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LA CHIA (Salvia hispanica L.): PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE UN CULTIVO ANCESTRAL MEXICANO

Authors:
  • Nutrilite-Amway
  • Instituto Tecnológico José Mario Molina Pasquel y Henriquez, Campus Tamazula de Gordiano, Jalisco
LA CHIA (Salvia hispanica L.): PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE UN CULTIVO
ANCESTRAL MEXICANO
Anacleto Sosa Baldivia1,3, Guadalupe Ruiz Ibarra2, Raul Rene Robles de la Torre3, Aurora Montufar4
1Nutrilite S de RL de CV. Av. México #8. Rancho El Petacal, Municipio de Tolimán Jalisco, México. CP
49750. Ph: 01 341 41 178 78 ext. 112. 2Instituto Tecnológico José Mario Molina Pasquel y Henriquez
campus Tamazula, Tamazula de Gordiano Jalisco, México. 3Centro de Biotecnología Aplicada (CIBA-
IPN). IBA-Tlaxcala, Hacienda San Juan Molino Km 15 Carretera Estatal Tecuexcomac-Tepetitla, Las
Palomas CP 90700. 4 Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Email: anacleto.sosa@amway.com
RESUMEN
La historia de la chía (Salvia hispanica L.) en México, está llena de contradicciones, ya
que después usarse como alimento y medicina por casi 4,500 años, en sólo tres siglos
pasó a ser un cultivo casi olvidado. Esta especie tiene un pasado que muchos no
conocen, de ahí que el objetivo de este trabajo fue dar a conocer la historia e
importancia de la chía como cultivo ancestral Mexicano. Hasta antes de la conquista, la
chía junto con el maíz y frijol fue clave en la alimentación Mexicana; sin embargo, los
casi tres siglos de dominio español, además de reducir la población nativa de México a
solo 5% (de 22 millones de Mexicas en 1520 a un millón en 1620), también ocasiono
que el cultivo de chía casi desapareciera. Después de la independencia de México, la
chía también tuvo que sobreponerse al olvido de casi 180 años y llegó a 1990 gracias a
que agricultores de Jalisco, Guerrero y Puebla conservaron la tradición de su uso. Tal
como lo creían los Mexicas, el valor nutricional de la chía es tan grande que
actualmente por su alto contenido AGPINs Omega-3, proteína, fibra y mucilago la chía
se está integrando nuevamente en la dieta y su cultivo se realiza en 29 regiones
agrícolas de todo el mundo. Su integración a la agricultura moderna está en marcha y
considerando que en los próximos años su demanda incrementara 239% y sus ventas
para 2020 serán de 1.2 billones de dólares, es evidente que después de un letargo de
casi 500 años la chía está destinada a ser la Bella Durmiente de los cultivos
funcionales de este siglo.
PALABRAS CLAVE: chía, Omega 3, ácidos grasos, nutrición.
INTRODUCCIÓN
La historia de la chía (Salvia hispanica L.) en México, está llena de contradicciones, ya
que después de usarse como alimento y medicina por casi 4,500 años, en sólo tres
siglos pasó a ser casi desconocida. De acuerdo con Ayerza y Coates (2006), la
tradición de su uso se perdió, porque los españoles al considerarla sacrílega
prohibieron su cultivo; sin embargo, no existen pruebas que lo sustenten (Hernández y
León, 1994) tal como en realidad ocurrió con el amaranto (Chenopodium
hypochondriacus L.) (Mapes, 2015; Mapes, 2017). Las causas que redujeron el uso de
la chía en México son varias, sin embargo, Sosa et al. (2017a) señalan que las
principales fueron: (1) la disminución de la población nativa donde la chía formaba
parte de la dieta (Gerhard, 1986); (2) la abolición del tributo a los pueblos dominados
por los Mexicas1 (Jiménez, 2009); (3) la sustitución de su área sembrada por especies
vegetales y animales introducidas de Europa (Hernández y León, 1994); (4) la
modificación de la dieta por la disponibilidad de nuevas fuentes alimenticias (Román et
al., 2013); y (5) el mestizaje resultante del cruzamiento del mexicano con otras razas
(Salzano y Bortolini, 2002). Independientemente de cuáles fueron las causas, el daño
que el dominio español causó fue tan grande, que de 30,000 ha de chía que se estima
era cultivadas en 1520, estas se redujeron a unas cuantas en 1810 (Sosa et al.,
2017a).
1 Mexicas es el nombre verdadero de los Aztecas, este lo adoptaron al de salir de Aztlán y no fue hasta 1810 cuando se comenzó a
usar Azteca nuevamente (León-Portilla, 2017). En lo sucesivo a lo largo de esta publicación se usará el termino Mexica.
