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El Big Bang antes del Big Bang, según Spencer, Darwin y Poe

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Spanish abstract: Se suele considerar que la teoría cosmológica de la Gran Explosión o Big Bang fue formulada por Lemaître en la primera mitad del siglo XX, y que fue gradualmente aceptada como explicación científica del universo a lo largo de la segunda mitad de siglo. Este artículo examina algunas ideas y textos de un trío de cosmólogos heterodoxos de los siglos XVIII y XIX (Erasmus Darwin, Edgar Allan Poe y Herbert Spencer) y muestra cómo anticipan algunos de los elementos definitorios de la teoría del Big Bang. Aunque estas nociones perspicaces no las formulasen en términos de física matermática, no por ello habrían de ser ignorados en tanto que cosmólogos, ya que la construcción de modelos mentales y narrativos es un aspecto importante de la ciencia evolucionista. Fueron intuiciones como éstas las que han permitido reconceptualizar la cosmología y la física como ciencias evolucionistas, un cambio de paradigma que hoy sigue en curso. English abstract: According to received opinion, the Big Bang theory of cosmology was formulated by Lemaître in the first half of the 20th century, and became gradually accepted as a scientific account of the Universe in the later 20th century. This paper examines some ideas and passages by a trio of unorthodox cosmologists from the eighteenth and nineteenth centuries (Erasmus Darwin, Edgar Allan Poe and Herbert Spencer) and shows how they anticipate some of the the major outlines of the Big Bang theory. Although their insights were not formulated within the discipline of mathematical physics, they should not be disregarded in their role as cosmologists, as the construction of mental and narrative models is an important aspect of evolutionary science. It was such insights that allowed to conceive of cosmology and physics as evolutionary sciences, a paradigm change that is still under way.
El Big Bang antes del Big Bang
—según Spencer, Darwin y Poe
José Angel García Landa
Universidad de Zaragoza
http://www.garcialanda.net
El Big Bang, o Gran Explosión, es un concepto central del actual paradigma cosmológico, al que podríamos describir
como el paradigma de la evolución universal. Su status como teoría científica no es antiguo: aunque se formuló el
concepto del Big Bang, según se nos suele decir, en la primera mitad del siglo XX, sólo fue gradualmente aceptado a lo
largo de la segunda mitad del siglo XX, hasta ser la teoría cosmológica dominante a finales de siglo y en la actualidad.
A la hora de hablar del Big Bang tal como aparece en autores de los siglos XVIII y XIX, objetivo nuestro en este
artículo, no estamos por tanto hablando estrictamente del Big Bang en tanto que teoría astrofísica matematizada y
formulada en el contexto disciplinario de las ciencias físicas, sino que hemos de adoptar un marco conceptual más
amplio, que contiene, precede, o permite pensar esa teoría—hablamos así del Big Bang en tanto que mapa narrativo de
la realidad, un relato o esquema cognitivo sin el cual no tiene sentido ni tiene posibilidad de formularse una concepción
científica de los procesos naturales. Los mapas narrativos comprenden tanto las versiones míticas del universo como
las científicas: si bien la narratividad de las concepciones cosmológicas científicas sólo se ha ido haciendo evidente en
tiempos recientes, es bien conocido que las primeras concepciones cosmológicas son míticas y por tanto narrativas. El
mérito de los autores que comentaremos aquí, que en siglos anteriores intuyeron un modelo cosmológico análogo al
Big Bang, se halla en el desarrollo incipiente de una conceptualización narrativa del cosmos que, escapando a sus
orígenes míticos, abre paso a la moderna noción científica de un universo en evolución.
Del universo estático a la evolución del universo
En esta sección trazaremos el surgimiento del actual paradigma evolucionista de la cosmología, siguiendo
sustancialmente la exposición de David Christian en su libro Maps of Time—una elección conveniente, pues es en el
enfoque actualmente conocido como "Gran Historia" (Big History) donde se aprecia con máxima claridad la
importancia de un paradigma narrativo en las ciencias naturales.
La noción de un universo en evolución tiene antecedentes remotos, no sólo en los mitos de creación, sino también en
algunas de las primeras concepciones filosóficas, como es el caso de Heráclito o Empédocles. Incluso Platón nos
expone su propio mito de creación filosófico en el Timeo; y los estoicos creían en una gran conflagración final que
pondría fin al Universo. Ahora bien, las concepciones científicas desarrolladas en la era moderna compartían un cierto
énfasis ahistórico (como aire de familia) con lo que habría de ser la concepción filosófica dominante surgida del mundo
clásico: el aristotelismo. No queremos decir que no haya elementos evolucionistas en la filosofía de Aristóteles—son
apreciables, por ejemplo, en la Poética, y el mismo Charles Darwin señala en él un antecedente de su teoría de la
selección natural y de la evolución biológicapero el énfasis principal de Aristóteles se halla en otra parte—en la
descripción de la regularidad estructural. Y la imagen del universo transmitida por el aristotelismo es la de un cosmos
eterno e inmutable, regido por leyes constantes. La física moderna buscaría dar a esas leyes una formulación
matemática que no hacía sino enfatizar este carácter eterno y atemporal.
Hay que señalar, sin embargo, que durante toda la Edad Media, y durante toda la Edad Moderna, esta tendencia
ahistoricista y aristotelizante de las ciencias naturales tenía que establecer una relación no siempre fácil con un
paradigma cosmológico dominante procedente de la teología: el relato bíblico que va de la Creación al Apocalipsis
mantenía la autoridad intelectual de un modelo del universo con principio y con fin, por muy estáticamente que se
concibiese su carácter entre ese principio y ese fin. Este marco narrativo disponible para pensar un universo con
historia y con evolución favorecerá en gran medida el desarrollo de las alternativas conceptuales a la eternidad del
cosmos, tanto en los autores que comentamos aquí como en otros muchos influidos por el paradigma cosmológico
cristiano. (Nota 1)
La ciencia moderna procura dar a los fenómenos explicaciones rigurosas, razonadas lógicamente, y basadas en los
datos de lao bservación. Los científicos que desarrollaron la física moderna (Galileo, Newton, Kepler) eran cristianos
que creían en la existencia de una deidad creadora, pero también creían que esa deidad era racional y que podían
comprenderse los principios mediante los cuales regía el mundo. Ya la noción escolástica de las causas secundarias
desligaba los acontecimientos del mundo de la intervención divina directa: el mundo está fundado en la divinidad, pero
funciona con principios autónomos. En la práctica, dice Christian, esto llevó a los científicos modernos a intentar
explicar el mundo como si no hubiese una deidad. La ciencia moderna, y en eso se diferencia de otras tradiciones
epistemológicas, presenta el universo como algo inanimado, regido por leyes que hacen que los fenómenos sucedan sin
intención ni propósito.
Esta concepción está basada en parte en la asimilación cristiana de la filosofía aristotélica. Aunque algunos filósofos
griegos habían propuesto concepciones heliocéntricas, Aristóteles se atuvo a una cosmología más generalmente
compartida, siguando la Tierra en el centro del universo. La estructura del universo consistía en una serie concéntrica
de esferas que rodeaban a la tierra, esferas transparentes en las que se ubicaban los diferentes astros, y que giraban a
velocidades diferentes en torno a la Tierra—las esferas de la luna, del sol, de los planetas y de las estrellas. Este fue el
modelo clásico de la cosmología durante dos mil años, en especial en la versión que de él dio el cosmógrafo Ptolomeo
en el siglo II d.C., fundamentándolo matemáticamente de modo que los movimientos de los planetas podían predecirse
con exactitud. El modelo (inmutable) del cosmos coexistía con la historia bíblica según la cual este universo había sido
creado por Dios hace unos 6.000 años, en seis días más o menos metafóricos o literales según versiones. El modelo de
Ptolomeo se descompuso a lo largo de los siglos XVI y XVII, con las teorías de Copérnico que proponían un modelo
heliocéntrioco. El hereje Giordano Bruno sostenía que las estrellas eran soles y que el universo quizá fuese infinito. En
el siglo XVII los científicos como Newton y Galileo desarrollaron ciertas implicaciones de estas ideas, a la vez que
mantenían gran parte de la historia bíblica de la creación. El modelo de Ptolomeo se desmoronó finalmente en el siglo
XVIII y fue sustituido por una nueva concepción cosmológica regida por la teoría gravitatoria de Newton—un mundo
regido por leyes físicas estrictas, racionales, impersonales y matematizables. Un mundo creado en principio por Dios,
pero quizá "creado" en algún sentido intemporal: la nueva ciencia volvía a enfatizar la inmutabilidad de las leyes
físicas y la autonomía total del universo; el mundo es como un gran reloj que aunque haya sido creado por un relojero,
funciona solo. Para Newton el tiempo y el espacio eran absolutos, marcos de referencia universales. Ambos podían ser
infinitos, y por tanto el universo no tenía un límite definible ni en el espacio ni en el tiempo. A Dios se le iba apartando
cada vez más del relato de los orígenes. Dios es ante todo el creador de las leyes que permiten que el Universo
funcione de manera autónoma, y la ciencia se ocupa únicamente de este universo comprensible racionalmente, no de su
origen.
Algunas inconsistencias en este modelo se detectaron en torno a la teoría de la termodinámica (seguimos todavía la
exposición de Christian). Según los cálculos matemáticos al respecto, la energía utilizable del universo tenía que ir
disminuyendo constantemente (o dicho de otro modo la entropía había de aumentar constantemente). Ateniéndose a
esto, era inconcebible que el universo fuese infinitamente antiguo, puesto que no quedaría energía para crear nada. Pero
por el momento no se extrajeron de modo claro y generalizado las consecuencias de estos datos. Otras inconsistencias
podían suponerse en el modelo. Casi un siglo antes de Newton, Kepler ya había señalado que si había un número
infinito de estrellas, el cielo nocturno había de estar iluminado de modo uniforme e infinito (esto se llamó luego la
paradoja de Olber). Pero según la teoría de Newton, si el universo no era infinito, habría de colapsarse por la propia
fuerza de la gravedad. Esta consecuencia (o inconsecuencia) de su modelo no fue resuelta satisfactoriamente por
Newton ni por los principales físicos que le sucedieron.
Estas inconsistencias, veremos, llevaron a algunos cosmólogos a la conclusión de que era preciso concebir un universo
en proceso, en lugar de un universo estático. Los tres pensadores que comentamos aquí, quizá precisamente por su
carácter heterodoxo, centraron su atención en aspectos de la ciencia que eran problemáticos para el paradigma
dominante (estático y no evolucionista, basado en leyes inmutables), y así pudieron atisbar aspectos de la realidad,
tales como el origen del universo y la generación de la complejidad, que sólo tendrían cabida plena en un paradigma
científico posterior.
En lo que sigue, expondremos algunos antecedentes de la teoría de la Gran Explosión tal como se pensaban entre 150 y
250 años atrás, mucho antes de que la cosmología científica moderna hiciese esta noción aceptable y la asentase
científicamente. Hay que recordar que el propio Einstein, figura señera de la nueva ciencia del siglo XX, concebía el
universo como estático y eterno, una cosa que hoy en día puede parecer increíblemente inconsistente. Sólo a partir de
los años 60 se generalizó en la comunidad científica la teoría cosmogónica plenamente evolucionista en el sentido de
fijar un inicio al universo (el Big Bang) y de establecer su desarrollo histórico. En este viaje atrás examinaremos
primero la obra de un importante pero hoy despreciado precedente de la concepción moderna, Herbert Spencer, hacia
1860. Luego viajaremos más atrás, al siglo XVIII y al "primer Darwin"—para terminar con un contemporáneo del
"segundo Darwin" y del propio Spencer—Edgar Allan Poe, cuyo status científico no computa en absoluto.... y sin
embargo se mueve.
El Big Bang como teoría histórica del cosmos
Hasta el siglo XX, la física no se planteó de modo coherente el posible carácter histórico de sus fenómenos, si bien
hubo pensadores como Herbert Spencer que se plantearon la necesidad de ello, como veremos más adelante. En el
siglo XX, con la teoría de la Gran Explosión, o Big Bang, aparece una visión histórica y evolutiva del universo físico,
y la física deja de ser simplemente una ciencia de los fenómenos existentes en el universo—una ciencia sincrónica, por
así decirlo— para pasar a ser una ciencia diacrónica que da cuenta de la génesis y evolución de esos fenómenos. Hoy
en día continúa la evolución "evolucionista" de la física, y hay físicos como Lee Smolin que plantean un
evolucionismo todavía más radical, que alcanzaría no sólo a los fenómenos y estructuras del universo, sino también a
las leyes físicas fundamentales (Nota 2). Es una cuestión en la que no entraremos más por ahora, dejándola solamente
apuntada, para centrarnos en los orígenes de la visión evolucionista o diacrónica del cosmos, en sus antecedentes y tal
como cristalizó en la teoría del Big Bang. Seguimos en esta sección sustancialmente la exposición de David Christian
en Maps of Time para dar cuenta de cómo esta teoría se convirtió en el modelo cosmológico generalmente aceptado
durante el siglo XX.
Durante la primera mitad del siglo XX diversos tipos de evidencia indican la necesidad de plantear una teoría
cosmológica que resolviese las paradojas del newtonianismo y la termodinámica: se trataría de la cosmología de la
Gran Explosión. El problema de la entropía quedaría resuelto al poner un límite a la edad del universo, que no sería
infinitamente antiguo. También la extensión del universo quedaría acotada a su expansión actual, resolviendo la
paradoja relativa al brillo de las estrellas, y de ese modo el universo resultaba ser finito en el espacio y en el tiempo. La
paradoja inherente a la teoría gravitatoria de Newton también se resolvería con el razonamiento de que es la expansión
todavía creciente del universo la que hasta ahora habría contrarrestado la fuerza de la gravedad impidiendo así que ésta
contraiga al universo en un colapso gravitatorio. (Como veremos, una primera versión de este razonamiento la expuso
ya Erasmus Darwin en el siglo XVIII). Con el concepto de la Gran Explosión, por tanto, se integran física y
cosmología en una ciencia natural del universo que explica su origen, evolución y dinámica.
