyas márgenes exploré, y
gran parte de la desolación causada por los
marcianos quedó así oculta.
Al fin, sucumbió la hierba roja con tanta rapidez
como se extendió. Fue presa de una enfermedad
debida a la acción de ciertas bacterias. Ahora
bien, por obra de la selección natural, todas las
plantas terrestres han adquirido una resistencia
especial contra las enfermedades de ese tipo;
jamás mueren sin defenderse. Pero la hierba
roja se pudrió como algo ya muerto. Perdió el
color y fue encogiéndose y tornándose
quebradiza. Se rompía al tocarla, y las aguas,
que estimularon su crecimiento, se llevaron sus
últimos vestigios hacia el mar.
7
Como podemos observar, Wells menciona a la selección natural tanto de
los humanos como de las plantas terrestres que los ha tornado inmunes a las
bacterias. Por supuesto que, en esa época estuvo muy de moda la teoría de la
6
Wells, H. G. Op. Cit. Libro 2, cap. 5: El silencio.
7
Idem. Cap. 6: Después de quince días.
83
Herbert Georges Wells y la ciencia de su tiempo en la guerra de los mundos
selección natural de Darwin y Wallace, dada a conocer en 1858, como
mecanismo evolutivo de las especies, concepto que Wells debió recoger de su
profesor el doctor Huxley, quien a la postre sería el biólogo más darwinista
después de Darwin.
Este fue el otro aspecto importante a considerar son los conceptos
eugenésicos derivados de la teoría darwiniana de la selección natural como
mecanismo evolutivo aplicado a la especie humana. En efecto, la teoría
darwiniana tuvo hondas repercusiones en las concepciones sobre la estructura
de las sociedades humanas. El darwinismo social, desarrollado por Herbert
Spencer, intentó aplicar a la sociedad las ideas de la lucha por la existencia y
de la supervivencia de los más aptos. De esta manera, se interpretaba la
dinámica y la evolución de la sociedad industrial a partir de las reglas que,
según la teoría darwiniana, rigen la evolución de las especies. Se consideró
que las especies animales y las sociedades humanas respondían exactamente
al mismo mecanismo, concebido como una lucha despiadada y sin cuartel en
la que los más débiles sucumbían inexorablemente frente a los más fuertes y
aptos.
8
La teoría darwiniana también dio lugar a que Francis Galton (1822-1911),
quien creó el término eugenesia en 1883, desarrollara su doctrina eugenésica
que en su forma positiva propugnaba fomentar la procreación de los mejores
dotados y en su forma negativa pretendía impedir o reducir la procreación de
los grupos inferiores o débiles o, simplemente, eliminarlos. Wells deja
traslucir claramente esta última postura en boca del protagonista de la novela
en el siguiente párrafo:
Los que estén con nosotros deberán obedecer
órdenes. También tendremos mujeres sanas y
fuertes; madres y maestras. Nada de damas
delicadas y estúpidas. No queremos débiles y
tontos. La vida vuelve a ser vida verdadera y los
inútiles y torpes deben desaparecer. Deberían
estar dispuestos a morir. Al fin y al cabo, sería
desleal que siguieran viviendo para contaminar
la raza. Por otra parte, no podrían ser felices.
9
Wells había sido impregnado de las ideas darwinistas en el college y se
había convertido en ateo. También abrazó los principios eugenésicos
negativos que más adelante expuso abiertamente en su exitosa obra de no-
ficción Anticipations en 1901.
10
8
Soutullo, Daniel. Evolución y Eugenesia.
9
Wells, H. G. Op. Cit. Libro 2, cap. 7: El hombre de Putney Hill.
10
Bergman, Jerry. H.G. Wells: Darwin’s disciple and eugenicist extraordinaire.
84
Oscar Pamo Reyna
El astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli (1836-1910), durante sus
observaciones al planeta Marte entre 1877 y 1878, describió unas sombras
longitudinales que consideró como canali -plural de canale- en su creencia de
que se trataba de surcos por donde alguna vez debió correr, o aún corría,
agua. Cuando su publicación se tradujo al inglés, canali fue traducido como
canals en lugar de channels. Canals significa ductos o surcos artificiales que
sirven para llevar agua o para navegar; en cambio, channels indica ductos
naturales por donde discurre agua. Canals supone una intervención hecha por
alguien.
11
Esta distinción no existe en el idioma español. Por tanto, al
difundirse la idea de los canals fue muy fácil para el imaginario popular y
aún para los astrónomos aficionados de la época asumir que existieron o
existían seres en Marte, los marcianos, quienes debieron haber construido
dichos canals.