Los españoles, al colonizar el territorio mexicano, escogieron regiones en donde había
grandes extensiones de tierras con agua disponible y su escaso interés por zonas
montañosas permitió que la chía sobreviviera como cultivo de subsistencia en varias
localidades de México (Cahill, 2003). Después de la independencia, la chía renació
como cultivo y la Secretaria de Agricultura reportó que en 1932 se cultivaron 38 ha
(Rulfo, 1937). Los agricultores de Acatic Jalisco, Olinalá Guerrero y Chiepetlán, Puebla,
fueron clave para que este cultivo llegara hasta la década de los 90s, cuando por su
perfil nutricional se convirtió en la fuente alimenticia más segura, sustentable y barata
para cubrir los requerimientos de AGPIN (ácidos grasos poliinsaturados) Omega-3 del
hombre (Weber et al., 1991; Orozco, 1993). Su integración a la agricultura moderna
inicio en 1991 a través del proyecto conocido como ¨Northwestern Argentina Regional
Project¨ que fue conducido en Argentina con apoyo del gobierno de EUA (Ayerza,
1995; Ayerza y Coates, 1996; Ayerza y Coates, 2006) y la implementación de la
tecnología derivada de esta investigación de largo plazo fue clave para que la
superficie mundial cultivada con chía pasara de 500 ha en 1994 a 367,000 ha en 2014
(Orozco, 1993; Peperkamp, 2015). Las estimaciones realizadas por Fabrizio (2016) y
Cassiday (2017) indican que entre 2017 y 2020 el consumo de chía incrementará a una
tasa de 239 anual; esto debido a que la demanda de alimentos con alto contenido de
AGPINs Omega-3 es alta y no está cubierta (CRN, 2014); además, también se está
usando como materia prima para producir cosméticos, nutraceuticos, suplementos,
alimentos procesados y bebidas que aportan proteína y fibra a la dieta (Sandoval y
Paredes, 2013; Silveira y Salas, 2014). Irónicamente, aun cuando la chía es un cultivo
ancestral Mexicano de casi 5,500 años de antigüedad, su historia fue contada solo
hace 11 años por Ayerza y Coates (2006), dos extranjeros oriundos de Argentina y
Canadá, y que son los que más han estudiado y escrito sobre la chía como nuevo
cultivo. Cuando estos investigadores escribieron la historia de esta especie, el acceso a
la literatura era limitado, de ahí que, mucha de la información publicada antes de 1900
no se consultó. El trabajo es extraordinario, no obstante, con la información que hoy se
encuentra disponible en el internet, es posible mejorarlo, además, hoy también es
posible documentar el estatus de la integración de la chía a la era moderna ya que de
2006 a la fecha es cuando se ha publicado la mayor cantidad de trabajos científicos
relacionados con este maravilloso cultivo. En 2016, Sosa et al. (2016a) escribieron
sobre la importancia de la chía como fuente AGPIN Omega-3; en ese artículo, aunque
abordaron su historia, su extensión no permitió hacerlo con la profundidad que este
cultivo merece. Con base en esto, el objetivo de este trabajo fue hacer una revisión
actualizada de la historia de la chía y su importancia como cultivo y alimento del
hombre.
BREVE DESCRIPCIÓN
La chía es nativa del Centro de México y Norte de Guatemala y pertenece a la familia
Lamiaceae (Di Sapio et al., 2012). De acuerdo a la experiencia del autor principal, su
descripción botánica es la siguiente: La chía es una planta anual cuya altura puede ser
de 1.0 a 2.5 m y presenta una raíz es pivotante que puede alcanzar hasta un metro de
profundidad. El color del tallo puede ser verde claro, verde oscuro e incluso
antocianico, es ramificado, aromático, cuadrangular y pubescente con un diámetro
basal de 1 a 4 cm. Las hojas presentan una coloración similar al tallo, pubescentes,
simples, opuestas, enteras y de forma oval-elíptica, de 5-15 cm de longitud y 3-9 cm de
ancho. Su base es cuneada, el ápice es agudo y el margen es dentado aserrado con
nervaduras prominentes en el envés. El peciolo de las hojas es de 1 a 4 cm, en la parte
superior de la planta y de 4 a 8 cm en las ramificaciones inferiores. Las flores se reúnen
en grupos de seis a diez verticilos sobre el raquis de una inflorescencia. La flor es
hermafrodita y posee pedúnculo; cáliz persistente, pubescente; corola monopétala
bilabiada que dependiendo del genotipo puede ser violeta, azul, morada, blanca y
blanquiazul. El fruto produce 4 semillas (mericarpos indehiscentes llamados clusas)
situadas en la base del cáliz. La semilla es monoespermicas, obovoide y alcanzan 2.3
mm de longitud; 1.2 mm de diámetro y en promedio 1.2 mg de peso. Dependiendo la
variedad, la semilla puede ser negra (cultivar Negra Puebla), negro con manchas
blancas, también conocida como pinta (cultivar Pinta Acatic) y blanca (Sahi alba 911,
Sahi Alba, Sahi Alba 914). Frecuentemente se reporta la existencia de semillas de color
marrón (PureChia, 2013), pero esta tonalidad no es común, y realmente son semillas
que no lograron madurar debido a que sufrieron estrés durante su crecimiento (frio,
calor o sequia); o bien porque se aplicó el herbicida Paraquat, esta práctica se realiza
para acelerar y uniformizar la madurez del cultivo (EFSA, 2009). Taxonómicamente, la
chía fue clasificada por Carlos Linneo en 1753, quien la llamó Salvia hispanica, en Latín
este nombre significa planta Española que cura o salva (Urbina, 1887). Desde hace
184 años, La Llave (1833) señala que esto es erróneo, y aunque Löfling la clasifico
como una especie nativa de la flora de Madrileña (López, 2007), tanto Urbina (1887)
como Fernald (1900) señalan que Cristóbal Colon la llevó de México a este país. De
acuerdo con Linneo (1753), la chía crece en áreas de España e Italia; y aunque Quer
(1784) también afirmó que es común encontrarla campos en la Mancha y varias
provincias de España, varios investigadores del siglo XIX lo cuestionaron y en señal de
desacuerdo en sus reportes colocaron un signo de interrogación en la especie (Salvia
hispanica?) (Guibourt, 1849a) y el botánico que la clasificó (Salvia hispanica L?)