Según esta teoría, el Universo comenzó siendo una entidad infinitesimalmente pequeña, que se expandió súbitamente y
que hoy en día continúa en expansión. Observa acertadamente David Christian que la forma básica de esta explicación
narrativa es similar a los mitos de creación tradicionales o mitos de emergencia. En estas narraciones, el Universo se
desarrolla, como un huevo o un embrión, a través de etapas sucesivas, partiendo de un punto de origen remoto o quizás
indefinible. Aunque la noción de leyes internas de desarrollo a la que alude Christian en esos mitos tienen poco que ver
con las ecuaciones de la física matemática.
En 1927, uno de los científicos pioneros de la teoría del Big Bang, Georges Lemaître (físico cristiano y creacionista),
se refirió al Universo original como un "átomo primigenio"—algo que veremos ya anticipó Edgar Allan Poe. El
término "Big Bang", originalmente usado para referirse despectivamente a la concepción de Lemaître, tuvo fortuna y
se volvió respetable a la par que los datos experimentales iban avalando la teoría de la Gran Explosión inicial. Como
todos los mitos de emergencia, esta explicación actual implica que el universo se creó en un momento determinado,
que tiene una historia vital propia, y que es posible que muera en un futuro lejano. Esta nueva teoría podía solventar
muchas de las dificultades con las que se topaban las explicaciones alternativas. Por ejemplo, la paradoja de Olber se
explicaba al mostrar que la edad del universo no es infinita—junto con la teoría sobre la velocidad límite de la luz
propuesta por Einstein; de este modo, la luz de las galaxias distantes podría no llegar a nosotros ni siquiera durante
toda la vida del Universo. También era consistente la teoría con la información creciente que se iba obteniendo sobre la
estructura de las estrellas, de la materia y de la energía. Sin embargo, al igual que los mitos de creación, también se
topa esta teoría con un límite misterioso más allá del cual no son posibles las explicaciones.
David Christian resume así nuestro actual mito de orígenes (Nota 3). El Universo se creó hace más de 13.000 millones
de años (Nota 4). (Téngase en cuenta que la antigüedad de nuestra especie no llega ni de lejos al millón de años, y que
la historia de la civilización abarca como mucho 10.000 años). Poco se puede decir sobre el origen, al margen de que
algo apareció, no se sabe cómo ni por qué. Tampoco sabemos si algo existía antes, o no: ni siquiera podemos decir si
había en algún sentido un "antes" o un "espacio"—ciertamente no un tiempo y un espacio como los que se generaron
en el seno de esta "burbuja" de energía que se expandió súbitamente dando lugar a un universo primitivo. San Agustín,
en el siglo V, ya especuló que el tiempo y el espacio podrían haberse creado a la vez que la materia y la energía. Pero
en suma, no se puede decir nada a ciencia cierta sobre el momento mismo del Big Bang, o sobre lo que le precedió.
Sin embargo, a partir de una fracción de segundo a continuación del Big Bang, la ciencia moderna puede construir una
historia rigurosa y coherente sobre la evolución del cosmos, basada en datos abundantes. Muchos de los
"acontecimientos" (comillas de Christian) más interesantes del cosmos primitivo tuvieron lugar en una fracción de
segundo. Podemos concebir el tiempo mismo de esos microsegundos como algo de por sí expandido—de modo que
una milmillónésima de segundo es a esa escala tan significativa como muchos miles de millones de años de la historia
posterior del universo (Nota 5).
Al principio, el universo tenía un tamaño inferior al de un átomo, y una temperatura de varios billones de grados. A
esta temperatura no hay diferencia entre materia y energía—según la teoría de Einstein, la materia en realidad no es
sino energía organizada en estructuras fijas. En su forma desestructurada originaria, el flujo de energía original puede
compararse al caos primigenio de tantos mitos de creación. Tomemos por ejemplo este fragmento del poema épico
Davideis de Abraham Cowley (c. 1645-56), en el que se describe la armonía de la creación en su estado actual, y cómo
vino precedida por el caos en el universo primigenio:
Tell me, O Muse (for thou or none canst tell
The mystic powers that in blest numbers dwell,
Thou their great nature knowst, nor is it fit
This noblest gem of thine own crown to omit),
Tell me from whence these heavenly charms arise;
Teach the dull world t’admire what they despise.
As first a various unformed hint we find
Rise in some godlike poet’s fertile mind,
Till all the parts and words their places take,
And with just marches verse and music make,
Such was God’s poem, this world’s new essay;
So wild and rude in its first draught it lay;
Th’ ungoverned parts no correspondence knew,
And artless war from thwarting motions grew;
Till they to number and fixed rules were brought
By the eternal mind’s poetic thought.
Water and air he for the tenor chose,
Earth made the base, the treble flame arose;
To th’ active moon a quick brisk stroke he gave,
To Saturn’s string a touch more soft and grave.
The motions straight and round and swift and slow
And short and long were mixed and woven so,
Did in such artful figures smoothly fall,
As made this decent measured dance of all.
And this is music: sounds that charm our ears
Are but one dressing that rich science wears.
Though no man hear’t, though no man it rehearse,
Yet will there still be music in my verse.
En la explicación científica moderna no hay, naturalmente, un papel para una "mente" poética que organice el cosmos
deliberadamente; el orden ha de surgir del caos por agregación compleja de causas y efectos, y por selección natural.
Este caos primordial experimentó una expansión súbita por motivos desconocidos, y fue esta expansión la que dio
lugar a las primeras diferencias y primeras formas y estructuras ("forces" y "patterns" para Christian; "number and
fixed rules" para Cowley—Nota 6). Según la teoría de la inflación, en una fracción de segundo (entre 10-34 y 10-32
segundos tras la Gran Explosión) el universo se expandió a una velocidad muy superior a la de la luz—a escala
humana habría que concebir este fenómeno, en realidad, no como una explosión sino como la aparición súbita, de la
nada, de un universo inmenso en estado magmático e informe. Esta expansión es misteriosa, debida a algún tipo de
fuerza "antigravitatoria" todavía mal comprendida (ver sobre este punto la explicación de Guth, 2014). Como vemos, a
pesar de su precisión en algunos aspectos, las teorías físicas sobre el origen del universo no proporcionan explicaciones
completas de los fenómenos, y esto es algo que hay que tener en cuenta al valorar el mérito real de los "mapas
mentales" que sobre estos fenómenos han elaborado naturalistas pintorescos como Erasmus Darwin o filósofos
excéntricos como Poe.
Las magnitudes de que estamos hablando relativas a estos procesos son inconcebibles. Antes de la inflación, todo el
universo era menor que un átomo. Justo tras la inflación—una fracción de segundo después—podría ya ser mayor que
una galaxia. La inflación hace que la mayor parte del universo esté para siempre fuera de nuestro alcance observacional
—ya que la luz procedente de esas partes lejanas está demasiado lejos como para alcanzarnos jamás. Las partes del
universo que vemos son posiblemente sólo una fracción diminuta del universo real. Según Timothy Ferris, "Si la
totalidad del universo inflacionario tuviese la superficie de la tierra, la parte observable sería menor que un protón"
(1997: 172).
Al expandirse el universo, se volvió menos homogéneo; su simetría original se descompuso, y aparecieron estructuras
diferenciadas: la materia y la energía comenzaron a adoptar formas que podemos reconocer hoy en día. La física
nuclear (explica Christian) puede decirnos a qué temperatura aparecerán formas particulares de energía o de materia,
del mismo modo que podemos predecir a qué temperatura el agua se congela. Así que si podemos dar una estimación
de la velocidad a la que se enfrió el universo, podemos también dar una estimación sobre qué fuerzas y partículas
fueron surgiendo del flujo del universo primitivo. En una fracción de segundo habían aparecido los quarks, y a partir de
éstos se construyeron los protones y los neutrones, que son el principal ingrediente de los núcleos atómicos. Los quarks
y los núcleos atómicos se mantienen unidos por la fuerza nuclear fuerte, una de las cuatro fuerzas fundamentales que
rigen nuestro universo.
Al llegar a este punto en la narración actual sobre la creación, sigue Christian—y debemos seguir recordando que al
usar el término "creación" hablamos de creación sin creador—estamos aún en la primera milésima de segundo tras el
Big Bang. Y aparece entonces otro fenómeno extravagante e inexplicado, tan extraño como cualquier invención de los
mitos de creación primitivos, que de por sí suelen ser extravagantes. Aparecieron las partículas en dos formas,
constituyendo cantidades casi iguales de materia y de antimateria. Las partículas de antimateria son idénticas a las
partículas de materia excepto por el hecho de que tienen una carga eléctrica opuesta. Por desgracia, cuando las dos se
encuentran, se anulan mutuamente y el 100% de su masa se transforma en energía. Así (prosigue la exposición de
Christian), durante el primer segundo tras el Big Bang, durante el segundo que siguió al Big Bang se jugó un perverso
juego de sillas musicales, en el que los quarks eran los jugadores, los antiquarks las sillas, y el ganador fue ese quark
entre mil millones que no puedo encontrar una silla de antipartícula. La materia que quedó para construir nuestro
universo se formó de esas partículas entre mil millones que no encontrarion una pareja de antimateria. Las partículas
que sí encontraron una pareja se convirtieron en energía pura, energía que permea hoy en día el universo en la forma de
la radiación de fondo cósmica (Rees 2000: 93-97). Este proceso puede explicar porqué hay cerca de mil millones de
fotones de energía por cada partícula de materia del universo.
Tras los primeros segundos se decelera el ritmo de los acontecimientos. Algunos segundos tras el Big Bang,
aparecieron los electrones. Éstos llevan una carga negativa, mientras que los protones, formados por quarks, llevan una
carga positiva. Las relaciones entre los electrones y los protones las controló una segunda fuerza fundamental, la fuerza
electromagnética, que también surgió durante el primer segundo de la historia del universo. En el Universo temprano
de los primeros momentos, los fotones de energía que llevan la fuerza electromagnética se ligaron con las partículas de
materia con carga. El universo se parecía algo al interior del Sol hoy en día: un mar al rojo blanco de partículas y
fotones en interacción continua. Todo el universo chisporroteaba con la energía generada por las interacciones
constantes entre los protones positivos, los electrones negativos, y la luz. En esta "era de la radiación", según expone
Eric Chaisson, la materia existía sólo como "un precipitado microscópico relativamente escaso suspendido en un una
niebla reluciente, macroscópica, de radiación densa y brillante" (2001: 112).
Después de unos 300.000 años, la temperatura media del universo cayó hasta unos 4.000º C sobre el cero absoluto, y
este enfriamiento posibilitó uno de los momentos de transición más fundamentales de toda la historia del universo
(Nota 7). Los momentos de transición, explica Christian, son tan misteriosos como los principios, y se darán a lo largo
de toda la historia cósmica. Pone uno de los ejemplos más familiares en la vida cotidiana, como es la transformación
del agua en vapor. El agua se calienta, y durante un tiempo parece que lo único que sucede es que sube de temperatura.
Ocurre un cambio gradualmente, y lo vemos suceder. Y de modo abrupto, se cruza un umbral: se crea algo nuevo y
todo el sistema entra en una fase diferente. Lo que había sido líquido se transforma en gas. ¿Por qué ha de haber un
umbral justo en este punto en concreto, a los 100º C (al nivel del mar)? A veces podemos explicar las transiciones entre
estados, y la respuesta gira normalmente en torno a un cambio de equilibrio entre fuerzas diferentes—entre la
gravedad, la presión, el calor, las fuerzas electromagnéticas, etc. Pero a veces sencillamente no sabemos por qué se
cruza un umbral en un punto determinado.
El final de la era de la radiación es un atransición que los físicos pueden explicar más o menos como resultado del
equilibrio entre el descenso de energía de los fotones a medida que se expandía el universo, y las fuerzas
electromagnéticas a nivel subatómico. A medida que se expandía el universo se iba enfriando, y la energía de la luz que
fluía a través de él cayó lo suficiente como para permitir que los protones positivos capturasen electrones negativos y
creasen átomos estables, eléctricamente neutros por consiguiente. Debido a esa neutralidad, los átomos ya no
interaccionaron fuertemente con los fotones (aunque todavía podían darse interacciones sutiles). Como resultado, los
fotones de la luz podían ahora fluir libremente a través del universo. Para la mayoría de los fines, la materia y la
energía cesaron de interactuar. Se convirtieron en reinos separados, como la materia y el espíritu en las cosmologías del
mundo Judeo-cristiano-islámico. La era que siguió a este desacoplamiento puede denominarse la "Era de la Materia"
(Chaisson 2001: 113).
Los primeros átomos que se formaron eran extremadamente simples. La mayoría eran átomos de hidrógeno,
compuestos por un protón y por un electrón. Pero también aparecieron en proporción de un tercio átomos de helio, con
dos protoens y dos electrones cada uno, y una mínima proporción de átomos todavía mayores. Todos los átomos son
diminutos, con diámetros de aproximadamente una diezmillonésima de centímetro. Pero consisten mayormente en
espacio vacío. Los protones y neutrones se arraciman en el núcleo, mientras que los electrones orbitan lejos de ellos.