Wells debió conjugar esta creencia, la de la existencia de los marcianos,
con otros conceptos que también repercutían en la prensa como el relativo a
la selección natural de las especies y a la inmunidad. A partir de una base
científica, Wells propuso argumentos fantásticos, pero siempre verosímiles
que fueron entendidos por varios de sus primeros críticos como un rechazo
del espíritu imperialista, autocomplaciente y altivo. Sus historias fueron para
ellos premonitorias: anunciaban el fin de la época victoriana y del falso
sentido de seguridad de las clases adineradas. Wells desplegó ante ellos la
visión del mundo del día después de la fiesta, aquello que les esperaba si no
cambiaban las condiciones presentes.
12
Podríamos decir que Wells fue un fenómeno de fin de siglo época en la
que había muchas premoniciones respecto de que en un futuro cercano las
catástrofes acabarían con nuestro mundo. Los científicos de fines del siglo
XIX estuvieron casi convencidos de que había vida en Marte. El astrónomo
norteamericano Percival Lowell, en su observatorio de Arizona, creyó ver, y
mapeó, unos 2000 canales en la superficie marciana, que era muy árida, y
supuso que el agua de los polos debió fluir hacia las ciudades del Ecuador por
dichos canales y también supuso la existencia de una antigua civilización
marciana en un planeta agonizante.
Alfred Russell Wallace, co-descubridor de la teoría de la selección natural
de las especies con Darwin, se opuso tenazmente a semejante aseveración y
lo hizo con argumentos científicos. En 1907, Wallace escribió el opúsculo ¿Is
Mars Habitable? (¿Es Marte habitable?) para criticar las ideas de Percival
Lowell sobre que los canales de Marte habían sido construidos por seres
inteligentes. Así, cálculos mediante, sostuvo que el análisis espectroscópico
de la atmósfera marciana no revelaba la presencia de agua, que la presión
atmosférica era muy baja como para permitir el agua en estado líquido, que la
superficie marciana debió ser demasiado fría como para que el agua fluyera
11
Tenn, Joseph S. y Giovanni Virgilio Schiaparelli. The Fourth Bruce Medalist.
12
Manguel, Alberto. Casandra en Inglaterra: la visión profética de H. G. Wells.
85
Herbert Georges Wells y la ciencia de su tiempo en la guerra de los mundos
en canales y que los polos marcianos estarían congelados en lugar de
contener agua líquida.
13
En realidad, como se confirmó poco después,
excepto por algunos accidentes naturales, casi todos los canales de Lowell
fueron producto de su imaginación.
Como sucede con la crítica literaria, la obra de Wells, en especial La
guerra de los mundos, ha sido analizada desde otras perspectivas, que
considero válidas también. Así, se ha dicho que Wells utilizó la literatura
fantástica y la ciencia ficción para criticar acremente a la sociedad de finales
del siglo XIX y principios del XX, que más que pensar en avances
tecnológicos revolucionarios o en estimular la imaginación de sus lectores a
la manera de Verne quiso retratar la increíble falta de cohesión y empatía con
las que viven los seres humanos, que la invasión de los marcianos a la Tierra
refleja en más de un sentido la invasión que los humanos han hecho del
espacio vital de otras especies animales y vegetales y que más allá de un
sentido ecológico dicha novela mostró la fragilidad de todo ecosistema y de
todo grupo que se asume invulnerable, al descubrir la mezquindad y la gran
falta de civilidad de la mayoría de las personas frente a una catástrofe.
14
Se
dice que empleó una alegoría en la que precisamente Londres, la cabeza del
imperialismo victoriano, es destruida por una fuerza superior de la misma
manera en que ella lo hacía con las civilizaciones aborígenes de ultramar y
que el hecho que las bacterias aniquilaran a los marcianos, en la novela, fue
una muestra de cómo la humildad es superior a la prepotencia.
15
Se ha dicho, además, que en La guerra de los mundos, Wells predijo el
rayo láser y el tanque de guerra. En realidad, Wells debió tener muy pocos
conocimientos de física. Los marcianos, en la novela, aterrizaron en
vehículos que impactaron en la superficie terrestre como si fueran enormes
balas huecas. Wells no consideró que la fricción atmosférica hubiera
desintegrado dichas cápsulas a su ingreso en la Tierra y que si hubieran
sobrepasado esta barrera, a la velocidad que caían, habrían impactado de tal
manera que la naves se habrían destruido con todos sus ocupantes. Sería el
llamado rayo calórico, que ha sido comparado con el láser, pero la
descripción dista mucho de este. Podría pensarse también que tuvo su
inspiración en los rayos X que Roentgen había descubierto poco antes, en
1895, pero estos no destellan cuando se disparan ni tienen tanta carga calórica
para achicharrar a los cuerpos dado que a mayor energía, atraviesan los
cuerpos. La descripción que hizo Wells de los rayos calóricos nos recuerda a
la luz solar concentrada con espejos que Arquímedes de Siracusa (Circa 287
a. C.-Circa 212 a. C.) fabricara para quemar las velas de las naves romanas.