(AMQP, 1832) e incluso le han dado otro nombre científico (Salvia chian y/o Salvia
americana) (AFRM, 1846; Urbina, 1887). En 1931, Vavilov (1931) finalmente demostró
científicamente que su origen geográfico es México y América Central; es posible que
este investigador considerando que la etimología de la especie es incorrecta, a la chía
colectada en México la nombró Salvia chia Fernald. La palabra chía viene del vocablo
Nahualt Chian (Chyan) que significa aceitoso y los Mexicas usaron este término para
referirse sólo a las especies comestibles del genero Salvia cuya característica distintiva
es su alto contenido de aceite (Salvia hispanica L., Salvia polystachya O., Salvia
tiliifolia V. y posiblemente Salvia columbariae B.). Los Mexicas conocían bien sus
cultivos y de acuerdo con Vetancourt (1698) usaron el terminó CHYAN para referirse a
la chía (Salvia hispanica L.), ampliamente reconocida por su alto contenido de aceite;
HUAHUTLI para referirse al huazontle (Chenopodium berlandieri ssp. nuttalliae Saff.) y
posiblemente al estado tierno del amaranto (Amaranthus hypocondriacus L.) y
CHIANTZONTZOLLI para referirse al grano de amaranto o alegría. Ayerza (2010)
reporta que los españoles al desconocer el vocablo Mexica, usaron la palabra Chian no
sólo para referirse a las diferentes especies de Salvia sp.; sino también para el Chan
(también conocido como chía gorda o chía de Colima) (Hyptis suaveolens L.) y el
amaranto o alegría (Amaranthus hypocondriacus L.). Sin embargo, la literatura
publicada hasta antes de 1832, que fue cuando la Academia de la Lengua Española
recomendó el uso de la palabra chía por chian (Haugen, 2009), no apoya esta
afirmación, ya que los escritores del periodo colonial sólo usaron chian (frecuentemente
escrito como chyan) para referirse a Salvia hispanica L. (Farfan, 1610; Vetancourt,
1698); además, los españoles no pudieron confundir a la chía con el amanto ya que
conocían bien a este último al cual llamaban bledo (Hernández y León, 1994). El uso
incorrecto del termino chía posiblemente comenzó después de su inclusión en el
diccionario de la lengua Española en 1832 (Haugen, 2009), y una prueba de ello es la
publicación que Cobo (1890) realizo sobre esta especie. Este autor describe a la chía
como una planta que se consume en estado tierno, su inflorescencia es similar a la
quinoa (Chenopodium quinoa; Willd.) y su semilla, aunque más diminuta se parece al
ajonjolí. Es evidente que este autor confundió a la chía con el amaranto el cual
morfológicamente es similar a la quinoa y también pertenecen al género Chenopodium
sp. El primer reporte donde se usó el terminó chía para referirse a plantas de genero
diferente fue hecho por Ramírez y Alcocer (1900), ellos usaron esta palabra para
referirse a diferentes especies del genero Salvia sp., al Chan (Hyptis sp.), y a la
Zaragatona (Plantago sp.). A la fecha, este error todavía se comete y algunos
investigadores nombran chía al amaranto, Chan y huauzontle (de la Cruz y García,
2007; Alvarado, 2011; Kistler y Shapiro, 2011; Allende, 2014; García y de la Cruz,
2016).
HISTORIA
Época Prehispánica (3500 AC-1521 DC)
En México, la chía se usa como alimento desde hace 3, 500 años AC y hasta antes de
la llegada de los españoles, junto con el maíz, frijol, amaranto y chile fue clave en la
dieta Mexicana (Ayerza y Coates, 2011; Gutiérrez et al., 2014). Los Teotihuacanos (100
AC-600 DC) posiblemente fueron la primer cultura civilizada de América que utilizó la
chía, esta afirmación se basa en el resultado de estudios arqueológicos realizados en
las pirámides de Teotihuacán en donde se encontró que las semillas de chía formaron
parte de las ofrendas dedicada a sus deidades y muertos (Manzanilla, 2012). No
existen registros de que en Teotihuacán se haya cultivado chía y se piensa que se
colectó de plantas silvestres para usarse con fines religiosos, medicinales y
artesanales; pero no en la alimentación (de Agredos y Manzanilla, 2016). Esta
afirmación la sustenta dos estudios en donde se determinó que la chía no formo parte
de la dieta Teotihucana (Manzanilla, 2012; Vázquez-Alonso et al., 2014). Cabe señalar
que aun cuando varios investigadores modernos afirman que los Mayas (250-950 DC)
usaron la chía como alimento (di Sapio et al., 2008; Gutiérrez et al., 2014; Ullah et al.,
2015; de Falco et al., 2017) no existen pruebas que lo sustenten. De acuerdo con
López et al., (2012), la alimentación de los Mayas tuvo como base el maíz, frijol y
calabaza, y la complementaron con papa, chile, mandioca, cacao y frutas locales de la
región (von Baeyer, 2010); con base en esto, desarrollaron el sistema de policultivos en
el que sembraban la asociación Maíz-frijol-calabaza bajo la misma superficie
(Cartwright, 2015). Existe suficiente información que demuestra que los Mexicas (1325-
1521 DC) domesticaron el cultivo de la chía y los registros del Códice Mendocino
indican que Tenochtitlan la antigua capital del imperio Mexica consumía entre 4,000 y
15,000 t de chía anuales (Mohd et al., 2012). Sin embargo, la chía no sólo fue
importante para los Mexicas, y en el lienzo de Tlaxcala (el libro de guerra de los
Tlaxcaltecas, también conocido como Yaotlacuiloli (Bueno, 2010) hay evidencias de
que en 1531 la cultura Totorame cultivaba chía en Chametla Sinaloa; al menos así lo
refleja la pintura hecha por los guerreros Tlaxcaltecas que acompañaron a Nuño de
Guzmán en la conquista de Chiyametlán (hoy Chametla) y que en el vocablo Mexica
significa lugar donde abunda la chía. También se conoce que los Tlahuicas la
cultivaban en Chamilpa Morelos, de acuerdo con Dubernard (1991), la provincia de
Cuauhnahuac (hoy Cuernavaca, Morelos) entregaba chía como parte de su tributo a los
Mexicas. Por su parte, López (2010) señala que alrededor del año 1500, los grupos
Mexicas que poblaron Olinalá y Temalacatzingo, Guerrero, usaban la chía como
alimento y para elaborar artesanías.