Tal como lo pone Richard Feynman, "Si tuviésemos un átomo y deseásemos ver el núcleo tendríamos que aumentarlo
hasta que el átomo entero tuviese el tamaño de una habitación grande, y entonces el núcleo sería una simple mota
apenas distinguible a simple vista; pero casi todo el peso del átomo está en ese núcleo infinitesimal" (Nota 8).
Trescientos mil años tras su creación, el universo era todavía simple y consistía mayormente en espacio vacío, con
enormes nubes de hidrógeno y helio a la deriva por él, y con una inmensa cantidad de energía atravesándolo.
El cuadro 1.1. (de Christian, Maps of Time 27) presenta una breve cronología de la historia temprana del universo.
Tiempo
transcurrido
desde el Big
Bang
Acontecimientos significativos
10-43
segundos
"Tiempo de Planck"; el tamaño del universo es inferior a la "longitud de Planck", la menor longitud con sentido físico; no
podemos decir nada sobre lo que pasó antes de este punto, pero la gravedad aparece ya como un fuerza fundamental
diferenciada.
10-35
segundos
Comienzan a aparecer la fuerza "fuerte" y la "electromagnética" como fuerzas fundamentales diferenciadas.
10-33 - 10-32
segundos
Tiene lugar la "inflación": el universo se expande más rápido que la velocidad de la luz y se enfría hasta casi el cero
absoluto.
c. 10-10 - 10-6
segundos
Al separarse las fuerzas fundamentales, el universo se calienta de nuevo; se crean los quarks y los antiquarks, y se anulan
mutuamente; los quarks supervivientes quedan atrapados en protones y en neutrones (representando con su masa total cerca
de una milmillónesima parte de la masa previa de quarks y antiquarks).
1-10 segundos Se forman los pares electrón-positrón, y se aniquilan (dejando un residuo equivalente a quiá una milmillonésima parte de la
masa previa de electrones y positrones)
3 minutos Los núcleos de hidrógeno y de helio se forman a partir de protones y de neutrones.
300.000 años Se forman los átomos al ser capturados los electrones negativos por los protones positivos; el universo se vuelve
eléctricamente neutro, y la radiación y la materia se separan. Se libera radiación en un enorme "destello" ahora detectable
en la radiación de fondo de microondas.
Fuentes citadas por Christian: Cesare Emiliani, The Scientific Companion: Exploring the Physical World with Facts, Figures, and
Formulas, 2ª ed. (Nueva York: Wiley, 1995), p. 82; ver una cronología similar en Stephen Hawking, The Universe in a Nutshell (Nueva
York: Bantam, 2001), p. 78.
Unos trescientos mil años después del Big Bang, observa Christian, se hallaban presentes todos los ingredientes de la
creación: el tiempo, el espacio, la energía, y las partículas elementales del universo material, entre ellas los protones,
los electrones, y los neutrones, ahora mayormente organizados en forma de átomos de hidrógeno y de helio. Desde
entonces, poco ha cambiado a un determinado nivel: continúan existiendo la misma materia y la misma energía. Todo
lo que ha sucedido es que durante los siguientes 13.000 millones de años estos mismos ingredientes se han organizado
en formas y estructuras diferentes, que se forman y se disipan constantemente. Desde cierta perspectiva, el resto del
mito de la creación moderno es sólo la historia de estas diferentes formas y estructuras.
Pero para nosotros, las formas y estructuras tienen una importancia primordial, porque somos organismos detectores de
formas y estructuras. Entre las estructuras que emergieron se encuentran las galaxias y las estrellas, los elementos
químicos, el sistema solar, nuestra tierra, y todos los organismos vivos que la habitan. Por último, también nos
encontramos nosotros. Chaisson cita un dicho de un ingenioso anónimo, "El hidrógeno es un gas ligero e inodoro que,
dándole tiempo, se convierte en gente" (2001: 2). Visto así, arguye Christian, el mito moderno de la creación es tan
paradójico como cualquier otro mito de creación. Nada cambia, pero todo cambia. Aunque las cosas parecen existir
independientemente unas de otras y tener características particulares y distintivas, también es cierto que en realidad
todo es lo mismo. La idea de que la forma y la materia son expresiones diferentes de la misma esencia subyacente la
propuso el italiano Giordano Bruno ya en 1584, en su libro Sobre la Causa, el Principio, y el Uno, según recuerda
Christian. Más abajo veremos lo que tiene que decir al respecto Edgar Allan Poe. Pero la misma idea aparece en gran
parte del pensamiento más profundo de la religión y de la filosofía. Según uno de los más sagrados textos budistas, el
Sutra del Corazón, "La forma es un vacío; el vacío también es forma. El vacío no es otra cosa que forma; la forma no
es otra cosa que vacío" (Nota 9). El resto del libro de David Christian se dedica a la exposición detallada del
surgimiento de todas las formas del universo a partir de ese vacío originario. Dejamos ahora de seguir su exposición
para ubicar en el seno de este mito occidental de la creación, nuestro propio mito científico, la obra de tres pensadores
—un filósofo, un poeta, y un un poeta-filósofo, o quizá un filósofo y dos poetas-filósofos, unos episodios significativos
que permiten tender puentes entre la gran historia de creación y destrucción de las cosmogonías tradicionales, y el
nuevo mapa del tiempo universal dibujado por la ciencia moderna, una vez abandona la visión estática del universo.
Era necesario desarrollar estos nuevos mapas del tiempo, pues la ciencia ha tenido que explicar un universo que
contenía en efecto muchas más misterios, y más historia, de los que cabían en la física newtoniana o einsteniana. Y
gran parte de este trabajo conceptual de desarrollo de mapas temporales se hizo no dentro de la ciencia física estricta ni
de la astronomía, sino en los terrenos científicamente dudosos de la filosofía especulativa, de la poesía, y de la
literatura.
Herbert Spencer: Materia Oscura victoriana, y el universo autoensamblable
a) Victorian Dark Matter
En First Principles, Herbert Spencer desarrolla una pasmosa filosofía evolucionista, sugestiva para muchas de las
cuestiones hoy relevantes en lo que se viene denominando "tercera cultura" o integración de las ciencias humanas y las
ciencias duras. Comenzando, por ejemplo, por la misma noción de consiliencia o unificación del conocimiento. Para
Spencer, la filosofía es, o habría de ser, tal empresa de unificación de los conocimientos, y a sentar sus bases dedica
estos principios básicos. (Nota 10)
Con este fin, comienza deslindando el terreno propio de la religión del de la ciencia. La religión, una religión
evolucionariamente entendida, se atiene al ámbito de lo Incognoscible. Es un error por parte de la religión pretender
darnos un "conocimiento" (revelado, etc.) de lo que es Incognoscible. La ciencia tiene para sí el terreno de todo lo
cognoscible, incluidos los orígenes de nuestras concepciones de los dioses. Pero siempre hay un más allá de lo que la
ciencia puede llegar a saber—hoy hablamos de las singularidades y del Big Bang; Spencer también ve que los
conceptos básicos de la ciencia no se apoyan en nada, no pueden explicarse, hay que tomarlos como datos irreducibles,
y (como diría Luis Eduardo Aute) "el misterio se oculta detrás", a donde ni llegamos ni podrá llegar jamás el ámbito de
nuestro conocimiento, pues nuestro conocimiento se limita, está claro, a lo cognoscible.
Dentro de lo cognoscible, Spencer relaciona todos los aspectos de la realidad con unos pocos "principios básicos",
como son la conservación de la fuerza, la ley del mínimo esfuerzo, la tendencia de las fuerzas a equilibrarse entre sí, la
creación de sistemas a la vez unificados y complejos... y en última instancia, la tendencia de todo el universo hacia la
disolución. Tenemos un ámbito en el que nos movemos, la complejidad—somos parte de esa complejidad intermedia
entre el origen caótico y el fin diríamos entrópico del universo, y desde nuestro rincón podemos captar, como hace
Spencer, mediante la pura observación de los fenómenos y deducción racional, cómo son las cosas, cómo se originan,
cómo se desarrollan y cómo mueren. Esta ley se da a pequeña y a gran escala, y así, para cada uno de los principios
que enuncia, Spencer muestra cómo se ejemplifica a nivel astronómico, con el origen de los astros y la formación de
sistemas; a nivel geológico, con la evolución de la dinámica terrestre y la formación de climas y paisajes; a nivel
biológico, con la aparición de la vida y la evolución de formas complejas; a nivel social, en la economía y organización
de las estructuras sociales; y por último a nivel psicológico, en el comportamiento de cada individuo. De la raíz común
de todos estos fenómenos en los primeros principios—en la ley de la evolución, en la ley de la conservación de la
fuerza, en el progreso de la complejidad y la heterogeneidad—surge la consiliencia o unificación del conocimiento en
estos ámbitos (si bien Spencer no emplea el término 'consiliencia', que rescató y difundió E. O. Wilson en Consilience).
Traza Spencer, hilando estos diversos capítulos o niveles de aproximación a los fenómenos naturales, un gran
panorama evolucionista, que comprende desde la formación del universo conocido hasta su previsible disolución. La
observación racional no puede concluir otra cosa, atendiendo a cómo sabemos que son las cosas y los procesos, y cómo
funciona la energía y su redistribución. El universo que vemos se ha originado, y se va a disolver. ("Dissolution", tras
"Evolution", es el capítulo final de First Principles, antes de su magnífica conclusión). Hasta allí llega nuestro
conocimiento. Y sin embargo se aventura Spencer a especular más allá, sobre el destino e historia global del universo,
aunque matiza que "de una indagación tan especulativa, no se puede esperar sino una respuesta especulativa" (First
Principles 474).
Hay que tener en cuenta que Spencer está escribiendo en una época anterior a la formulación de la actual teoría del
universo (las galaxias, el Big Bang, la expansión del universo, etc.) que sólo se formuló en el siglo XX—la primera
edición de First Principles es de 1862; cito la de 1900. Por tanto los confines últimos del universo y de su historia,
pasada y futura, los formula en términos bastante diferentes a los que se pueden encontrar, por ejemplo, en la Historia
del Tiempo de Hawking. (Nota 11)
Y sin embargo hay un aire de familia entre la perspectiva general de Spencer y los actuales dilemas sobre el Big Bang,
el Big Crunch, y la muerte fría del universo. Este aire de familia lo vemos cuando se pregunta si es posible deducir
algo sobre la forma última y global de la evolución en el conjunto del universo—más allá del universo que conocemos
y observamos y que, eso sí lo sabemos, tiene un origen, y se encamina a una disolución.
Spencer parece no querer afirmar que el destino del universo es la Muerte Universal, que es hacia donde parecían
encaminarle sus reflexiones. Primero matiza que más allá de la formación y disolución de nuestro sistema estelar,
parece haber otros sistemas en otras fases de evolución, y que podrían volverse escenarios de la complejidad y de la
vida en algún periodo futuro. Y con respecto al conjunto del universo, merece citarse su conclusión, in which nothing
is concluded. Spencer dice que no se pronuncia—que no podemos pronunciarnos—sobre si el universo globalmente es
un fenómeno único, un gigantesco proceso que va del origen hacia la disolución, o si es un proceso cíclico, una
alternancia de generaciones y disoluciones. Me ha llamado la atención que su discusión sobre este punto anticipa, de
una manera casi uncanny, las discusiones de un siglo más tarde sobre la materia oscura, la equilibración del universo,
los agujeros negros y los horizontes de eventos más allá de los cuales nada podemos saber. La tendencia general a la
entropía y a la Muerte Universal, por tanto, hay que matizarla con esta alternativa:
"cuando contemplamos nuestro sistema sideral como un todo, algunos de los grandes hechos establecidos por la ciencia implican
renovaciones potenciales de la vida, ahora en una región, luego en otra; seguidos, posiblemente, en un periodo inimaginablemente remoto,
por una renovación más general. Esta conclusión queda sugerida cuando tomamos en consideración un factor que hasta ahora no se ha
mencionado.
Puesto que hasta ahora hemos considerado únicamente la equilibración que está teniendo lugar en el seno de nuestro Sistema Solar y en
sistemas similares: sin atender a la equilibración inconmensurablemente mayor que ha de tener lugar todavía: terminando esos
movimientos a través del espacio que poseen estos sistemas. Que las estrellas antes consideradas fijas, están todas en movimiento, se ha
vuelto ya una verdad familiar, y que se mueven con velocidades que se encuentran entre digamos 10 millas por segundo hasta unas 70
millas por segundo (siendo esta última la velocidad de una 'estrella escapada' que se supone esté atravesando nuestro Sistema Sideral) es
una verdad deducida a partir de observaciones por los astrónomos de hoy. Ha de unirse a esto el hecho de que hay estrellas agonizantes y
probablemente estrellas muertas. Más allá de la evidencia que proporcionan los diversos tipos de luz que emiten, de entre los cuales el rojo
indica una edad relativamente avanzada, está la evidencia de que en algunos casos las estrellas brillantes tienen acompañantes que son
oscuros o casi oscuros: el caso más evidente es el de Sirio, alrededor de la cual gira un cuerpo de cerca de un tercio de su tamaño pero de
sólo 1/39.000 de su luminosidad—una estrella, cercana al tamaño de nuestro Sol, que se ha apagado. Parece deducirse que más allá de las
masas luminosas que constituyen el Sistema Sideral visible, hay masas no luminosas, quizá menores en número o quizá más numerosas,
que juntamente con las luminosas están impelidas por una gravedad mutua. ¿Cómo pues habrán de equilibrarse los movimientos de estas
gigantescas masas, luminosas y no luminosas, y que se mueven a grandes velocidades?" (474-475)
Escribiendo antes del desarrollo de la teoría del colapso de las estrellas, Spencer sigue a Helmholtz y supone que las
estrellas acabarán disueltas en gas interestelar y materia nebulosa. Y que este medio ofrecerá tal resistencia que es
concebible que a la difusión máxima de la materia interestelar seguirá un movimiento de concentración (una especie de
versión decimonónica del Big Crunch), con una nueva agregación de masas y un nuevo comienzo de procesos
evolutivos. De lo que le cabe más duda a Spencer es de si este proceso comprende la totalidad del Universo, o si
Universo es sólo "una ambiciosa palabra", como decía Borges, y en realidad no existe un proceso unificado que pueda
englobar todo lo existente. Se inclina a creer que sí existe, y que "si debemos contemplar el universo visible como un
agregado, sujeto a procesos de evolución y disolución de la misma naturaleza esencial que los que son discernibles en
agregados menores, no podemos evitar preguntarnos cuál es su futuro probable" (First Principles 479). Aquí parece
dudar el autor, y su razonamiento vuelve a replantearse el mismo problema, a escalas cada vez mayores donde la vista
se pierde. Pero, en última instancia, acaba por recurrir al principio básico donde asienta su razonamiento, el principio
de la conservación del movimiento (esto era, claro, antes de Einstein):
"Reducido a su forma abstracta, el argumento es que la cantidad de movimiento implicado por la dispersión debe ser tan grande como la
cantidad de movimiento implicado por la agregación, o más bien debe ser el mismo movimiento, adoptando ahora la forma molar, ahora la
molecular; y si nos autorizamos a concebir esto como un resultado último surge la concepción no sólo de evoluciones y disoluciones
locales por todo lo largo y ancho de nuestro Sistema Sideral, sino también la de evoluciones y disoluciones generales, alternándose
indefinidamente.
