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Principales yacimientos de carbón mineral en México

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08 GEOMIMET
PRINCIPALES YACIMIENTOS DE
CARBÓN MINERAL EN MÉXICO
Rodolfo Corona-Esquivel
1
,
2*
, Enrique Martínez-Hernández
1
, Jordi Tritlla
3
, María Elena Benavides-Muñoz
4
, Noé Piedad-Sánchez
5
.
Introducción
El carbón mineral es el resultado de la acumulación de materia vegetal en un ambiente muy especial de
depósito. Aunque las primeras plantas se desarrollaron a principios del Paleozoico, no fue sino hasta el Pa-
leozoico tardío, particularmente en los períodos Carbonífero y Pérmico, cuando hubo una gran proliferación
de especies que produjeron grandes acumulaciones de turba.
A través del tiempo geológico, desde el Carbonífero al Cuaternario se han venido formando numerosos depó-
sitos de carbón, sin embargo, dentro de este intervalo de tiempo sobresalen tres períodos muy importantes
que son el Carbonífero, el Jurásico-Cretácico y el Terciario (Figura 1).
1
Instituto de Geología, Universidad Nacional Autónoma de México
2
Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura, Instituto Politécnico Nacional
3
Programa de Geofluidos, Centro de Geociencias, UNAM. Campus Juriquilla
4
Vid 120, Colonia Nueva Santa María, 02800, México D.F.
5
Escuela Superior de Ingeniería “Lic. Adolfo López Mateos”, Universidad Autónoma de Coahuila
Figura 1. Mapa de localización de los principales yacimientos de carbón en el mundo
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Los primeros depósitos de importancia económica se encuentran en el
Carbonífero Tardío y el Pérmico Temprano. Dichos yacimientos, consti-
tuyen la mayor reserva de carbón (
black coal
) en el mundo (40%) y por
lo general son los más explotados por su buena calidad.
Estos carbones paleozoicos se distribuyen en franjas a lo largo del he-
misferio norte en Canadá y Estados Unidos de América, Europa y la
Ex-Unión Soviética. En el hemisferio sur están presentes en América del
Sur, África, India, Asia, Australia y la Antártida.
El segundo episodio importante en la formación de cuencas carbonífe-
ras, sucedió durante el Jurásico-Cretácico. Los principales yacimientos
de esta edad contienen el 31.4% de las reservas y se encuentra en
Canadá, Estados Unidos de América, México, China, Australia y la Ex
Unión Soviética.
Por último, durante el Terciario se formaron los yacimientos más jóve-
nes con el tipo de carbón conocido como lignito. Se les encuentra en
todos los continentes, constituyendo la mayor parte de las reservas de
Figura 2. Localización de los principales yacimientos de carbón en México.
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este tipo de carbón a nivel mundial. Se caracterizan por tener espesores
muy grandes y por estar poco deformados.
Los yacimientos más importantes de México pertenecen al segundo epi-
sodio, son esencialmente cretácicos y se localizan principalmente en el
estado de Coahuila (Figura 2).
Origen de los yacimientos de carbón
Generalmente, se define al carbón como una roca de origen orgánico
que se genera por la diagénesis, a cierta presión y temperatura de
materia vegetal procedente de pteridofitas, gimnospermas y angiosper-
mas, y ocasionalmente de briofitas. La composición del carbón incluye
carbono, hidrógeno, oxígeno, así como pequeñas cantidades de azufre y
nitrógeno; contiene además, dióxido de carbono y metano; compuestos
aceitosos, como alquitrán y brea, que a su vez contienen amoniaco,
tolueno, naftas y creosotas (Clayton, 1998). La mayoría de los yaci-
mientos de carbón mineral se generan en paleoambientes pantanosos
asociados a lagunas, deltas, estuarios y zonas de rift continental.
La formación de yacimientos económicamente explotables ocurre cuan-
do se cumplen las siguientes condiciones:
1. Presencia de vegetación muy abundante, normalmente en un am-
biente tropical cálido y húmedo.
2. Ambiente tectónico de subsidencia en equilibrio con el crecimiento y
sepultamiento de la vegetación, de tal manera que no quede expuesta a
la oxidación en la superficie. Bajo estas condiciones, la descomposición
de la materia orgánica sepultada ocurre muy lentamente o no sucede,
permitiendo que se forme la turba.
3. Estas condiciones paleoambientales deben presentarse conjunta-
mente durante intervalos de tiempo prolongados.
Por lo regular, la acumulación de turba se lleva a cabo “in situ”, es decir,
los restos vegetales se acumulan en el mismo sitio donde crecen las
plantas; ya sea en los deltas, estuarios, albuferas o rifts continentales.
Aunque en ocasiones la materia vegetal puede sufrir transportación y
depositarse en áreas alejadas de su lugar de origen. Estas caracte-
rísticas permiten diferenciar los carbones autóctonos, formados en el
propio ecosistema, y los carbones alóctonos, formados en un medio am-
biente diferente al ecosistema original. Según el medio de formación,
también es posible diferenciar entre los carbones límnicos, formados
en medios lacustres, y los carbones parálicos, formados en ambientes
transicionales como deltas, estuarios o lagunas (Diessel, 1992; Piedad-
Sánchez, 2005).
Un factor también importante en la génesis de los diferentes tipos de
carbón es el clima (paleoclima) imperante durante la época de la ge-
neración de turba. Los más favorables son los paleoclimas tropicales,
generadores de vegetación exuberante que generan cantidades enor-
mes de turba, y que en condiciones tectónicas favorables se puede se-
pultar y formar carbón. Asimismo, es importante considerar la edad de
las unidades sedimentarias en las que pueden presentarse mantos de
carbón, ya que las plantas vasculares aparecieron por primera vez en el
Silúrico, y poblaron la mayor parte de la superficie de la Tierra durante
el Devónico, con presencia de selvas formadas con hierbas, arbustos y
árboles, cuya turba acumulada permitió la formación de los depósitos
de carbón más antiguos conocidos.
Posteriormente, se formaron yacimientos de carbón prácticamente de
todas las edades, aunque existen períodos especialmente favorables
que se explican por factores fundamentalmente tectónicos, paleocli-
máticos y de tipo de vegetación predominante en cada uno de dichos
períodos (Diessel, 1992; Piedad-Sánchez, 2005).
