ArticlePDF Available

Hacia una superación de la dicotomía biocentrismo- antropocentrismo

Authors:

Abstract and Figures

Los ecológos han descubierto y explicado una variedad de bienes y servicios que los ecosistemas proporcionan para la vida humana. A la vez, han mostrado cómo los seres humanos podemos afectar el funcionamiento de los ecosistemas y la vida de otros seres vivos. Vivimos inmersos en una red de intearcciones, y la metáfora darwiniana de la ¨red de la vida¨ nos invita a vivir con un sentido de comunidad. Este sentido de comunidad es reforzado por la comprensión biológica de que los humanos compartimos un origen evolutivo, y un plan estructural y funcional común con todos los seres vivos. En términos de Aldo Leopold, este conocimiento nos provee un sentido de parentesco con todas las especies como “compañeros de viaje en esta odisea de la evolución”, que a su vez, promueve un respeto por la vida en toda sus manifestaciones. La primera metáfora ha constituido la base de una justifación antropocéntrica para la protección de la biodiversidad en términos de su valor para la sobrevivencia y calidad de vida humana. La segunda metáfora está a la base de un amor por la biodiversidad en sí misma. Bajo una concepción contempóranea la ecología ha enfatizado que podemos cultivar un respeto ético no sólo por los individuos, sino por todos los niveles de organización y sus procesos ecológicos. Los individuos son vistos como actores interactivos y efímeros en un continuo flujo de energía que determina su existencia. Finalmente, enfatizamos que las concepciones científicas surgen desde y, a su vez, influyen sobre contextos culturales. La ciencia ecológica se ha desarrollado bajo un paradigma propio de la Modernidad, el de la “economía de la naturaleza”, que ha contribuido al presente estado de alienación respecto a la naturaleza. En este contexto, un desafío para los ecólogos -quienes podrían argumentar en términos antropocéntricos o biocéntricos para proteger la biodiversidad- es contribuir a una transformación cultural que conduzca a una nueva cosmovisión ecológica, en particular, a una nueva relación con la naturaleza.
No caption available
… 
No caption available
… 
No caption available
… 
No caption available
… 
Content may be subject to copyright.
2
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
CIENCIA Y AMBIENTE
Hacia una superación de la
dicotomía biocentrismo-
antropocentrismo
Dos perspectivas ecológicas contribuirían conceptualmente a una valoración de
la biodiversidad por parte de la sociedad humana: una de carácter biocéntrico y
la otra antropocéntrica. Ambas visiones, han sido presentadas tradicionalmente
como antagónicas, sin embargo, podrían complementarse en nuestro anhelo
por proteger la diversidad biológica y concebir nuevas formas de relación entre
los hombres y la naturaleza.
* Investigador del Instituto de Investigaciones Ecológicas Chiloé. Estudiante de postgrado en el Ecology & Evolutionary Biology
Departament y el Departament of Philosophy, University of Connecticut, Estados Unidos.
D
Ricardo Rozzi*
“En la actualidad dos procesos internos de
nuestra civilización nos conducen a reconocer que
la renuncia a nuestra pertenencia a la comunidad
biótica ha sido un engaño. El primero es que tanto
la ciencia evolutiva como la ciencia ecológica, que
ciertamente son productos de nuestra civilización
contemporánea que está suplantando los mitos
antropomórficos y antropocéntricos de generacio-
nes pasadas, han redescubierto nuestra integración
con la comunidad biótica. El segundo es que el
‘feed-back’ negativo provocado por el impacto de la
civilización tecnológica moderna sobre la naturale-
za nos fuerza a reconocer que los seres humanos
nunca han existido separados de su ambiente y la
comunidad biológica”.
Baird Callicott (1989). The conceptual
foundations of the Land Ethic
1
.
os perspectivas ecológicas, gestadas desde
polos en apariencia opuestos, podrían contri-
buir a la valoración de la biodiversidad por parte de la
sociedad contemporánea. Una de ellas es el reconoci-
miento del parentesco biológico de todos los seres
vivos, incluidos los seres humanos. La otra, es el
reconocimiento de la conectividad que existe entre
los procesos bióticos de la totalidad de aquellos seres
vivos y, en consecuencia, la dependencia de la vida
humana de esta diversidad biológica.
La primera perspectiva corresponde en términos
amplios a la línea de pensamiento denominada bio o
eco-céntrica, que atribuye un valor intrínseco y de-
rechos de existencia a las formas de vida no-huma-
nas. La segunda perspectiva conlleva un interés
antropocéntrico, y da origen a la forma utilitaria y
funcional de valoración de la diversidad de procesos
y entidades biológicas. Esta segunda aproximación
se ha traducido recientemente en valores económi-
cos, al punto de que se llegado a estimar un valor
monetario medio para los bienes y servicios
ecosistémicos de la biósfera de 33 billones (10
12
) de
dólares anuales
2
.
En este artículo discutiremos cómo estas dos pers-
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
3
CIENCIA Y AMBIENTE
pectivas ecológicas, presentadas tradicionalmente
como antagónicas, podrían ser complementarias res-
pecto a sus contribuciones para la valoración de la
biodiversidad por parte de la sociedad humana.
En la primera parte se presentan y analizan los
fundamentos ecológicos y filosóficos de la perspecti-
va biocéntrica, mientras en la segunda parte se aborda
el desarrollo de la perspectiva antropocéntrica. Final-
mente, se discute cómo estas dos cosmovisiones de la
relación hombre-naturaleza pueden complementarse
en nuestro anhelo por proteger la diversidad biológica
planetaria.
Biocentrismo: la unidad biológica de la
totalidad de seres vivos
(o el valor intrínseco de la biodiversidad)
En el siglo pasado, la teoría celular, la anatomía y
fisiología comparada, revelaron estructuras y funcio-
nes biológicas comunes entre los seres humanos y la
totalidad de los seres vivos. La teoría evolutiva, con
una fuerte fundamentación genética y bioquímica du-
rante este siglo, ha reforzado esta noción postulando
un origen común para todos los seres vivos, incluidos
los humanos. De esta manera, el filósofo Baird Callicott
ha planteado en los últimos años que la teoría evoluti-
va establecería un vínculo diacrónico entre las perso-
nas y la naturaleza no humana, proveyendo un sentido
de parentesco entre todas las especies como “compa-
ñeros de viaje en esta odisea de la evolución”
3
.
Esta concepción de los seres humanos compartien-
do su origen, funciones y estructuras con todas las
especies biológicas, contribuye al respeto por todas
las formas vivas y prepara el terreno para un giro en
nuestra relación con la comunidad biótica. El recono-
cido ecólogo Aldo Leopold nos invita a abandonar la
tradición judeo-cristiana que ha visto a la naturaleza
como un bien que nos pertenece, y a entenderla y
vivirla, en cambio, como una comunidad a la que
pertenecemos
4
. Un giro de conquistadores de la natu-
raleza a miembros de la comunidad natural.
La historia de la relación entre la cultura occidental
y la naturaleza fue duramente criticada por Lynn
White
5
a fines de los años sesenta, en un artículo
fundacional de una nueva disciplina profesional: la
ética ambiental. White enfatiza que todas las formas
de vida modifican su ambiente, describiendo, por
ejemplo, el fabuloso caso de los corales que crean un
hábitat favorable para miles de otras especies. Los
humanos también hemos transformado el ambiente
desde la aparición nuestra especie, y más evidente-
mente con el uso del fuego, la construcción de diques
y proyectos de riego, pero el nivel de impacto cambió
cualitativamente desde la mitad del siglo pasado con
la consolidación de la revolución industrial. White
analiza los supuestos de la tradición de la cultura
occidental que subyacen a la ciencia y tecnología
modernas, y el proceso de cómo el ser humano, origi-
nariamente parte de la naturaleza, se convirtió en
explotador de ella. El propone que esta visión del
hombre y la naturaleza como dos entidades separadas,
teniendo al hombre como amo, se habría forjado en la
Edad Media.