Pero no podemos extraer semejante conclusión sin suponer tácitamente algo que se encuentra más allá de los límites del conocimiento
posible: a saber, que la energía contenida en nuestro Sistema Sideral permanece inalterada." (481).
Era la época del éter: pero, a pesar de su inexactitud científica luego demostrada, la teoría del éter se podía usar a modo
de lenguaje que permitiese plantearse algunos de los problemas que siguen ocupando a la cosmología hoy en día. No
sabemos, dice Spencer, si el universo pierde energía más allá de sus límites, o si el éter no tiene fin y la energía de
nuestro sistema se conserva sin irradiar hacia un "afuera", un límite más allá del universo donde funcionan las leyes
que conocemos. Y nunca podremos, dice Spencer, saber si el caso es uno u otro. Lo que sabemos es que si la razón nos
muestra que nuestro universo conocido tiende hacia la disolución universal, también hay procesos racionales que
podrían hacer concebir una alternancia de evoluciones y disoluciones universales, no uno, sino infinitos procesos
universales. Aunque por su misma naturaleza nos lleva esta especulación más allá de los límites del universo conocido
y por tanto de la razón. Y allí ya deberíamos empalmar con las especulaciones de Nietzsche.
La unidad universal que Spencer se inclina, finalmente, a suponer que existe, es, precisamente, lo que viene a reforzar
la teoría del Big Bang, tan unificador él—un fenómeno globalizador por excelencia, podríamos llamarlo, en tanto que
generador de un proceso universal de evolución. Pero quién sabe qué misterios se ocultan (para siempre quizá) detrás
del Big Bang... (Nota 12)
De casualidad, poca hay, en lo que estas especulaciones de Spencer anticipan a la ciencia de hoy. Más bien habrá que
atribuirlo a un intelecto gigantesco, como T. W. Hill en su introducción a la edición de 1937 de First Principles.
También anticipa First Principles, de manera reveladora, algunos aspectos de las fantasías de Olaf Stapledon en Star
Maker, esa curiosa historia de este universo y de otros posibles e imposibles (Nota 13). Lo que no anticipa de
Stapledon es el aspecto creacionista: el universo de Spencer no ha sido diseñado ni tiene sentido la pregunta sobre el
diseño de las leyes y el por qué de las cosas y de los primeros principios. La inteligencia la sitúa Spencer únicamente
en la cabeza de quien contempla el universo, y en una fase de la historia del mismo, la compleja fase en la que nos
encontramos y, en lo que a nosotros respecta, nos encontraremos siempre. Los oscuros procesos que sigan después
tendrán lugar en las tinieblas más absolutas.
B. El efecto mariposa y el universo autoensamblable
Hace poco tenía ocasión de ver una de esas películas basadas en el efecto mariposa, casi un género postmoderno éste.
No era El efecto mariposa, sino El sonido del trueno, basada en el relato de Ray Bradbury. Unos viajeros que hacen
safaris temporales a la época de los dinosaurios saben que no han de cambiar nada en el pasado, pues los efectos sobre
el presente serían incalculables. Y esos efectos acaban produciéndose cuando uno de ellos sin darse cuenta pisa una
mariposa jurásica. Los efectos distorsionadores se multiplican por el tiempo, y el presente se encuentra alterado. De ahí
deriva, supongo, la expresión de "efecto mariposa".
Se asocia el efecto mariposa a la teoría de las catástrofes, a René Thom (Stabilité structurale et morphogenèse: Essai
d'une théorie générale des modèles). Pero al margen de este modelo matemático, la formulación filosófica de esta
noción aparece más de un siglo antes, en la obra de Herbert Spencer. La idea básica de Spencer es que los fenómenos
complejos proceden de los simples, y que su origen (el origen de la complejidad existente) es la multiplicación de los
efectos. Al actuar una fuerza sobre un cuerpo, ya crea diferencias en él, pues actúa más sobre unas partes que sobre
otras. Y estas diferencias producen sucesivas diferencias que se multiplican—los fenómenos subsiguientes actúan unos
sobre otros en cadena, de formas cada vez más complejas a medida que se diferencian las formas y los ámbitos locales.
De un fenómeno simple y homogéneo surge eventualmente una complejidad heterogénea. Este fenómeno quedaría
también bien descrito por la expresión "efecto dominó" a no ser por el hecho de que las piezas del dominó colocadas
en fila son iguales, y la idea de su disposición en filas preparadas para ser tumbadas por un mínimo efecto inicial
introduce una noción de cálculo previo que aquí estaría fuera de lugar. Aun haciendo un lugar en su teoría al elemento
de repetición y de uniformidad, Spencer enfatiza más bien la heterogeneidad creciente producida por la evolución, que
hace imposible calcular la complejidad de los efectos que han de seguir de las causas simples iniciales.
La noción de que lo complejo evoluciona a partir de lo simple está en la base misma de la racionalidad, y como tal
puede encontrarse no sólo en los primeros filósofos, sino también, en cierto modo, en la formulación misma de los
mitos de creación, que narran cómo a la nada, o a las formas simples, sucedió la creación, o las cosas que hay hoy.
Podemos remitir al Timeo de Platón como modelo de estos mitos en el momento en que se incorporan al pensamiento
filosófico. Pero hay pocos filósofos que hayan examinado este principio racional tan cuidadosamente como Spencer,
llevándolo hasta sus últimas consecuencias.
En Lamarck, el primer gran biólogo evolucionista, encontramos una formulación inicial de este principio, aplicado a la
biología (Nota 14). Las formas vivas complejas descienden de las simples, y han sufrido una modificación gradual que
lleva, por la acción combinada de una serie de principios, de lo simple a lo complejo. Tal es el núcleo de la teoría
evolucionaria en biología. También concurren con esta intuición otras observaciones de biólogos no evolucionistas del
XIX como von Baer: éste, estudiando el desarrollo de los embriones, formuló el principio de que las formas simples se
desarrollan primero, las complejas después. Esto lo aplicaría a la teoría de la evolución Ernst Haeckel, formulando el
discutido principio de que la ontogenia recapitula la filogenia. Y si bien no lo hace exactamente como Haeckel creía, sí
lo hace en este sentido básico precisamente: que lo simple precede, necesariamente, a lo complejo (Nota 15).
Spencer explica cómo en Social Statics ya había formulado esta teoría, del paso de la homogeneidad a la
heterogeneidad, en lo referente a los fenómenos sociales y las estructuras económicas, y también a los fenómenos
biológicos: "el desarrollo de un organismo individual y el desarrollo de un organismo social se describen de modo
similar, consistiendo en un avance de la simplicidad a la complejidad, y de partes similares independientes, a partes
disimilares mutuamente dependientes" (First Principles §119, nota). El carácter abstracto de la formulación de Von
Baer le llevó a Spencer a ampliar este concepto, y a extenderlo a los fenómenos inorgánicos (físicos, cosmológicos,
geológicos). Según Spencer esta generación de la heterogeneidad es la redistribución secundaria de fuerzas que
acompaña, en los fenómenos evolutivos complejos, a la redistribución primaria de fuerzas que es el motor y base
principal de la evolución cósmica.
Así llega a explicar Spencer, de un modo panorámico, la formación de sistemas estelares y planetarios (a nivel
astronómico) y, en nuestro planeta, el enfriamiento diferenciado de sus partes y la formación de regiones, constantes
geológicas y climas diferenciados. La vida y la complejidad de las organizaciones sociales y de fenómenos culturales
serán una fase ulterior de este desarrollo de la complejidad. Porque también a los fenómenos humanos se aplica este
principio: "el cambio de lo homogéneo a lo heterogéneo se muestra igualmente en el progreso de la civilización en su
conjunto, y en el progreso de cada tribu o nación: y todavía continúa con rapidez que aumenta" (§122). Los humanos
eran muy iguales al principio: hoy hay miles de culturas y grupos, ambientes y fenómenos intelectuales con
características diferenciadas. (En la explosión de formas que hemos vivido estos últimos años en la informática podría
encontrase un ejemplo de esta multiplicacion de la heterogeneidad que observaba Spencer).
¿Cuál es es principio mediante el cual se genera la complejidad? Una respuesta es que es complejo, claro, y que no
puede darse de la complejidad una explicación simple. Pero puestos a reducir la complejidad a su expresión más
simple, Spencer lo formula como sigue. Un fenómeno, o suceso, al incidir sobre otros, tiene multitud de efectos, y
estos efectos se multiplican en progresión geométrica, al incidir unos sobre otros. De este modo, una causa no da lugar
a un efecto, sino a varios, muchos, miles, millones de efectos, según cuál sea la perspectiva que adoptemos. Este es el
principio explicativo del efecto mariposa, y de por qué la realidad es compleja cuando antes era simple. El principio
básico lo expone Spencer en el cap. XX de First Principles, "The Multiplication of Effects."
Por el conflicto con la materia, una fuerza uniforme se transforma en parte en fuerzas de clases diferentes. (....) Y tampoco termina aquí la
descomposición de una fuerza en muchas fuerzas. Cada uno de los diversos cambios operados se vuelve progenitor de cambios ulteriores.
(...). Universalmente, pues, el efecto es más complejo que la causa. Sea o no homogéneo el agregado sobre el cual actúa, una fuerza al
incidir se transforma, en virtud de este conflicto, en un número de fuerzas que difieren en sus cantidades, o direcciones, o clases; o en todos
estos aspectos. Y de este grupo de fuerzas diversamente modificadas, cada una acaba por sufrir una transformación comparable. (....)
Cuando las partes en las que se ha segregado cualquier todo sometido a evolución han llegado a diverger ampliamente en su naturaleza,
necesariamente reaccionarán de modo muy diverso a cualquier fuerza que incida: dividirán una fuerza incidente en otros tantos grupos de
fuerzas fuertemente contrastados. Y al volverse cada uno de ellos el centro de un conjunto completamente distinto de influencias, debe
contribuir al número de cambios secundarios diferenciados efectuados por toda la amplitud del agregado. Y aún hay que añadir otro
corolario. El número de partes diferentes que componen un agregado es un factor importante en el proceso. Cada división adicional
especializada es un centro adicional de fuerzas especializadas, y debe convertirse en una fuente ulterior de complicación entre las fuerzas
que están actuando en el conjunto de la masa—una fuente adicional de heterogeneidad. La multiplicación de los efectos ha de proceder en
progresión geométrica. (First Principles §156).
Bien, así queda explicado en principio, de la manera más sucinta y sintética posible, cómo se genera la complejidad a
partir de los fenómenos simples, o dicho de otro modo, cómo aparecen las cosas de la nada.
Esta es la noción principal en que descansa la filosofía evolucionista: que el presente es distinto del pasado, y que lo
que existe está en proceso de generación; nada existe hasta que se produce por una conjunción compleja, nunca antes
producida, de fuerzas y fenómenos. Todo es contingente en este sentido que el presente no está contenido en el pasado,
ni esbozado en él, pues son incalculables las conjunciones de fuerzas y fenómenos (siendo el conocimiento una
abstracción o interpretación de los fenómenos, una creación de modelos que identifican líneas generales y principios,
pero sin llegar nunca a una definición exhaustiva del conjunto del fenómeno complejo). Que lo que existe está en un
proceso de creación continua ha sido una intuición compartida por algunas teologías que atribuían a Dios no una
actividad creativa inicial, sino una creación continua. Claro que Dios es uno de los conceptos redundantes una vez
enfocada la explicación del universo desde un punto de vista evolucionista.