Yacimientos de carbón en México
Antecedentes
En México, se conoce el carbón mineral como un recurso económica-
mente rentable desde 1850, cuando Birkinbine publicó algunos datos
sobre el hierro y carbón de Oaxaca, redescubiertos por José V. Camacho
Jiménez, en el año de 1921.
Las primeras concesiones para la explotación del carbón se llevaron a
cabo en 1828, otorgando a la antigua población de Rosita, privilegios
para explotar hierro y carbón. Sin embargo, los métodos primitivos, los
altos impuestos y la falta de comunicación impidieron su desarrollo.
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La primera producción comercial de la que se tiene referencia se inició
en 1884, en un socavón excavado cerca del pueblo de San Felipe, al sur
de la Estación Sabinas, en el estado de Coahuila. El carbón se utilizó
primero para fundir cobre en las minas de Pánuco (al suroeste de la
Estación Candela en Coahuila), después para proveer de combustible a
los ferrocarriles y hacia finales del Siglo XIX, para las nacientes indus-
trias metalúrgicas y del acero. Cabe destacar que la primera explora-
ción sistemática la realizó en 1860 el Ingeniero Jacobo Küchler, cuando
presentó la primera descripción fisiográfica y geográfica del área de
San Felipe El Hondo, población cercana a Sabinas, Coahuila (Salas y
Benavides, 1976).
Durante el período de 1910-1930, el carbón fue desplazado por el uso
del petróleo, sin embargo, continuó siendo un factor indispensable en
la industria siderúrgica y minero-metalúrgica, originando un sólido mer-
cado interno. Durante esta época, los subproductos de los materiales
volátiles fueron desaprovechados. A partir de 1930 y hasta 1959 la ex-
plotación del carbón fue esencial para el desarrollo cada vez más estable
de las industrias impulsadas desde 1910, contrastando con la forma muy
limitada en que fue aprovechado para la generación de energía eléctrica.
Se estima que por esos años el porcentaje máximo utilizado en este ser-
vicio no sobrepasaba a las 250,000 ton/año (Salas y Benavides, 1976).
Las estadísticas muestran que de 1902 a 1910 se produjeron 10.08 mi-
llones de toneladas de carbón “todo uno”, es decir como viene de las
minas. De 1911 a 1921 la producción bajó a 3.97 millones de toneladas
debido a los disturbios durante la Revolución Mexicana. De 1921 a 1940,
época en que proliferaron las compañías carboníferas pequeñas y se ini-
ciaron algunas mayores, la producción acumulada fue de 31.99 millones
de toneladas de carbón “todo uno”, casi todo coquizable, y procedió de
las subcuencas de Sabinas, Esperanza y otras, en el estado de Coahuila
(Salas y Benavides, 1976).
A partir de 1954 se instalaron en el país plantas coquizadoras de capa-
cidad suficiente para recuperar hasta el 85% de los subproductos de
carbón. En 1959 se instaló en Monclova, Coahuila, la primera planta de
fertilizantes que utilizó gas de la coquizadora construida por Mexicana
de Coque y Derivados S.A. de C.V. con una capacidad de 560,000 ton/
año (Piedad-Sánchez, 2005).
La industria del carbón en nuestro país es primordial como generadora
de empleos, inversiones y de electricidad con bajos costos. Sin embar-
go, la participación de México con respecto a los países más importan-
tes en la exportación del carbón hacia Estados Unidos de América (el
principal mercado mundial) es nula, no pudiendo competir con China y
Canadá, en los últimos años (Gobierno del Estado de Coahuila, 2003;
Piedad-Sánchez, 2005).
Hasta el año 2004 y de acuerdo con la Dirección General de Minas de
la Secretaría de Economía, la Región Carbonífera de Coahuila sigue te-
niendo el primer lugar en el país en la producción de carbón, con un es-
timado de 11,305,022.50 toneladas, señalándose que Coahuila registró
un valor de la producción minera para el año 2003 de 2,293,050,400
millones de pesos para el carbón (Piedad-Sánchez, 2005).
Descripción de las cuencas carboníferas
Si bien se conoce la presencia de indicios de carbón mineral en varios
estados de la República Mexicana, los principales yacimientos de este
recurso natural se localizan en 3 regiones que, citadas en orden de
importancia actual, corresponden a los estados de Coahuila, Oaxaca
y Sonora. En otros estados de la República como Colima, Chihuahua,
Chiapas, Durango, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Nuevo León, Michoacán,
Puebla, San Luis Potosí, Tabasco y Veracruz, también se encuentran
evidencias de carbón, aunque de menor importancia económica (Fig. 2).
Región Carbonífera de Coahuila
La Región Carbonífera de Coahuila, también designada “Cuenca de
Sabinas” es la más importante del país, aportando más del 90% de la
producción nacional de carbón, de acuerdo a las últimas cifras indica-
das por el Servicio Geológico Mexicano (2003). Esta región se ubica en
la porción norte-central del estado de Coahuila y se extiende al oriente
hasta incluir una pequeña área del estado de Nuevo León (Figura 3),
(Robeck et al., 1956; Flores-Galicia, 1988; Flores-Espinoza, 1989; Bri-
zuela, 1992).
Dumble (1892) y Vaughan (1900) realizaron los primeros estudios
geológicos, describiendo las formaciones de la región. Böse y Cavins
(1927), en base a la bioestratigrafía europea, asignaron la edad a estas
unidades. Finalmente, Stephenson (1927) definió las formaciones tal
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y como se conocen hasta ahora. El estudio geológico más completo en
ese entonces fue el de Robeck et al. (1956), en el que se describe de-
talladamente la estratigrafía y estructura de la región de Sabinas, y se
estiman las reservas de carbón. Otros trabajos más recientes han sido
publicados por Flores-Galicia (1988), Consejo de Recursos Minerales
(1994) y Rivera-Martínez y Alcocer-Valdés (2003), quienes han actuali-
zado el cálculo de las reservas.
La Región Carbonífera de Coahuila, también designada “Cuenca de Sa-
binas”, aunque tal y como se ha indicado anteriormente, comprende
una cierta parte del territorio de Nuevo León, se divide en dos sub-re-
giones. La primera se localiza al sur de las poblaciones de Nueva Rosita
y de Sabinas, y se extiende hasta las cercanías de Monclova (Figura 3),
cubriendo una superficie aproximadamente de 10,000 km
2
. La segunda
se localiza en el área Nava-Piedras Negras, se extiende en una franja
paralela al Río Bravo del Norte, cubre una superficie de aproximada-
mente 2,000 km
2
y se le designa
“Zona de Fuentes-Río Escondido”,
nombre tomado de una pequeña
mina del área. (Robeck et al.,
1956; Flores-Galicia, 1988; Verdu-
go y Ariciaga, 1988a, b; Flores-Es-
pinoza, 1989; Brizuela, 1992).
