... Adicionalmente, se ha visto cómo los trastornos mentales tienen elevada prevalencia entre los pacientes con enfermedades médicas (Lowe, Grafe, Kroenke, et al, 2003), tal es el caso de enfermedades como la diabetes, donde se conoce que estas personas son dos veces más propensas a sufrir depresión (Anderson, Freedland, Clouse y Lustman, 2001; Gavard, Lutsman y Clouse, 1993; Ilczyszyn y Gurí, 2001; Pineda, et al., 2004; Talbot y Nouwen, 2000). El panorama se agrava cuando se observa que esta relación es bidireccional, esto quiere decir que la presencia de trastornos mentales aumenta el riesgo de complicaciones de la enfermedad de base; tal es el caso de la depresión en el paciente médicamente enfermo (Roca y Arroyo, 1996), donde se encuentra que su presencia se asocia con elevada morbimortalidad, de tal forma que el riesgo de muerte intrahospitalaria en este paciente puede ser entre 5 y 15 veces más que el paciente sin depresión (Von Ammon Cavanagh, Furlanetto, Creech y Powell, 2001); así como en el VIH (O'Cleirigh, Ironson y Smits, 2007), el cáncer (Mystakidou, Tsilika, Parpa, Galanos y Vlahos, 2007), la enfermedad cardíaca (Krantz y McCeney, 2002; Kubsanzky, Davidson y Rozanski, 2005; Strike y Steptoe, 2005; FreasureSmith et al., 2000; Soufer, Arrighi y Burg, 2002; Prakash, 2003), la diabetes (De Groot, Anderson, Freedland, Clouse y Lustran, 2000), el asma (Amigo, Fernández y Pérez, 2003), entre otras. Esta situación ha llevado a que autores como McWhinney y otros (citado por Rubin y Wessely, 2001) sugieran que la mejor manera de abordar estos cuadros sea el abandono del dualismo y la aceptación de la premisa de que es normal que las emociones se expresen mediante el cuerpo, tanto de manera consciente como de forma inconsciente, y cómo esta expresión puede estudiarse científicamente por disciplinas como la psiconeuroinmunología (Heinrichs y Gaab, 2007). ...