Pues del pensamiento evolucionista se derivan algunos corolarios interesantes para la teoría narrativa y la teoría del
conocimiento. Por ejemplo, que las explicaciones evolutivamente coherentes no deberían presuponer la complejidad
como fuente de la complejidad—ni la complejidad como fuente de la simplicidad, en los fenómenos evolutivos (otra
cosa sucederá con lo que Spencer llama los procesos disolutivos, en los que un fenómeno complejo se disgrega o
desaparece). Las explicaciones creacionistas no son evolucionistas por esto, aunque algunas incluyan algunos
elementos evolucionistas (por ejemplo, aceptando la evolución de las especies como parte del Plan del Creador). Un
Creador, y un Plan, son elementos ajenos al evolucionismo, pues los planes (fenómenos cognitivos, intelectuales, etc.),
no pueden estar al principio de las cosas cosmológicamente hablando, sino que son un fenómeno biológico muy
concreto, ubicado en una fase tardía y extremadamente local de la evolución. No se puede postular un ser infinitamente
complejo como origen de los fenómenos, puesto que la finalidad de la explicación es precisamente dar cuenta de lo
complejo, y mal explicado queda si toda explicación se hace innecesaria o circular.
Spencer reserva un lugar a la religión, establecienco que el ámbito del conocimiento se extiende únicamente a lo
comprensible a partir de algunos datos originales, datos que en sí son inanalizables e irreductibles (como por ejemplo
la conservación de la energía, o las formas estructuras básicas del espacio y del tiempo). Más allá se extiende lo
incognoscible, o más bien sobre lo incognoscible descansa todo lo que se puede conocer. Este planteamiento cumple
una doble función en su pensamiento. Por una parte, circunscribe las cuestiones a tratar y el tipo de explicaciones
admisibles. Por otra parte, es una manera muy victoriana de aclarar que su pensamiento no es ateo, y que no ataca a la
religión. Spencer deja intuir que Dios es la fuente de la gran Fuerza original que se manifiesta en la materia y energía
del universo (y no es en ello sino un continuador del planteamiento de Newton). Pero a la vez su exposición de la
generación del universo, de la complejidad, y de la multiplicación de los efectos ha hecho a Dios totalmente
redundante. El Dios de Spencer, si así podemos llamarlo, está totalmente fuera de nuestro ámbito de conocimiento, y
no hace nada en concreto al margen de generar esta inmensa Fuerza que ha dado lugar al universo. Los efectos de la
Fuerza no están planeados, ni calculados, ni guiados, son totalmente supervenientes y contingentes. Spencer ha dado la
fórmula de la creación a partir de la nada, pero es una creación que tiene lugar por sí sola, por composición de fuerzas,
no como el despliegue de una planificación previa, sino como una multiplicación incalculable de efectos complejos,
que inciden unos sobre otros en progresión geométrica.
Es un enigma, por supuesto, la naturaleza de la realidad, y un enigma irresoluble porque allí se encuentra nuestro
pensamiento con sus límites, más allá de los cuales no tiene puntos de referencia. Lo que hacemos es proyectar fuera
del ámbito donde son operativas, y tienen sentido, nuestras estrategias de pensamiento habituales, como causa,
intención, efecto, etc. La realidad infinitamente compleja, procede de una realidad anteriormente más simple, y en
última instancia de lo infinitamente simple. De una simplicidad tan simple que escapa a nuestra capacidad de
representación mental, pues allí tendemos a distinguir lo que existe y lo que no existe, el todo y la nada. Y estas
distinciones no son operativas en la simplicidad máxima que precede al momento en el que empiezan a narrar sus
historias las cosmologías.
Ateniéndonos a la teoría del Big Bang como la manifestación de esa Fuerza, nos podríamos plantear el problema de
que el Big Bang proporciona (aceptémoslo así) la Fuerza para crear el universo, pero no proporciona la información
necesaria para constituirlo. Esta se genera (siguiendo la explicación de Spencer) por multiplicación de efectos, por el
mencionado Efecto Mariposa que viene a ser la versión evolucionista de la creación a partir de la nada. Un problema
que se plantea es por qué surgen—o si surgen— efectos asimétricos en la fuerza original, siendo ella en principio
simple. Sin ese "defecto" originario, no hay generación de efectos diversos, no hay recombinación de fuerzas
incidentes, no hay efecto mariposa, no hay nada. O hay, si preferimos otra versión, múltiples universos simétricos, o
paralelos, que también con ello se ha especulado, una vez confrontada la paradoja de que la fuerza simple salió
desviada.... ¿Con qué chocó, entonces, o qué la desvió? Al parecer, there is a crack in everything. Habrá que atribuir al
dios de Spencer, además de una simple energía infinita, un toquecillo original (nada intencional) que impide que esa
fuerza se manifieste de modo uniforme, o una pequeña descompensación original que dio lugar a todo, por acción del
efecto mariposa.
... ¿O habrá que suponer que esa desviación tan simple, el Origen de la Diferencia, no es realmente distinguible de la
pura simplicidad, y que son sólo nuestros conceptos los que no encuentran asidero para pensarla? Encontramos difícil
comprender que el todo y la nada han sido originalmente la misma cosa, y que, a un determinado nivel, continúan
siéndolo.
Darwin's Big Bang: La cosmología evolucionista de Eramus Darwin
Charles Darwin se ocupó mucho de la evolución biológica pero poco de la evolución cósmica, a diferencia de su
abuelo Erasmus. En The Economy of Vegetation de Erasmus Darwin encontramos un equivalente imaginativo del Big
Bang en versión dieciochesca—una gran narración de la creación del mundo y de la vida. Erasmus Darwin era un
librepensador, y el papel asignado a Dios en su narrativa cósmica es tan mítico como el de los silfos y las hadas y las
ninfas del fuego primigenio—tan sólo una "sublime alegoría". El elemento mitografico, ornamental, convencional y
asaz ridículo, en los poemas científicos de Erasmus Darwin es con frecuencia objeto del sarcasmo de los historiadores
de la literatura y de los científicos por igual. Pero su función se aprecia de modo bastante claro cuando se ve en el
contexto de una desmitologización—Darwin desmitologiza por la vía de añadir mitología explícitamente ornamental.
La suya es una manera de incluir la narración cristiana de la creación al mismo título que el aparato mitológico, y no
más verdadera desde el punto de vista científico que los silfos y las ninfas.
Tanto los versos como las notas que siguen vienen de la primera parte de The Botanic Garden de Erasmus Darwin (1788, en red en Project
Gutenberg). La teoría de la evolución biológica, incluyendo una cierta anticipación de la teoría de la selección natural, se expone en las notas,
siguiendo en gran medida las ideas de Buffon.
From canto I of Poem I, The Economy of Vegetation:
I. "NYMPHS OF PRIMEVAL FIRE! YOUR vestal train
Hung with gold-tresses o'er the vast inane,
Pierced with your silver shafts the throne of Night,
100 And charm'd young Nature's opening eyes with light;
When LOVE DIVINE, with brooding wings unfurl'd,
Call'd from the rude abyss the living world.
"—LET THERE BE LIGHT!" proclaim'd the ALMIGHTY LORD,
Astonish'd Chaos heard the potent word;—
105 Through all his realms the kindling Ether runs,
And the mass starts into a million suns;
Earths round each sun with quick explosions burst,
And second planets issue from the first;
Bend, as they journey with projectile force,
110 In bright ellipses their reluctant course;
Orbs wheel in orbs, round centres centres roll,
And form, self-balanced, one revolving Whole.
—Onward they move amid their bright abode,
Space without bound, THE BOSOM OF THEIR GOD!
[Nymphs of primeval fire. l. 97. The fluid matter of heat is perhaps the most extensive element in nature; all other bodies are immersed in it, and are preserved in
their present state of solidity or fluidity by the attraction of their particles to the matter of heat. Since all known bodies are contractible into less space by depriving
them of some portion of their heat, and as there is no part of nature totally deprived of heat, there is reason to believe that the particles of bodies do not touch, but are
held towards each other by their self- attraction, and recede from each other by their attraction to the mass of heat which surrounds them; and thus exist in an
equilibrium between these two powers. If more of the matter of heat be applied to them, they recede further from each other, and become fluid; if still more be
applied, they take an aerial form, and are termed Gasses by the modern chemists. Thus when water is heated to a certain degree, it would instantly assume the form
of steam, but for the pressure of the atmosphere, which prevents this change from taking place so easily; the same is true of quicksilver, diamonds, and of perhaps all
other bodies in Nature; they would first become fluid, and then aeriform by appropriated degrees of heat. On the contrary, this elastic matter of heat, termed
Calorique in the new nomenclature of the French Academicians, is liable to become consolidated itself in its combinations with some bodies, as perhaps in nitre, and
probably in combustible bodies as sulphur and charcoal. See note on l. 232, of this Canto. Modern philosophers have not yet been able to decide whether light and
heat be different fluids, or modifications of the same fluid, as they have many properties in common. See note on l. 462 of this Canto.]
[When Love Divine. l. 101. From having observed the gradual evolution of the young animal or plant from its egg or seed; and afterwards its successive advances to
its more perfect state, or maturity; philosophers of all ages seem to have imagined, that the great world itself had likewise its infancy and its gradual progress to
maturity; this seems to have given origin to the very antient and sublime allegory of Eros, or Divine Love, producing the world from the egg of Night, as it floated in
Chaos. See l. 419. of this Canto.
The external crust of the earth, as far as it has been exposed to our view in mines or mountains, countenances this opinion; since these have evidently for the most
part had their origin from the shells of fishes, the decomposition of vegetables, and the recrements of other animal materials, and must therefore have been formed
progressively from small beginnings. There are likewise some apparently useless or incomplete appendages to plants and animals, which seem to shew they have
gradually undergone changes from their original state; such as the stamens without anthers, and styles without stigmas of several plants, as mentioned in the note on
Curcuma, Vol. II. of this work. Such is the halteres, or rudiments of wings of some two-winged insects; and the paps of male animals; thus swine have four toes, but
two of them are imperfectly formed, and not long enough for use. The allantoide in some animals seems to have become extinct; in others is above tenfold the size,
which would seem necessary for its purpose. Buffon du Cochon. T. 6. p. 257. Perhaps all the supposed monstrous births of Nature are remains of their habits of
production in their former less perfect state, or attempts towards greater perfection.]
[Through all his realms. l. 105. Mr. Herschel has given a very sublime and curious account of the construction of the heavens with his discovery of some thousand
nebulae, or clouds of stars; many of which are much larger collections of stars, than all those put together, which are visible to our naked eyes, added to those which
form the galaxy, or milky zone, which surrounds us. He observes that in the vicinity of these clusters of stars there are proportionally fewer stars than in other parts
of the heavens; and hence he concludes, that they have attracted each other, on the supposition that infinite space was at first equally sprinkled with them; as if it had
at the beginning been filled with a fluid mass, which had coagulated. Mr. Herschel has further shewn, that the whole sidereal system is gradually moving round some
centre, which may be an opake mass of matter, Philos. Trans. V. LXXIV. If all these Suns are moving round some great central body; they must have had a projectile
force, as well as a centripetal one; and may thence be supposed to have emerged or been projected from the material, where they were produced. We can have no
idea of a natural power, which could project a Sun out of Chaos, except by comparing it to the explosions or earthquakes owing to the sudden evolution of aqueous
or of other more elastic vapours; of the power of which under immeasurable degrees of heat, and compression, we are yet ignorant.
It may be objected, that if the stars had been projected from a Chaos by explosions, that they must have returned again into it from the known laws of gravitation;
this however would not happen, if the whole of Chaos, like grains of gunpowder, was exploded at the same time, and dispersed through infinite space at once, or in
quick succession, in every possible direction. The same objection may be stated against the possibility of the planets having been thrown from the sun by explosions;
and the secondary planets from the primary ones; which will be spoken of more at large in the second Canto, but if the planets are supposed to have been projected
from their suns, and the secondary from the primary ones, at the beginning of their course; they might be so influenced or diverted by the attractions of the suns, or
sun, in their vicinity, as to prevent their tendency to return into the body, from which they were projected.
If these innumerable and immense suns thus rising out of Chaos are supposed to have thrown out their attendant planets by new explosions, as they ascended; and
those their respective satellites, filling in a moment the immensity of space with light and motion, a grander idea cannot be conceived by the mind of man.]
Obsérvese que, sobre el universo en expansión, previene y responde Darwin una objeción que al parecer se le escapó a
Newton—el colapso gravitacional. Este no había aplicado su teoría de la gravitación universal con coherencia, pues
según su modelo, si lo entendemos literalmente, el universo debería culminar en un Big Crunch, una conclusión que no
extrajo sin embargo Newton, como ya señaló Laplace por esos años. Newton no llegó a formular, por tanto, a una
solución satisfactoria que demostrase la estabilidad del sistema galáctico, y sin embargo esta solución imperfecta se
mantuvo como la imagen del mundo científicamente aceptada, básicamente por el procedimiento de no pensar mucho
en la cuestión. Einstein, que también defendía un modelo estático del universo cuando formuló la teoría de la
relatividad hace más de cien años, tuvo que acudir a una especie de solución arbitraria, la "constante gravitacional",
una suerte de fuerza gravitacional invertida que a nivel puramente teórico le salvaba las ecuaciones. Einstein mismo
consideró esta solución un error de procedimiento, y sin embargo una nueva variante de gravitación negativa se ha
visto reintroducida y rehabilitada en la última década para explicar la inflación del universo—junto con otras
soluciones de pura necesidad como la materia oscura y la energía oscura.