Geológicamente, la Cuenca de
Sabinas está constituida por ocho
“subcuencas” que corresponden
con sinclinales amplios, cuya
orientación NW-SE se ajusta a la
estructura regional. Estas sub-
cuenca localmente se designan
como Sabinas, Esperanzas, Salti-
llito, Lampacitos, San Patricio, Las
Adjuntas, Monclova y San Salvador (Flores-Galicia, 1988) (Figura 4).
Las rocas que afloran dentro de la Región Carbonífera de Coahuila va-
rían en edad del Jurásico Tardío al Cuaternario (Flores-Galicia, 1988;
Eguiluz de Antuñano, 2001). Los materiales mesozoicos están esencial-
mente representados por rocas sedimentarias de ambientes marinos;
los sedimentos del Terciario y Cuaternario se componen principalmente
por rocas de tipo continental, incluyendo algunos derrames de basalto,
las cuales han sido estudiadas por varios autores, entre ellos Robeck
et al. 1956).
Estructuralmente, las rocas sedimentarias de la región adoptan la for-
ma de anticlinales y sinclinales de dimensiones relativamente grandes,
estructuras que presentan complicaciones locales tales como deforma-
ción, pliegues subordinados en las calizas de estratificación delgada y
adelgazamiento de las formaciones arcillosas; dichas rocas están tam-
Figura 3.
Cuencas de Coahuila
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Recursos en la Región
Carbonífera de Coahuila
Dentro de estas subcuencas, la de
Sabinas es la mejor conocida de-
bido a su intensa explotación de
carbón, tiene 62 km de longitud,
con anchura máxima de 24 km.
La profundidad máxima a la que
se encuentra el manto de carbón
es de 490 metros en un lugar que
está como a 6 km al oriente de
Los Piloncillos. La subcuenca de
Esperanzas, localizada al poniente
de la subcuenca de Sabinas, tam-
bién ha sido objeto de exploración
y explotación; tiene 34 km de lon-
gitud y una anchura máxima de 7
km. (Robeck et al., 1956).
El carbón explotable se encuentra
principalmente en estas dos sub-
cuencas. Éste se presenta en for-
ma de un doble manto separado
por un cuerpo arcillo-limolítico. En
los demás depósitos conocidos lo-
calizados en las otras subcuencas,
no siempre se encuentra el segun-
do manto. En la cima del segundo
manto, se presenta un horizonte
de arcilla refractaria de 25 a 30
cm de espesor, que corresponde
probablemente a una toba volcá-
nica transformada parcialmente
en bentonita. Este horizonte es un
índice confiable para la correlación de los mantos de carbón de una
mina a otra, así como para la correlación de áreas próximas entre
(Figuras 5 y 6).
Figura 4. Subcuencas Sabinas-Monclova
bién afectadas por diapiros de yeso y cuerpos ígneos intrusivos. Las
rocas plegadas más jóvenes son del final del Cretácico y sobre ellas
descansa en posición discordante el conglomerado Sabinas, considera-
do como perteneciente al Plioceno.
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El carbón de estas subcuencas (Tabla 1) es de tipo sub-bituminoso, apro-
piado para su transformación en coque: tiene volatilidad media a baja,
presenta vitrinita preponderantemente como constituyente, y un poder
reflector de la vitrinita de 0.6-1.2 % (Figura 7) (Piedad-Sánchez et al.,
2005). En cuanto a las reservas, al año de 1993 se estimó un potencial
total de 1,387,622,586 ton. (Rivera-Martínez y Alcocer-Valdés, 2003).
Figura 5. Panorámica que muestra en la parte inferior al manto principal
de carbón subbituminoso expuesto en el tajo “Lupita” en la subcuenca de
Sabinas, Región Carbonífera.
Figura 6. Detalle que muestra una de las capas de carbón sub-bituminoso
en el Tajo Rosita, subcuenca de Sabinas. (foto de Piedad-Sánchez 2001).
Figura 7. detalle de uno de los mantos de carbón sub-bituminoso en una
mina subterranea del área de barroterán, subcuenca Saltillitos-lampaci-
tos, donde puede observarse, al centro de la fotografía una capa delgada
de toba volcánica (foto de Piedad-Sánchez, 2007).
FiguraS 8. Vista panorámica del tajo de carbón en Piedras Negras,
Coahuila. Incluido en la sub-región de Fuente-Río Escondido. Abajo,
el color negro corresponde a la cima de la capa principal, la cual está
dentro de la formación Olmos del Cretácico (foto de Micare, 1982).
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En la subregión “Zona de Fuente-Río Escondido”, la litología de las uni-
dades estratigráficas del Cretácico Tardío que contienen los horizontes
de carbón es prácticamente la misma que los depósitos contemporáneos
de la Cuenca de Sabinas. La diferencia está en el tipo de carbón que
posee, ya que se trata de carbón sub-bituminoso “C”, de alta volatilidad
(de flama larga), poco apropiado para que se le pueda transformar en
coque. Asimismo, de acuerdo a la clasificación de combustibles fósiles
sólidos, este carbón corresponde al tipo vítrico con más de 65% de
vitrinita y de facies mixta cuya materia mineral excede el 20% (Verdugo
y Ariciaga, 1988a, b) (Figuras 8 y 9).
Desde el punto de vista estructural, los sedimentos carboníferos de esta
zona forman un monoclinal continuo, buzando hacia el noreste, por
lo cual dichas unidades quedan pronto cubiertas por las formaciones
marinas del Terciario que afloran hacia el este y constituyen la Planicie
Costera del Golfo de México.
De acuerdo con Rivera-Martínez y Alcocer-Valdés, (2003) los mantos de
carbón detectados se encuentran aflorando desde la superficie hasta los
250 m de profundidad, tienen espesores de 0.10 a 2.50 m, presentán-
dose por lo general de dos a seis mantos, con separaciones de 0.50 a
20 m entre ellos.