Época Colonial (1550-1810)
De acuerdo con Ayerza (2014), el uso de la chía en México disminuyó porque al ser
utilizada en ritos religiosos los españoles la prohibieron; sin embargo la literatura
publicada durante la colonia no sustenta esta hipótesis. Al respecto, Farfán (1610) en
su tratado breve de medicina para el manejo de las enfermedades en México la
recomendó ampliamente para tratar la desnutrición y enfermedades oftálmicas. Por su
parte, López (2010) afirma que en el año 1530, los españoles permitieron a los
pobladores de Olinalá Guerrero usar el aceite de chía para fabricar artesanías; esto en
reconocimiento a su disposición para evangelizarse (Gutierre, 1982). De acuerdo con
este autor, en este año se bautizaron hasta 500 personas por día. Una concesión muy
similar a la de Olinalá Guerrero, Hernán Cortes concedió a los pobladores de Chamilpa
Morelos, a quienes en reconocimiento a su apoyo incondicional para construir su
palacio en Cuernavaca, en el año 1537 les regaló tierras en donde les permitió cultivar
chía (Dubernard, 1991). También les obsequió un escudo de armas que fue reconocido
por la corona española y que en la parte superior exhibe una vasija con semillas de
chía, este topónimo representa la palabra Chiamilpán que significa campo sembrado
con chía. Los tres hechos históricos antes mencionados claramente indican que el uso
de la chía no fue prohibido por los españoles y posiblemente los investigadores
modernos la confunden con el amaranto, el cual fue vetado por considerarse sacrílego
(Mapes, 2015; Mapes, 2017). Varias causas condujeron a la pérdida del uso de la chía
en México, pero las principales pudieron haber sido: (1) la disminución de la población
nativa cuya dieta tenía como base a la chía. De acuerdo con Gerhard (1986) y Humbolt
(1827) entre 1520 y 1620 la población nativa de México disminuyo de 22 millones a
sólo un millón de habitantes; (2) la abolición del tributo a los pueblos dominados por los
Mexicas para formar encomiendas que servían a los intereses de los españoles
(Jiménez, 2009); (3) la sustitución del área cultivada con chía por especies animales y
vegetales introducidas de España (trigo, cebada, la caña, cártamo, ganado vacuno y
ovino) (Hernández y León, 1994); (4) la modificación de la dieta como resultado de la
disponibilidad de nuevos alimentos de origen animal y vegetal (Román et al., 2013); y
(5) el mestizaje que resultó del cruza del mexicano con otras razas (Salzano y Bortolini,
2002). Es difícil determinar cómo las causas antes mencionadas afectaron el uso de la
chía; sin embargo, posiblemente la drástica reducción de la población en el primer siglo
de colonización fue la de mayor impacto, esta suposición se hace tomando en cuenta
que en las regiones donde la población nativa se extinguió, la chía sufrió el mismo
destino. Existen evidencias de que hasta 1831, la chía era cultivada en Chametla
Sinaloa (Bueno, 2010) por la cultura Totorame; sin embargo el esclavismo, la
persecución y las enfermedades que trajeron los españoles a esta región (Rosenblat,
1945) condujo a que esta etnia se extinguiera (Macias, 2008). Al respecto, Macías
señala que en 21 años, la población Totorame disminuyó a 1% del total existente antes
de la colonia y para finales del siglo XIX desapareció del sur de Sinaloa (Noriega, 1898)
y su lugar lo ocuparon poblaciones de origen blanco y mestizo. Por lo tanto, en
Chametla hoy además de ser escasa la población origen Totorame, también se
desconoce el cultivo la chía. En contraparte, Temalacatzingo, Guerrero, es una de las
pocas localidades de México donde se mantuvo intacta la cultura de la chía. Esto se
debió a que la escasa presencia de españoles en la región permitió que la población
Mexica de esta localidad se mantuviera casi pura; y que la tradición del uso de la chía
se trasmitiera de una a otra generación (López, 2010). En los 289 años de dominio
español, el uso de chía en México casi desapareció, este hecho no solo se reflejó en la
perdida de la mayoría de los conocimientos asociados con su uso, manejo agronómico
y las variedades que los Mexicas habían desarrollado (Gutiérrez et al., 2014); sino
también en la escasa literatura publicada sobre este cultivo. De acuerdo con (León,
1895), de 805 publicaciones de agricultura que entre 1521 y 1810 llegaron a México,
sólo el clérigo Farfán (1610) dedico unas cuantas líneas para resaltar el uso de la chía
como alimento y medicina; mientras que, a nivel mundial lo más relevante fue su
clasificación botánica (Linneo, 1753), donde erróneamente se le asignó el nombre de
Salvia hispanica L. y que la describe como planta nativa de España. Actualmente,
existe suficiente información para sustentar que la chía no crece en España, con base
en esto y considerando que hoy es posible cambiar en el nombre científico de las
plantas, en el futuro los botánicos y taxónomos mexicanos deberían reconsiderar la
propuesta hecha por Llave (1833) en el sentido de corregir este error científico y apelar
ante la comunidad científica para cambiar el nombre de la especie (hispanica) por uno
cuya etimología se asocie con su verdadero origen geográfico que es México.
Época Post-colonial (1810-1990)
La chía se sobrepuso al daño causado por el dominio español gracias a que varias
poblaciones nativas de Puebla, Guerrero, Morelos, Michoacán y Jalisco en México
continuaron la tradición de su uso (Hernández y Miranda, 2008), y los registros de las
operaciones realizadas por la NAO de China indican que entre 1719 y 1801 México
exportó chía a otros países (Sosa et al., 2016b). Es importante señalar, que en 1932, la
Academia de la lengua Española decidió cambiarle el nombre a la chía y de chian
(chyan) paso a chía (Haugen, 2009); este cambio aunque ayudó a estandarizar el
lenguaje Español, ha causado confusión entre los investigadores modernos,
particularmente entre los que no están familiarizados con los cultivos de chía (Salvia
hispanica L.), chan (Hyptis suaveolens L.), huazontle (Chenopodium berlandieri ssp.