White desafía a los ecólogos, enfatizando que su
4
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
CIENCIA Y AMBIENTE
Resumen
Los ecológos han descubierto y explicado una variedad de bienes y servicios
que los ecosistemas proporcionan para la vida humana. A la vez, han mostra-
do cómo los seres humanos podemos afectar el funcionamiento de los
ecosistemas y la vida de otros seres vivos. Vivimos inmersos en una red de
intearcciones, y la metáfora darwiniana de la ¨
red de la vida
¨ nos invita a vivir
con un sentido de comunidad. Este sentido de comunidad es reforzado por la
comprensión biológica de que los humanos compartimos un origen evolutivo, y
un plan estructural y funcional común con todos los seres vivos. En términos
de Aldo Leopold, este conocimiento nos provee un sentido de parentesco con
todas las especies como “
compañeros de viaje en esta odisea de la evolución
”,
que a su vez, promueve un respeto por la vida en toda sus manifestaciones. La
primera metáfora ha constituido la base de una justifación antropocéntrica para
la protección de la biodiversidad en términos de su valor para la sobrevivencia
y calidad de vida humana. La segunda metáfora está a la base de un amor por
la biodiversidad en sí misma. Bajo una concepción contempóranea la ecología
ha enfatizado que podemos cultivar un respeto ético no sólo por los individuos,
sino por todos los niveles de organización y sus procesos ecológicos. Los indi-
viduos son vistos como actores interactivos y efímeros en un continuo flujo de
energía que determina su existencia. Finalmente, enfatizamos que las concep-
ciones científicas surgen desde y, a su vez, influyen sobre contextos cultura-
les. La ciencia ecológica se ha desarrollado bajo un paradigma propio de la
Modernidad, el de la “
economía de la naturaleza
”, que ha contribuido al pre-
sente estado de alienación respecto a la naturaleza. En este contexto, un de-
safío para los ecólogos -quienes podrían argumentar en términos
antropocéntricos o biocéntricos para proteger la biodiversidad- es contribuir a
una transformación cultural que conduzca a una nueva cosmovisión ecológica,
en particular, a una nueva relación con la naturaleza.
Abstract
Ecologists have discovered and explained a variety of goods and services that
ecosystems provides for human lives, and in turn, have shown how humans
can affect the functioning of ecosystems and the lives of other living beings. We
live immersed in a net of interactions, and the Darwinian metaphor of the “
web
of life
” invites us to live with a sense of community. This sense of community is
reinforced by the biological and evolutionary understanding that humans share
a common natural origin, structural and functional plan with all living beings. In
terms of Aldo Leopold, this knowledge gives us a “
sense of kinship with fellow-
creatures
”, which, in turn, promotes our respect for life in all its manifestations.
The first metaphor has constituted the basis of an anthropocentric justification
for protecting biodiversity in terms of its value for human survival and quality of
life. The second metaphor is at the basis for a biocentric love for biodiversity in
itself. Under a contemporary conception ecology has emphasized that we can
cultivate an ethic respect not only for individuals, but also for all levels of
organization and their processes. Individuals are conceived as interactive and
ephemeral actors in a continuous flux of energy that determines their existence.
Finally, we emphasize that scientific conceptions arise from and influence cul-
tural frameworks. Ecology has raised up under a Modern conception of “
economy
of nature
”, that had contributed to the present state of alienation in respect to
nature. Therefore, a significant challenge for ecologists -that could use
complementarily anthropocentric and biocentric arguments in their aim for
protecting biodiversity- is to work for a cultural transformation that leads to a
new ecological worldview, in particular, to a new relationship with nature.
trabajo como científicos depende de su concepción
acerca de la relación hombre-naturaleza, y que esta
concepción ha estado marcada en la tradición occi-
dental por la religión cristiana. Esta religión, a su
juicio, habría promovido tres procesos. En primer
lugar, un reemplazo de la concepción cíclica del
tiempo por una historia lineal de progreso que cul-
mina con el ser humano, hecho a semejanza de Dios
y destinado a dominar la naturaleza. En segundo
término, una de-sacralización de la naturaleza. El
antiguo animismo que habitaba la naturaleza —don-
de cada árbol, colina o río tenía su espíritu guar-
dián— fue destruido permitiendo la explotación de
la naturaleza con indiferencia del sentir de los seres
naturales. El culto se reservó ahora para los santos y
ángeles, ambas, criaturas antropocéntricas. Y, en ter-
cer lugar, un cambio en la concepción del modo
supremo de existencia. En vez de la búsqueda de un
ideal de contemplación (una actitud intelectualista)
como en los griegos y las tradiciones orientales, el
cristianismo habría exaltado el valor de la acción
(una actitud voluntarista) que favoreció la relación
de conquistadores de la naturaleza.
En consecuencia, concluye White, más ciencia y
más tecnología no nos librarán de la presente crisis
ecológica. Para superar esta crisis sería necesario,
según este autor, o buscar una nueva religión, o revi-
sar nuestra tradición cristiana y repensar nuestra rela-
ción con la naturaleza
6
.
La gestación de una nueva relación entre los seres
humanos y la naturaleza es interpretada por Aldo
Leopold como el resultado de un proceso evolutivo.
En su Etica de la Tierra escribe que “la primera ética
trató con la relación entre individuos (...), más tarde
incorporó la relación entre los individuos y la socie-
dad (...); actualmente, no existe todavía una ética que
trate de la relación entre el hombre y la tierra, los
animales, y las plantas que crecen en ella (...). La
extensión de la ética a este tercer elemento en el
ambiente humano es una posibilidad evolutiva y una
necesidad ecológica”
7
. La constitución de esta nueva
ética representa un desafío para la relación estricta-
mente económica entre los hombres y la tierra en la
tradición de Abraham. El abandono de este paradigma
económico representa el desafío final que Aldo
Leopold deja lanzado en su Etica de la Tierra.
Actualmente, encontramos en la figura del filósofo
Mark Sagoff una búsqueda radical por una transfor-
mación ética, que requiere desligarse del paradigma
económico y no necesita del vaticinio de una crisis
ambiental para estimular un cambio en nuestra rela-
ción con la naturaleza. Sagoff invita a los ambientalistas
actuales a mirar a precursores tales como Thoreau,
Whitman y Muir, quienes invocaban a las propieda-
des intrínsecas de la naturaleza, más que sus benefi-
cios económicos, como razones para preservarla.
Sagoff cita a John Muir, quien condenaba a los “des-
tructores de templos, devotos de la codicia y el saqueo
comercialista, quienes en vez de alzar sus ojos al Dios
de las montañas, los alzan al dólar Todopoderoso”
8
.
En contraste, según este autor, los ambientalistas con-
temporáneos habrían adoptado una aproximación
economicista o utilitaria, al extremo de elaborar
metodologías de valoración contingente que asignan
unos —así denominados— “precios sombra” a los
valores intrínsecos. Este es un dardo particularmente
dirigido a la nueva economía ecológica. Sagoff enfatiza
que una vida simple puede ser más valiosa que una
ampulosa, y que el crecimiento económico podría ser
moralmente indeseable, aún cuando fuera
ecológicamente sustentable.
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
5
CIENCIA Y AMBIENTE
En su
Etica de la Tierra
,
Leopold presenta tanto una
aproximación individualista
como una holista. En la medida
que avanza en el desarrollo de
su planteamiento, el foco de
preocupación moral cambia
gradualmente desde plantas,
animales, suelos y aguas, hacia
la comunidad biótica
colectivamente.
