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Boletín Informativo Techint 336
Las persistentes subas de precios de los productos primarios
reavivó el debate sobre el diálogo económico entre las denominadas actividades
primarias y el resto de la economía. Mayores ingresos comerciales sustentados
por el dinamismo agrícola afectan el nivel cambiario y con ello la competitividad
de otros sectores de la economía, instalando nuevamente el tema de los efectos
de la denominada enfermedad holandesa. En el artículo original Corden y Neary
(1982) sostienen que una economía abierta y pequeña que descubre un recurso
natural y lo incorpora masivamente a su economía altera el tipo de cambio de
equilibrio hacia niveles incompatibles con las productividades de los restantes
sectores afectando con ello y bajo determinadas condiciones, ciertos equilibrios
sociales (especialmente el nivel de ocupación). La enfermedad deviene cuando la
industria –responsable de buena parte del empleo– no puede soportar el nuevo
nivel cambiario y, en su declinación, afecta negativamente la tasa de empleo (que
no es compensada por el resto de los sectores).
Roberto Bisang es Profesor en
las universidades de Buenos
Aires y General Sarmiento
Roberto Bisang
Agro y recursos naturales en la Argentina:
¿enfermedad maldita o desafío a la
inteligencia colectiva?
64 Septiembre | Diciembre 2011
[ 1 ] De ser así, se trataría de
un cambio en la asignación de
recursos entre actividades –con el
consecuente impacto estructural–
y las necesarias precauciones
en materia de políticas públicas
referidas a la transición hacia un
nuevo perfil productivo.
El caso argentino invita a revisar el tema; el despegue agrario –insinuado desde
mitad de los años 80 y confirmado a lo largo de las últimas dos décadas– se tradu-
jo en un salto exportador sustentado inicialmente en crecientes volúmenes y más
recientemente, en mayores precios. Su contribución al balance comercial desplazó
temporalmente –junto a otros pocos sectores– la restricción externa a la vez que
comenzó a alertar sobre los (previos) niveles de equilibrio del tipo de cambio
(variable sensible en el esquema de protección industrial, donde las restricciones
masivas al comercio –arancelarias y de otros tipo– están siendo crecientemente
cuestionadas a nivel internacional).
En el caso bajo análisis, el dinamismo productivo, a su vez, se sustenta en un
cambio en la estructura de producción que replantea el aporte de las actividades
renovables que usan al suelo como base (el agro) al resto de la economía en mate-
ria de ocupación y efecto multiplicador. O sea, se trata de analizar un proceso de
cambio estructural en una actividad que gana competitividad internacional y a la
que además se le suma un desplazamiento en la demanda (externa e interna) con
el consecuente impacto en precios.
Se sostiene que el boom exportador de estas actividades responde a un incipiente
cambio en el paradigma productivo del uso de los recursos naturales no exento
de una alta cuota de innovaciones –técnicas y organizacionales– a las cuales la
Argentina accede, adapta y adopta tempranamente. Más que shock asociado al des-
cubrimiento de un recurso adicional, la situación parece enmarcarse en un cambio
estructural que replantea los impactos de estas actividades sobre el conjunto de
la economía; invita a repensar a las producciones con base en el uso de la tierra
como una industria a cielo abierto, que bajo ciertas condiciones, puede morigerar
y/o resarcir, los eventuales efectos negativos de la enfermedad holandesa1. El recien-
te dinamismo que caracteriza al balance externo de la actividad responde, en
gran medida, a tales cambios técnicos que se reflejan en saltos de productividad;
los incrementos de precios, posteriores a la puesta en marcha del nuevo modelo
productivo, reforzaron su dinámica y si bien generan un excedente que presiona
sobre el nivel previo de equilibrio cambiario, no necesariamente se manifiesta en
síntomas negativos de la antes citada enfermedad.
1. El escenario. Las producciones renovables asociadas al uso de la tierra se
han revalorizado. Si bien históricamente éstas fueron el centro de atención de
los autores económicos clásicos, las distintas ondas de la denominada revolu-
ción industrial habían desplazado a un segundo plano lo agrícola; en su lugar se
instituyó a la industria como motor cuasi exclusivo del desarrollo y vector de la
generación y difusión de la tecnología. Más recientemente y de la mano de las nue-
vas tecnologías –particularmente de la biotecnología– las producciones agrícolas
comenzaron a ocupar lugares relevantes en las agendas de las políticas públicas y
de los negocios privados (Freeman C. y Pérez C., 1984; Pérez C., 2010).
El recobrado protagonismo responde a un doble juego de causas. Existe, desde
años recientes, una mayor presión de demanda que responde a distintas razo-
nes: i) los crecientes requerimientos de más y mejores alimentos asociados a la
evolución positiva de los ingresos de países (masivos) en vías de desarrollo; ii)
el uso de granos (y otros vegetales) para la producción de biocombustibles; iii) la
biomasa como base de desarrollo de las industrias químicas (desde los bioplásticos
hasta la segunda generación de biocombustibles); iv) el uso especulativo de estos
bienes como reserva de valor a futuro. En contrapartida, las condiciones especí-
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Boletín Informativo Techint 336
[ 2 ] Definida como un conjunto
de actividades interrelacionadas
a través de una estructura de
gobernación, desarrolladas por
distintas unidades económicas
independientes y en diversos
espacios físicos pero con una (o
varias) coordinación(es), ya sea
por inducción y/o control de las
diversas formas de capital –físico,
financiero, tecnológico–.
ficas de esta actividad (basada en el uso de la tierra, sujeta a tiempos biológicos
no controlables por parte del hombre, demandante de complejas infraestructuras)
conllevan un comportamiento menos dinámico por parte de la oferta. El resultado
económico de esta dinámica –una demanda acelerada presionando sobre recur-
sos acotados– es palpable: el incremento en los precios de estos productos (por
encima de los índices generales) (Leibtag E., 2009), la revalorización (mundial) del
precio de la tierra, las presiones por el patentamiento de los eventos biológicos, las
alianzas/fusiones/absorciones de las empresas químicas con las dedicadas a la
producción de semillas y la biotecnología y una reducción en los stocks mundiales
de seguridad alimentaria.
Estas circunstancias sustentan modificaciones estructurales –tanto locales como
internacionales– que avalan la idea de un cambio en los fundamentos del mercado.
El Gráfico 1 ilustra al respecto.
Emulando lo ocurrido en décadas previas a nivel industrial, las actividades aso-
ciadas con el uso de la tierra van camino a conformar cadenas globales de valor
–CGV–2 (Gereffi G., Humphrey J. y Sturgeon T. 2005; Humphrey J. y Memedovic
O. 2006; Bijman, et al. 2006). En este contexto, se incorporan nuevos países (China
e India como demandantes relevantes; parte de Europa del Este y Africa como
oferentes de tierras cultivables), agentes económicos (los supermercados globales,
certificadores, cadenas de hoteles restaurantes y empresas de catering, producto-
res de biocombustibles), proveedores de tecnologías (del ámbito industrial) para
Fuente: Elaboración propia
Gráfico 1. Cambios estructurales en la agroindustria mundial
G
l
o
b
a
l
M
e
r
c
a
d
o
A
l
i
m
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t
o
s
I
n
d
u
s
t
r
i
a
DPI Reg. de la Competencia
Agro
Logística y Transporte
Transporte multimodal
OGM Otros
Biocombus-
tibles
Empresas industriales
proveedoras de insumos
Cooperativas
globales
Demanda
alimentos
Urbani-
zación Bio
fábrica
Enzimas Otros
Servicios
Marcas
propias
Fazon
Ind
Normas
Procesos
Procesos
de prod.