nuttalliae Saff.) sp.), amaranto (Amaranthus hypocondriacus L.). y Zaragatona
(Plantago Psyllium L.); el error que comúnmente se comete, es que a todos estos
cultivos les llaman chía. En 1932, en Puebla México, la chía se usaba como medicina y
en el primer ensayo sobre materia médica que publicó la AMQP (1832) se recomendó
como emoliente, vigorizante y para curar afecciones oftálmicas; este uso medicinal lo
avaló la AFRM (1846) en su Farmacopea Mexicana, esta publicación es lo que hoy es
el Vademécum farmacéutico. La Llave (1833) fue el primero en iniciar el estudio
científico de la chía y en uno de sus trabajos presentó pruebas para demostrar que la
chía no es nativa de España, sino de México y sugirió cambiar su nombre científico a
Salvia nezahualia o Salvia chian, resaltó sus propiedades nutricionales y describió
cuatro nuevas especies del género Salvia. Dieciséis años más tarde, Guibourt (1849a)
en Francia, resaltó sus propiedades medicinales tanto en su libro conocido como
historia natural de las drogas simples; como en un artículo publicado en la revista
Journal Pharmacie et de Chimie (Guibout 1849b). Por su parte, Almaraz (1865) al
clasificar las especies de la familia Labiatae que crecen en Pachuca Hidalgo encontró
que la chía crece de forma silvestre en esta zona y señaló que homeópatas franceses
colectaron semillas de esta especie desde 1819. Existen registro de que la exportación
de chía de México a EUA comenzó a realizarse en 1872, fue en esta fecha cuando
Porfirio Diaz le fijo un impuesto el cual se pagaba en el Distrito Federal y en Baja
California (HCP, 1878). De acuerdo con Flowers (1882), en 1875 la chía producida en
México se vendía a un sobreprecio en Nuevo Orleans, esto porque no era posible su
producción en EUA. Este autor sostiene que debido a que en este país el cultivo de
chía se desconocía, la semilla de esta especie frecuentemente se sustituía por la de
Zaragatona (Plantago Psyllium L.) la cual presenta propiedades muy similares a la chía
(Soubeiran, 1987; Urbina, 1887). Ocho años más tarde, Maisch (1882) y Flowers
(1982ab) escribieron los primeros trabajos en extenso sobre el uso e importancia de la
chía como alimento y medicina; su conclusión fue que la chía debería ser estudiada en
el área de la medicina. Un poco más tarde, Urbina (1887) en México, escribió un
ensayo en donde aseguro que la chía no pudo ser colectada en España, y sugirió
cambiarle el nombre a Salvia polystachya, Ort. ó Salvia chian Ll; además acuñando la
frase de Soubeiran (1887) ¨El porvenir decidirá¨, predijo que por sus múltiples
propiedades nutricionales y medicinales, en el futuro la chía sería de gran importancia
industrial. Al mismo tiempo, Subeiran (1887), también publico un trabajo en donde
resalta el interés de los homeópatas en utilizar la chía como medicina. Después de
1890, el cultivo de chía en México comenzó a crecer y de acuerdo con García (1893)
en 1893 México se cosecharon 138.1 t anuales, siendo Guanajuato, el principal
productor de esta oleaginosa. Tres años más tarde, la Escuela Nacional de Agricultura
y Veterinaria Mexicana reconoció su importancia como cultivo y la incluyo dentro del
grupo de las oleaginosas junto con el ajonjolí, cacahuate y linaza (Secretaria de
Fomento, 1896) y de acuerdo con Noriega (1898) para estas fechas se cultivaba en los
estados de Chiapas, Michoacán, Jalisco, Sinaloa y Guanajuato. A iniciar el siglo XX, el
Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), comenzó a interesarse en
la producción de chía, y de colectas realizadas en varias regiones de México,
reprodujeron varios especímenes de S. hispanica L. y S. tiliaefolia Vahl. Que conservan
en su herbario (USDA, 1901). La primera colecta de chía registrada por investigadores
de EUA fue hecha en San Luis Potosí, México en 1918 y el código de entrada que le
asignaron en su inventario de semillas fue 46, 645 (Taylor, 1922). El interés del USDA
por estudiar la chía posiblemente se debió a que Lomanitz (1917) solicitó una patente
para usar el aceite de chía como solvente de pinturas y la torta de desecho como
alimento de ganado. El impacto de la patente registrada por Lomanitz en EUA fue tan
grande que entre 1921 y 1922, el USDA condujo una serie de ensayos para evaluar la
adaptabilidad de la chía en diez diferentes zonas agrícolas de seis estados de EUA
(Gardner, 1922). Los resultados fueron decepcionantes ya que al ser la chía una planta
de fotoperiodo corto, en la mayoría de las localidades esta no floreció y en los dos años
de evaluaciones no produjo semilla. El primer registro oficial de la producción comercial
de chía en México apareció en 1932 (Rulfo, 1937), en ese año la Secretaria de
Agricultura reportó que se cultivaron 38 ha, el rendimiento fue 344 kg ha -1 y Jalisco,
Puebla y Guerrero fueron los principales productores de esta oleaginosa. Los primeros
estudios con chía a nivel experimental fueron conducidos por Rulfo en 1937 (Lloyd et
al., 1946); con su trabajo demostró que además de ser factible producir rendimientos
de semilla superiores a 1.0 t ha-1, en algunas zonas era posible realizar dos ciclos al
año. Un poco por más tarde, ya en la década de los 40s, se publicó la primera prueba
científica del alto contenido de AGPINs Omega-3 exhibidos en la chía (Lloyd et al.,
1946); sin embargo, debido a que esencialidad de los AGPINs Omega-3 en el hombre
se desconocía, la chía no pasó de ser una especie exótica usada para preparar agua
fresca y pinturas para decorar artesanías (Small, 2011; Leyenaar, 2016); y hasta 1990
solo se cultivaban 500 ha en México; mientras que en el resto del mundo continuo
siendo un cultivo totalmente desconocido (Orozco, 1993). El paso clave para reconocer
su importancia nutricional ocurrió en 1975, cuando en Groenlandia se demostró la
esencialidad de los AGPINs Omega-3 en la nutrición humana (Dyerberg et al., 1975;
Bang et al., 1980), y que la ingesta menor de 2,000 mg día-1 en el largo plazo podía
causar la enfermedad conocida como arterioesclerosis coronaria. Con base en este
hallazgo, las guías de nutrición comenzaron a recomendar ingerir al menos 900 mg día-
1 de AGPINs Omega-3 para prevenir problemas cardiovasculares (Covert, 2009);
mientras que en personas con arteriosis coronaria diagnosticada esta recomendación
debe ser parte integral del tratamiento (Lichtenstein, et al., 2006). Debido a que las
fuentes alimenticias que aportan AGPINs Omega-3 en la dieta son escasas, presentan
restricciones en su consumo y son caras (pez Menhaden, salmón, algas y aceite de
lino), la chía rápidamente se convirtió en la fuente ideal para cubrir los requerimientos
diarios de Omega-3 (Castro, 2002; di Sapio et al., 2008).