Esta búsqueda de un modo de vida austero y respe-
tuoso de la naturaleza resuena con la propuesta del
filósofo noruego Arne Naess, quien en su clásico
artículo de 1973
9
contrastó una “ecología profunda”,
entendida como una búsqueda de sabiduría —por
medio de una síntesis entre un conocimiento y un
modo de vida ecológicos— con una “ecología super-
ficial” que opera con descripciones y predicciones
científicas, como si éstas se formularan al margen de
un contexto cultural y de la búsqueda por una vida con
sentido. Este desafío eco-filosófico planteado por
Naess a la concepción científico-tecnológica aparece
como una continuidad del llamado de Aldo Leopold
—tal como sugiere actualmente el filósofo Baird
Callicott— a asumir una transformación moral, ex-
plorar nuevas cosmovisiones, nuevas formas de rela-
ción entre los seres humanos y la naturaleza, dejando
atrás el dominio del paradigma economicista impues-
to bajo la opresiva presunción de objetividad
10
.
Pese a que una invocación ecológica hacia un cam-
bio en los modos de vida y el cultivo de valores tales
como el amor, respeto y reverencia por la naturaleza,
pareciera fuera de lugar bajo el prisma del paradigma
dominante en la modernidad, es interesante constatar
que, ya desde fines de la década de los sesenta, estos
valores han sido incluidos en legislaciones guberna-
mentales y otras regulaciones públicas que conside-
ran el cuidado por las propiedades intrínsecas de los
ecosistemas y especies, y que los ecólogos han mani-
festado individual y colectivamente el deseo, y la
significancia, de su participación en la discusión de
valores sociales y leyes ambientales
11
.
Esta nueva ética del cultivo al respeto por la natu-
raleza, de relación con las otras especies como espe-
cies hermanas con quienes compartimos la estructura,
función y origen biológico, ha estimulado el aprecio
por el valor intrínseco de todos los seres vivos, y ha
llevado a expandir la noción de derechos, original-
mente reservada a las personas humanas, hacia los
demás seres vivos.
Una grave limitación que desde el punto de vista
ecológico conlleva el intento de proteger la naturaleza
por medio de la asignación de derechos a individuos,
es que en la naturaleza se presentan diferentes niveles
de organización biológica y procesos ecosistémicos.
¿Qué ocurre, por ejemplo con la valoración de las
comunidades biológicas o los ecosistemas?
6
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
CIENCIA Y AMBIENTE
En su Etica de la Tierra, Leopold presenta tanto
una aproximación individualista como una holista. En
la medida que avanza en el desarrollo de su plantea-
miento, el foco de preocupación moral cambia gra-
dualmente desde plantas, animales, suelos y aguas,
hacia la comunidad biótica colectivamente. Así, por
ejemplo, se puede leer: “... una ética de la tierra
cambia el rol de Homo sapiens de conquistador de la
comunidad natural a miembro llano y ciudadano de
esta comunidad. Esto implica un respeto por sus miem-
bros compañeros y también por la comunidad como
tal”. Y más adelante, continúa Leopold señalando que
“...una acción estará bien si tiende a preservar la
integridad, estabilidad y belleza de la comunidad
biótica. Estará mal si tiende en otro sentido”
12
. Baird
Callicott considera que el holismo de la Etica de la
Tierra, más que ninguna otra característica, sitúa a
esta obra fuera del paradigma de la filosofía moral
moderna
13
.
En la corriente principal de la ética en la filosofía
moderna, el derecho a una consideración moral des-
cansa en la capacidad sicológica: racionalidad en la
tradición de Kant, sensibilidad en la tradición de
Bentham y Mill. Este sicocentrismo ha promovido
una orientación individualista, que en el anhelo de
incluir diversas formas de vida ha expandido los dere-
chos morales a los animales con capacidad de sentir
dolor y placer (véanse los filósofos Peter Singer y
Tom Regan). Pero las comunidades per se no tienen
experiencia sicológica de ningún tipo. En consecuen-
cia, el modelo moderno convencional de la teoría
ética no provee posibilidad alguna de consideración
moral hacia “totalidades” tales como poblaciones de
especies de plantas y animales amenazadas, o espe-
cies endémicas, especies en peligro, o comunidades
bióticas, ecosistemas, o la biosfera en su totalidad.
Callicott enfatiza que en la Etica de la Tierra se
encuentra una tensión entre los bienes de la comuni-
dad como un todo y los derechos de los miembros
individuales, y que en el desarrollo de esta aproxima-
ción Leopold provee una base teórica para incluirlos a
ambos en el dominio de la moralidad.
En el modelo intensamente holístico del ambiente,
las plantas y animales individuales pasan a ser menos
autónomos al representar estructuras efímeras en un
continuo flujo de energía. Bajo esta concepción, como
ha señalado Harold Morowits, “cada entidad viva es
una estructura disipativa, esto es, no perdura en sí
misma sino sólo como resultado del continuo flujo de
energía en el sistema. Un ejemplo puede resultar
ilustrativo. Considérese un remolino en una corriente
de agua. El remolino es una estructura formada por
moléculas de agua en continuo recambio. No existe
como una entidad en el sentido clásico de la tradición
occidental, existe sólo debido al flujo en un curso de
agua; si el flujo cesa, el remolino desaparece. En el
mismo sentido las estructuras de las cuales están
hechos los seres vivos son transientes, son entidades
inestables con un continuo recambio de moléculas,
dependientes de un constante flujo de energía para
mantener su forma y estructura. Desde este punto de
vista la realidad de los individuos es problemática
porque ellos no existen per se sino sólo como pertur-
baciones locales en este flujo universal”
14
.
La perspectiva holista del ambiente inspiró a Aldo
Leopold a adoptar las nociones de “salud” y “enfer-
medad” en relación a la Tierra. Actualmente, bajo esta
aproximación sistémica se ha incorporado en las prác-
ticas de manejo de ecosistemas el concepto de “salud
del ecosistema”. A su vez, esta noción ha sugerido un
nuevo rol para los ecólogos como médicos y
restauradores de estos
15
.
Recapitulando esta primera sección, propongo que
la comprensión de estructuras, funciones y origen
biológico común para todos los seres vivos, incluidos
los humanos, nos invita a ver a las demás especies
biológicas como nuestras hermanas.
Bajo el entendimiento ecológico actual concebi-
mos a los individuos como actores interactivos y
efímeros en el continuo flujo de energía que determi-
na su existencia y la de los procesos ecológicos. En
consecuencia, podemos cultivar un respeto ético no
sólo por los individuos, sino también por los diversos
niveles de organización biológica y sus procesos.
Finalmente, la concepción holista ha permitido el
desarrollo de la noción de salud para los diferentes
niveles de las entidades biológicas, permitiendo a su
vez proponer para los seres humanos, y en particular
para los ecológos, no sólo un papel de hermanos de
los demás seres vivos, sino también de médicos de la
naturaleza. Pero, antes de intervenir la naturaleza
debemos reflexionar acerca del hecho de que la más
grave enfermedad ha sido inoculada por los propios
humanos y que el origen de tal enfermedad está pro-
fundamente arraigado en nuestra cosmovisión occi-
dental economicista.
Así, hoy día el gran desafío para los ecólogos
involucra un repensar crítico de los supuestos cultura-
les y, a la vez, discutir la contribución que como
ecólogos podemos aportar para una transformación
cultural que conduzca a una nueva cosmovisión, en
particular, a una nueva relación con la naturaleza y
con nosotros mismos.