Los mantos están asociados a un sistema deltaico que se desarrolló
durante el Maastrichtiano-Campaniano y que ha sido clasificado como
del tipo constructivo lobulado. Sus facies están representadas por las
Figura 9. Detalle del tajo de carbón en Piedras Negras, Coahuila. Se
observa el manto principal con una capa de limonita intercalada. (foto de
Micare, 1982).
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formaciones Upson (prodelta), San Miguel (frente deltaico) y Olmos
(planicie deltaica), siendo esta última la que contiene, los mantos de
carbón con espesores económicos (Verdugo y Ariciaga, 1988).
Los trabajos de exploración, realizados en forma coordinada por la Co-
misión Federal de Electricidad y por Minera Carbonífera Río Escondido,
S.A. permitieron comprobar reservas del orden de 600 millones de to-
neladas de carbón sub-bituminoso, de flama larga, cuyas características
se pueden consultar en la Tabla 1.
De acuerdo con el programa de diversificación energética, la Comisión
Federal de Electricidad, desarrolló en 1982 un proyecto termo-eléctrico,
para generar 1,200 (MW) que consumirían 4.3 millones de toneladas
de carbón por año, extraído de la subcuenca carbonífera Fuentes-Río
Escondido.
Región Carbonífera de Colombia-San Ignacio, Estados
de Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León
Esta región ha sido poco explorada, aunque se incluye aquí por su
ubicación al noreste de México. Forma parte de la Cuenca de Burgos,
ubicada en el estado de Tamaulipas y una porción de los de Nuevo
León y Coahuila, ocupando el norte de la Planicie Costera del Golfo de
México (Figura 2).
En esta cuenca afloran formaciones marinas terciarias dispuestas en
franjas orientadas NW-SE, cuya edad disminuye hacia el oriente. Es-
tas formaciones registran la regresión generalizada del mar, asociada a
levantamiento regional. Sin embargo, el proceso regresivo dominante
estuvo afectado por numerosas oscilaciones transgresivo/regresivas del
litoral, expresados en las interdigitaciones de los depósitos sedimenta-
rios marinos y continentales, estos últimos conteniendo capas de car-
bón lignítico de edad Paleogena.
La columna estratigráfica está representada en su totalidad por rocas
sedimentarias de edad Paleoceno-Eoceno y materiales aluviales recien-
tes. En su mayoría, dichas rocas corresponden a lutitas, areniscas, li-
molitas y conglomerados, de las formaciones Midway, Wilcox, Carrizo,
Bigford, Pico Clay, Laredo, Uvalde y las arenas, gravas y conglomerados
mal consolidados, que conforman los depósitos del Reciente (Rivera-
Martínez y Alcocer-Valdés, 2003).
Las unidades de mayor interés están representadas por las formaciones
Bigford y Pico Clay del Terciario, ya que en la cima de la primera y en
la base de la segunda se localizan los mantos de carbón lignítico ,que
representan el principal interés económico de esta cuenca.
Los programas de exploración realizados en diferentes épocas tanto
por Comisión Federal de Electricidad como por el extinto Consejo de
Recursos Minerales, han permitido detectar la presencia de hasta nueve
mantos de carbón en esta cuenca, con espesores que van desde 0.17 m
hasta 0.60 m y profundidades que van desde la superficie del terreno
hasta los 150 m. En general, los mantos presentan una posición sub-
horizontal, con inclinaciones de 2° a 4° hacia el NE.
El carbón de esta cuenca fue clasificado como lignito brillante sapropé-
lico a lignito brillante vítrico (Rivera-Martínez y Alcocer-Valdés, 2003).
Las reservas de carbón han sido cuantificadas en el área de Villa Hidal-
go en 5,914,169 toneladas medidas, 5,152,249 indicadas y 2,232,800
inferidas y en la zona de Colombia-San Ignacio 51,052,449 toneladas
probadas y susceptibles de explotación (Rivera-Martínez y Alcocer-Val-
dés, 2003).
Región Carbonífera de Tezoatlán-Mixtepec, Oaxaca
Se localiza en la porción noroeste, del estado de Oaxaca y se extiende
hacia los vecinos estados de Puebla y de Guerrero, quedando incluida
dentro de la provincia fisiográfica de la Sierra Madre del Sur. La zona
mejor estudiada corresponde a la región de Mixtepec–El Consuelo–Te-
zoatlán, Oaxaca (Figura 2).
Los mantos de carbón se encuentran en la parte inferior de las For-
maciones Rosario, Zorrillo y Simón del Jurásico Medio (Erben, 1956),
constituidas por una alternancia de areniscas, lutitas y limolitas, depo-
sitadas probablemente en un ambiente deltaico. El espesor de las capas
de carbón varía de unos cuantos centímetros hasta 3 m, con configura-
ciones muy variadas (Figura 10). En distancias cortas, se adelgazan o
se engruesan, se subdividen o vuelven a juntarse, desaparecen casi por
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completo o se dispersan súbitamente (Ojeda-Rivera, 1975). Sin embar-
go, en algunas áreas se han detectado mantos de cientos de metros de
longitud, aunque persiste la lenticularidad, la variabilidad de espesor
y su interestratificación con roca intermedia (Ojeda-Rivera, 1975). En
esta secuencia se ha descrito la flora jurásica mejor conocida de México
(Wieland, 1914; Corona-Esquivel et al., 1995).
Debido a las condiciones sedimentológicas inherentes a su formación y
a procesos orogénicos posteriores, buena parte de los mantos de carbón
presentan altos contenidos de impurezas. Además, están afectados por
una fuerte tectónica, deformación que aunada a la influencia de nume-
rosas intrusiones ígneas, ha dado lugar a que los depósitos de carbón,
junto con las unidades sedimentarias que los contienen, se encuentren
en forma de bloques aislados por numerosas fallas, lo cual limita la
continuidad de las capas de carbón y sus posibilidades de explotación
económica. (Cortés-Obregón et al., 1957; Salas y Benavides, 1976).
Uno de los pocos bloques que parece tener cierta homogeneidad se lo-
caliza en las cercanías de El Consuelo. Según estudios del extinto Con-
sejo de Recursos Minerales, teniendo en cuenta la multitud de factores
positivos y negativos, sobre todo estos últimos, que intervienen en la
distribución de carbón del área de Tezoatlán, se estima que esa área
contiene un tonelaje máximo probable de 30 millones de toneladas de
carbón y un tonelaje posible de 30 millones más (Ojeda-Rivera, 1975).