Época moderna (1990-2010)
La chía arribó al siglo XXI sin incorporar los cambios requeridos para adaptarse a la
modernidad, esto debido a que no evoluciono como lo hizo el maíz, frijol, tomate, chile
y cacao, especies con las que convivio en el pasado y que a diferencia de esta, hoy
son constituyentes de la dieta actual (Ayerza y Coates, 2006). Sin en embargo, esto
cambió después de 1990, cuando al demostrarse la esencialidad de los AGPINs
Omega-3,renacio el interés científico por estudiar la chía y el primer trabajo que reportó
su potencial como fuente de lípidos, proteínas y fibra fue realizado por Weber et al.
(1991). Dos años más tarde, en Acatic Jalisco, México, Orozco (1993) condujo un
experimento para evaluar el uso de herbicidas en el control de malezas. De acuerdo
con este productor de chía mexicano, fue en este tiempo cuando investigadores de
EUA y Argentina visitaron esta localidad para conocer las bases sobre el manejo
agronómico de la chía y que después aplicaron en el proyecto de largo plazo conocido
como ¨Northwestern Argentina Regional Project¨. Los objetivos de esta investigación
fueron estudiar el perfil nutricional, mejoramiento genético y manejo agronómico de la
chía cultivada en diferentes regiones agrícolas de Argentina, Perú, Colombia, Bolivia y
Ecuador (Ayerza y Coates, 2006). Los resultados se han publicado en los últimos 22
años y han sido clave para promover el uso, producción y mercadeo de este
maravilloso cultivo en todo el mundo (Ayerza, 1995; Coates y Ayerza, 1996; Ayerza y
Coates, 2011; Busilacchi et al., 2015; Ayerza, 2016). La primer solicitud para el uso y
comercialización legal de chía en Europa fue hecho por R. Craig & Sons el 30 de Junio
de 2003; este trámite fue retomado por Columbus Paradigm Institute S.A en
Septiembre 30 de 2006 y esta última solicitud fue la que aprobó la Comisión de
Regulación de Alimentos en Europa en 2009 (TCC, 2011). La EFESA (2009), al
considerar que no había registros de que la chía se usara como alimento en Europa
antes de l997, bajo la regulación de alimentos nuevos No. 258/97, aprobó a la chía
para su venta y uso como alimento nuevo en los países integrantes de la Comunidad
Europea. Actualmente su uso está aprobado en casi todo el mundo y se consume
directamente, o bien se usa en productos horneados, cereales, frutas deshidratadas,
mezclado con nueces y otras semillas, bebidas de frutas y otras no alcohólicas, aceite,
harinas (FSAI, 2015) y como materia prima de suplementos y nutraceuticos. De
acuerdo con Daniells (2012), la chía y sus subproductos se comercializa en 30 países y
tan solo en Australia la compañía the Chia Co. Produce casi 9000 t al año (Gleeson et
al., 2014).
El boom de la chía (2010 a la fecha)
En los últimos siete años, la importancia de la chía en la agricultura mundial ha
incrementado; por lo tanto, después de vivir casi cinco siglos de olvido, hoy está sujeta
a un intenso estudio (Jamboonsri et al., 2012; Segura et al., 2014; Valdivia y Tecante,
2015). Esto se debe a que aun cuando existen varias fuentes alimenticias de origen
vegetal y animal para cubrir los requerimientos de AGPINs Omega-3 (Pez Menhaden,
salmón, algas y aceite de lino) (Castro, 2002; di Sapio et al., 2008); ninguna es tan
segura, barata y sustentable como la chía y la ingesta de 25 a 50 g día-1 cubre la
demanda de AGPINs Omega-3 en adultos (Vuksan et al., 2007). Tomando en cuenta
que la chía presenta alto contenido de AGPINs Omega-3 (58-64 % de los lípidos
totales), proteína (16-24 %), lípidos (31-35 %); y fibra (34-56 %) (Segura et al., 2014;
Valdivia y Tecante, 2015), su demanda ha incrementado a una tasa de 239% anual y se
estima que para 2020 sus ventas serán de 1.2 billones de dólares (USAID, 2014).