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
7
CIENCIA Y AMBIENTE
Antropocentrismo: interconectividad y
valoración utilitarista de la biodiversidad
El desarrollo de la ciencia ecológica ha alterado
profundamente la concepción del ambiente terrestre
en que habitamos y consumamos nuestra existencia.
De hecho, esta disciplina ha establecido con claridad
de qué forma los seres humanos estamos inmersos en
este ambiente. En contraste con la visión atomística
de las ciencias griegas y clásicas, la ecología ha
enfatizado que la esencia de los seres está determina-
da por sus inter-relaciones: es decir, estos no pueden
ser concebidos con independencia de sus relaciones
con otros seres
16
.
Una noción ecológica que ilustra nítidamente la
interdependencia entre los individuos y su medio am-
biente es el concepto de plasticidad fenotípica. Este
concepto hace referencia a que individuos que poseen
una misma constitución genotípica exhiben formas
(fenotipos) contrastantes dependiendo de las caracte-
rísticas del ambiente en que se desarrollan. Un ejem-
plo clásico de esto corresponde a las formas que
adoptan las hojas de una planta acuática (Ranunculus
aquatilis) dependiendo de dónde crecen. Cuando sus
hojas se desarrollan en un ambiente aéreo presentan
una forma compuesta con divisiones anchas, cuando
crecen sumergidas en el agua presentan una forma
compuesta con divisiones finas, y cuando crecen en la
interfase aire-agua desarrollan la forma de hojas ente-
ras
17
(ver Figura 1).
Esta constituye una ilustración particularmente clara
de la concepción ecológica que interpreta las atribu-
ciones de los individuos como el resultado de las
interrelaciones entre sus propiedades y procesos in-
ternos, y el ambiente en que ellos habitan. Para una
clasificación general de las interrelaciones podemos
distinguir tres fuentes de influencias ambientales: fac-
tores físicos, factores bióticos y factores sociales o
culturales.
Factores abióticos. Esta línea de investigación,
acerca de los efectos físicos o abióticos del ambiente
—tales como suelo y clima— sobre los organismos,
posee una larga tradición histórica. A comienzos del
siglo pasado, por ejemplo, el notable naturalista
Alexander von Humboldt, tras recorrer diversas re-
giones del planeta —con particular énfasis en
Sudamérica— desarrolló el estudio de la geografía y
de las interacciones ecológicas entre plantas y anima-
les bajo la influencia del clima. En su “Ensayo sobre
Geografía de las Plantas” (1807) propuso que las
plantas no sólo deben ser consideradas en sus relacio-
nes taxonómicas, sino agrupadas también de acuerdo
a sus agrupaciones geográficas, definiendo “divisio-
nes fisionómicas”. Complementariamente, desde sus
estudios de clima Humboldt logró trazar líneas
isotérmicas a través del planeta, que graficaban la
distribución de los climas de la tierra, y a la vez
permitían un grado de predicción de las formaciones
vegetacionales que ocurren en cada región.
Factores bióticos. El concepto de comunidad
biótica representa un paso crucial en la comprensión
de las complejas interacciones entre las poblaciones
8
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
CIENCIA Y AMBIENTE
de las diversas especies que coexisten en una región.
Una conceptualización clave para entender la estruc-
tura de las comunidades fue desarrollada a comienzos
de este siglo por Charles Elton, quien describió a cada
especie como poseedora de un “nicho trófico”, distin-
guiendo tres grupos fundamentales: los productores
(plantas verdes), los consumidores de primer y segun-
do orden (animales herbívoros y carnívoros, respecti-
vamente), y los descomponedores (hongos y bacte-
rias). En las comunidades bióticas las miríadas de
especies especialistas establecen una compleja red de
relaciones ecológicas por las que transcurren los flu-
jos de materia y energía.
Factores sociales y culturales. La noción ecológica
de interacciones entre los individuos y su entorno
también se ha extendido a la sicología y las ciencias
sociales, que han caracterizado detalladamente el efec-
to del ambiente social y cultural sobre el desarrollo de
las personas. Es así que a mediados de este siglo
encontramos una concepción terapéutica, como la de
Carl Jung, quien señala que nunca pudo sanar a un
paciente “que no tuviera la firme convicción de que él
era parte de una unidad biológica y social mayor”
18
.
El paso siguiente en la comprensión de las
interacciones es la constatación de que los organis-
mos no sólo son afectados por el medio ambiente
físico, biótico y social sino que, a su vez, ellos tam-
bién transforman —podríamos decir, construyen—
su propio entorno.
Así por ejemplo, los árboles dentro de un bosque
crean un microclima particular, pudiendo llegar a
compararse los márgenes de los bosques con mem-
branas que contribuyen a la homeostasis del ambiente
interno del bosque y que, a la vez, constituyen activas
zonas de intercambio con los ambientes circundantes
al parche de bosque del que actúan como “borde”.
Otro ejemplo ilustrativo corresponde a los insectos
sociales que literalmente “construyen” sus residen-
cias. Además, en el caso de las colonias de insectos
polinizadores, éstos contribuyen a mantener una pro-
visión de flores en las plantas de las cuales se alimen-
tan, a través de su servicio de polinización que es
esencial para el proceso reproductivo de esas mismas
plantas. Los ejemplos se multiplican al infinito al
considerar la enorme diversidad de relaciones recí-
procas. Esta conectividad entre los procesos vitales de
los organismos entre sí y entre ellos con el medio
físico —en particular entre ellos y los flujos de mate-
ria y energía en los ecosistemas— constituye la base
para una definición actual de la ecología como “el
estudio científico de los procesos que influyen en la
distribución y abundancia de los organismos, las
interacciones entre los organismos, y las interacciones
entre los organismos y las transformaciones y flujos
de energía y materia
19
.
La comprensión de la interdependencia entre los
organismos vivos y su medio ambiente, conduce al
reconocimiento de la importancia que la diversidad
biológica y los procesos ecosistémicos tienen para el
ser humano y, a la vez, el alto impacto que los seres
humanos podemos tener sobre ellos. En la sección
anterior nos referíamos a Callicott, quien desarrolla la
noción de “vínculo diacrónico” que la teoría evoluti-
va establece entre las personas y los seres vivos no-
humanos. Análogamente, Callicott propone que “la
teoría ecológica provee un vínculo sincrónico —el
concepto de comunidad— un sentido de integración
social entre los humanos y la naturaleza no huma-
na”
20
.
La conciencia de que la actividad humana afecta el
medio ambiente, y que a su vez esta modificación nos
afecta, se ha constituido en una señal de alerta que nos
advierte que debemos cuidar nuestra relación con el
entorno y mantener un apropiado funcionamiento de
la biosfera para sostener la vida en el planeta, incluida
la existencia humana. Esta necesidad representa el
fundamento antropocéntrico para proteger la
biodiversidad en todos los niveles biológicos, desde
genes hasta paisajes, en función de nuestra
sobrevivencia. Esta justificación utilitarista para la
valoración de las especies biológicas y los procesos
ecosistémicos ha constituido hasta ahora la línea de
argumentación principal de la ecología y, de acuerdo
al filósofo Bryan Norton, es el único argumento efec-
tivo frente a instancias políticas para proteger la
biodiversidad en la actualidad
21
.