Marcas
Técnicas
Industria
Bloques de países
Marco Regulatorio (¿Global?)
Contexto Macroeconómico
Supermercados
globales
Hoteles,
Restaurantes,
Catering
Empresas
transnacionales
de alimentos
Empresas
agrícolas globales
Fondos de
inversión
Otros
Países con
fronteras expandibles
Ex URSS Otros
Demandas de
países emergentes
China India
Otros
66 Septiembre | Diciembre 2011
el agro y la agroindustria; la diferenciación de los productos finales crece a la vez
que los derechos de propiedad intelectual se vuelven críticos; conductualmente,
se torna relevante la identificación de las empresas que ejercen la coordinación
global de las operaciones (nuevo rol de empresas multinacionales y/o cooperativas
globales) y el perfil de las regulaciones públicas (ahora en un contexto ampliado).
A partir de estos cambios estructurales y como respuesta a estas demandas por
más y mejores productos y ante la restringida cantidad de tierras existentes ope-
rativas a corto plazo, las innovaciones en materia agraria y pecuaria evidencian
un marcado dinamismo. Sustentándose estas producciones en organismos vivos
–desde la tierra a los animales– el avance que implica la biotecnología crecien-
temente reposiciona a las producciones relacionadas con el uso de la tierra en
el epicentro de la revolución tecnológica en curso. Revaloriza, en otro orden, los
desarrollos evolutivos previos en materia genética y, en general, la biodiversidad
como recurso natural pasible de transformarse en recurso económico.
Desde la perspectiva de un país como la Argentina con una economía muy empa-
rentada con estas producciones el tema no es neutro. Estas actividades son claves
en la economía desde el punto de vista del comercio exterior (ergo sobre el tipo
de cambio), fiscal, ocupación, distribución geográfica de la actividad económica y
distribución del ingreso (los bienes salarios).
Diversos trabajos dan cuenta que, a diferencia de lo ocurrido a lo largo de la
revolución verde –adoptada imperfecta y tardíamente por la sociedad local– en la
actual revolución biológica el país se encuentra entre sus líderes (Reca L., et al. 2010;
CASAFE, 2010; Vilella F., et al., 2010; Trigo y Villareal 2010, Bisang R. et al., 2008).
Las tasas de adopción de las nuevas tecnologías (semillas genéticamente modifica-
das –GM–, proceso de siembra directa –SD–, agricultura de precisión y otros) y las
evoluciones de los rendimientos físicos indican un cierre en la brecha productiva
previa e incluso la presencia de estándares compatibles con las mejores prácticas
internacionales.
Desde esta realidad la maldición/bendición de los recursos naturales y/o el tema
de la enfermedad holandesa caben ser re-examinados desde dos perspectivas (que
son el objeto de este trabajo).
La primera de ellas se refiere a que el salto en productividad de estas actividades
no responde exclusivamente a un descubrimiento y adición repentino de un recurso
preexistente en la naturaleza sino más bien a un salto tecno-productivo enmarca-
do en la denominada revolución biotecnológica en el marco de un sendero de largo
plazo. Si existe una ampliación en la dotación de recursos –de hecho se suman
alrededor de 10 millones de hectáreas a la agricultura– ello responde a un pro-
ceso innovativo deliberado que (puede) conlleva(r) la transformación de recursos
naturales de libre acceso a recursos económicos de alto valor. A partir de esta base
opera el desplazamiento (mas rápido aún) de la demanda externa –por efecto de
mayores y mejores alimentos y, fundamentalmente, del uso para biocombustibles–
que se traduce en un aumento en los precios internacionales.
La segunda es que en dicho proceso tiende a modificar el concepto de agricultura y
ganadería –desde un mecanismo de reproducción simple a otro de transformación
de energía a cielo abierto de alta sofisticación–; este cambio de paradigma replantea
necesariamente el efecto de estas actividades sobre el resto de la economía.
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Boletín Informativo Techint 336
[ 3 ] El pasaje de la agricultura
primaria a la actualidad fue un
largo proceso evolutivo cuyos
rasgos obviamos en pro de
centrarnos en el salto que implica
el modelo que actualmente se
encuentra en desarrollo.
En otros términos, la agricultura y lo pecuario tuvieron, en el caso argentino de
las últimas décadas, un salto tecnológico que cierra la brecha internacional y, en
simultáneo, se despega –en productividad– del resto de los sectores productivos.
Este cambio de enfoque técnico y organizacional en las producciones asociadas
con el uso de la tierra y otros recursos naturales, complejiza la producción y obli-
ga a re-examinar el rol de lo primario enfocándolo como una industria (dado que
transforma energía e insumos) a cielo abierto.
2. Agricultura y otras actividades aguas abajo: De la reproducción simple a una
industria de transformación de energía a cielo abierto. Históricamente la agricul-
tura fue una actividad de reproducción simple. Se trató de aprovechar el suelo como
sustrato de reproducción de semillas a las que se accedía libremente y se mejoraba a
través de un proceso de selección natural basado en la observación y en la prueba y
el error; algo similar acontecía con la ganadería, donde la transformación provenía de
animales domesticados capaces de transformar vegetales (el pasto) en leche y/o carne.
En este esquema, el tiempo de la actividad no es controlado por el hombre sino por
la naturaleza (los ciclos) y la productividad quedaba fuertemente acotada al clima3.
Contemporáneamente, el modelo tecno-productivo está modificándose no sólo
por cambios en la mecanización –bajo el influjo de la aplicación de la electrónica a
las bases de maquinarias previas–, sino fundamentalmente por la aplicación de la
biotecnología sobre las semillas y los reproductores animales. Coincidentemente,
las crecientes presiones sobre el suelo a partir de su uso constante (y expansiones
hacia superficies más frágiles) alertaron tempranamente sobre su conservación;
ello, sumado a la presión de los oferentes de algunos insumos industriales, derivó
en la puesta en marcha comercial de nuevos procesos de implantación; algo simi-
lar fue ocurriendo con el sistema masivo de alimentación de animales (del pasto a
los granos y los suplementos).
Ello ha llevado a repensar el primer paso del proceso consistente en la transforma-
ción de la energía y otros insumos en granos. El Gráfico 2 ilustra sobre el particular.