De estas reservas solamente los 30 millones de toneladas, probables
y posibles del Cerro de San Juan Viejo tienen posibilidades de aprove-
chamiento económico, bajo las condiciones actuales de explotación, no
sólo por la cantidad y calidad del carbón, sino por su distribución.
Los 30 millones de toneladas restantes corresponden a las reservas
probables y posibles de las áreas de El Consuelo y Sayuyá-Santa Cata-
rina. Estas reservas no tienen ninguna posibilidad de aprovechamiento
económico inmediato, pero si constituyen una reserva confiable que
puede llegar a ser económica por sí sola, si continúa subiendo de precio
el carbón, o que podría utilizarse como reserva emergente de un pro-
yecto termo-eléctrico en el que se tratase de aprovechar las reservas
del Cerro de San Juan Viejo (Ojeda-Rivera, 1975).
Asimismo, en la Monografía Geológico-Minera del estado de Oaxaca pu-
blicada por el Consejo de Recursos Minerales (1996), se indican reser-
vas probables 18.6 millones de toneladas para el área de Tezoatlán–El
Consuelo, reservas probables con 37.18% de carbón fijo y 38.14% de
cenizas.
Cabe destacar, que esa región está mal comunicada y carece de la in-
fraestructura para la explotación del carbón a corto plazo. Sin embargo,
dado que el país está bien interconectado con líneas de alto voltaje,
y que se requiere generar electricidad, el carbón de la región podría
utilizarse para este fin (Salas y Benavides, 1976).
Región Carbonífera de San Marcial-Santa Clara, Sonora
La región carbonífera de San Marcial-Santa Clara se localiza en la parte
central del estado de Sonora, aproximadamente a 90 km al sur de Her-
mosillo, en la Provincia Fisiográfica Desierto del Sonora. La geología y
los depósitos de carbón han sido investigados por Dumble (1899), King
(1939), Wilson y Rocha (1946), y Flores-Galicia (1988). Según el Conse-
jo de Recursos Minerales (1994), se han encontrado también evidencias
carboníferas en las regiones de Santa Clara, San Enrique, Sierra Verde,
Los Vasitos y El Cocinero, pero la de San Marcial, sigue siendo la más
importante. En Sonora se encuentran evidencias de grafito en las regio-
nes de San José de Moradillas (El Cochi), Ónavas y La Igualama.
Figura 10. Lutitas y areniscas con horizontes de carbón de la parte inferior
del grupo Tecocoyunca, estado de Guerrero.
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La unidad portadora tanto de los mantos de carbón como del grafito es
la Formación Barranca (King, 1939) del Triásico, elevada a Grupo por
Alencáster (1961). El Grupo Barranca está constituido por conglomera-
dos, areniscas y limolitas rojas con intercalaciones de lutitas y mantos
de carbón y grafito. Flores-Galicia (1988) menciona que las unidades de
esa región están afectadas por varios periodos de deformación, marca-
dos por las discordancias entre las rocas Cretácicas y las volcánicas de
principios del Terciario, e intrusionadas por grandes masas plutónicas.
Debido a lo anterior, la potente secuencia del Grupo Barranca aparece
como bloques dislocados, separados entre por grandes distancias;
asimismo, el emplazamiento de cuerpos intrusivos indujo el desarrollo
de un sistema de fallas radiales. Los depósitos de carbón se encuentran
interestratificados en el miembro intermedio definido como Formación
Santa Clara (Alencáster, 1961), donde los sedimentos son finos y car-
bonosos. El carbón se encuentra bajo la forma de mantos lenticulares,
adelgazándose hasta confundirse con los sedimentos carbonosos, o bien
se acuñan entre dos capas de cuarcita o una lutita y otra de cuarcita.
Flores-Galicia (1988) menciona que, con la exploración directa tanto
de obra minera como de sondeos con diamante, fue posible identificar
cuatro mantos de carbón comerciales. También se reconocieron otros
considerados de menor importancia debido a su poca extensión y es-
pesor. Dicho autor señala además que la continuidad de los mantos
está cortada por numerosas fallas de diferente magnitud y tipo, que
producen escalonamientos característicos. Lo anterior debe conside-
rarse en la formulación de los proyectos de desarrollo y explotación de
estos mantos.
En el área de San Marcial, el carbón es negro, duro, compacto, brillante,
con fractura sub-concoidal o cúbica y gravedad específica alrededor
de 1.9 g/cm
3
. Se presenta bajo dos tipos: el primero de ellos tiende a
quebrarse fácilmente en trozos más cuboidales, y es posible recuperarlo
íntegramente en los núcleos de exploración; el segundo tipo se rompe
con mayor dificultad y es más untuoso al tacto (Flores-Galicia, 1988).
El carbón de esta región corresponde al tipo 2 de la “clase” antracítica,
en el grupo que varía desde la meta-antracita hasta la semi-antracita,
incluyendo a la antracita. Los resultados de sus análisis se listan en la
Tabla 1.
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Regionalmente, estos depósitos de carbón se originaron en un ambiente
transicional salobre, desarrollado en una gran cuenca, que se extendía
en toda la porción centro-oriental del estado de Sonora. El carbón gene-
rado inicialmente fue bituminoso, el que por metamorfismo de contacto
asociado al emplazamiento de intrusiones laramídicas, se transformó en
carbón antracítico o en grafito.
Las reservas de carbón reportadas por el Consejo de Recursos Mine-
rales, considerando sólo las áreas de Santa Clara, San Marcial y San
Enrique, son de 4,755 millones de toneladas probadas. Dada la gran
extensión de la cuenca, es muy probable que mediante la exploración
regional, dichas reservas se incrementen sustancialmente.
Cuenca de Cabullona, Sonora
Esta cuenca se localiza en el noreste del estado, dentro de los Muni-
cipios de Agua Prieta, Naco y Fronteras; se le divide en las áreas de
Cabullona y El Encino. En dicha cuenca afloran unidades que se extien-
den temporalmente desde del Precámbrico al Reciente, dominando las
formadas por rocas sedimentarias. Las unidades de mayor interés, por
contener yacimientos de carbón, son las Formaciones Cintura y Snake
Ridge del Grupo Bisbee, así como el Grupo Cabullona, todas del Cretá-
cico (Flores-Galicia, 1988).