La solución propuesta por Erasmus Darwin al dilema gravitatorio, contemplada en este contexto y tendiendo en cuenta
que hablamos de un pensador del siglo XVIII, no parece menos satisfactoria. Erasmus Darwin propuso explicar la
formación del universo mediante una explosión instantánea y continuada de todo el "caos" original su conjunto,
seguida de explosiones menores locales y dispersas—como podrían ser las supernovas. Si bien esta teoría está
presentada de modo narrativo y no en forma matemática, es una hipótesis puede parecer, vista desde hoy, más correcta
que la de los científicos que le precedieron y siguieron hasta bien entrado el siglo XX, en tanto que modelo espacio-
temporal del universo. No es propiamente, claro, un Big Bang lo que propone Erasmus Darwin, en el detalle de la
formación de partículas subatómicas, etc.—pues la moderna teoría atómica tardaría un siglo en formularse. Pero su
modelo sí presenta un universo en evolución, en expansión y en explosión, y lejos de ofrecer una imagen estática nos
sitúa conceptualmente en un momento inestable de un flujo entre una gran explosión originaria y una disolución
posible para cuyo tratamiento conceptual detallado podríamos recurrir, de nuevo, a los Primeros Principios de Spencer.
Tanto Spencer como Erasmus Darwin antes que él nos presentan un universo evolucionista, narrativo podríamos decir,
un universo cuya imagen más apropiada es un desarrollo temporal en el que las fuerzas físicas no alcanzan equilibrios
sino aparentes, y crean estructuras que por muy estables que parezcan son evanescentes y temporales. No es un
universo cuya física sea concebible al margen de una historia cósmica, una Gran Historia. (Nota 16)
Poe's Big Bang: Eureka, o la emergencia del Big Bang
Edgar Allan Poe también fue cosmólogo y filósofo evolucionista—en su "poema en prosa" Eureka, que expone una
teoría unificada del universo combinando principios físico-matemáticos, observaciones astronómicas, y especulaciones
filosóficas. Para la sección científica se basó en escritores anteriores como Laplace, William y John Herschel, y el
Humboldt de Kosmos, a quien dedica la obra. Supongo que también conocería los escritos de Erasmus Darwin. La obra
también pretende ser una teodicea, o explicación de la existencia del mal y el sufrimiento en el mundo—un desarrollo
de la explicación clásica de la cuestión, a saber, que la divinidad actúa mediante causas secundarias. Aquí para Poe las
causas secundarias son toda la evolución del universo, pues causas primarias sólo se hallan en la fuerza original
indiferenciada que da lugar al universo en una especie de Big Bang decimonónico. Por supuesto, las ideas Poe no
fueron tomadas en absoluto en serio en su propio momento; ni su sintaxis, ni su uso de las fuentes, ni su trayectoria
literaria invitaban a ello; suena el autor demasiado como uno de los frenéticos unreliable narrators o sabios locos de
sus relatos. El mismo Poe intuyó que no se le tomaría en serio como pensador hasta que su obra ya no pudiese ser
considerada científica sino meramente poética, y de ahí el prefacio:
To the few who love me and whom I love—to those who feel rather than to those who think—to the dreamers and those who put faith in
dreams as in the only realities—I offer this Book of Truths, not in its character of Truth-Teller, but for the Beauty that abounds in its Truth;
constituting it true. To these I present the composition as an Art-Product alone:—let us say as a Romance; or, if I be not urging too lofty a
claim, as a Poem.
What I here propound is true:—therefore it cannot die:—or if by any means it be now trodden down so that it die, it will “rise again to
the Life Everlasting.”
Nevertheless it is as a Poem only that I wish this work to be judged after I am dead.
E.A.P.
Sin embargo, algunas de sus ideas anticipan notablemente las de Herbert Spencer, y aún más, las de la física del siglo
XX, intentando extraer de la noción misma de la fuerza gravitatoria y de su acción presente los principios de la finitud,
el origen, y la evolución del universo. Comienza con un plantamiento que formula el Big Bang en términos casi
literales—el origen del Universo a partir de la inflación de una partícula, proceso en el cual se generan tanto el tiempo
como el espacio, y a continuación unas fuerzas elementales como la gravitación, o el electromagnetismo, que no
preexisten a este acontecimiento:
It will now be readily understood that no axiomatic idea—no idea founded in the fluctuating principle, obviousness of relation—can
possibly be so secure—so reliable a basis for any structure erected by the Reason, as that idea—(whatever it is, wherever we can find it, or
if it be practicable to find it anywhere)—which is irrelative altogether—which not only presents to the understanding no obviousness of
relation, either greater or less, to be considered, but subjects the intellect, not in the slighest degree, to the necessity of even looking at any
relation at all. If such an idea be not what we too heedlessly term “an axiom,” it is at least preferable, as a Logical basis, to any axiom ever
propounded, or to all imaginable axioms combined:—and such, precisely, is the idea with which my deductive process, so thoroughly
corroborated by induction, commences. My particle proper is but absolute Irrelation. To sum up what has been here advanced:—As a
starting point I have taken it for granted, simply, that the Beginning had nothing behind it or before it—that it was a Beginning in fact—
that it was a beginning and nothing different from a beginning—in short that this Beginning was——that which it was. If this be a “mere
assumption” then a “mere assumption” let it be.
To conclude this branch of the subject:—I am fully warranted in announcing that the Law which we have been in the habit of calling
Gravity exists on account of Matter’s having been irradiated, at its origin, atomically, into a limited[4] sphere of Space, from one,
individual, unconditional, irrelative, and absolute Particle Proper, by the sole process in which it was possible to satisfy, at the same time,
the two conditions, irradiation, and generally-equable distribution throughout the sphere—that is to say, by a force varying in direct
proportion with the squares of the distances between the irradiated atoms, respectively, and the Particular centre of Irradiation.
I have already given my reasons for presuming Matter to have been diffused by a determinate rather than by a continuous or infinitely
continued force. Supposing a continuous force, we should be unable, in the first place, to comprehend a rëaction at all; and we should be
required, in the second place, to entertain the impossible conception of an infinite extension of Matter. Not to dwell upon the impossibility
of the conception, the infinite extension of Matter is an idea which, if not positively disproved, is at least not in any respect warranted by
telescopic observation of the stars—a point to be explained more fully hereafter; and this empirical reason for believing in the original
finity of Matter is unempirically confirmed. For example:—Admitting, for the moment, the possibility of understanding Space filled with
the irradiated atoms—that is to say, admitting, as well as we can, for argument’s sake, that the succession of the irradiated atoms had
absolutely no end—then it is abundantly clear that, even when the Volition of God had been withdrawn from them, and thus the tendency
to return into Unity permitted (abstractly) to be satisfied, this permission would have been nugatory and invalid—practically valueless and
of no effect whatever. No Rëaction could have taken place; no movement toward Unity could have been made; no Law of Gravity could
have obtained.
To explain:—Grant the abstract tendency of any one atom to any one other as the inevitable result of diffusion from the normal Unity:—or,
what is the same thing, admit any given atom as proposing to move in any given direction—it is clear that, since there is an infinity of
atoms on all sides of the atom proposing to move, it never can actually move toward the satisfaction of its tendency in the direction given,
on account of a precisely equal and counterbalancing tendency in the direction diametrically opposite. In other words, exactly as many
tendencies to Unity are behind the hesitating atom as before it; for it is a mere sotticism to say that one infinite line is longer or shorter than
another infinite line, or that one infinite number is greater or less than another number that is infinite. Thus the atom in question must
remain stationary forever. Under the impossible circumstances which we have been merely endeavoring to conceive for argument’s sake,
there could have been no aggregation of Matter—no stars—no worlds—nothing but a perpetually atomic and inconsequential Universe. In
fact, view it as we will, the whole idea of unlimited Matter is not only untenable, but impossible and preposterous.
With the understanding of a sphere of atoms, however, we perceive, at once, a satisfiable tendency to union. The general result of the
tendency each to each, being a tendency of all to the centre, the general process of condensation, or approximation, commences
immediately, by a common and simultaneous movement, on withdrawal of the Divine Volition; the individual approximations, or
coalescences—not cöalitions—of atom with atom, being subject to almost infinite variations of time, degree, and condition, on account of
the excessive multiplicity of relation, arising from the differences of form assumed as characterizing the atoms at the moment of their
quitting the Particle Proper; as well as from the subsequent particular inequidistance, each from each.
What I wish to impress upon the reader is the certainty of there arising, at once, (on withdrawal of the diffusive force, or Divine Volition,)
out of the condition of the atoms as described, at innumerable points throughout the Universal sphere, innumerable agglomerations,
characterized by innumerable specific differences of form, size, essential nature, and distance each from each. The development of
Repulsion (Electricity) must have commenced, of course, with the very earliest particular efforts at Unity, and must have proceeded
constantly in the ratio of Coalescence—that is to say, in that of Condensation, or, again, of Heterogeneity.
Thus the two Principles Proper, Attraction and Repulsion—the Material and the Spiritual—accompany each other, in the strictest
fellowship, forever. Thus The Body and The Soul walk hand in hand.
El mapa conceptual que contribuye a generar Poe con su explosión primigenia es de tal originalidad y audacia
intelectual que sería cicatero el reprocharle el uso de conceptos decimonónicos e incluso lenguaje espiritualista como
ingredientes, figuras de expresión, o materiales para su formulación. También anticipa Poe cuestiones sobre la
estructura del universo que sólo en el siglo XX recibirían confirmación experimental, como la existencia de otras
galaxias o la no centralidad de la Vía Láctea:
And here, at length, it seems proper to inquire whether the ascertained facts of Astronomy confirm the general arrangement which I have
thus, deductively, assigned to the Heavens. Thoroughly, they do. Telescopic observation, guided by the laws of perspective, enables us to
understand that the perceptible Universe exists as a cluster of clusters, irregularly disposed.
The “clusters” of which this Universal “cluster of clusters” consists, are merely what we have been in the practice of designating
“nebulæ”—and, of these “nebulæ,” one is of paramount interest to mankind. I allude to the Galaxy, or Milky Way. This interests us, first
and most obviously, on account of its great superiority in apparent size, not only to any one other cluster in the firmament, but to all the
other clusters taken together. The largest of these latter occupies a mere point, comparatively, and is distinctly seen only with the aid of a
telescope. The Galaxy sweeps throughout the Heaven and is brilliantly visible to the naked eye. But it interests man chiefly, although less
immediately, on account of its being his home; the home of the Earth on which he exists; the home of the Sun about which this Earth
revolves; the home of that “system” of orbs of which the Sun is the centre and primary—the Earth one of sixteen secondaries, or planets—
the Moon one of seventeen tertiaries, or satellites. The Galaxy, let me repeat, is but one of the clusters which I have been describing—but
one of the mis-called “nebulæ” revealed to us—by the telescope alone, sometimes—as faint hazy spots in various quarters of the sky. We
have no reason to suppose the Milky Way really more extensive than the least of these “nebulæ.” Its vast superiority in size is but an
apparent superiority arising from our position in regard to it—that is to say, from our position in its midst. However strange the assertion
may at first appear to those unversed in Astronomy, still the astronomer himself has no hesitation in asserting that we are in the midst of
that inconceivable host of stars—of suns—of systems—which constitute the Galaxy. Moreover, not only have we—not only has our Sun a
right to claim the Galaxy as its own especial cluster, but, with slight reservation, it may be said that all the distinctly visible stars of the
firmament—all the stars Visible to the naked eye—have equally a right to claim it as their own.
Hay que recordar que también Kant y William Herschel habían planteado la teoría de "otros universos" aislados,
primera versión de la teoría de las galaxias que se confirmaria experimentalmente en el siglo XX. Presenta también Poe
algunos razonamientos para demostrar la finitud del universo que por su formulación paradójica y clara a la vez no
vuelven a encontrarse antes de Stephen Hawking (2005):
No astronomical fallacy is more untenable, and none has been more pertinaciously adhered to, than that of the absolute illimitation of the
Universe of Stars. The reasons for limitation, as I have already assigned them, à priori, seem to me unanswerable; but, not to speak of
these, observation assures us that there is, in numerous directions around us, certainly, if not in all, a positive limit—or, at the very least,
affords us no basis whatever for thinking otherwise. Were the succession of stars endless, then the background of the sky would present us
an uniform luminosity, like that displayed by the Galaxy—since there could be absolutely no point, in all that background, at which would
not exist a star. The only mode, therefore, in which, under such a state of affairs, we could comprehend the voids which our telescopes find
in innumerable directions, would be by supposing the distance of the invisible background so immense that no ray from it has yet been
able to reach us at all. That this may be so, who shall venture to deny? I maintain, simply, that we have not even the shadow of a reason for
believing that it is so.
Esta solución a la paradoja de Olber se asemeja, de hecho, a las que se ofrecen en el modelo del cosmos inflacionario:
según este modelo cosmológico, la luz de las estrellas lejanas tampoco ha tenido tiempo de alcanzarnos, con lo cual la
hipótesis de Poe resulta ser correcta. De las mediciones de la velocidad de la luz y del tamaño del Universo disponibles
en su época (procedentes de los Herschel, padre e hijo, y de Friedrich G. W. von Struve) también hace Poe buen uso:
In attempting to appreciate this interval by the aid of any considerations of velocity, as we did in endeavoring to estimate the distance of
the moon, we must leave out of sight, altogether, such nothings as the speed of a cannon-ball, or of sound. Light, however, according to the
latest calculations of Struve, proceeds at the rate of 167,000 miles in a second. Thought itself cannot pass through this interval more
speedily—if, indeed, thought can traverse it at all. Yet, in coming from 61 Cygni to us, even at this inconceivable rate, light occupies more
than ten years; and, consequently, were the star this moment blotted out from the Universe, still, for ten years, would it continue to sparkle
on, undimmed in its paradoxical glory.