Fuente: Elaboración propia
RN
+ + =
Agua
lluvia
acuíferos
riego
Luz
clima
Gas y
Petróleo
Proceso
Arado SD Variedades Genes
Industria
Herbicidas
fertilizantes
Paquete
tecnológico
Tierra cultivable Otros
Minerales
Semilla Granos
Tecnología Evolución
“Manejo de ambiente”
Recurso Económico
Gráfico 2. Cadena de transformación de energía (Fase I)
Sustrato rocoso
Minerales
Bacterias
Virus
Otros
seres vivos
68 Septiembre | Diciembre 2011
[ 4 ] Los análisis sobre la relación
entre innovaciones y desarrollo
en materia agraria son de larga
data y se emparentan con la
resolución del problema del
hambre. Un fuerte impulso
recibieron a mediados del siglo
pasado en base al impacto de la
mecanización y otras tecnologías
sobre la productividad del agro
(Schultz, 1979; Hayami Y. and
Ruttan W, 1971; Griliches, 1968);
más recientemente los análisis
tienden a revalorizar los impactos
de las tecnologías asociadas con
la evolución genética de cultivos y
animales (Olmstead A. and Rhode
P. 2008).
[ 5 ] El secuenciamiento de los
genes de una semilla permite
conocer las par tes y piezas de
estas máquinas; un paso posterior
es identificar la forma en que
cada gen o conjunto de genes
expresa una característica (o sea
la función que tiene en la máquina)
y por último resta conocer cómo
interactúa el conjunto de genes y
sus expresiones bajo condiciones
de ambientes variables. A
diferencia de un bien de capital
convencional, en el caso de las
semillas y los reproductores, las
partes y piezas y sus funciones
ya están prediseñadas por
la naturaleza; las técnicas
transgénicas permiten introducir
vía manipulación genes (partes
y piezas) provenientes de otras
especies (máquinas); mientras
que la novel cisgenia apunta a
modificar el funcionamiento e
interacciones de las partes y
piezas originales.
En un extremo existen recursos de libre disponibilidad –agua, luz, clima– que inter-
actúan con el suelo en el desarrollo de las plantas (cultivos); otros –como gas y
petróleo– si bien no son de libre disponibilidad, también preexisten en la naturaleza.
El suelo (la tierra), lejos de considerarse un factor fijo, se conforma por un basamento
sólido, un conjunto de minerales que le dan cobertura y una amplia variedad de
microorganismos (en un sentido amplio), que se encuentran en constante evolución
(Hartemink A. 2007). “El suelo es una formación de origen natural que se halla en la
intersección de la litósfera, hidrósfera, biosfera y atmósfera. Resulta del accionar de elementos
ambientales, esencialmente clima, biota, roca y geoforma, y aún de la actividad antrópica.
Posee constituyentes minerales y orgánicos...” “Así el suelo contiene vida en su superficie
y en su seno, y en tal sentido es un sistema viviente, y a pesar de que no se reproduce ni
multiplica y que carece de genes, suele evolucionar y registrar herencias” (Panigatti, 2011).
Expresado de esta forma, el desafío es desarrollar semillas que mejor interactúen
con este sustrato evolutivo (el suelo). Nótese que no existen climas ni suelos con
características idénticas; por el contrario tienen fuertes especificidades locales,
abriendo con ello a la necesidad de la innovación localizada y al aprendizaje cons-
tante de su conducta (dado que como todo ser vivo es pasible de evolucionar).
En este plano y habiéndose escindido décadas atrás, la producción de semillas
(a manos de empresas especializadas) de la de granos (los productores), esta
actividad se vuelve altamente compleja a medida que se buscan mayores rendi-
mientos y/o el destaque de ciertos contenidos. Conceptualmente una semilla es
un símil de una máquina que transforma luz y nutrientes (existentes en estado
natural o previamente manufacturados) en... más semillas (granos); el mecanismo
de funcionamiento está codificado en sus genes, como también su velocidad de
transformación. La transformación de energía en granos dependerá de tales meca-
nismos internos y de su interacción con el ambiente y el suelo que la contiene. O
sea, se trata de una máquina de alta complejidad cuya productividad es pasible de
investigación y desarrollo. ¿Cómo es la eficiencia de tales máquinas biológicas? Y
¿cómo ello se traduce en desarrollo?
La pregunta, que no es nueva, recientemente despabiló el interés de los científicos,
desperezó a los innovadores e interesó a los empresarios4.
El paso inicial fue el proceso de recolección (domesticación) de vegetales (anima-
les) a partir de la biodiversidad existente. Posteriormente el modelo de mejoras
se sustentó en las actividades de fito-mejoramiento, cuyos resultados son los
lanzamientos de nuevas variedades (remedo de los modelos del mundo industrial
metalmecánico) con su respectivo esquema legal de protección de derechos de
propiedad intelectual (los derechos de obtentores vegetales).
En ese sendero, el paso posterior fue el uso de tecnologías propias de la moderna
biotecnología (por caso los marcados moleculares) para mejorar el proceso de fito-
mejoramiento (proceso que, realizado in vitro, acorta los tiempos que impone el
ciclo de vida natural de las plantas). Finalmente, la modificación genética (de las
instrucciones naturales de la planta) introduciendo genes de otras especias a fin de
lograr determinados comportamientos y/o contenidos de los granos finales, es el
escenario que se transita actualmente. A partir de ello se inicia el camino donde
las semillas se diseñan y fabrican a medida en laboratorio y luego se reproducen
con medios convencionales hasta obtener las semillas5.
69
Boletín Informativo Techint 336
La biotecnología aplicada a la fabricación de semilla sigue tres grandes senderos: i)
introducción de genes de otras especies que le otorguen resistencia a determina-
dos depredadores; tolerancia de ciertos herbicidas, etc.; ii) introducción de genes
que mejoren la eficiencia frente a las condiciones de ambientes (suelo y clima)
donde crece la planta; iii) introducción de genes que derivan en nuevos atributos
de los granos finales.
El paso posterior en la cadena de complejidades es el proceso por el cual las semillas
(continente de germoplasmas con pre-instrucciones) expresan su potencial en ambientes
(suelos y climas específicos). Ello deriva en los procesos de implantación y cosecha
que necesariamente afectan la microbiología del suelo. Pari pasu del sendero de las
semillas convencionales a las híbridas y de allí a las semillas genéticamente modi-
ficadas (GM), el proceso de agricultura fue modificándose desde la idea de roturar
la tierra (con el arado), emparejarla, sembrarla y hacer la posterior cobertura, a otro
paradigma consistente en la siembra directa (SD); se trata de un proceso mecani-
zado donde se implanta obviando los pasos descriptos previamente; ello implica
ganancias en costos emergentes de ahorros en energía (por menos etapas de proce-
so), mejor uso del agua (no se rotura la tierra y se mantiene la cobertura externa),
ingreso de ambientes menos amigables (se acorta el lapso de implantación) y menor
erosión (no se remueve el suelo) (AAPRESID, 2002; Ekboir J., 2003).
Este modelo de agricultura, además de semillas más sofisticadas demanda el
uso de herbicidas e insecticidas dado que la tierra gana en complejidad de fauna
depredadora y flora competidora.
Así la productividad se inscribe en un triángulo que tiene como extremos: i) las
semillas (como bienes de capital complejos transformadores de energía); ii) el
proceso de implantación y cosecha (que ajusta las condiciones de ambiente en la
búsqueda de desarrollar el potencial que las plantas evidencian en los laboratorios
a nivel de producción masiva); iii) el comportamiento del suelo en tanto organismo
vivo sujeto a la evolución (y afectado en este caso por la extracción/reposición de
minerales y organismos vivos).