Esta comprensión ecológica del valor de la
biodiversidad para la existencia humana ha estimu-
lado la ampliación de criterios para el uso de los
recursos naturales. El primer paso que se ha dado
bajo esta perspectiva ecológica ha correspondido al
reemplazo del afán orientado exclusivamente a la
obtención de productos comerciales —tales como
madera o alimentos— por una concepción de uso
múltiple de los ecosistemas. Un paso siguiente,
implementado por una nueva interdisciplina —la
economía ecológica— corresponde a la valoración
económica de cada uno de los bienes y servicios
provistos por los ecosistemas. Recientemente, en un
polémico artículo, Robert Costanza y colaboradores
realizaron una estimación del valor monetario repre-
sentado por 17 bienes y servicios ecosistémicos a
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
9
CIENCIA Y AMBIENTE
Una nueva
«etica de la Tierra»
es, a la vez, un deber moral y
una actitud de prudencia en pro
de la sobrevivencia humana.
nivel planetario
22
. Bajo la convicción de que una
estimación en términos monetarios constituye un
paso crítico para la protección del medio ambiente,
debido a que la falta de valoración económica de los
servicios ecosistémicos determina que se les otorgue
muy poco peso en las decisiones políticas, estos
autores estimaron un rango de valores entre 16 y 54
billones (10
12
) de dólares anuales para el conjunto de
estos servicios ecosistémicos a nivel de la biosfera.
Ellos remarcan que, pese a que estos servicios son
críticos para el funcionamiento del sistema que so-
porta la vida en el planeta, la mayor parte de este
valor económico es dejada de lado en las transaccio-
nes del mercado.
Un tercer paso dado bajo esta aproximación
antropocéntrica corresponde al concepto de manejo
ecosistémico, donde la preocupación central pasa a
ser la preservación del ecosistema, y el uso se limita a
los bienes y servicios que emanan de su funciona-
miento. Al llegar a este punto nos parece reencontrarnos
con una concepción holista que contribuye al aprecio
por la vasta diversidad de especies que participan en
los procesos ecosistémicos, y también por los niveles
infra y supra-individuales de las entidades biológicas.
En esta confusión de motivaciones, a la vez que
claridad respecto a la voluntad de cuidado por la
diversidad biológica, incluyendo la totalidad de espe-
cies, niveles de organización y procesos ecológicos,
surge la pregunta: ¿en qué dimensiones las concep-
ciones antropocéntricas y biocéntricas resultan ser
mutuamente excluyentes o convergentes en su afán
por proteger la biodiversidad?
Dos visiones complementarias
El filósofo Bryan Norton ha enfatizado durante los
últimos años la complementariedad entre ambas
aproximaciones y la necesidad de lograr una unidad
entre las diferentes posiciones y grupos ambientalistas.
En su libro “Toward Unity among Environmentalists”
(Hacia la unidad de los ambientalistas) afirma:
“antropocentristas y ecocentristas con visión amplia
tienden a adoptar planes y objetivos de acción cada
vez más similares a medida que la evidencia científica
aumenta, debido a que ambos sistemas de valores —
como muchos otros también— apuntan hacia el deno-
minador común de proteger los sistemas ecológicos”
23
.
Norton propone que la definición y reconocimien-
to de un objetivo común por parte de los más diversos
ambientalistas constituye un paso necesario para al-
canzar un alto grado de efectividad en el propósito de
proteger el medio ambiente. Parece ser tiempo de
superar las antiguas divisiones entre preservacionistas
y conservacionistas. Muir y Pinchot, como también
Leopold y Carson, por ejemplo, fueron flexibles en
las argumentaciones que utilizaron para lograr su
éxito en el afán de proteger la naturaleza. Norton
escribe que “sin lugar a dudas Leopold y Carson han
contribuido más que nadie a configurar el pensamien-
to de los ambientalistas actuales, y ellos compartían la
voluntad de llegar con sus argumentos a instancias
políticas relevantes. Ambos estaban profundamente
comprometidos con una perspectiva biocéntrica y ata-
caron la arrogancia humana. Sin embargo, cuando se
encontraban en arenas políticas enfatizaron siempre
argumentos orientados hacia el bienestar humano.
10
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
CIENCIA Y AMBIENTE
AD
Ellos actuaron de este modo sin remordimientos y con
una gran efectividad en sus propósitos”
24
. Norton
subraya, finalmente, que el igualitarismo biocéntrico
ha probado ser políticamente inviable, a menos que se
complemente con una retórica orientada hacia el bien-
estar del ser humano.
Este modelo orientado a la acción no niega la
importancia de los valores sino que propone que la
acción y la discusión de valores son recíprocamente
permeables, a la vez que plantea la búsqueda de dos
niveles de consenso: primero, lograr que ambientalistas
que poseen diferentes cosmovisiones y sistemas de
valores puedan adoptar políticas similares frente a
problemas ambientales concretos; segundo, que los
ambientalistas puedan generar una nueva
“cosmovisión ecológica”. Para Norton esta nueva
cosmovisión unitaria debiera estar fundamentada en
el conocimiento científico.
En un artículo anterior hemos enfatizado la necesi-
dad de fomentar la integración entre los ambientalistas,
y entre ellos y los ecólogos
25
, sin embargo, dos aspec-
tos de la propuesta de Norton nos parecen criticables.
Los ambientalistas y los ecólogos debemos no sola-
mente adecuar nuestros proyectos a las demandas
contingentes de las fuentes de financiamiento y orga-
nizaciones responsables de la política ambiental, sino
que debemos contribuir también a la modificación de
tales criterios y a la creación de nuevos paradigmas en
el orden político, que sean consistentes con las nuevas
formas de entender y valorar la naturaleza. Debemos
promover contextos políticos dinámicos.
Es necesario considerar también que los problemas
ambientales poseen causas y consecuencias en distin-
tas escalas geo-políticas, involucrando una variedad
de actores. En las discusiones de políticas y en el
diseño de soluciones relativas a los problemas am-
bientales resulta valioso, por lo tanto, establecer puen-
tes que favorezcan el continuo diálogo, participación
y coordinación entre diversos representantes de co-
munidades locales, nacionales e internacionales.
A la vez, debemos considerar críticamente el opti-
mismo científico de Norton. La ciencia occidental
moderna se ha desarrollado inmersa en el espíritu de
su período histórico, la Modernidad, que nos ha con-
ducido hasta el presente estado de alienación respecto
a la naturaleza. La teoría ecológica comenzó su desa-
rrollo bajo una concepción de “economía de la natu-
raleza
26
, arraigada en una cosmovisión utilitaria y
economicista. Como hemos discutido en la primera
parte de este artículo, es necesario trascender a esta
concepción para alcanzar una transformación moral
que nos posibilite construir un nuevo modo de repre-
sentación y de relación con la naturaleza.
Además, cuando Norton escribe que “la debilidad
de conceptos ecológicos alienta a veces a los
ambientalistas a emplear un lenguaje místico, teológi-
co y metafísico para llenar los vacíos de la teoría
ecológica”, o que “el emergente consenso ambientalista
se basa más en principios científicos que en axiomas
metafísicos y morales compartidos”
27
, le atribuye a la
ciencia una situación hegemónica, desacartando otras
dimensiones de la cultura humana tales como la teolo-
gía, la metafísica o el arte, que pueden ser esenciales
en la transformación moral que conduzca a una nueva
“cosmovisión ecológica”. Esta nueva aproximación
ecológica debe considerar y analizar los diversos mo-
dos de representación y de relación que los individuos
y comunidades establecen con su entorno. El desafío,
entonces, es lograr inter-relaciones basadas en el res-
peto mutuo, que permitan una integración entre las
distintas esferas del conocimiento, y entre las distin-
tas comunidades y sociedades humanas.
Finalmente, como enfatiza Norton, las interacciones
entre los ecólogos y los demás actores de la comuni-
dad permiten una diseminación del conocimiento
ecológico que puede promover un cambio en la forma
que la comunidad percibe la naturaleza y se relaciona
con ella. Norton escribe “en la medida que el conoci-
miento ecológico aumente en la población, los ciuda-
danos comenzarán a ver el mundo de una nueva
manera, más holista, y el resultado será un cambio de
valores”
28
.