Aquí apunta una intuición del concepto de espacio-tiempo y de la relatividad:
I have already said that light proceeds at the rate of 167,000 miles in a second—that is, about 10 millions of miles in a minute, or about
600 millions of miles in an hour:—yet so far removed from us are some of the “nebulæ” that even light, speeding with this velocity, could
not and does not reach us, from those mysterious regions, in less than 3 millions of years. This calculation, moreover, is made by the elder
Herschell, and in reference merely to those comparatively proximate clusters within the scope of his own telescope. There are “nebulæ,”
however, which, through the magical tube of Lord Rosse, are this instant whispering in our ears the secrets of a million of ages by-gone. In
a word, the events which we behold now—at this moment—in those worlds—are the identical events which interested their inhabitants ten
hundred thousand centuries ago. In intervals—in distances such as this suggestion forces upon the soul—rather than upon the mind—we
find, at length, a fitting climax to all hitherto frivolous considerations of quantity.
Our fancies thus occupied with the cosmical distances, let us take the opportunity of referring to the difficulty which we have so often
experienced, while pursuing the beaten path of astronomical reflection, in accounting for the immeasurable voids alluded to—in
comprehending why chasms so totally unoccupied and therefore apparently so needless, have been made to intervene between star and star
—between cluster and cluster—in understanding, to be brief, a sufficient reason for the Titanic scale, in respect of mere Space, on which
the Universe is seen to be constructed. A rational cause for the phænomenon, I maintain that Astronomy has palpably failed to assign:—
but the considerations through which, in this Essay, we have proceeded step by step, enable us clearly and immediately to perceive that
Space and Duration are one. That the Universe might endure throughout an æra at all commensurate with the grandeur of its component
material portions and with the high majesty of its spiritual purposes, it was necessary that the original atomic diffusion be made to so
inconceivable an extent as to be only not infinite. It was required, in a word, that the stars should be gathered into visibility from invisible
nebulosity—proceed from nebulosity to consolidation—and so grow grey in giving birth and death to unspeakably numerous and complex
variations of vitalic development:—it was required that the stars should do all this—should have time thoroughly to accomplish all these
Divine purposes—during the period in which all things were effecting their return into Unity with a velocity accumulating in the inverse
proportion of the squares of the distances at which lay the inevitable End.
También esta panorámica de la formación de las estrellas a partir de nebulosas, y de la formación de los fenómenos
complejos y de los materiales de la vida en el seno de las estrellas ha resultado ser fundamentalmente correcta en según
la actual comprensión de la evolución cósmica.
No se le escapa a Poe que esta nueva percepción del universo tiene consecuencias para la percepción narrativa del
mismo: que una narratividad general se manifiesta en este proceso evolutivo:
The pleasure which we derive from any display of human ingenuity is in the ratio of the approach to this species of reciprocity. In the
construction of plot, for example, in fictitious literature, we should aim at so arranging the incidents that we shall not be able to determine,
of any one of them, whether it depends from any one other or upholds it. In this sense, of course, perfection of plot is really, or practically,
unattainable—but only because it is a finite intelligence that constructs. The plots of God are perfect. The Universe is a plot of God.
Es ésta una concepción extremadamente característica del autor, y quienes recuerden su "Philosophy of Composition"
percibirán aquí un aire de familia. Pero va más allá Poe en "Eureka"Aquí parece proponer Poe una noción de la
narratividad inherente a la mente humana como instrumento necesario a la cognición científica: el proceso universal,
por así decirlo, no se puede comprender sino como una gran historia, con una mente narrativa (Nota 17). Otra cuestión,
claro, son las implicaciones creacionistas en las que Poe es ciertamente un hombre de su época, en algunos aspectos al
menos. Abogaríamos aquí por entender los planes prospectivos de su Dios como un espejismo generado
retroactivamente, precisamente por esa tendencia a la narratividad inherente a la mente humana.
Pero en el curso de esta difícil dialéctica retrospectiva que estamos señalando, en vaivén entre las intuiciones de Poe y
la ciencia del siglo XX, nos propone el autor ejercicios de razonamiento anticipatorio realmente llamativos. Así,
algunas de sus intuiciones se aproximan a la noción del espacio curvo—por ejemplo cuando especula sobre la
esfericidad del universo:
It would scarcely be paradoxical to say that a flash of lightning itself, travelling forever upon the circumference of this unutterable circle,
would still, forever, be travelling in a straight line.
A Humboldt, que no ve indicios de centro alguno en el universo—en el universo espacial—lo corrige Poe sin embargo
arguyendo que el centro ha de concebirse en el espacio-tiempo: que la estructura del universo es su historia. Es una
noción ésta, la de la uniformidad del universo, y la ubicuidad de su centro, que se volvería central en la cosmología del
Big Bang. En este sentido puede interpretarse el pasaje que sigue:
The phænomenon here alluded to—that of “many groups moving in opposite directions”—is quite inexplicable by Mädler’s idea; but
arises, as a necessary consequence, from that which forms the basis of this Discourse. While the merely general direction of each atom—of
each moon, planet, star, or cluster—would, on my hypothesis, be, of course, absolutely rectilinear; while the general path of all bodies
would be a right line leading to the centre of all; it is clear, nevertheless, that this general rectilinearity would be compounded of what, with
scarcely any exaggeration, we may term an infinity of particular curves—an infinity of local deviations from rectilinearity—the result of
continuous differences of relative position among the multitudinous masses, as each proceeded on its own proper journey to the End.
E intuye Poe que incluso la gravedad es una manifestación accidental o "local" de una fuerza más básica, la forma que
adopta esta fuerza más básica en un estado físico dado, o en una fase de la existencia del cosmos:
Going boldly behind the vulgar thought, we have to conceive, metaphysically, that the gravitating principle appertains to Matter
temporarily—only while diffused—only while existing as Many instead of as One—appertains to it by virtue of its state of irradiation
alone—appertains, in a word, altogether to its condition, and not in the slighest degree to itself.
Esta noción podría emparentarse con la manera en que Smolin (2014) concibe el carácter evolucionista de las fuerzas
fundamentales.
Poe es original al intentar conciliar el mito creacionista cristiano y la ciencia física, explicando cómo a partir de la
naturaleza misma de las partículas elementales y de las fuerzas físicas, es posible una creación a partir de la nada—una
noción que tardaría en abrirse paso hasta los libros de física. Y prevé el circuito completo del universo como un paso
de la unidad original o divinidad propiamente dicha, pasando por el despliegue de una diversidad de formas, cuerpos y
fuerzas, para terminar en un retorno a la unidad, una especie de Poe's Big Crunch:
When, on fulfilment of its purposes, then, Matter shall have returned into its original condition of One—a condition which presupposes the
expulsion of the separative ether, whose province and whose capacity are limited to keeping the atoms apart until that great day when, this
ether being no longer needed, the overwhelming pressure of the finally collective Attraction shall at length just sufficiently predominate
and expel it:—when, I say, Matter, finally, expelling the Ether, shall have returned into absolute Unity,—it will then (to speak paradoxically
for the moment) be Matter without Attraction and without Repulsion—in other words, Matter without Matter—in other words, again,
Matter no more. In sinking into Unity, it will sink at once into that Nothingness which, to all Finite Perception, Unity must be—into that
Material Nihility from which alone we can conceive it to have been evoked—to have been created by the Volition of God.
Diversos mapas del tiempo cabría proyectar sobre estas palabras de Poe—no tanto quizá un Big Crunch como grand
finale para el universo, cuanto más bien un final whimper, lo que la física de finales del siglo XX figuraría como una
muerte fría del universo en expansión, o (en la cosmogonía de Hawking) como una desaparición en la nada de los
agujeros negros del último universo por colapso interno. También en Guth (2013) encontramos expuesta la noción
paradójica hoy cada vez más recibida de que la suma total de la energía del universo es cero—siendo todo lo que
vemos no sólo algo surgido de la nada, sino, en un cierto sentido, la nada hecha cuerpo, nothingness incarnate por
decirlo en tono miltónico—o la nada colorada, en terminología zen hispánica.
Las actuales cosmogonías de la energía oscura y del multiverso, hay que decirlo, apenas están más acreditadas que la
de Poe en sus exploraciones de estas regiones liminales de la realidad, por impresionantes que sean las estructuras
matemáticas y observacionales que las sustentan. En el mismo Poe, la proyección del lenguaje volitivo a la escala
cósmica es ciertamente poco evolucionista, y muy de época. Desafortunada, podríamos decir incluso, aunque también
se ha criticado lo mismo a veces en el caso de Hawking. Pero no se espanten demasiado los ateístas, porque el dios de
Poe (como el de Hawking) no es sino es otra manera de nombrar la totalidad del universo y su modo de operar; su
espíritu no es un espíritu humano, y sus "voliciones" y "deleites" no tienen lugar a escala humana—son, por así decirlo,
maneras de hablar, que no deberían impedirnos apreciar la enorme inteligencia especulativa del autor.
—¿Que Poe no es científicamente correcto en todas sus especulaciones? Recordemos que estamos hablando no sólo de
un poeta gótico-romántico, sino de un borracho extravagante de la primera mitad del siglo XIX, y guardemos un poco
las perspectivas. A cada genio lo suyo. Pocas mentes se han aventurado a proponer una nueva cosmología con tal
originalidad, independencia y acierto en la medida en que puede haberlo. En Eureka se ve obligado Poe a acudir, para
justificar sus explicaciones, a un supuesto manuscrito del futuro que consulta, una carta encontrada dentro una botella
en el Mar de las Tinieblas, procedente del año 2848—señales del futuro que le llegan distorsionadas. Habla el
manuscrito por ejemplo de "Kant, a Dutchman, the originator of that species of Transcendentalism which, with the
change merely of a C for a K, now bears his peculiar name." Posiblemente tampoco estos artificios retóricos ayudaron
mucho a que se lo tomase en serio en su momento—ni luego, ni hasta hoy. "These ancient ideas", dice el manuscrito,
"confined investigation to crawling; and I need not suggest to you that crawling, among varieties of locomotion, is
a very capital thing of its kind;—but because the tortoise is sure of foot, for this reason must we clip the wings of
the eagles?"
—oOo—
NOTAS
1. En mi nota sobre "El orden natural y la complejidad" (2009) comento algo más sobre el carácter protoevolucionista del relato bíblico como mito de creación. En
"Historias de todo" remito a otros mapas conceptuales globales que organizan la totalidad de los fenómenos en un marco histórico—"grandes relatos" que (a pesar de la
crítica de Lyotard) son fundamentales a la hora de organizar conceptualmente la realidad. Sobre el elemento narrativo en las ciencias es especialmente sugerente la obra de
Stephen Jay Gould (por ej. en Wonderful Life). Ver también los artículos de Río Álvaro (sobre Charles Darwin), Waugh, y Sládek.
2. Sobre la teoría cosmológica evolucionista de Smolin, ver su libro Time Reborn (2013) y mi artículo "Lee Smolin habla sobre El Renacer del Tiempo."
3. El término "mito" no es despectivo aquí, ni cuando lo referimos a los mitos clásicos ni cuando lo aplicamos en sentido más amplio a las narraciones evolucionistas
científicas. En esta sección traducimos o seguimos muy de cerca la exposición de David Christian en Maps of Time. Incluiré también las notas de Christian referenciando
los materiales en los que se basa su propia exposición. Remite entre otros a Lee Smolin (1998), Timothy Ferris (1997), y a Charles Lineweaver (2002) para una breve
visión panorámica del Big Bang y la evolución cósmica. Puede encontrarse un listado bibliográfico con referencias clásicas y otras más actuales sobre el Big Bang en la
sección "Motifs" (B motifs: Big Bang) de mi Bibliography.
4. Más de 13.800 millones de años según Guth (2014) ateniéndose a las mediciones más recientes. Christian se refiere a datos previos obtenidos con el WMAP (Wilkinson
Microwave Anisotropy Probe) hechos públicos por la NASA en 2003, que daban al universo una edad de unos 13.700 millones de años.
5. Christian cita a Rees (2000: 133), según el cual "el salto atrás entre 10-14 y 10-35 segundos es . . . mayor (en tanto que abarca más factores de 10) que el lapso temoral
entre el umbral de tres minutos que va desde la formación del helio . . . al presente (1037 segundos, o diez mil millones de años)".
6. Chaisson (2001) insiste en el hecho de que la expansión cósmica fue crucial para permitir el surgimiento de entidades complejas. Christian remite, sobre la inflación, a
Ferris (1997) y a Davies (1995: 28-35). Una perspectiva actualizada sobre la inflación cósmica puede hallarse en Guth (2014). Sobre el origen del concepto de
complejidad autogenerada y de selección natural, véase mi nota "Sobre el orden autogenerado" (2013).
7. Los resultados del WMAP de la NASA, citados por Christian, hacen pensar que esta transición, que liberó la radiación cósmica de fondo, tuvo lugar unos 380.000 años
tras el Big Bang.
8. Feynman (1998: 34). Según Ferris (1997: 108), si el núcleo fuese una pelota de golf, los electrones más lejanos orbitarían a dos millas de distancia de ella (cit. por
Christian).
9. Christian cita también al comentarista Zen de este Sutra clásico, Thich Nhat Hahn, quien expone esto de manera simbólica al decir que "la forma es la ola, y el vacío es
el agua" (1988: 15).
10. Remitimos a los párrafos y paginación de la edición de 1931 de First Principles. En mi conferencia sobre la narratividad y la gran historia ("The Story Behind Any
Story", 2013) también me referí a la teoría evolucionista de Spencer en tanto que mapa conceptual narrativo que abarca la realidad en su conjunto. Esta sección del artículo
apareció en 2009 en Vanity Fea ("Victorian Dark Matter").
11. Ver el libro de Hawking A Brief History of Time, y mi comentario "Perspectiva narrativa sobre Historia del tiempo, de Stephen Hawking" (2010).