El aprovisionamiento de bienes y servicios que da lugar al funcionamiento de este
triángulo se materializa en un paquete tecnológico (no en una tecnología aislada)
cuya coordinación demanda conocimiento tácitos específicos. Intervienen en la con-
formación de dicho paquete científicos (biólogos, genetistas, químicos); tecnólogos
de laboratorio y de campo; proveedores de maquinarias y equipos; proveedores
de servicios agropecuarios (de implante, protección/seguimiento de cultivos y
cosecha) y empresas de producción agropecuaria. Y en cada uno de estos casos se
afectan los fundamentos previos de estos mercados (Bisang R. et al., 2008).
Bajo este esquema cabe retomar el sentido inicial del trabajo remarcando que: i)
la mayor productividad va de la mano de la creciente complejidad de un cada vez
más sofisticado paquete tecnológico; ii) los saltos en los niveles de producción
no responden al hallazgo fortuito de recursos naturales que cambian la dotación
inicial de factores sino que es el resultado de un complejo proceso evolutivo en el
que intervienen multiplicidad de agentes económicos desde diversas áreas de pro-
ducción y conocimiento; iii) la complejidad técnica y operativa implica un modelo
alejado del simple esquema de reproducción del agro; antes bien lo asemeja a los
intrincados procesos industriales, pero de corte biológico. Ello afecta positivamen-
te el efecto multiplicador de esta actividad.
70 Septiembre | Diciembre 2011
[ 6 ] El tema amerita una
aclaración: por lo general, la
producción inicial –los granos–
exhiben en las cuentas públicas
un mayor valor agregado
(respecto del VBP) mayor que el
registrado en las primeras etapas
de transformación (por caso la
molienda) (Lódola A. et al., 2010);
pero aún así, agregar una etapa
implica sumar valor al generado
inicialmente por la agricultura.
Escalar recursos naturales –agua, aire, tierra, gas y petróleo– hacia su transforma-
ción en granos es la manera inicial bajo la cual estas actividades agregan valor. Se
trata de una actividad industrial de transformación de insumos en productos
pero a cielo abierto y con imperfecto (aunque creciente) control del proceso pro-
ductivo. Ello diferencia a la agricultura de las industrias extractivas donde el bien
final preexiste en la naturaleza (aunque sea necesario refinarlo).
A partir de los vegetales se estructura la producción de animales –bovinos, ovinos,
aves, porcinos y otros– que operan como transformadores de vegetales y granos
en otras máquinas de producción; estas actividades –o cadenas productivas de pri-
mer piso– son tan o más complejas que las anteriores y tienen como epicentro la
producción de carne, lácteos, lanas, pelos y una amplia gama de otros subproduc-
tos industriales que son la base tanto de la industria alimenticia como química u
otras (Anlló G. et al. 2010). Otro sendero para los granos es su transformación (y/o
acondicionamiento) en alimentos. En ambos casos dan lugar a la segunda fase de
transformación –conocida habitualmente como la agroindustria–.
Como vemos en el Gráfico 3, los granos (o en su defecto algunas plantas como
vegetales y/o pasturas) se derivan en un parte al consumo humano (previo meca-
nismo de elaboración industrial y/o a nivel de hogar) o siguen la cadena de suma
de energía transformándose en insumo para las denominadas cadenas de valor de
primer piso. En el caso argentino, la molienda de oleaginosas (soja) es paradig-
mático: su resultado (pellets y expellets) se destina a la alimentación de animales,
humanos (aceites) o industria (biodiesel).
Como es de rigor a medida que se suman etapas de transformación de energía crece
el valor agregado en su conjunto a partir de los granos (o los vegetales) iniciales6.
A partir de este enfoque nuevamente los animales pasan a ser máquinas de
transformación de energía. A lo largo del tiempo, se han identificado una serie
de características específicas deseables desde la demanda; complementariamente,
los animales viven en ambientes (desde los climas para aquellas especies que lo
hacen a cielo abierto hasta las instalaciones estabuladas) que afectan el esquema
de transformar pastos y/o granos en alimentos.
Sobre esta base, la especificidad de los ambientes indujo primero a la selección de
especies (domesticación) y luego a un sistema evolutivo de mejoras. La interacción
entre la evolución y el medio constituye otro ámbito en el cual se desarrollan estas
máquinas de transformación de energía. Y como tales se pone en la agenda técnica
su eficiencia dando origen a una larga lista de innovaciones. Tratándose de orga-
nismos vivos, el proceso se vuelve evolutivo, más aún si se considera que el ciclo
vital supera al de la estacionalidad de corto plazo del grueso de los cereales y las
oleaginosas. El objetivo de las mejoras tiene como eje la eficiencia de los animales
(tasas de transformación de alimento en productos: carne, leche, huevos) y/o el
contenido del producto final (terneza, contenido de proteínas, etc.).
Una primera fase –en el caso de los bovinos– fue la selección y domesticación de
animales salvajes. Nótese que la recolección/domesticación de animales tiene la
impronta de las condiciones iniciales de entornos específicos (bovinos de zonas cáli-
das desarrollan ciertas características de resistencia al calor/consumo de agua y se
alimentan naturalmente de pasturas que resisten altas temperaturas y climas cálidos;
ídem para ovinos en zonas extremas). A partir de esa colección, se produce la separa-
71
Boletín Informativo Techint 336
[ 7 ] Adicionalmente en algunos
casos –la producción de carnes–
las evaluaciones de calidad y otros
atributos implica la destrucción del
ejemplar, lo cual, inicialmente le
otorga un lapso más prolongado
el modelo de evolutivo de mejoras.
En parte ello fue solucionado con el
uso de imágenes para comprobar
ciertos atributos (en el caso de
los bovinos –terneza, calidad de
ciertos cortes especiales–).
[ 8 ] En el caso del uso de
marcadores moleculares, la
idea es identificar los genes
responsables de determinados
atributos (o conductas) de los
animales; para ello, es necesario
tener registradas tales conductas
y posteriormente indagar sobre
el vínculo entre los genes y sus
respectivas expresiones. En otro
orden, el uso de marcadores
conlleva la posibilidad de
identificar –in vi tro– determinadas
características acortando
los plazos de introducción
de individuos genéticamente
superiores.
ción aún entre aquellos individuos seleccionados en líneas evolutivas: aves para carne
y huevos; bovinos/ovinos para leche o carne; porcinos para carnes y/o fiambres. El
resultado de ello es el concepto de raza. Independientemente de que el proceso de
recolección/domesticación pueda continuar, en paralelo, se inician los procesos de
selección de reproductores en cada una de las razas. Inicialmente el criterio fue de
observación tratando de relacionar los fenotipos con las prestaciones (rendimientos
de carne, leche, lana, etc.). En ese proceso el seguimiento de leyes de Mendel fue rele-
vante; como asimismo la biometría (captación de datos de evolución de seres vivos).
Un paso posterior –donde la documentación de la performance de los individuos
para posteriormente evaluar los senderos de mejoras es relevante– fue el sistema de
Diferencias Esperadas de Progenie (DEP). En el sendero de afinar la máquina de pro-
ducción, los mecanismos de reproducción vía inseminación artificial permitieron un
salto en el modelo de difusión de ejemplares exitosos; a posteriori, el sexado de semen,
la fecundación in-vitro y el posterior trasplante de embriones fueron técnicas que –de
difusión acotada aún– acortan el tiempo de selección y masifican la difusión7.