En la medida que la ecología contribuye a valorar
la diversidad biológica y cultural, provee un nuevo
marco de referencia para repensar nuestros proyec-
tos sociales y nuestra relación con el medio ambien-
te. En esta valoración ecológica de la diversidad
biológica y cultural, las perspectivas biocéntricas y
antropocéntricas pueden coexistir, más aún pueden
complementarse. Una nueva “ética de la tierra” es, a
la vez, un deber moral y una actitud de prudencia en
pro de la sobrevivencia humana. Desde el interior de
la comunidad de seres vivos, debe despertar en los
seres humanos un genuino amor, respeto, conciencia
y obligación respecto a la totalidad de las manifesta-
ciones de la vida. Desde el exterior, desde el análisis
antropocéntrico, debemos considerar esta transfor-
mación ética, este cambio en nuestra relación con la
naturaleza, como un paso indispensable para sobre-
vivir a nuestro propio impacto sobre el medio am-
biente.
Ambiente y Desarrollo - Septiembre 1997
11
CIENCIA Y AMBIENTE
Agradecimientos: A Scott Lehmann, Eugene
Hargrove, John Silander, Pablo Villarroel, Baird
Callicott y Francisca Massardo sus valiosos comenta-
rios en el manuscrito. A Carl Schlichting su guía en el
concepto de plasticidad fenotípica. Para la escritura
final he contado con el apoyo del “Departament of
Philosophy and Religion Studies” de University of
North Texas y una beca Fulbright. Esta es la
publicacion No. 14 del Instituto de Investigaciones
Ecológicas Chiloé, escrita en el marco de los proyec-
tos “Darwin Initiative for the Survival of Species”
(UK) y “Sustainable use, conservation and restoration
of native forests in Southern Mexico and South Cen-
tral Chile” (Comunidad Económica Europea).
Notas y Referencias bibliográficas
(1) Baird Callicott (1989). The conceptual foundations of the
Land Ethic. En “In Defense of the Land Ethic” (B. Callicott
ed.), pp.: 75-99. State University of New York, Nueva York.
(2) R. Costanza, R. d´Arge, R. de Groot, S. Farber, M.
Grasso, B. Hannon, K. Linburg, S. Naeem, R. O´Neill, J.
Paruelo, R. Raskin, P. Sutton & M. van den Belt (1997).
The value of the world’s ecosystem services and natural
capital. Nature 387: 253-260.
(3) Expresión metafórica de Aldo Leopold (1949). En “A
Sand County Almanac”. Oxford University Press, Nueva
York.
(4) Véase el ensayo “The Land Ethic” en Aldo Leopold
(1949). “A Sand County Almanac”, pp. 201-226. Oxford
University Press, Nueva York.
(5) Lynn White (1967). The historical roots of our ecological
crisis. Science 155: 1203-1207.
(6) En la vía de repensar la tradición cristiana podemos
encontrar una fuente de inspiración en San Francisco de
Asís, quien profesaba la virtud de la humildad no sólo en
relación con otros humanos, sino también con las demás
especies, hablando y orando con “nuestros hermanos
animales y hermanas plantas”. White culmina proponiendo
que San Francisco de Asís podría ser adoptado como
santo patrono
de los ecologistas cristianos.
(7) Idem nota 4.
(8) Cita en Mark Sagoff (1995). Carrying capacity and
ecological economics. BioScience 45: 610-620.
(9) Arne Naess (1973). The shallow and the deep long-range
ecology movements: a summary. Reproduced in “Deep
Ecology for the 21st Century” (G. Sessions ed., 1995).
Shambahala Publications, Boston, Massachusetts.
(10) Véanse: (a) B. Callicott & F. da Rocha (editores, 1996).
“Earth Summit Ethics: Toward a Reconstructive
Postmodern Philosophy of Environmental Education”.
State of New York University Press, New York, USA. (b) H.
Maturana (1997). La Objetividad: un Argumento para
Obligar. Ediciones DOLMEN, Santiago, Chile.
(11) Véanse: (a) S.I. Auerbach (1972). Ecology, ecologists and
the E.S.A. Ecology 53: 205-207. (b) J.M. Hollander
(1972). Scientists and the environment: new
responsibilities. Ambio 1: 116-119. (c) W. van Winkle, S.W.
Christiensen & J.S. Mattice (1976). Two roles of
ecologists in defining and determining the acceptability of
environmental impacts. International Journal of
Environmental Studies 9: 247-254.
(12) Op. Cit. En nota 4. Leopold (1949).
(13) Véase B. Callicott (1989). Animal liberation: a triangular
affair. En “In Defense of the Land Ethic” (B. Callicott ed.),
pp.: 15-38. State University of New York, Nueva York.
(14) Harold Morowits (1972). Biology as cosmological
science. Main Currents in Modern Thought 28: 150-159.
(15) Véanse: (a) Mark Sagoff (1985). Fact and value in
ecological science. Environmental Ethics 7: 99-116. (b)
Bryan Norton (1991). Environmentalist Toward Unity.
Oxford University Press, New York.
(16) Véase B. Callicott (1986). The metaphysical implications
of ecology. Environmental Ethics 8: 301-316.
(17) Figura modificada a partir de C. Cook (1968). Phenotypic
plasticity with particular reference to three amphibious
plant species. En “Modern Methods in Plant Taxonomy” (V.
Heywood, ed.), pp. 97-111. Academic Press, London.
(18) Cita de Carl Jung en B. Norton (1991).
Environmentalists Toward Unity. Oxford University Press,
New York.
(19) Definición elaborada por Gene Likens y ecólogos del
Instituto de Ecosistemas de Nueva York. Véase S.T.A.
Pickett, J. Kolasa & C.G. Jones (1994). Ecological
Understanding. Academic Press, San Diego, California.
(20) B. Callicott. (1989). Op. cit. en nota 1.
(21) B. Norton (1991). Environmentalists Toward Unity. Oxford
University Press, Nueva York.
(22) Los 17 bienes y servicios ecosistémicos valorizados por
Costanza et al. (op. cit. en nota 2). son: 1) regulación de
la composición química de los gases atmosféricos; 2)
regulación del clima; 3) capacidad para absorber perturba-
ciones y fluctuaciones ambientales (por ejemplo, control
del flujo de agua en lluvias torrenciales evitando inundacio-
nes, mantención de la humedad y reservas de agua en
temporadas de sequía); 4) regulación de los flujos hídricos
(por ejemplo, provisión de agua para la agricultura,
procesos industriales); 5) almacenamiento y reserva de
aguas en napas y cuencas; 6) control de erosión y
retención de sedimentos; 7) formación de suelos; 8) ciclaje
de nutrientes (almacenamiento, procesamiento y adquisi-
ción de nutrientes, por ej. fijación de nitrógeno); 9)
descomposición de basura y detoxificación; 10) poliniza-
ción y dispersión de semillas; 11) control biológico; 12)
refugio o provisión de habitat para poblaciones residentes
y migratorias; 13) producción de alimentos; 14) materias
primas renovables (por ejemplo, madera, forraje); 15)
recursos genéticos; 16) recreación (e.g. ecoturismo); 17)
fuente de inspiración cultural (por ejemplo, apreciación
estética, desarrollo espiritual).
(23) B. Norton. (1991). op. cit. en nota 21.
(24) B. Norton. (1991). op. cit. en nota 21.
(25) R. Rozzi, J.J. Armesto, F. Massardo, S. Pickett & S.
Lehmann (1996). Recuperando el vínculo entre la ciencia
y la ética: hacia una unidad entre ecólogos y
ambientalistas.
Ambiente y Desarrollo
XII (4): 81-86.