Actualmente, la importancia de la chía es tan grande que países como EUA, Chile,
Argentina e Italia en donde el clima no permite su cultivo están evaluando diferentes
prácticas agronómicas para su adaptación (Kaiser y Ernest, 2016; Amato et al., 2015;
Tello, 2014; Bocchichio et al., 2015a). El principal problema que enfrentan estos países
y otros localizados en la zona templada, es que la chía al ser de clima tropical solo
crece entre las latitudes 20° 55' N y 25° 05' S (Sorondo, 2014) y florece sólo cuando el
fotoperiodo es menor a 12.5 horas luz; por lo tanto, cuando se siembra en latitudes
mayores a 39o 1 S (Choele Choel, Argentina) y 32o 14´ N (Tucson, Arizona, USA) no
produce semilla porque su estado reproductivo coincide con el periodo de heladas las
cuales matan el cultivo; y cuando logra producir semilla, su rendimiento y calidad es
bajo (Jamboonsri et al., 2012; Pérez et al., 2013). Para resolver este problema, se han
desarrollado cultivares capaces de florecer en localidades donde el fotoperiodo es
mayor a 12.5 horas, y a la fecha ya se patentaron y/o registraron cuatro variedades que
son insensibles al fotoperiodo. La primera es el cultivar Heartland, este se derivó por
mutación con radiación gama en la universidad de Lexington, Kentucky USA
(Hildebrand et al., 2013), está disponible como fenotipo de semilla blanca y negra y la
compañía Heartland tiene el derecho obtentor (Heartland, 2016). Los otros genotipos
registrados son Sahi Alba 911, Sahi Alba 912 y Sahi Alba 914, estos se desarrollaron
mediante selección masal e individual en Argentina y también tienen protección
intelectual (Vuskan et al., 2010; Sorondo, 2014). En México y Tailandia también se
están conduciendo trabajos de mejoramiento genético (Ketthaisong et al., 2016; Sosa
et al., 2016b), y en El Petacal Jalisco México, la compañía Nutrilite-Amway ya identificó
la línea de chía blanca MS1SA12-MS2SA13-IS3PL294IS4A14 que por su alto potencial
productivo y alto peso de la semilla en el corto plazo la registrada como el primer
cultivar de chía blanca de alto rendimiento en todo el mundo (Sosa et al., 2016c). Esta
afirmación se sustenta en que en para las variedades de chía desarrolladas en
Argentina y EUA no hay registros que comprueben que su potencial productivo fue
mejorado. En todos los casos, para derivar las nuevas variedades de chía los
mejoradores utilizaron como fuente genética el cultivar Pinta cuyo origen geográfico es
Acatic Jalisco. El cultivar Pinta, es una mezcla de semillas negras y blancas en una
proporción 9:1 y debido a que no tiene cuenta con registro varietal actualmente cubre
80% de la superficie mundial sembrada con chía (Jamboonsri et al., 2012; Rovati et al.,
2012; Sosa et al., 2016a). El uso de variedades precoces con insensibilidad al
fotoperiodo permitió la producción de chía en Argentina (Coates y Ayerza, 1998) y en
solo cuatro años su área cultivada paso de 100 ha (2010) a 120,000 ha (Aguaysol et
al., 2014; González, 2014) y su rendimiento fluctúa entre 1,200 y 150 kg ha-1 con una
media de 350 kg ha-1 (Pérez et al., 2013). La adopción del cultivo de chía en Argentina
ha sido tan grande, que actualmente es el principal país productor de esta oleaginosa.
Un paso clave para lograr esto, fue que las compañías productoras de chía Argentinas
desarrollaron una estrategia de mercado en donde además de pregonar que las
variedades de chía blanca que desarrollaron (Sahi Alba 911, Sahi Alba 912 y Sahi Alba
914) son nutricionalmente superiores que las variedades de chía negra Puebla y pinta
Acatic procedentes de México, a la chía blanca le dieron un nuevo nombre que es
Salba (Vuskan, et al., 2010; Salba,1917a; Salba, 2017b). Esto es sólo marketing, ya
que los trabajos que han comparado el perfil nutricional de ambos fenotipos (chia
blanca vs chia negra) no apoyan esta afirmación (Ayerza, 2013; Bueno et al., 2016;
Cassiday, 2017; Wayne Coates, 2017 Comunicación personal); además, ambas
pertenecen al mismo género y especie (Salvia hispanica L.). En EUA los resultados han
sido menos impactantes que en Argentina, y en este país aun cuando es posible
producir chía, su producción se restringe a los estados de Kentucky y Florida y su
rendimiento medio es 290 kg ha-1 (Shneider, 2014). Italia y Chile han tratado de
identificar las mejores fecha de siembra para producir chía (Tello, 2014; Amato et al.,
2015; Bochicchio et al., 2015b), sin embargo, en Italia, los resultados son
desalentadores porque el rendimiento es bajo y frecuentemente no hay producción de
semilla porque las heladas matan el cultivo. En Chile, los resultados son alentadores,
ya que Baginsky et al. (2016) recientemente reportó que en el Valle de Azapa en Arica,
en siembras del 4 de Enero al 6 de Marzo es posible obtener rendimiento de entre 1,33
y 2,49 t ha-1. En los últimos cuatro años, Australia se ha convertido en el quinto
productor de chía en el mundo (Peperkamp, 2015); este país se caracteriza por
presentar el más alto rendimiento promedio por unidad de superficie (1.1 t ha) y un alto
porcentaje de su volumen de producción (10 000 t anuales) lo exporta a 36 países
(Gleeson et al., 2014). En regiones tropicales (ubicadas entre la latitud 23o 30´ N y 23o
30´S) como Jalisco México, Ghana África, y Mymensingh Bangladesh es posible
obtener altos rendimientos de chía (1033-2605 kg ha-1), especialmente bajo
condiciones de riego (Yeboah et al., 2014; Karim et al., 2015; Sosa y Ruiz, 2016; Sosa
et al., 2017). A diferencia de lo que ocurre en la zona templada, en el trópico el
potencial productivo de la chía no es función de la temperatura, sino de la
disponibilidad de agua ya que al ser una esta especie que solo florece cuando el
fotoperiodo e menor de 12:30 horas luz, su producción se realiza exclusivamente de
lluvias (Orozco et al., 2014; Ríos, 2014; Ramírez y Lozano, 2015). El resultado de las
investigaciones conducidas por el autor principal en los últimos tres años en Jalisco
sugiere que la chía tiene un alto potencial como cultivo en México el cual no se ha