La Formación Cintura sobreyace concordantemente a la Caliza Mural, y
subyace de igual manera a la Formación Snake Ridge; es una secuencia
de areniscas, limolitas, lutitas, calizas, y lentes de conglomerado. Ade-
más contiene mantos de carbón, intercalados con lutitas y/o areniscas
y calizas con moluscos de ambiente marino somero, tales como Trigonia
sp., Turritella sp., y Ostrea sp. del Cretácico Temprano.
La Formación Snake Ridge subyace concordantemente a la Arenisca
Camas, tiene un espesor de aproximadamente 650 m, está constituida
por capas medianas de conglomerado arenoso, arenisca conglomeráti-
ca, arenisca de grano grueso, y lutita. Hacia la base, se encuentran dos
estratos de lutita carbonosa, que cambian lateralmente a mantos de
carbón. (Flores-Galicia, 1988).
Tabla 1. Estimación de reservas y características del carbón de las principales cuencas de México. (Modificada de Corona et al., 2006)
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El área de Cabullona se extiende lateralmente 13 km, comprende los
Sectores San Marcos, Las Fragüitas, Santa Rosa, La Aguja y San Juan.
El Sector San Marcos es el de mayor interés, por haberse localizado ahí
38 mantos de carbón, material carbonoso o productos de alteración. El
Sector El Encino es importante también por la presencia de once man-
tos de carbón (Flores-Galicia, 1988). Los mantos de carbón de ambos
sectores están alojados en la Formación Cintura; dado que ésta tiene
plegamiento intenso, pudiera haber repetición de mantos.
El carbón de Cabullona corresponde al tipo bituminoso, subsecuente-
mente transformado por metamorfismo en antracita y aún en grafito
(Flores-Galicia, 1988).
Debido a la falta de prospección geológica de la Formación Cintura
es difícil presentar una evaluación de reservas, ya que se conoce la
existencia de los mantos de carbón sólo en afloramientos, desconocién-
dose su continuidad a profundidad. En base a los estudios geológicos
efectuados sólo se puede estimar los posibles recursos existentes en
68 millones de toneladas de carbón para el área de San Marcos y 12
millones para el área El Encino (Flores-Galicia 1988).
Cuenca San Pedro Corralitos, Chihuahua
Esta cuenca se localiza en el Rancho Peña Blanca, situado 50 km al
noreste de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, cerca de la estación del
ferrocarril San Pedro Corralitos.
El área de San Pedro Corralitos corresponde a un bloque de rocas sedi-
mentarias del Cretácico, preservado de la erosión, que se ubica entre
el complejo ígneo intrusivo de la Sierra del Capulín y los grandes intru-
sivos situados en el extremo noreste de la Sierra La Escondida.
El bloque tiene una longitud de 10 km, estructuralmente corresponde a
un sinclinal recumbente, cuyo eje mayor se orienta de E-SE a N-NW: su
flanco norte es casi vertical, mientras que su flanco sur es más suave,
con inclinaciones de 16º a 40º al NE. El bloque está delimitado hacia
el sureste por el complejo ígneo de la Sierra La Escondida, y hacia el
noroeste queda limitado por una falla, que lo pone en contacto con el
aluvión cuaternario (Flores-Galicia, 1988).
En la secuencia sedimentaria del Cretácico Tardío se encuentran dos
intervalos con varios niveles de carbón designados como Manto Uno y
Manto Dos. El Manto Uno tiene un espesor de 76 cm, y muestra una
intercalación lutítica de 4 a 30 cm. El carbón es de tipo vitrinítico, y por
lo tanto, su contenido de volátiles es alto, como ocurre con el carbón de
Coahuila. Hacia la cima, se presentan otros dos horizontes con carbón.
El Manto Dos, según Flores-Galicia (1988), tiene un espesor medido de
30 cm, con un nivel carbonoso más pequeño hacia la cima, de unos 10
cm de espesor. Las reservas de carbón en esta área son de 5.8 millones
de toneladas clasificadas dentro de la categoría de inferidas, con un
espesor máximo del manto de carbón de (0.70 m).
Cuenca Ojinaga, Chihuahua
El carbón de esta cuenca se encuentra en la Formación Aguja del Maas-
trichtiano, cuya sección estratigráfica más completa aflora en la zona
del Rancho San José, y comprende dos unidades cartografiables, cuyo
espesor es de aproximadamente 400 m. La primera es una unidad ma-
rina de 60 m de espesor, la cual está constituida en la base por una
alternancia de capas de lutita gris-oscuro y de arenisca diastratificada,
con nódulos calcáreos y abundantes conchas de Exogyra sp. Hacia la
parte superior, esta unidad pasa a una secuencia gradacional, formada
por capas de arenisca diastratificada de grano fino a grueso, y abun-
dantes moluscos (principalmente gasterópodos, pelecípodos incluida
Ostraea sp.-). La unidad se encuentra intrusionada por numerosos
dique-estratos.
La otra unidad es una secuencia continental, la cual contiene en la base
un manto de carbón sucio de 0.35 a 0.50 m de espesor, y un estrato
arcilloso con concreciones calcáreo-ferrosas. Hacia la cima aflora una
secuencia limo-arenosa que contiene también abundantes concreciones
calcáreo-ferrosas, huesos de dinosaurio, cortada por diques y dique-es-
tratos. Coronando la sección se encuentra una cubierta (de roca ígnea
de composición básica) de 8 m de espesor (Flores-Galicia, 1988).
Las reservas de carbón estimadas en el área son de 23 millones de
toneladas (Flores-Galicia, 1988), sin embargo, los trabajos geológicos
efectuados, indican que actualmente, no son susceptibles de explota-
ción (económica).
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Otras posibles cuencas carboníferas
Desde los albores de la minería del carbón en México, la atención in-
dustrial se enfocó en las subcuencas de Coahuila, concediéndose poca
importancia a la exploración sistemática evaluativa de los numerosos
depósitos carboníferos existentes en otras partes del país. Es así que se
han reportado ya algunas localidades de carbón, lignito o turba, pero
sólo en unas pocas se ha estudiado bien la geología y se han cuantifi-
cado y evaluado sus reservas.
Con base en estudios someros o visitas de reconocimiento, se sabe
que existen manifestaciones carboníferas en los estados de Coahuila,
Chihuahua, Durango, Guerrero, Hidalgo, México, Michoacán, Oaxaca,
Nuevo León, Puebla, San Luis Potosí, Tamaulipas, y Veracruz, (Salas y
Benavides), 1976. La génesis de los depósitos es similar a la ya descri-
ta, y se encuentran principalmente encajonados en unidades litoestra-
tigráficas paleozoicas, jurásicas, cretácicas, eocénicas o más jóvenes,
las cuales a continuación se reseñan brevemente comenzando por las
más antiguas.