(26) Véase D. Worster (1994). Nature’s Economy: A History of
Ecological Ideas. Cambridge University Press, Nueva York.
(27) B. Norton. (1991). Op. cit. en nota 21.
(28) B. Norton. (1991). Op. cit. en nota 21.
... Una de las vertientes que dan origen a la perspectiva biocéntrica es gestada desde la mirada ecológica que reconoce el parentesco biológico de todos los seres vivos, incluídos los seres humanos (Haraway, 2019;Rozzi, 1997). Corresponde a una línea de pensamiento, lenguaje y acción bio-eco-céntrica que atribuye valor y derechos de existencia a todas las formas de vida. ...
... En esta concepción los seres humanos comparten origen, funciones y estructuras con todas las formas biológicas y contribuye al respeto por toda forma de vida. Es una superación de la tradición judeo-cristiana que ve en la naturaleza un bien que nos pertenece, para entenderla y vivirla como una comunidad a la que pertenecemos (Rozzi, 1997). Uno de los ecólogos en esta línea es Arne Naess. ...
... En su artículo de 1973 desarrolló el concepto de "ecología profunda" entendida como una búsqueda de sabiduría en una síntesis entre conocimiento y modo de vida ecológico. Esta nueva ética basada en la relación interespecies estimula el aprecio por el valor de cada ser vivo, y ha llevado a expandir la noción de derechos, originalmente reservada para las personas humanas (Rozzi, 1997). Por su parte, la comunicación sobre el derecho a la vida ha traspasado las esferas de lo humano para centrarse en los derechos de los seres vivos por habitar y coexistir en el planeta. ...
Article
Full-text available
El objetivo de esta investigación es identificar y discutir perspectivas y conceptos afines al biocentrismo relacionados a los contextos de la comunicación y la educación. Para realizar esta investigación se utilizó la metodología basada en la revisión bibliográfica definida como un estudio en el que se analiza y discute información publicada sobre un tema, que puede incluir un examen crítico del estado de los conocimientos reportados en la literatura (Fortich, 2013). Los principios comunicativos que priman en la comunicación biocéntrica son la generación de redes comunicativas afectivas y la controversia en el debate generadora de pensamiento crítico. Las estrategias pedagógicas en perspectiva biocéntrica se basan en relaciones humanas centradas en el cuidado de la vida, el respeto por la naturaleza, el cuidado de sí y del mundo y la co-construcción de un mundo permeado por valores integrativos. Estas estrategias metodológicas interactúan con el diálogo con escucha atenta, el juego colaborativo, la investigación-acción y la Biodanza dentro de los espacios educativos
... En otros artículos he argumentado sobre la necesidad de superar las dicotomías entre antropocentrismo y no-antropocentrismo, que consideran tanto la gama de valores instrumentales como el valor intrínseco de la biodiversidad, dentro y fuera de las áreas protegidas (Rozzi 1997(Rozzi , 1999(Rozzi , 2012. Respecto a la gama de valores instrumentales, he destacado que los ecólogos han descubierto y explicado una variedad de bienes y servicios que los ecosistemas proporcionan para la vida humana. ...
Chapter
Full-text available
El término co-habitante alude a compartir el hábitat. Tiene un sentido análogo al concepto de compañera o compañero que alude a compartir el pan (del latín, cum = con; panis = pan). La vida se comparte con el hábitat y con el pan. La comprensión de que compartimos los hábitats y que nuestra especie Homo sapiens forma parte de los ecosistemas está implícita en el origen etimológico de la palabra humano, que proviene del latín humus, que significa tierra. Esta comprensión ecosistémica que se encuentra en los orígenes de la civilización occidental es corroborada hoy por las ciencias biogeoquímicas que demuestran que la constitución molecular de los cuerpos humanos tiene una composición química similar al humus o materia orgánica del suelo. Es notable que esta comprensión también se encuentra en los orígenes de la tradición judeo-cristiana. En el Génesis, el nombre del primer ser humano es Adán, que deriva del hebreo adamah, que también significa tierra. Tanto el nombre como el origen material del primer ser humano se asocian con el suelo, con la naturaleza: “Entonces Dios formó al hombre (adam) del polvo de la tierra (adamah), sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente”. La cultura popular arraigada en el campo chileno también evoca la práctica cotidiana de cohabitar con la tierra. En su cuento “Tierra Ajena”, el poeta chileno Oscar Castro se refiere a cómo un campesino cohabita con cada planta y la tierra que trabaja a diario: “Lisandro siente la tierra. La besa con los ojos y con los pies… cada yuyito humilde, cada surco de la tierra”. El concepto de co-habitante –compartir la tierra, el hábitat– brota desde múltiples raíces culturales, ancestrales y actuales, y en el marco de la ética biocultural nos recuerda que los humanos constituimos una parte indisociable de la tierra y que no somos los únicos actores relevantes en el planeta. Por lo tanto, las áreas protegidas no deben ni pueden ser concebidas en aislamiento.
... En la medida que el otro se reconoce no como objeto sino como sujeto, se ponen en marcha los mecanismos sociales, y con ellos, las inhibiciones que permiten la coexistencia pacífica entre los miembros de una sociedad. • Citando a Ugás (2008), si bien es cierto que existen divergencias importantes entre los animales humanos y animales no humanos, las cuales originan diferencias en los derechos de cada uno, esto no implica que exista un obstáculo para extender el principio de igualdad moral a estos últimos, esto está estrechamente ligado con la postura del biocentrismo, que afirma que cada ser vivo merece respeto moral (Rozzi, 1997). ...
Article
Full-text available
En el desarrollo de este artículo de reflexión, se buscó dar cuenta de los derechos de los animales no humanos, comenzando con la relación que establece el hombre con el resto de los animales. Así mismo, desde varios pronunciamientos jurídicos en todos los niveles estatales, es decir, leyes, resoluciones nacionales y decretos, se realizó una reflexión de la relevancia que los derechos de los animales no humanos tienen en el proceso de enseñanza y aprendizaje de la biología. Para esto se utilizó el método de documentación y análisis propuesto por Sabino (1966). Al finalizar la revisión, se encuentra que el reconocimiento a los animales no humanos como sujetos de derecho, en términos jurídicos, es un gran avance en el reconocimiento de la igualdad. Sin embargo, es importante seguir trabajando en la noción de protección, defensa y respeto de los animales no humanos. Así mismo, es claro que tener en cuenta los derechos de los animales no humanos en el proceso de enseñanza/aprendizaje, puede contribuir a la formación de ciudadanos autónomos, responsables, con una conciencia moral, y respetuosos consigo mismos y su entorno
... Después de 34 años de vigencia, existen procesos legislativos que deben transformar esta normativa en una ley actualizada que proponga al biólogo como gestor de la biodiversidad, aun considerando sus relaciones antropogénicas, pero manteniendo un enfoque ecocentrista. Lejos del objetivo de esta investigación se encuentran las discusiones epistemológicas sobre el papel de la conciencia ecológica/biológica en la manutención de los servicios ecosistémicos (Rozzi, 1997), que cabe abordar en otros trabajos de investigación. Las atribuciones legales deben partir de discusiones nacionales que se basan en tres ejes: ...