explotado; esto se debe a que al ser México el centro de origen de la chía, esta especie
está adaptada para ser cultivada durante nueve meses (Junio-Mayo); esto no es
posible en EUA, Argentina, Ecuador y otras regiones agrícolas del mundo. Esto
significa que en México la chía no es un cultivo exclusivo de temporal, y en algunas
regiones es factible realizar dos ciclos por año (Verano-Otoño e Invierno-Primavera) y
en ambos lograr altos rendimientos. En orden a incrementar el potencial productivo de
la chía, en los últimos diez años los investigadores de todo el mundo además de
desarrollar cultivares adaptados a zonas templadas (Hildebrand et al., 2013; Sorondo,
2014) y de alto rendimiento (Ketthaisong et al., 2016; Sosa et al., 2016bc), también se
han enfocado en estudiar los factores que controlan su producción. Como resultado de
esto, actualmente ya se tiene conocimiento de cómo las prácticas de manejo
agronómico: (1) fecha de siembra (Karim et al., 2015; Baginsky et al., 2016; Sosa et al.,
2017c); (2) fertilización (Amato et al., 2015; Bochicchio et al., 2015ª; Sena et al., 2017;
Sosa et al., 2017b); (3) método de establecimiento (Yeboah et al., 2014); (4) densidad
de siembra (Furlan et al., 2016; Manzaneda et al., 2015); (5) localidad (Ayerza, 2009;
Ayerza, 2011); (6) Irrigación (Silva et al., 2016); y (6) control de plagas, enfermedades y
malezas (Orozco, 1993; Aguaysol et al., 2014; Celli et al., 2014; Yeboah et al., 2014;
Celli et al., 2016; Sosa y Ruiz, 2016; Sosa et al., 2017b,c) afectan la productividad de
este cultivo. Esto sugiere que en los próximos años el potencial productivo de la chía
mejorara ampliamente. Al respecto, Sosa et al. (2017b) reporta que bajo condiciones de
manejo optimas es posible obtener rendimientos cercanos a 3.0 t ha, este potencial
productivo es 25% menor que el que según Lomanitz (1917) se obtenía hace 100 años
en parcelas comerciales en México (4.0 t ha-1).
FUTURO (1917 en adelante)
El aumento de la demanda mundial de chía de los últimos seis años y su uso como
materia prima en la industria de alimentos, suplementos y cosméticos confirman la
predicción hecha por Urbina (1887) hace 129 años, en el sentido de que la chía sería
un cultivo de gran importancia industrial. Esta afirmación se hace considerando que a la
fecha, la chía además de consumirse directamente, también se usa como materia
prima que aporta AGPINs Omega-3, proteína y fibra en bebidas, suplementos,
nutraceuticos, alimentos procesados y cosméticos (Illian et al., 2011; Diwakar et al.,
2014; Benexia, 2016). Como resultado de esto, varias compañías la están integrando
dentro de sus productos, un ejemplo de esto es la compañía Nutrilite, que bajo el lema
“lo mejor de la naturaleza, con lo mejor de la ciencia está conduciendo investigación
básica y aplicada con miras a explotar todo el potencial nutricional de esta oleaginosa
(AGPINs Omega-3, proteína y fibra) en el corto, mediano y largo plazo (Diwakar et al.,
2014; Sosa et al., 2016b; Sosa et al., 2016c; Sosa et al., 2017abc). El cultivo de la chía
se está expandiendo rápidamente en todo el planeta, y como una prueba fehaciente la
compañía Purechia (2013) señala que para cubrir su demanda, ha firmado contratos a
productores de 29 países para producir chía y sus 36 productos derivados de la chía se
comercializan en 30 países. Con base en esto, es un hecho que la próxima generación
de suplementos, nutracéuticos y cosméticos donde el ingrediente funcional es AGPINs
Omega-3, proteína y fibra tendrán como materia prima, la semilla de chía, un cultivo
ancestral mexicano que después de permanecer por olvidado por casi cinco siglos, la
ciencia lo rescató y lo ha puesto nuevamente a disposición para usarse en la nutrición
de las futuras generaciones de todo mundo. Pero, la chía no es el primer cultivo que la
ciencia rescata, y entre 1945 y 1960 también salvó a la colza (Brassica napus L.)
(Busch et al., 1994), en Canadá esta especie se usaba para producir de lubricantes de
buques, pero al finalizar la segunda guerra mundial su destino era desaparecer. Ante
este hecho, los investigadores se dieron a la tarea de convertir el aceite de colza no
comestible (por su alto contenido de ácido erúcico, ácido eicosanoico y glucosilatos) a
un producto para consumo humano. El resultado fue extraordinario y su aceite se
transformó en el aceite y la margarina de canola que hoy conocemos. Actualmente la
canola es el segundo cultivo más importante de Canadá y en un negocio de 14 billones
de dólares anuales (Canola Council, 2015). En reconocimiento a esto, en 1978 este
país además de cambiar su nombre de colza a canola cuyo significado es aceite de
Canadá (NRC, 1992); también la denominó la Cenicienta de los cultivos Canadienses
(Busch et al., 1994). Tomando en cuenta que en su integración a la modernidad, la chía
sigue una trayectoria muy similar a la del cultivo de canola (crecimiento de la demanda
en 239% anual y ventas estimadas de 1.2 billones de dólares para 2020) Sosa et al.
(2016a) consideran que esta especie después de dormir por 500 años está destinada a
convertirse la Bella Durmiente de cultivos funcionales; de hecho Orona-Tamayo et al.
(2016) ya la bautizaron como el cultivo de oro de este siglo.
CONCLUSIONES
Hasta antes de la conquista española, la chía fue el tercer cultivo más importante de
México, sin embargo, la disminución de su uso por casi 289 años condujo a que casi
desapareciera. Hoy este maravilloso cultivo ha sido rescatado por la ciencia, está de
regreso y a disposición para su uso en la nutrición balanceada por las futuras
generaciones de todo el planeta. Tomando en cuenta que en los próximos años el
crecimiento de su demanda anual será 239% a y que sus ventas para 2020 serán de
1.2 billones de dólares, es evidente que esta especie después de dormir por 500 años
está destinada a convertirse la Bella Durmiente de los cultivos nutraceuticos de este
siglo.
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