En este sendero –donde las diversas técnicas corren en paralelo– un salto cualita-
tivo lo constituye el uso de las herramientas que provee la moderna biotecnología
–desde la selección natural por marcadores moleculares a los sistemas de clo-
nación de reproductores y/o desarrollos de animales transgénicos con fines de
producción industrial–8. La clonación de especies (sujetas además a procesos
de evolución constante) abre varios interrogantes no fácilmente resolubles: i) la
elección del ejemplar a clonar (¿qué atributos debe tener? ¿en base a qué criterios
productivos?); ii) eventuales problemas técnicos (envejecimiento, fidelidad de los
ejemplares clonados); iii) el uso comercial de los ejemplares clonados (¿es para
reproducir más rápido las características de un reproductor?, ¿para preservar
un fenotipo de animal que no tienen sentido comercial actualmente pero que se
desea preservar?); iv) los problemas de los derechos de propiedad de ejemplares
clonados. Independientemente de ello y desde un punto de vista económico, cabe
recordar que en la cadena de producción la genética es sólo (y nada menos que) el
inicio del sistema; otros elementos (climas, agua, luz, alimentación, interacción con
el medio) son tan o más relevantes que las condiciones de inicio.
Fuente: Elaboración propia
Gráfico 3. Cadena de transformación de energía (Fase II)
Alimentos y
biocombustibles
Agricultura
Producción animales
Lácteos / carnes
Industrialización
Comercia-
lización
72 Septiembre | Diciembre 2011
[ 9 ] De manera creciente, los
tradicionales productos de la
ganadería bovina, porcina, equina
y aviar (carne) o animales de
lechería (leche) destinada a la
alimentación es complementada
con el uso industrial de otros
subproductos. Caseínas y
elaboración de las proteínas
contenidas en el suero (que surge
como descarte de la industria
quesera), separación de plasma
y proteínas de la sangre bovina y
aviar, heparinas bovinas y otros
son sólo unos pocos ejemplos
que señalan el inicio de nuevas
transformaciones de energía
iniciadas en los granos.
En suma, al igual que en otros ámbitos productivos, en las actividades biológicas de
primer piso en la cadena de transformación de energía existe una constante búsqueda de
eficiencia en el funcionamiento de los animales como transformadores de energía.
No se diseñan (aún) máquinas pero se ajustan modelos preexistentes; inicialmen-
te se trata de recolectar y seleccionar los individuos más productivos, a posteriori
comienzan los procesos de mejoras de la performance de tales máquinas (animales);
la biología inicialmente y la biotecnología a posteriori, permiten ir conociendo las
partes de tales máquinas; crecientemente varias técnicas marcadores moleculares,
secuenciación de los mapas genéticos posibilitan descifrar qué atributo responde a
cada parte de la máquina (genes); permite también –bajo ciertos riesgos– reproducir
exactamente dichas máquinas (la clonación); un paso posterior –tan novel como
riesgoso– se va construyendo a partir de la transgenia en animales a fin de dotarlos
(o enfatizarlos en) de nuevas funciones; ello da origen al concepto de biofábrica.
Este enfoque lleva a repensar los fundamentos de las viejos mercados (como la
ganadería y/o la agricultura) y a considerar la apertura de otros nuevos (el mer-
cado de los genes, las variedades, los derechos de reproducción y clonado; los
servicios de bioinformática).
Como ilustra el Gráfico 3, el tema no se agota con la transformación de energía con-
tenidas en los granos y/o las pasturas en bovinos, aves, porcinos y otras especies
superiores, sino que solamente sienta las bases para su posterior transformación
industrial. Cabe remarcar que la complejidad de estas actividades las aleja de la
idea de recursos natural preexistente (sustrato de las enfermedades holandesas) y
las acerca a las de transformaciones de materia prima de origen biológico en multi-
productos netamente industriales... aunque aún quede un largo camino a recorrer
en la comprensión plena acerca del funcionamiento técnico de tales máquinas de
transformación de energía9.
En este sendero de escalado de procesos que tienen como base las transformaciones
biológicas iniciales de minerales y luz en vegetales y luego en animales persisten
algunas especificidades. Los tiempos de proceso de las primeras fases –el ciclo
de los vegetales y animales– aún sigue siendo un dato exógeno al manejo huma-
no; en otros términos, a diferencia de lo que ocurre en el plano tradicionalmente
industrial, los tiempos de producción los maneja la naturaleza y no el hombre. La
calidad que se genera en la materia prima es difícilmente ajustable en las etapas
posteriores (el contenido de gluten de los trigos, la terneza de la carne, la calidad
proteica de algunas oleaginosas), lo cual condiciona las etapas de transformación
posterior; en tal sentido proponerse la diferenciación en la industria alimentaria
conlleva la necesidad de plantear –en parte– el reconocimiento de diferenciales
en materias primas; o en otros términos, parte de la posible diferenciación de la
industria de base biológica (y sus correspondientes captaciones de rentas) depende
del funcionamiento diferenciado de las producciones biológicas de origen y –en
parte– éstas están muy relacionadas a las mejoras génicas de animales y plantas.
3. Argentina: ¿de la producción primaria a la agroindustria?
A partir de los años ‘90, el agro aceleró el desarrollo de un modelo productivo que
estaba en ciernes; su resultado fue la virtual triplicación del tonelaje de cereales
y oleaginosas producidas a mediados de los años ‘80 con su consecuente impacto
sobre las cuentas externas.
73
Boletín Informativo Techint 336
Los rendimientos por hectárea siguieron idéntica tendencia.
Para los cultivos más relevantes, el salto en productividad física –aún conside-
rando los problemas climáticos de algunos años– ubica los rendimientos muy
por encima de los registros de dos décadas atrás. Adviértase que las expansiones
de las frontera agrícola supone la incorporación de tierras menos favorecidas en
climas menos benignos (respecto del cordón maicero pampeano) que realza la
performance promedio.
Este desempeño se basó en la temprana adopción y adaptación de un nuevo
paquete tecnológico –centrado en el uso de semillas transgénicas, herbicidas,
insecticidas y la siembra directa– y organizacional –la profundización de la agri-
cultura por contrato en el marco de una nutrida red de proveedores de insumos
(industriales) y de contratos de servicios–.
La adopción de semillas modificadas genéticamente se verificó casi en simultáneo
con los primeros lanzamientos registrados en Estados Unidos aunando el desa-
rrollo previo de variedades locales con genes aislados en el exterior. La riqueza
Fuente: Elboración propia en base a datos de Junta Nacional de Granos y SAGPyA.
Fuente: Elboración propia en base a datos de SAGPyA.