La Formación Matzitzi de Puebla (Calderón-García, 1956), con su rica
y abundante flora, apenas preliminarmente conocida, y la Formación
Los Arcos (Olinalá sic.) de Guerrero (Corona-Esquivel, 1981), son las
unidades paleozoicas que podrían contener depósitos de carbón, ya que
en ambas unidades se han encontrado estratos de lutitas carbonosas
(Corona-Esquivel, et al., 2006).
En las rocas de la Formación Tecomazúchil del Jurásico, que aflora en
Tecomatlán, Puebla, y probablemente en otras partes del estado, como
las áreas de Tejaluca y de Ahuatlán, los autores del presente estudio
observaron una capa de carbón de buena calidad, en posición sub-hori-
zontal, con un espesor aproximadamente de 1.50 m.
En Guerrero, en la Región de la Montaña (parte noroeste del estado),
se han reconocido siete áreas con evidencias de carbón contenidos en
estratos del Jurásico Medio y Tardío (Corona-Esquivel, 1978). La zona
con carbón “Cualac” en el estado de Guerrero, es el área más promiso-
ria. Se encuentra al norte de la población del mismo nombre y tiene una
superficie de aproximadamente 80 km
2
. Los depósitos principales se
encuentran en las cañadas de Cuachitzoloyo, Limontitlán y en la Loma
La Viga, en la parte baja del Grupo Tecocoyunca de edad jurásica. El
carbón forma capas y lentes alargados, con espesores de 45 a 50 cm,
excepcionalmente llegan a tener 80 cm. El carbón encontrado hasta
ahora es sucio, con impurezas de arcillas, y valores de 4 al 17% de
carbón fijo (Corona-Esquivel, 1978).
La zona de “Xalmolapa”, Guerrero, caracterizada por rocas también
del Jurásico, tiene una superficie aproximada de 24 km
2
, se localiza
al sureste de Cualac y norte de Tlapa; su litología es muy similar a la
de Cualac, difiriendo en que los mantos de carbón tienen espesores
menores a 50 cm y son mas lenticulares.
En la zona de “Xixila”, situada al noroeste de Olinalá, Guerrero, justo
entre Xixila y Mitlancingo, sólo se encuentran capas gruesas de lutita car-
bonosa negra, con impresiones de plantas fósiles del Jurásico y algunos
fragmentos de troncos carbonizados, muy semejantes a los del arroyo de
Cuachitzoloyo en la región de Cualac (Corona-Esquivel, 1978).
En la zona de Quechultenango, Guerrero, se encontraron pequeñas ca-
pas y lentes de carbón limpio, así como impresiones de tallos y troncos,
contenidos en un estrato arenoso de edad Jurásica; estos lentes por su
tamaño, no son de interés económico.
Las localidades potenciales de contener depósitos de carbón de edad
Cretácica son: El Bolsón de Mapimí, en Durango; Temexalco, Coxcatlán
y Xilitla, en San Luis Potosí; Villa Pánuco en Veracruz; y Tancasneque
en Tamaulipas. La información que se tiene de ellas es muy limitada
(Salas y Benavides), 1976.
También existen localidades potenciales de depósitos de carbón de
edad cenozoica; entre ellas están: la Cuenca de Colombia en Nuevo
León, que contiene carbones sub-bituminosos de origen palustre de
edad eocénica, los de Yahualica y Chicontepec en Veracruz, de edad
oligocénica; los de Zacualtipán en Hidalgo, de edad miocénica, (Cope,
1886) y los de Tamazunchale en San Luis Potosí, de edad terciaria.
Se conocen además algunas localidades con evidencias de lignito y/o
turbas de origen lacustre, tales como Tehuichila y Zacualtipán y San
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Miguel Ocaxichitlán, estado de Hidalgo, de edad miocénica; y las de
Chalco, Estado de México, de edad cuaternaria.
Casi todas estas localidades con afloramientos de carbón, sólo se co-
nocen por estudios de reconocimiento; en muy pocos casos se han
efectuado trabajos de obra minera. Por ejemplo, en Colombia, Nuevo
León, se produjo carbón para la Fundidora de Fierro y Acero de Mon-
terrey, pero pronto se suspendió la producción por su bajo volumen.
En Tecomatlán, Puebla, se trabajó en 1874 (Jiménez, 1921), una mina
llamada “La Salvadora”, pero su escaso rendimiento pronto obligó a
cerrarla. Lo mismo aconteció en la Peña de Ayuquila en el estado de
Puebla; por último, en 1875, se produjo carbón de la Mina “El Cristo 2,
ubicada cerca de Tempoal, Veracruz, mismo que era transportado por
barco en el Río Pánuco, pero pronto se suspendió la producción por no
ser costeable (Salas y Benavides), 1976.
Discusión
Los depósitos de carbón en México no tienen la extensión ni el espesor
que presentan otros yacimientos a nivel mundial. Lo anterior se debe en
parte, a que en México no se tienen grandes secuencias sedimentarias
del Carbonífero-Pérmico, cuyo intervalo de tiempo fue muy favorable
para la formación del carbón.
Con relación a la región carbonífera del Cretácico de Coahuila, la cual
es la más importante en México, a pesar de que los estudios paleocli-
máticos preliminares indican condiciones favorables para el crecimiento
de la vegetación, no parece haberse cumplido el segundo factor de
subsidencia constante para permitir el depósito y preservación de gran-
des espesores de turba y de esta manera, generar grandes espesores
de capas de carbón.
Conclusiones
A pesar de que en México se conocen abundantes manifestaciones de
carbón repartidas en series sedimentarias con edades comprendidas
entre el Paleozoico y el Cuaternario, únicamente algunas cuencas car-
boníferas han podido ser desarrolladas tanto por el volumen de sus
reservas como por la facilidad de su explotación.
Geográficamente, los principales yacimientos de este recurso natural
se localizan en los estados de Coahuila, Oaxaca y Sonora. Entre ellas,
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tienen pocas posibilidades de contener depósitos económicamente ex-
plotables, por otra parte, presentan un mayor grado de dificultad para
su explotación debido a que por lo general están mas deformados.