Así:
13
URL disponible en: http://web2.wku.edu/~smithch/wallace/S730.htm (Consulta: 10-12-09).
14
Piña, Gerardo. Herbert George Wells y el futuro del siglo XIX.
15
Uceda, Miguel. La guerra de los mundos, cien años después.
86
Oscar Pamo Reyna
Muchos opinan que en cierto modo pueden
generar un calor intensísimo en una cámara
completamente aislada. Este calor intenso lo
proyectan en un rayo paralelo por medio de un
espejo parabólico de composición desconocida,
tal como funcionaba el espejo parabólico de los
faros. Pero nadie ha podido comprobar estos
detalles. Sea como fuere, es seguro que lo
esencial en el aparato es el rayo calórico. Calor
y luz invisible. Todo lo que sea combustible se
convierte en llamas al ser tocado por el rayo: el
plomo corre como agua, el hierro se ablanda, el
vidrio se rompe y se funde, y cuando toca el
agua, ésta estalla en una nube de vapor.
16
Por otro lado, los considerados prototipos de tanques de guerra por
algunos no se habrían sostenido por el peso sobre las larguísimas patas
metálicas que los convertían en trípodes aparte de las interrogantes sobre su
estructura mecánica y motriz:
Era un trípode monstruoso, más alto que muchas
casas, y que pasaba sobre los pinos y los
aplastaba en su carrera; una máquina andante
de metal reluciente, que avanzaba ahora por
entre los brezos; de la misma colgaban cuerdas
de acero articuladas y el ruido tumultuoso de su
andar se mezclaba con el rugido de los truenos.
Visto de más cerca, el artefacto resultaba
increíblemente extraño, pues noté entonces que
no era un simple aparato que marchara a ciegas.
Era, sí, una máquina y resonaba metálicamente
al avanzar, mientras que sus largos tentáculos
flexibles (uno de los cuales asía el tronco de un
pino) se mecían a sus costados. Iba eligiendo su
camino al avanzar y el capuchón color de bronce
que la remataba se movía de un lado a otro
como si fuera una cabeza que se volviera para
mirar a su alrededor. Detrás del cuerpo
principal había un objeto enorme de metal
blanco, como un gigantesco canasto de
pescador, y un humo verdoso salía de las
uniones de los miembros al andar el monstruo.
17
16
Wells, H. G. Op. Cit. Libro 1, cap. 6: El rayo calórico en el camino de Chobham
17
Idem. Libro 1, cap. 10: Durante la tormenta.
87
Herbert Georges Wells y la ciencia de su tiempo en la guerra de los mundos
Conclusión
La guerra de los mundos es una novela escrita hacia fines del siglo XIX
en la que H. G. Wells recogió los entonces nuevos conceptos de biología
como la inmunidad o resistencia a las bacterias, la selección natural de las
especies y la eugenesia negativa para recrear el hecho de que la especie
humana logró sobrevivir a un feroz ataque de marcianos tecnológicamente
superiores, pero sin las defensas naturales necesarias para defenderse de las
bacterias comunes que conviven con nosotros. De otro lado, la descripción de
la tecnología marciana supone un desconocimiento de la física y mecánica de
la época.
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(URL disponible en: http://www.librodot.com) y versión en inglés (URL
disponible en: http://www.planetpdf.com)
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La identificación de la propiedad antitóxica del suero en 1890 por Emil von Behring y la introducción del término �Antikörper� por Paul Ehrlich en 1891 para referirse a uno de los mecanismos de defensa más relevantes del sistema inmunitario adaptativo, es decir, los mediadores de la respuesta inmunitaria humoral, marcan el inicio de la etapa de la inmunología moderna. La estructura en �Y� fue descrita hace cincuenta años por Gerald M. Edelman y Rodney R. Porter. Así, al cumplirse el cincuentenario de la descripción de la estructura química de los anticuerpos, consideramos oportuno no dejar pasar inadvertido el hecho a través de una breve remembranza y la revisión de dichos hallazgos.
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Derived from Roman law, for more than two thousand years, immunity served almost exclusively as a juridico-political concept that modulated the criteria of inclusion and exclusion determining how citizens became subjects of European nation-states. However, once introduced into bio-science in the wake of—and as an explanation for—Pasteur's vaccination experiments, biological "immunity" began to be used to describe a "natural" and necessary function of complex organisms. Today when we use the metaphor immunity to refer to organismic "self-defense," we usually ignore the political and legal history that the concept necessarily incorporates. By first considering the creative role that metaphor plays in bio-science generally and then specifically considering the historical residue that the concept of immunity has accreted throughout its long history, this essay suggests that the biological phenomena currently encompassed by the term "immunity" may exceed, or even contradict, the metaphor that we use to make sense of them.