Gráfico 4. Producción de cereales y oleaginosas. Argentina 1900-2010
Gráfico 5. Evolución de los rendimientos promedios
100
80
60
40
20
0
Millones de toneladas
7,0 0
6,00
5,00
4,00
3,00
2,00
1,00
0,00
qq por ha
190 0/01 1906/07 1912/13 1918/19 1924/ 25 1930/ 31 193 6/37 1942/4 3 1948/49 1954/5 5 196 0/61 1966/67 1972/73 1978/ 79 19 84 /85 1990/91 199 6/ 97 2002/03 2008/09
1983/04; 1984/85;
1985/86 y 1986/87
1993/94; 1994/95;
1995/96 y 1996/97
2006/07; 2007/08;
2008/09 y 2009/10
Revolución verde
en el mundo
Revolución
biotecnológica
Entrada tardía
a la Revolución verde
Tri g o
2,09 2,54
1,8 8
Maíz
4,34
6,61
3,41
Soja
1,9 8
2,64
2,10
Girasol
1,8 5 1,50
1,2 9
74 Septiembre | Diciembre 2011
genética previa, indicada en la cantidad de lanzamiento anual de nuevas varieda-
des para los cultivos más relevantes –ver Gráfico 6– facilitó la expansión del nuevo
modelo agrícola al permitir contar con semillas compatibles con la amplia gama
de suelos y climas de la Argentina hacia donde se expandió parte de la frontera
agrícola (Preciado Patiño J., 2011).
Sobre la base del uso de variedades locales y genes de origen extranjeros, a la
fecha, se llevan aprobados y liberados comercialmente once semillas transgénicas
(Genéticamente Modificadas –GM–) en soja (resistentes al glifosato y glufosinato);
maíces (tolerantes a lepidópteros y al glifosato) algodón (resistente al glifosato) y
arroz mutagénico (con resistencia a las imidazolinonas).
Fuente: Elaboración propia.
Fuente: Elaboración propia.
Gráfico 6. Evolución de nuevas variedades
Gráfico 7. Participación de la soja GM sobre la soja convencional.
Estados Unidos y Argentina. En porcentaje
100
80
60
40
20
0
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
1986
1987
1988
1989
1979
199 0
1980
1991
1981
1992
1982
1993
1983
1994
1984
1995
1985
1996
1997
1998
2005
2006
2007
2002
2003
2004
2008
2010
2009
1999
2000
2001
Maíz
Tri g o
Soja
Argentina
Estados Unidos
96/97 9 7/ 9 8 98/99 99/00 00/01 01/02 02/03 03/04 04/05 06/07 07/0 8 08/09 09/10
75
Boletín Informativo Techint 336
En el caso de la soja, cultivo que explica alrededor del 50% del total cosechado, la
semilla GM local fue liberada comercialmente en el año 1996, meses posteriores al lan-
zamiento original operado en Estados Unidos. Diversas razones –la crisis de precios
de granos y el sobreendeudamiento empresario privado que demandaba tecnologías
ahorradoras de costos; los precios de algunos insumos, el régimen de propiedad
intelectual– dieron como resultado una empinada curva de difusión de estas semillas
(más dinámica incluso que en el país de origen de la innovación) (Bisang R., 2003).
La tecnología de proceso –cómo implantar y cosechar– siguió un recorrido
evolutivo similar a la conformación del paquete tecnológico. Inducido por los
problemas de erosión –que movilizaba a productores hoy líderes y programas de
instituciones públicas de IyD– y acicateado por los proveedores de herbicidas –en
búsqueda de masivos nuevos mercados–, el sistema de siembra directa comenzó
a tener relevancia desde fines de los años ‘80 pero altamente condicionada por el
uso de varios herbicidas específicos; la liberación comercial de la soja tolerante al
glifosato permitió el reemplazo de varios de estos herbicidas a la vez que simplifi-
có enormemente el proceso. En coincidencia, la oferta local de maquinaria agrícola
–de alto potencial pero sumida en ese momento en un marcado estancamiento–
rápidamente utilizó su capacidad instalada previa y experiencias acumuladas
para desarrollar y adaptar las sembradoras a las nuevas tecnologías a los requeri-
mientos locales (AAPRESID, 2002; Denoia, J. et al., 2006).
La oportunidad que planteaban los mercados internacionales fue la otra razón
que llevó a una fuerte corriente de inversiones de los productores y contratistas,
que luego de décadas de descapitalización, invirtieron sumándose a la nueva onda
técnica. De esta forma, la eventual enfermedad holandesa que genera el inicial salto
productivo con su consecuente correlato exportador, tiene como sustento un cambio
sustantivo en la función de producción inicial (enmarcada en la revolución biológica
del agro) previo al abrupto crecimiento de los precios registrado en los últimos años.
Como resultado, el agro local exhibe los mayores porcentajes de uso de estas tecno-
logías de proceso, que aúna mejoras en costos con positivos impactos ambientales.
Finalmente a nivel organizacional también operaron cambios significativos -que
afectan la previa relación de estas actividades con el resto de la economía- llevan-
do al surgimiento y predominio de un modelo caracterizado por la organización
en red. En una descripción estilizada y reduccionista, este modelo de organización
de la producción tiene tres pilares básicos:
a) quien lleva adelante las actividades agrícolas ya no es, necesariamente, quien
posee la propiedad de la tierra (terratenientes); existen empresas que coordinan
capital financiero, deciden las actividades a desarrollar y contratan tierras y
servicios para llevarlas a cabo (las empresas de producción agropecuaria);
b) se profundiza la tercerización de las actividades de la otrora explotación agrope-
cuaria y cobran mayor presencia los proveedores de servicios (los contratistas);
c) los proveedores de insumos industriales ocupan el centro del armado de la
función de producción del agro (desde las semillas transgénicas a los herbicidas
pasando por la fertilización masiva).
A partir de esta estructura, los intercambios (productivos, comerciales, tecnológicos)
se sustentan mayormente en contratos –de arrendamiento, temporarios para la reali-
zación de actividades–, a la vez que la tecnología gana relevancia como sustento de
la competitividad; buena parte de las innovaciones provienen de la industria y de
76 Septiembre | Diciembre 2011
los servicios (Bisang R., et al., 2008). Como es de esperar, una estructura organizacio-
nal de este perfil y la difusión masiva de una función de producción más compleja
amplían los impactos de estas actividades sobre el resto de la economía. Diversos
autores señalan la relevancia creciente de estas actividades en los niveles de ocupa-
ción (particularmente a través de la generación de empleo indirecto) (Llach J. et al.,
2006, Rodríguez J. y Charvay P., 2009 , Bisang R. y Sztulwark S. 2007, Lódola A., 2010).
Pari passu con el crecimiento en la producción primaria –en los principales cereales
y oleaginosas y en las denominados cultivos industriales– en los últimos años se
verificó una corriente inversora en las primeras etapas industriales de transforma-
ción; las inversiones fueron particularmente centradas en la molienda de soja, en
bebidas y tabaco, y otras de similar tenor.
¿Cuál ha sido el resultado desde la perspectiva de las cadenas de valor, desde el
punto de vista de las diversas etapas de transformación de energía? Recientes
estudios –centrados en el valor agregado por cadena– son ilustrativos sobre el posi-
cionamiento de la Argentina con el siguiente perfil:
a) la cadena de la soja –desde el grano a la primera transformación– domina amplia-
mente el panorama a punto tal de explicar poco más de 1/4 del valor agregado
de una treintena de cadenas productivas que explican el grueso de la actividad;
b) las cadenas de mayor complejidad –carnes bovina y leche– si bien le siguen en
importancia aún juntas no superan a la soja en la agregación de valor;
c) cadenas más complejas y como tales más articuladoras de efectos multiplicadores,
como la de frutas, trigo o maíz no tienen mayor relevancia en el conjunto; algo
similar ocurre con las cadenas aviar, porcina y bovina que en pirámide de transfor-
mación se ubican por sobre los vegetales, tienen escaso desarrollo en el conjunto;
d) en el extremo opuesto una veintena de casos –algodón, sorgo, peras y manzanas–
tienen peso regional pero escasa incidencia en el agregado (Lódola A., 2010).