Agradecimientos
El presente estudio es parte de las investigaciones llevadas a cabo por
la Universidad Nacional Autónoma de México, (Instituto de Geología y el
Centro de Geociencias “Campus Juriquilla”), así como de la Universidad
Autónoma de Coahuila, “Campus Nueva Rosita”. El primer y tercer autor
agradecen al extinto Consejo de Recursos Minerales y a la compañía
Minera Carbonífera Río Escondido (MICARE), por permitir la publicación
de los datos obtenidos durante los trabajos de exploración realizados
para esas instituciones. Piedad-Sánchez hace patente su reconocimien-
to a PROMEP, CONACYT y a la Compañía MIMISA, por el apoyo para la
obtención y difusión de los datos en este trabajo.
En especial, los autores desean expresar su agradecimiento al Dr. Mar-
tín Valencia Moreno por su crítica y minuciosa revisión del manuscrito
así como su gentil ayuda. Se agradece, asimismo, a las pasantes de la
carrera de Ingeniero Geólogo Sarah Arroyo y Laura Vargas, a la Pasante
de Ingeniería en recursos Minerales y Energéticos, Fabiola González
Carrillo, y a la Sra. Yuritzi Hurtado por su colaboración durante la con-
formación del texto. La adaptación de las figuras fueron procesadas por
Federico Díaz Mafara.
la región carbonífera de Coahuila es la más importante del país, apor-
tando más del 90% de la producción nacional de carbón. Este carbón
explotable es de edad cretácica y aparece esencialmente en las “sub-
cuencas” de Sabinas y de Esperanzas.
En general, el carbón de la sub-región “Sabinas-Monclova”, es de tipo
sub-bituminoso, apropiado para su transformación en coque: tiene vola-
tilidad media a baja, presenta vitrinita preponderantemente como cons-
tituyente y un poder reflector de la vitrinita de 0.6-1.2 %. A diferencia
del área anterior, en la sub-región “Zona de Fuente-Río Escondido”,
el tipo de carbón es sub-bituminoso “C”, de alta volatilidad (de flama
larga), poco apropiado para que se le pueda transformar en coque; sin
embargo, está siendo utilizado para la producción de energía eléctrica.
La cantidad y calidad del carbón contenidos en otras series mesozoicas
fuera de las de Coahuila es variable, así como su importancia, siendo
destacables los yacimientos de San Marcial-Santa Clara y Cabullona en
el estado de Sonora así como Corralitos en Chihuahua.
En la porción sur del país, el carbón contenido en las secuencias jurá-
sicas de la región Tezoatlan-Mixtepec en el Estado de Oaxaca, constitu-
yen una reserva confiable que pudiese ser aprovechada a corto plazo,
para la generación de energía eléctrica.
Los indicios de carbón que aparecen en series paleozoicas, como los
de las formaciones Matzitzi en Puebla y Los Arcos-Olinalá en Guerrero,
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Este artículo aborda el estudio de los indios que proveían de leña, carbón y madera a las ciudades y reales de minas de la Nueva España. Procura demostrar que a pesar de su aparente modestia eran productos muy relevantes, y su ausencia o escasez podía tener serias consecuencias en la vida cotidiana y la buena marcha de varias actividades productivas. El texto describe las características y condiciones en que se realizaba esta labor y argumenta que este tránsito de hombres y mercancías incidía tanto en las urbes como en sus pueblos de origen. Sostiene, asimismo, que esta actividad no puede comprenderse en términos puramente económicos, dado que reflejaba las dualidades paralelas de campo/ciudad e indio/español.
Article
Full-text available
Coal deposits in Mexico were firtsly recognized back in 1850; the first commercial production started around 1884 in Coahuila State. The coal was used primarily for copper smelting at the mines of Pánuco, Coahuila. Later, it was used as ferrocarril fuel and, at the end of the 19th century, for the metallurgical and steel plants. In order of importance the main coal deposits are located within the States of Coahuila, Oaxaca and Sonora. Small, subeconomical or poorly explored coal occurrences are known to occur in the States of Colima, Chihuahua, Chiapas, Durango, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Nuevo León, Michoacán, Puebla, San Luís Potosí, Tabasco and Veracruz. The main coal deposits in Mexico are located north of the Coahuila State, affecting a small portion of the Nuevo Leon State. The coal seams are found exclusively in the sedimentary sequence of the Sabinas Basin, that can be subsequently dividied into two different sub-regions. The first sub-region spans between of Nueva Rosita and Sabinas up to Monclova, covering an area of approximately 10,000 km2. The second sub-region, known as the “Fuentes-Río Escondido Zone”, is located in the Nava-Piedras Negras area, parallel to the Rio Bravo del Norte, within an area of 2,000 km2. The sedimentary sequence that contains the coal seams in the Sabinas Basin range from the Late Jurassic to the Quaternary, structured as a series of broad anticlines and synclines. Coal reserves are stimated at 1,200 million tons including both sub-bituminous coal, to be transfomed in coke, and high volatility “C” sub-bituminous coal, used in electrical power plants. The Mixtepec coal region, including El Consuelo-Tezoatlán, is located in the northwestern portion of the Oaxaca state, partially including the neighboring states of Puebla and Guerrero. The coal seams appear at lower part of the Rosario, Zorillo and Simon Formations of Jurassic age. They are made up by a succession of sandstones, shales and silt representing a deltaic sedimentary environment. The thickness of the coal horizons is variable, between few centimeters up to 3 m. This zone has been evaluated to contain around 30 million tons of coal. The coal in the Sonora State is located approximately 90 km south of Hermosillo. The Barranca Formation (Triassic) is the coal and graphite-bearing unit, and it is made up by the succession of red conglomerates, sandstones and siltstones interbeded with shales and coal seams and graphite. The calculated coal reserves are around 85 million proven tons.
Article
Coals are both sources and reservoirs of large amounts of gas that has received increasing attention in recent years as a largely untapped potential energy resource. Coal mining operations, such as ventilation of coalbed gas from underground mines, release coalbed CH4 into the atmosphere, an important greenhouse gas whose concentration in the atmosphere is increasing. Because of these energy and environmental issues, increased research attention has been focused on the geochemistry of coalbed gas in recent years. This paper presents a summary review of the main aspects of coalbed gas geochemistry and current research advances.
Article
Thesis (Ph. D.)--University of Texas at Austin, 1989. Vita. Includes bibliographical references (leaves 295-315). Photocopy.