12. Para un poquito de luz actual sobre la materia oscura, puede verse este vídeo sobre nuevas teorías del universo: "How Large Is the Universe?"—Aunque la conclusión,
aquí o en Carroll (2011) o en Guth (2014) sigue siendo que vivimos en una burbuja. Algunos de los problemas tratados por Spencer siguen hoy vigentes, y son
replanteados desde una perspectiva evolucionista renovada en el libro de Smolin Time Reborn.
13. En mi serie de artículos "El Gran Diseño y Hacedor de Estrellas" comento más detalladamente la noción de los multiversos, tan en boga hoy, al hilo de la novela de
Stapledon y del libro de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow The Grand Design.
14. Remito nuevamente para unas breves indicaciones a mi nota "El orden natural y la complejidad: Paley, Lamarck, Vico, y el Génesis" (2009).
15. Ver a este respecto mi nota "Haeckel-Raising."
16. Versiones previas de esta sección y de la siguiente aparecieron en mi blog como "Darwin's Big Bang" y "Poe's Big Bang."
17. Trato con más detalle esta relación entre el conocimiento narrativo, la retrospección, y la comprensión científica en mi artículo "Consilience and Retrospection."
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Article
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Examinamos la noción de orden natural en su relación con el desarrollo del pensamiento evolucionista. Mostramos la debilidad inherente al argumento creacionista de Paley, preparando el terreno para centrarnos en una intuición central para la teoría evolucionista: la idea de que la racionalidad requiere que los fenómenos complejos vayan precedidos por fenómenos simples, y que deriven de ellos. Examinamos el desarrollo de esta noción en la biología evolucionista de Lamarck y en el evolucionismo cultural de Vico. Un examen considerado de la Gran Cadena del Ser y de los relatos míticos de creación como el Génesis nos muestra que esta racionalidad se asienta en formas de pensamiento previas al evolucionismo—es decir, que el pensamiento complejo de la teoría evolucionista deriva de nociones más simples, proto-evolucionistas, que pueden hallarse en sitios tan remotos como los mitos de origen creacionistas. Comentamos también, en relación a la obra de Vico, los problemas perspectivísticos inherentes al estudio del desarrollo del pensamiento evolucionista, en concreto la distorsión retroactiva. English Abstract: A discussion of the notion of natural order with reference to the development of evolutionary thought. The inherent weakness of Paley's creationist argument for intelligent design is discussed preparing the ground for the examination of one crucial insight in evolutionary theory: the notion that rationality requires that complex phenomena should be preceded by simple phenomena and that they derive from them. The development of this insight is examined in the evolutionary biology of Lamack and in the cultural evolutionism of Vico. A discussion of the Great Chain of Being and mythical creation stories such as Genesis shows that this rationality is grounded in forms of thought prior to evolutionism — that is, that the complex thought of evolutionary theory derives from simpler proto-evolutionary insights that are to be found as far back as creationist myths of origin. The perspectival problems attending the study of the development of evolutionary thought, notably hindsight bias, are also discussed with reference to the work of Vico. Note: Downloadable document is in Spanish. Number of Pages in PDF File: 17 Keywords: Evolution, Evolutionism, Creationism, Intelligent design, Natural philosophy, Natural order, Natural science, Lamarck, Darwin, Vico, Genesis, Hindsight bias, Complexity, Nature, Biology
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Using astronomical telescopes and biological microscopes, among a virtual arsenal of other tools of high technology, modern scientists are weaving a thread of understanding spanning the origin, existence, and destiny of all things. Now emerging is a unified scenario of the cosmos, including ourselves as sentient beings, based on the time-honored concept of change. From galaxies to snowflakes, from stars and planets to life itself, we are beginning to identify an underlying, ubiquitous pattern penetrating the fabric of all the natural sciences—a sweepingly encompassing view of the order and structure of every known class of object in our richly endowed Universe. We call this subject "cosmic evolution." Recent advances throughout the sciences suggest that all organized systems share generic phenomena characterizing their emergence, development and evolution. Whether they are physical, biological or cultural systems, certain similarities and homologies pervade evolving entities throughout an amazingly diverse Universe. How strong are the apparent continuities among Nature's historical epochs and how realistic is the quest for unification? To what extent might we broaden conventional evolutionary thinking, into both the pre-biological and post-biological domains? Is such an extension valid, merely metaphorical, or just plain confusing? For many years at Harvard University, starting in the 1970s and continuing to the present, I have taught, initially with George B. Field, an introductory course on cosmic evolution that sought to identify common denominators bridging a wide variety of specialized science subjects—physics, astronomy, geology, chemistry, biology, and anthropology, among others. The principal aim of this interdisciplinary course explored a universal framework against which to address some of the most basic issues ever contemplated: the origin of matter and the origin of life, as well as how radiation, matter, and life interact and change with time. Our intention was to help sketch a grand evolutionary synthesis that would better enable us to understand who we are, whence we came, and how we fit into the overall scheme of things. In doing so, my students and I gained a broader, integrated knowledge of stars and galaxies, plants and animals, air, land, and sea. Of paramount import, we learned how the evident order and increasing complexity of the many varied, localized structures within the Universe in no way violate the principles of modern physics, which, prima facie, maintain that the Universe itself, globally and necessarily, becomes irreversibly and increasingly disordered. Beginning in the late 1980s while on sabbatical leave at MIT, and continuing for several years thereafter while on the faculty of the Space Telescope Science Institute at Johns Hopkins University, I occasionally offered an advanced version of the introductory course. This senior seminar attempted to raise substantially the quantitative aspects of the earlier course, to develop even deeper insights into the nature and role of change in Nature, and thus to elevate the subject of cosmic evolution to a level that colleague scientists and intelligent lay persons alike might better appreciate. This brief and broadly brushed monograph—written mostly in the late 1990s during a stint as Phi Beta Kappa National Lecturer, and polished while resuming the teaching at Harvard of my original course on cosmic evolution--is an intentionally lean synopsis of the salient features of that more advanced effort. Some will see this work as reductionistic, with its analytical approach to the understanding of all material things. Others will regard it as holistic, with its overarching theme of the whole exceeding the sum of Nature's many fragmented parts. In the spirit of complementarity, I offer this work as an evolutionary synthesis of both these methodologies, integrating the deconstructionism of the former and the constructivist tendencies of the latter. Openly admitted, my inspiration for writing this book has been Erwin Schroedinger's seminal little tract of a half-century ago, What is Life?, yet herein to straighten and extend the analysis to include all known manifestations of order and complexity in the Universe. No attempt is made to be comprehensive in so far as details are concerned; much meat has been left off the bones. Nor is this work meant to be technically rigorous; that will be addressed in a forthcoming opus. Rather, the intent here is to articulate a skeletal précis—a lengthy essay, really—of a truly voluminous subject in a distilled and readable manner. To bend a hackneyed cliché, although the individual trees are most assuredly an integral part of the forest, in this particular work the forest is of greater import. My aim is to avoid diverting the reader from the main lines of argument, to stay focused on target regarding the grand sweep of change from big bang to humankind. Of special note, this is not a New Age book with mystical overtones however embraced or vulgarized by past scholars, nor one about the history and philosophy of antiquated views of Nature. It grants no speculation on the pseudo-science fringe about morphic fields or quantum vitalism or interfering dieties all mysteriously affecting the ways and means of evolution; nor do we entertain epistemological discussions about the limits of human knowledge or post-modernist opinions about the sociological implications of science writ large. This is a book about mainstream science, pure and simple, outlining the essence of an ongoing research program admittedly multidisciplinary in character and colored by the modern scientific method's unavoidable mix of short-term subjectivity and long-term objectivity. In writing this book, I have assumed an undergraduate knowledge of natural science, especially statistical and deterministic physics, since as we shall see, much as for classical biological evolution, both chance and necessity have roles to play in all evolving systems. The mathematical level includes that of integral calculus and differential equations, with a smattering of symbolism throughout; the units are those of the centimeter-gram-second (cgs) system, those most widely used by practitioners in the field, editorial conventions notwithstanding. And although a degree of pedagogy has been included when these prerequisites are exceeded, some scientific language has been assumed. "The book of Nature is written in the language of mathematics," said one of my two intellectual heroes, Galileo Galilei, and so are parts of this one. Readers with unalterable math phobia will benefit from the unorthodox design of this work, wherein the "bookends" of Prologue-Introduction and Discussion-Epilogue, comprising more than half of the book, can be mastered without encountering much mathematics at all. What is presented here, then, is merely a sketch of a developing research agenda, itself evolving, ordering and complexifying—an abstract of scholarship-in-progress incorporating much data and many ideas from the entire spectrum of natural science, yet which attempts to surpass scientific popularizations (including some of my own) that avoid technical lingo, most numbers, and all mathematics. As such, this book should be of interest to most thinking people—active researchers receptive to an uncommonly broad view of science, sagacious students of many disciplines within and beyond science, the erudite public in search of themselves and a credible worldview—in short, anyone having a panoramic, persistent curiosity about the nature of the Universe and of our existence in it. -- Summary Abstract of This Work -- The essence of this book outlines the grand scenario of cosmic evolution by qualitatively and quantitatively examining the natural changes among radiation, matter, and life within the context of big-bang cosmology. The early Universe is shown to have been flooded with pure energy whose radiation energy density was initially so high as to preclude the existence of any appreciable structure. As the Universe cooled and thinned, a preeminent phase change occurred a few hundred centuries after the origin of all things, at which time matter's energy density overthrew the earlier primacy of radiation. Only with the onset of technologically manipulative beings (on Earth and perhaps elsewhere) has the energy density contained within matter become, in turn, locally dominated by the rate of free energy density flowing through open organic structures. Using non-equilibrium thermodynamics at the crux, especially energy flow considerations, we argue that it is the contrasting temporal behavior of various energy densities that have given rise to the environments needed for the emergence of galaxies, stars, planets, and life forms. We furthermore maintain that a necessary (though perhaps not sufficient) condition—a veritable prime mover—for the emergence of such ordered structures of rising complexity is the expansion of the Universe itself. Neither demonstrably new science nor appeals to non-science are needed to explain the impressive hierarchy of the cosmic-evolutionary scenario, from quark to quasar, from microbe to mind.
Article
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Spanish abstract: Este artículo es una transcripción y traducción al español del diálogo sobre cosmología evolucionista mantenido por el físico Lee Smolin y el novelista Robert J. Sawyer en la Biblioteca Pública de Toronto, el 29 de abril 2013, a propósito del libro de Smolin TIME REBORN (El Renacer del Tiempo). Smolin propone allí una nueva concepción evolucionista de la física, según la cual las leyes físicas no estarían fijas en una dimensión transcendental sino que estarían sujetas a procesos evolucionistas. Se trata de un marco teórico anti-platónico, en el que el desarrollo del tiempo es constitutivo, y no epifenomenal, para la realidad física. English abstract: Lee Smolin Talks about 'Time Reborn' This paper is a transcription and Spanish translation of the dialogue on evolutionary cosmology held by physicist Lee Smolin and novelist Robert J. Sawyer at the Toronto Public Library, on April 29, 2013, on the subject of Smolin's book TIME REBORN. Smolin puts forward a novel evolutionary conception of physics, according to which physical laws would not be fixed in a transcendental dimension, but would be subject to evolutionary processes. This is a non-Platonic theoretical framework in which the passage of time is constitutive, and not epiphenomenal, with respect to physical reality.
Conference Paper
One of the most obvious facts about the universe is that the past is different from the future. The world around us is full of irreversible processes: we can turn an egg into an omelet, but can't turn an omelet into an egg. Physicists have codified this difference into the Second Law of Thermodynamics: the entropy of a closed system always increases with time. But why? The ultimate explanation is to be found in cosmology: special conditions in the early universe are responsible for the arrow of time. I will talk about the nature of time, the origin of entropy, and how what happened before the Big Bang may be responsible for the arrow of time we observe today.
Book
Lee Smolin offers a new theory of the universe that is at once elegant, comprehensive, and radically different from anything proposed before. Smolin posits that a process of self organization like that of biological evolution shapes the universe, as it develops and eventually reproduces through black holes, each of which may result in a new big bang and a new universe. Natural selection may guide the appearance of the laws of physics, favoring those universes which best reproduce. The result would be a cosmology according to which life is a natural consequence of the fundamental principles on which the universe has been built, and a science that would give us a picture of the universe in which, as the author writes, "the occurrence of novelty, indeed the perpetual birth of novelty, can be understood."Smolin is one of the leading cosmologists at work today, and he writes with an expertise and force of argument that will command attention throughout the world of physics. But it is the humanity and sharp clarity of his prose that offers access for the layperson to the mind bending space at the forefront of today's physics.
Book
"An introduction to a new way of looking at history, from a perspective that stretches from the beginning of time to the present day, Maps of Time is world history on an unprecedented scale. Beginning with the Big Bang, David Christian views the interaction of the natural world with the more recent arrivals in flora and fauna, including human beings. Cosmology, geology, archeology, and population and environmental studies-all figure in David Christian's account, which is an ambitious overview of the emerging field of ""Big History."" Maps of Time opens with the origins of the universe, the stars and the galaxies, the sun and the solar system, including the earth, and conducts readers through the evolution of the planet before human habitation. It surveys the development of human society from the Paleolithic era through the transition to agriculture, the emergence of cities and states, and the birth of the modern, industrial period right up to intimations of possible futures. Sweeping in scope, finely focused in its minute detail, this riveting account of the known world, from the inception of space-time to the prospects of global warming, lays the groundwork for world history-and Big History-true as never before to its name."
  • Sobre La Teoría Cosmológica Evolucionista De Smolin
  • Su
Sobre la teoría cosmológica evolucionista de Smolin, ver su libro Time Reborn (2013) y mi artículo "Lee Smolin habla sobre El Renacer del Tiempo."