Fuente: Elaboración propia en base a AAPRESID (2010)
Gráfico 8. Evolución de la superficie sembrada con siembra directa. En hectáreas y en porcentaje
24.000.000
22.000.000
20.000.000
18.000.000
16.000.000
14.000.000
12.000.000
10.000.000
8.000.000
6.000.000
4.000.000
2.000.000
0
Has. %80
70
60
50
40
30
20
10
0
Siembra directa
Siembra directa / Siembra total
86/87 96/9788/89 98/9990/91 00/0192/93 02/0394/95 04/05 06/07
68,83
67, 0 2
64,82
59,66
55,34
44,34
35,38
28,37
22,63
15,42
13,5 5
11,49
9,21
5,05
2,51
1,50
0,45
0,32
0,120,03
73,00
77
Boletín Informativo Techint 336
En suma, el perfil productivo tiene un mayor énfasis en el desarrollo de cadenas
agrícolas –incluso con alguna transformación posterior con claro impacto sobre las
cuenta externas– y menos relevancia en las actividades que le siguen en la etapa
de transformación de energía –como los casos de carnes bovinas, leche y muy
distanciadas aves, ovinos y porcinos–.
Complementariamente, al interior de cada una de estas cadenas, el valor agregado
total tiene distintos orígenes. Considerando la totalidad del valor agregado de las
más de 30 cadenas agroindustriales relevadas, el Gráfico 9 muestra la relevancia
del escalón primario.
El primer escalón de la pirámide se revela como altamente agregador de valor –el
coeficiente respecto del valor bruto de producción es del orden del 67%– algo simi-
lar ocurre con los proveedores de servicios para el agro y la propia industria de
las semillas. En cambio, las primeras y segundas etapas industriales suman valor
en casi el 25% de lo que facturan; se trata de las moliendas de trigo, soja y otras
oleaginosas y las moliendas secas y húmedas del maíz. Resulta destacable que los
servicios de carga y transporte dupliquen al procesamiento industrial.
Un paso posterior es el análisis del componente sectorial en las cadenas que tienen
como origen la transformación y/o el acondicionamiento de insumos biológicos. El
Gráfico 10 ilustra –para el año 2007– sobre el particular.
Se destacan productos como la cadena de la cebada, el tomate, los caprinos, la
yerba mate y el algodón donde las fases industriales tienen cierta relevancia en el
total del valor agregado; en otros –como los cultivos tradicionales– aún con etapas
de transformación de la materia prima de cierta relevancia, resulta contundente
la participación de los primeros escalones productivos en la generación de valor.
Fuente: Lódola A. et a l., (2010)
Gráfico 9. Composición de las cadenas agroalimentarias en la Argentina. Año 2007. En porcentajes
26
Soja
13
Carne bovina
11
Leche
5
Tri go
5
Maíz
5
Uva para mesa
y vinificación
4
Cebada
4
Pollo (carne y huevo)
4
Forestal
3
Girasol
3
Porcinos
2
Peras y manzanas
2
Limón
1
Arroz
1
Cítricos
1
Tabaco
1
Yerba mate
1
Ovinos
1
Caña de azúcar
1
Maní
1
Berries
1
Tomate
0
Oliva
0
Sorgo
0
Miel
0
Caprinos
0
Algodón
0
Papa
0
Ajo
0
Té
0
Colza
De acuerdo a su valor agregado se observa que las tres principales
cadenas –Soja, Carne bovina y Leche – aportan la mitad de lo
generado por todas las cadenas cuantificadas. La segunda y la
tercera consideradas en conjunto no superan el aporte de la primera.
En el caso de la cadena del Maíz se ha optado por excluir de la
misma la porción correspondiente a las ventas de este cereal hacia
las cadena cárnicas quedando por tanto contemplada en cada una
de estas últimas cadenas en la proporción que corresponde a cada
caso.
78 Septiembre | Diciembre 2011
En suma el perfil productivo aguas abajo –en etapas más clásicamente industria-
les– muestra un desarrollo relativo menor; ello tiene dos variantes: un peso menos
relevante dentro de los encadenamientos de las etapas industriales aguas abajo del
principal insumo biológico y una menor relevancia de las cadenas productivas de
mayor complejidad en la pirámide de transformación de energía. Como es de esperar,
esta estructura productiva tiene su correlato en la estructura de inserción internacio-
nal a favor de productos ubicados en las primeras fases de los complejos productivos.
Esta suerte de industria incompleta en actividades de base biológica responde a una
multiplicidad de causas (todas ellas materia de políticas públicas) entre las que se
destacan: desincentivos de precios relativos hacia el desarrollo de etapas de mayor
agregación interna de valor (salvo algunas excepciones), debilidad en el perfil de
Fuente: Lódola A. et a l,. (2010).
Fuente: Lódola A. et a l., (2010).
Gráfico 10. Relación entre valor agregado y valor bruto de producción según eslabón.
Año 2007. En porcentaje
Gráfico 11. Aporte de cada eslabón al valor agregado. Argentina. Año 2007. En porcentajes
Producción
primaria
67
Procesamiento
industrial
24
Servicios
agrícolas
74
Empaque
23
Semillas
79
Agro-
químicos
23
Tra n sporte
de carga
51
Forestal
Cebada
Miel
Peras y...
Cítricos
Pollo (carnes...
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
Berries
Limón
Sorgo
Trigo
Soja
Girasol
Carne Bovina
Maní
Maíz
Uva para... Arroz
Yerba Mate
Caprinos
Porcinos
Oliva
Caña de azúcar
Té
Algodón
Tomate
Ajo
Colza
Papa
Tabaco
Leche
Ovinos
Primaria
Manufacturera
Servicios
79
Boletín Informativo Techint 336
los agentes económicos locales (reducido tamaño relativo, estrategias poco agresivas
en materia de innovación), fuerte presencia de empresas multinacionales (cuyas
estrategias globales no son necesariamente compatibles con una mayor agregación
local de valor), ausencia de bienes públicos en la marco de redes globales (marca
país, rutinas logísticas), restricciones al acceso a los mercados internacionales (desde
aranceles a los renovados paraarancelarios técnicos) y una persistente debilidad
institucional y de diseño de políticas que generen la certidumbre necesaria para el
desarrollo de actividades que, intrínsecamente, demandan períodos prolongados de
maduración y alta especificidad en los activos invertidos (Peri, G. 2009; Cincunegui,
J. 2010; Rebizo M. y Tejeda A. 2010; Reca L. et al., 2010; Bisang R. y Pontelli, 2011).
4. Reflexiones Finales
Las colocaciones externas de productos agrícolas y pecuarios como las de sus pos-
teriores elaboraciones han evidenciado en el caso argentino en las últimas décadas
un marcado dinamismo que afecta el nivel de equilibrio del tipo de cambio.