Article
Las sociedades se caracterizan por la construcción de conocimiento colectivo, su manutención y control territorial. La sociedad colombiana está acompañada de una gran biodiversidad, representada en más de 80 tipos de ecosistemas, con cerca del 10 % de la diversidad biológica mundial. Paralelamente, esta también es el modelo económico extractivista y los conflictos socioambientales de nivel local y nacional. Por más de 50 años se desencadenó una guerra armada, que ocasionó pérdidas humanas, culturales y ambientales. Finalmente, el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) y las Farc firmaron un acuerdo de paz que toca tangencialmente problemas socioambientales. En este contexto, es necesario promover la sostenibilidad de una ciudadanía que se relacione pacíficamente con el territorio, sus recursos y medios de producción. El presente artículo aborta tres ejes de cuestionamiento: i) ¿cuáles son los lineamientos educativos en los programas de ciencias biológicas?, ii) ¿qué profesiones integran el debate ambiental en Colombia?, y iii) ¿las temáticas tratadas en aula tienen pertinencia con la realidad actual y contribuyen críticamente con el posconflicto? Para resolverlas, se adelantó una búsqueda de los programas reportados en el Sistema Nacional de Instituciones de Educación Superior (snies), de la que se encontraron 250 programas. Extensivamente, cada uno de estos cuenta con amplia formación a nivel disciplinar, pero carece de disciplinas que fomenten la construcción colectiva, interdisciplinar y crítica. En este sentido, el Estado colombiano se encuentra en una etapa diferencial de su historia y los programas académicos no se han transformado para converger en esas nuevas realidades. Debe orientarse la promoción de profesionales que promuevan la paz como una política transversal que se integre a la enseñanza de las ciencias biológicas en la realidad sociopolítica del país y también debe incluirse en la oferta de nuevos programas de posgrado.
Book
Full-text available
En el presente libro el lector podrá encontrar la teoría subyacente al concepto de Representaciones Sociales (RS), de tal manera que se puedan comprender las distintas concepciones que se han construido en torno al ambiente y como se interactúa con éste, lo que resulta fundamental para los procesos de Enseñanza y Aprendizaje porque brinda los elementos que hacen posible delimitar el impacto de las políticas públicas de educación ambiental, y la forma de como desde la escuela se reconstruye la idea de ambiente y desde los centros de formación de docentes se entiende la educación ambiental, aportando a la discusión acerca de sus objetivos, métodos y alcances. Este documento es el resultado de una investigación orientada hacia el análisis y comprensión de las representaciones sociales sobre el concepto de ambiente que tienen los docentes y estudiantes del programa de Licenciatura en Ciencias Naturales y Educación Ambiental de la Universidad de Nariño sede Pasto, la forma como esas representaciones influyen en el proceso de formación de docentes y como el diseño curricular del programa intervienen en la transformación y deconstrucción de esas representaciones sobre ambiente.
Book
Artículos que abren la discusión sobre los desafíos que el cambio climático plantea al país, la relación entre desarrollo sostenible, economía y pobreza, la seguridad energética e hídrica en el Perú, la gestión climática y la de los bosques y servicios ecosistémicos. En junio de 2012 se realizó en Río de Janeiro la Cuarta Magna Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, denominada Río+20. En este contexto, el Instituto de Ciencias de la Naturaleza, Territorio y Energías Renovables de la PUCP y la Facultad de Economía y Gestión Ambiental de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya organizaron el foro "Río+20: Desafíos y Perspectivas", bajo la pregunta central "¿Es posible un desarrollo sostenible en el Perú del siglo XXI?". El desarrollo sostenible implica la discusión de los desafíos del cambio climático para la sociedad y los Estados. Asimismo, supone el imperativo ético de garantizar a las generaciones futuras un lugar apropiado para vivir. La perspectiva del evento fue interdisciplinaria para dar cuenta de las diversas investigaciones y enfoques que se están realizando en materia de desarrollo sostenible, innovación tecnológica, biorremediación, preservación del medio ambiente y en las diferentes aproximaciones de los estudios e investigaciones, estén estos orientados a la investigación básica, a las reflexiones teóricas, al desarrollo de tecnologías o a la recuperación de saberes ancestrales.
Article
Full-text available
La pandemia causada por el covid-19 es una manifestación de la crisis ecológica en la que nos encontramos, y cuyo origen último puede rastrearse en la ontología basada en el excepcionalismo humano. Este texto se hace eco de la perspectiva de las humanidades ambientales y aborda dos conceptos pertinentes, el parentesco y la topofilia, para resignificar la interdependencia de la humanidad con el resto del entramado de la vida y los elementos abióticos que la sustentan. Asimismo, se propone al duelo como un elemento que puede acercarnos a este entramado vital mediante el restablecimiento del parentesco y el arraigo. Se concluye que la prevención de las pandemias futuras necesita de la extensión del parentesco a lo no humano.
Article
Full-text available
RESUMEN La pandemia causada por el covid-19 es una manifestación de la crisis ecológica en la que nos encontramos, y cuyo origen último puede rastrearse en la ontología basada en el excepcionalismo humano. Este texto se hace eco de la perspectiva de las humanidades ambientales y aborda dos conceptos pertinentes, el parentesco y la topofilia, para resignificar la interdependencia de la humanidad con el resto del entramado de la vida y los elementos abióticos que la sustentan. Asimismo, se propone al duelo como un elemento que puede acercarnos a este entramado vital mediante el restablecimiento del parentesco y el arraigo. Se concluye que la prevención de las pandemias futuras necesita de la extensión del parentesco a lo no humano.
Chapter
Artículos que abren la discusión sobre los desafíos que el cambio climático plantea al país, la relación entre desarrollo sostenible, economía y pobreza, la seguridad energética e hídrica en el Perú, la gestión climática y la de los bosques y servicios ecosistémicos. En junio de 2012 se realizó en Río de Janeiro la Cuarta Magna Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, denominada Río+20. En este contexto, el Instituto de Ciencias de la Naturaleza, Territorio y Energías Renovables de la PUCP y la Facultad de Economía y Gestión Ambiental de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya organizaron el foro "Río+20: Desafíos y Perspectivas", bajo la pregunta central "¿Es posible un desarrollo sostenible en el Perú del siglo XXI?". El desarrollo sostenible implica la discusión de los desafíos del cambio climático para la sociedad y los Estados. Asimismo, supone el imperativo ético de garantizar a las generaciones futuras un lugar apropiado para vivir. La perspectiva del evento fue interdisciplinaria para dar cuenta de las diversas investigaciones y enfoques que se están realizando en materia de desarrollo sostenible, innovación tecnológica, biorremediación, preservación del medio ambiente y en las diferentes aproximaciones de los estudios e investigaciones, estén estos orientados a la investigación básica, a las reflexiones teóricas, al desarrollo de tecnologías o a la recuperación de saberes ancestrales.
Article
Anthropocentrism has been claimed to be the root of the global environmental crisis. Based on a multidisciplinary (e.g. environmental philosophy, animal ethics, anthropology, law) and multilingual (English, Spanish, French, German, Japanese) literature review, this article proposes a conceptual analysis of ‘anthropocentrism’ and reconstructs the often implicit argument that links anthropocentrism to the environmental crisis. The variety of usages of the concept of ‘anthropocentrism’ described in this article reveals many underlying disagreements under the apparent unanimity of the calls to reject anthropocentrism, both regarding what exactly is the root of the problem, and the nature of the possible solutions. It highlights the limitations of the argument of anthropocentrism as the scapegoat of the environmental crisis and identifies two main challenges faced by attempts to go beyond anthropocentrism: an epistemological challenge regarding knowledge and the place of sciences, and a metaethical challenge related to values and cultural pluralism. Beyond the issue of an anthropocentric point of view, the core of the problem might be an intertwinement of views and assumptions that work together to undermine attempts to protect the environment from the greed of some humans, such as the human-nature dichotomy, capitalism, consumerism, industrialism, etc. Finally, this article suggests that making the nuances and the presuppositions that underlie various versions of the anti-anthropocentric rhetoric explicit is necessary to foster constructive dialogue among different anti-anthropocentrism proponents, as well as with their detractors.