Los positivos balances comerciales responden, en gran medida, a un cambio tec-
nológico, productivo y organizacional fruto de la adopción temprana de un nuevo
paradigma productivo; se trata más de un esfuerzo social deliberado que de la adi-
ción –vía descubrimiento– de un recurso natural previamente inexplotado y/o de
un súbito desplazamiento de la demanda externa que modifica/recrea una renta
adicional y extraordinaria. Los mayores ingresos netos del comercio internacional,
tempranamente, se asentaron en crecimientos en los volúmenes, hecho al que, en
los últimos años se le sumó un marcado efecto precio.
El nuevo paradigma productivo –la revolución biológica– resignifica a las activi-
dades biológicas y con ello el uso de los recursos naturales como el agua, la tierra
y sus nutrientes, la energía solar y sus respectivas interacciones. Abre signos de
pregunta sobre una variedad de temas que van desde la sustentabilidad ambiental
a los modelos de regulación social. En particular tiende a modelar a la actividad
con varios de los rasgos típicos de la industria (transformación de materia prima
y energía) que conlleva a calificarla como industria a cielo abierto.
En este proceso, la tierra se convierte en un ente vivo que, aunque carece de genes,
evoluciona temporalmente en base a la interacción de organismos vivos, masa inor-
gánica y otros elementos ambientales. A este sustrato se suma el creciente diseño
de semillas, en base a variedades previas (fruto de desarrollos evolutivos de más
larga data); en dicho diseño, la moderna biotecnología junto a otras disciplinas,
de forma creciente, permite conocer y modificar las tasas de transformación de
energía y otras materias primas que realizan posteriormente las plantas.
Esta dinámica –que aúna aspectos científicos tradicionales con otros comerciales
novedosos– apunta a mejorar la eficiencia de las plantas como transformadoras
de energía (i.e. resistencia a plagas), controlar mejor el proceso (i.e. aminorando
las reacciones ante estrés hídricos, adaptando suelos salinos) e incluso mejorar la
calidad de los resultados (i.e. granos con mejor contenidos proteicos). De manera
creciente las semillas se diseñan en función de objetivos preestablecidos e invo-
lucrando nuevos mercados a la vez que se tiende a modificar los fundamentos de
aquéllo, que hasta ahora se consideraba como la agricultura.
80 Septiembre | Diciembre 2011
En base a esas máquinas de transformación de energía y materias primas, los pro-
cesos de cultivos también se complejizan; el modelo de implantación removiendo
la tierra (en base al tradicional arado) va mutando hacia otro –la siembra direc-
ta– menos agresivo para la evolución del suelo. La interacción entre las semillas
prediseñadas y la evolución del suelo y el ambiente gana en complejidad bajo la
presión que ponen los mercados con demandas crecientes. La agricultura deja de ser
una actividad de reproducción sencilla para convertirse en un modelo productivo
de transformación de energía y otras materias primas –industria a cielo abierto– con
mayores relaciones con el resto de la economía y un creciente contenido tecnológico.
Un paso posterior es la resignificación del destino de las producciones agrarias;
inicialmente el destino era casi invariablemente el consumo alimenticio huma-
no (con grados variables de industrialización o, en su defecto, elaboración en el
hogar); ahora no sólo interesan alimentos diversificados sino también materia
prima para bioenergía y bioindustria.
En el sendero de nuevos enfoques, una posterior etapa es el ancestral proceso de
transformación de granos en animales y sus derivados. Pensados los animales
como transformadores de energía y materia prima (granos y pasto), el sendero
innovativo sigue un modelo similar: los procesos de selección apuntan a mejorar
su funcionamiento y a obtener productos de mejor calidad (pasibles de ser dife-
renciados). Al igual que en el mundo vegetal, la biotecnología y otras disciplinas
aportan herramientas técnicas nuevas y complejidades operativas adicionales.
Como resultado, escalar desde las producciones agrícolas a las pecuarias (bovi-
nos, aviar, porcinos, ovinos, etc.) implica complejizar las producciones donde el
insumo es el grano y el producto va desde la carne, la leche y las lanas, a los usos
industriales de los múltiples derivados. Una derivación más avanzada son las
modificaciones genéticas en animales para convertirlos en biofábricas.
Mayores transformaciones de energía implican suma de valor agregado y mayor
efecto multiplicador sobre el resto de la economía. Escalar la pirámide energética
en estas actividades equivale a agregar valor... como en cualquier industria.
A partir de esta perspectiva, la Argentina que había adoptado la revolución verde
con rezago e imperfectamente, ingresa tempranamente al nuevo paradigma pro-
ductivo; las tasas de adopción de semillas genéticamente modificadas, el uso de las
nuevas técnicas de implantación de cultivos (siembra directa) y los indicadores de
productividad (estimados vía rendimientos por hectáreas) indican que la mayor
inserción externa se sustenta –desde hace dos décadas– en una mejora en produc-
tividad con volúmenes crecientes; más recientemente los precios reforzaron esta
dinámica. Desarrollos de similar perfil, pero más acotados en sus efectos, también
se verifican en algunas producciones de primer piso como en las producciones
aviares, bovinas, y (mas recientemente porcinas). Menos dinámica, en cambio, es el
desarrollo e inserción externa de las últimas etapas de producción y comercializa-
ción de alimentos terminados y otros bienes agroindustriales. En este proceso, las
relaciones inter-industriales que tienen como epicentro a las actividades que usan
a la tierra como eje, ganan en densidad generando mayores interacciones con la
metalmecánica (vía maquinaria agrícolas y de otro tipo), con la química (a través
de la masividad de uso de fertilizantes y biocidas, silos bolsas) y los proveedores
de servicios especializados. De allí surge una mayor preponderancia como fuente
generadora de ocupación.
81
Boletín Informativo Techint 336
Sin embargo, esta fortaleza en las primeras etapas de transformación a cielo abier-
to, no se replica con igual intensidad aguas abajo en las restantes actividades. Así
el perfil productivo está centrado en una preeminencia de las actividades vege-
tales por sobre las animales y dentro de cada una de ambos perfiles de cadenas
productivas, los primeros pasos de las actividades tienen mayor desarrollo que
aquellas que implican una mayor transformación. Al igual que en otras esferas
productivas, las producciones biológicas renovables (la otrora producción agropecua-
ria) lucen como una prometedora industria incompleta.
Como es de esperar esta estructura de producción se traduce –demanda mundial
mediante– en un perfil de exportaciones más centrado en granos y semielabora-
dos que en alimentos o agroindustria terminada.
Esta estructura productiva constituye un punto de partida altamente eficiente
para profundizar desarrollos industriales aguas abajo –en la agroindustria– que
refuercen el aporte a los equilibrios sociales en materia de ocupación, equilibrio
en la localización productiva y sustentabilidad fiscal. Los dilemas que plantean la
bendición o maldición de los recursos naturales o la (eventual) enfermedad holandesa,
demandan en su resolución una ingente cuota de inteligencia colectiva ante la (casi)
inédita oportunidad de modificar la estructura productiva de la Argentina.
82 Septiembre | Diciembre 2011
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